Del fogón a la boca: Utensilios y Recipientes de Cocina: Jarras de Mesa Destacado

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Del fogón a la boca

La humana necesidad de consumir líquidos es inherente a nuestra naturaleza y guardarla para tiempos de sequía, casi la primera urgencia de cualquier familia.

Es muy probable que tanto el consumo de alimentos y a la par almacenar agua, haya sido algo muy avanzado y distintivo de las primeras civilizaciones; por ello, el desarrollo de recipientes para depósito y después servir bebidas durante las comidas, fue algo que cobró importancia para artesanos, que se ocuparon en diseñar y crear verdaderas bellezas, con tamaños, formas y materiales muy diversos.

En nuestra Puebla, artesanos del barro y la talavera, de los metales como el cobre, el peltre y la hoja de lata, pero también del vidrio, tuvieron sus máximos representantes. De hecho, la primera fábrica de vidrio soplado de todo el continente se estableció en nuestra Ciudad, tan temprano como 1542 y el dominio de los vidrieros poblanos se mantuvo hasta bien entrado el S.XIX, llegando a exportarse a Guatemala y hasta el Perú.



De la antigua tradición alfarera en Puebla, la comunidad de Agua Mezquite, en Los Reyes Metzontla, Puebla.



Fue en el período de la historia nacional conocido como Porfiriato, donde jarras provenientes de Europa trajeron la moda de representar personajes en los recipientes, naciendo en Puebla las famosas jarras ‘con carita’ tanto en talavera como en vidrio.

En este último material, además, hábiles artesanos produjeron verdaderas obras de arte del diseño, como las ‘cacarizas’ y las ‘catrinas’.

Debemos de aprender a valorar los objetos de la vida cotidiana, pues los materiales y técnicas empleadas para su fabricación, su elaborado diseño y sobre todo, la especificidad de su uso en los elaborados procesos de la Cocina Tradicional nos dan una idea la enorme diversidad de artesanos que todavía laboran por toda la geografía de Puebla: comunidades que se dedican a la fabricación de objetos de palma, como los hermosos ‘aventadores’ y canastas de Santa María Chigmecatitlán, otras que por sus tradiciones en alfarería se dedican a producir todo tipo de cazuelas, jarros y ollas como San Miguel Tenextatiloyan; metates y molcajetes de San Salvador Cuayehualulco hoy ‘El Seco’; jarros y cuencos de San Marcos Acteopan.


Incluso dentro de los antiguos barrios de nuestra Ciudad, todavía quedan algunos muy pocos – en grave peligro de desaparecer – artesanos del barro y del vidrio en La Luz, de la hoja de lata y la forja en el antiguo Mercado de Santa Rosa, hoy muy cerca del Museo Nacional de los Ferrocarriles en la once norte. En el trastero de la cocina de la bisabuela Valito había diversas jarras de mesa para escanciar agua, pulque, chocolate o leche y sus órdenes eran claras: nunca debías mezclar líquidos, so pena de un buen coscorrón.

Las de vidrio soplado se usaban solamente para agua de sabor o para pulque; las de talavera para leche o chocolate; las de peltre para café. Había también una consentida: la de cerámica con carita de viejito, que la bisabuela decía se parecía a su papá y que solo se bajaba del trastero para limpieza y advertirnos de no tomarla nunca para jugar.

A casi 125 años del nacimiento de Valito, reflexiono que, gracias a su afán por mantener estos sencillos objetos de la vida cotidiana, podemos ahora admirar lo que manos poblanas de antaño fabricaron con esmero y dedicación. ¡Charlemos más de Gastronomía Poblana y ‘’a darle, que es Mole de Olla’’! #tipdeldia: Busquemos estas magnificas piezas de diseño y artesanía nacional en los mercados.



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Sobre el autor

Antonio Ramírez Priesca

Antonio Ramírez Priesca es Ingeniero Bioquímico por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, con Especialidad en Tecnología de Alimentos; ha trabajado en la industria de levaduras de panificación de 1983 a 1987; como asesor en tecnologías de molinería y panificación de 1988 a 2002 en la industria molinera nacional de trigo y maíz: cuenta con diversos cursos en Canadá y en el American Institute of Baking de los EEUU. Es egresado de la primera generación del Diplomado en Cocinas Regionales de México por la ENA del INAH en 2005, y desde el año 2002 a la fecha dirige el proyecto gastronómico La Quinta de San Antonio, con especialidad en comida tradicional poblana. Desde el 2018 se encuentra inmerso en un estudio académico sobre siete recetarios manuscritos de comida poblana, que abarcan recetas familiares desde 1867 a 1973. Actualmente escribe la columna ´Del fogón a la boca’ que se publica semanalmente en diversos portales electrónicos, sobre la gastronomía tradicional de Puebla.