Los renacuajos vecinos / Eva Noyola Loya, astrónoma Destacado

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Voces en los días del coronavirus

Eva Noyola Loya, astrónoma



Llevamos casi siente años viviendo en nuestra casa de Brentwood, vecindario en Austin, Texas. A dos cuadras de la casa, hay una calle llamada Arroyo Seco. En medio tiene un canal para el arroyo, que en efecto está seco la mayor parte del tiempo. La calle tiene carriles confinados para bicicletas y paseantes. La escuela pública del barrio, a la que asisten la mayoría de los niños del vecindario, está sobre esa calle.

Arroyo Seco Street

El arroyo seco y la calle que lo rodea ayudan mucho a ilustrar cómo ha sido la vida para nuestra familia y para nuestro entorno durante el encierro sanitario. Lo primero que hay que aclarar es que Austin paró súbitamente las clases el día que se notificó sobre los primeros casos de coronavirus en la ciudad. Los niños nunca supieron que aquel jueves de marzo iba a ser su último día del año escolar (el gobernador acaba de declarar que la enseñanza seguirá siendo a distancia hasta que termine el periodo). Por cierto, la escuela se va a renovar y buena parte del edificio va a ser demolido. El caso es que nadie se pudo despedir en forma. Hay un dejo de nostalgia especial cada vez que pasamos enfrente de ese edificio.



Nuestra familia ha estado encerrada desde mediados de marzo. Los adultos salimos a comprar comida una vez a la semana, y los niños solo salen a pasear caminando, en bicicletas o con patines del diablo. Arroyo seco empezó siendo una de nuestras rutas favoritas para pasear, pero en poco tiempo empezó a tener tal cantidad de gente corriendo, andando en bicicletas o paseando pequeños en carriolas, que dejó de sentirse como una alternativa segura. Los grupos de padres de la escuela en Facebook comenzaron a manifestar muchas quejas por la cantidad de gente y la falta de distancia mínima en esa calle.



Intentamos por unos días volcarnos a otras rutas, pero mi hijo pequeño había solicitado que imitáramos a una familia de amigos que vimos un día adentro del arroyo. Localizamos un punto en el que era muy fácil entrar desde la ladera, y optamos por meternos por primera vez la semana pasada. La base del arroyo es de piedra y en ella se forman pequeñas albercas que recolectan agua de lluvia. Descubrimos que en una de las albercas había miles de renacuajos nadando felizmente. En otras albercas a dos metros de distancia había apenas una decena de renacuajos. Me encantaría preguntarle a algún biólogo por qué existe una diferencia tan grande.

Renacuajos con agua.

Renacuajos amontonados

Ahora se ha hecho costumbre familiar ir a ver el progreso de los renacuajos todos los días.

Decubrimos con horror que después varios días seguidos sin lluvia, la alberca de los renacuajos ha estado perdiendo agua muy rápido, mientras que las albercas aledañas todavía conservan bastante. Les platicamos sobre nuestro descubrimiento a algunos vecinos de la calle y ahora, al pasar, nos preguntan por los renacuajos. Hay pronóstico de tormenta para hoy y mañana, lo cual por supuesto hace muy probable que los renacuajos, si sobreviven, acaben arroyo abajo, lejos de nuestra alberca. Crucemos los dedos.

Mi reflexión es que tuvieron que pasar casi siete años y una pandemia para que nos metiéramos a explorar al arroyo seco y descubriéramos allí un mundo nuevo. Con o sin renacuajos, con o sin pandemia, estoy segura que mis hijos van a seguir queriendo entrar al arroyo a explorar. Espero que también nos toque ver algunas de las ranas que seguramente aparecerán pronto.

En nuestras incursiones hemos notado que mucha más gente utiliza mascarillas para transitar sobre los carriles confinados y que las familias ponemos mucha más atención a la distancia cuando nos cruzamos en la calle. Se ha desarrollado una especie de etiqueta específica para transitar por Arroyo Seco, que seguirá siendo la calle en la que nos encontramos amigos de mi hija paseando con sus papás. No sabemos hasta cuándo.

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Sobre el autor

Sergio Mastretta

Periodista con 39 años de experiencia en prensa escrita y radio, director de Mundo Nuestro...