¿Cuándo me enfermo? Reflexiones desde la cuarentena/José Ramón Lozano Torres, empresario del sector de alimentos Destacado

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Voces en los días del coronavirus

José Ramón Lozano Torres, empresario del sector de alimentos.



(Fotografía de portadilla: Raúl Rodríguez Bautista, 29 de marzo de 2020)

Esto empezó hace 2 meses con la noticia de que un virus raro había aparecido en una provincia lejana de China. Siempre China ha sido algo exótico, muy lejano y misterioso, así que una noticia como esta no era de ocupar ninguna atención. Hace dos semanas preguntaba a mis cercanos si sabían de alguien de su familia o de sus conocidos que hubiera contraído el virus y todas las personas me respondían que no…y la vida en la calle demostraba lo mismo, no mostraba señales de inquietud a pesar de que las noticias de Italia y España ya eran de contagios masivos e insuficiencia de servicios en hospitales y que ya se escogía a quien salvar y a quien dejar morir. Hoy personas muy cercanas y sus familias se han contagiado al igual que sus grupos de amigos que disfrutaron vacaciones juntos. Ya el cuñado de una amiga murió en Houston a los 5 días de que empezaron sus síntomas. Y otro amigo está en terapia intensiva en un hospital local. Las calles han respondido a medias a los tímidos llamados oficiales a resguardarse y evitar el contacto con personas denotando el desinterés de la gente, la incredulidad, y la resistencia a modificar el comportamiento de la convivencia urbana en todos los sentidos de las actividades normales de la vida. Hoy, todos los restaurantes vecinos, así como hoteles y bares están cerrados y sólo permanecen abiertos los pequeños establecimientos de comida informal como fondas y loncherías que sí, tienen personas asistiendo.

Ya es viernes, nosotros cerramos desde el martes cuando debimos haberlo hecho desde el sábado anterior pues ya nadie nos visitó. Nuestro capitán de meseros me dijo “ya me di cuenta de que esto va por capas poblacionales o sectores socioeconómicos. Algunos parecen estar más consciente e informados y por eso han dejado de venir, pero en la calle, en el zócalo y los portales el bullicio usual de fin de semana pareciera seguir despreocupado sin alarmas encendidas”.

Nuestros gobernantes hasta la fecha han dado tímidos y desorganizados mensajes de precaución y de cuidados especiales y enérgicos mensajes de no alarmarse y de tener calma. No se han dictado medidas severas y obligatorias como en muchos países. El tiempo dará el juicio de sensatez, temeridad o irresponsabilidad absoluta al comportamiento y ejemplo de los líderes públicos a quienes una gran, enorme cantidad de personas han otorgado con su voto, su confianza y permiso para ser guías del comportamiento social. Como en los rebaños de borregos, el grupo sigue al que va adelante, aunque no sepa que rumbo lleva. Los días pasan más despacio; no hay que desplazarnos a ningún lado. El tiempo invertido en movilizarnos en el ajetreo cotidiano, hoy que se ha puesto en pausa, nos da la oportunidad de destinarlo al interior de nosotros mismos y a visitar ese espacio que quizá hemos olvidado que existe.

Quédate en casa, no salgas, pero visita tu interior es una oportunidad única de plantearte un cambio. Descubre que el cielo es más azul que siempre, que el aire esta menos contaminado, que los ruidos se han apagado y el silencio es mucho más evidente. Despacio muy despacio vemos como la anunciada enfermedad se acerca, se propaga. Hasta hoy las noticias, las redes, los nervios, las diferencias de opinión, el encono de unos y otros, el desconcierto y la incredulidad nos abrazan y nos ocupan, pero la enfermedad todavía no. Estoy seguro de que ya no tarda ese momento. ¿Cuándo el mundo había estado tan unido en una causa, en un tema, en una calamidad como ahora? Me atrevo a decir que nunca antes y aunque es tentador, no creo en las tantas teorías de las conspiraciones que he escuchado y en las que muchos incluso respetables amigos creen y me quieren convencer de que crea. No hay todavía en el mundo mentes tan sobresalientes que conspiren de esa manera para sacar un provecho particular. En mi opinión esta enfermedad no es creada para un fin específico, aunque sus consecuencias y efectos sean aprovechadas por muchos conspiradores para fines de toda índole, perversos, económicos, políticos, religiosos, de individuos y grupos algunos con recursos inimaginables. Esta enfermedad como todas es por un lado parte de la misma naturaleza y por el otro, resultado del irracional comportamiento humano, de la movilidad sin control, de la arrogancia de creer que todo se tiene dominado, que no hay consecuencias del actuar despreciando a la creación, de mantener un mundo contaminado que se ha sobreexplotado, sobrepoblado y donde la especie humana se ha sobrevalorado y auto justificado hasta el punto de usar todo para su beneficio y de provocar daño de consecuencia imprevisible simplemente porque cree que no le va a tocar sufrirlas. Una arrogancia de sentir que se domina todo, que se controla todo, porque incluso la persona se siente ya cercana a superar la enfermedad y posponer a su gusto la muerte.



Yuval Noah Harari en su Homo Deus dice en 2015 que la humanidad “después de haber conseguido niveles sin precedente de prosperidad, salud y armonía”, plantea como probable que “sus próximos objetivos sean la inmortalidad, la felicidad y la divinidad…y que, habiendo reducido la enfermedad, se dedique a superar la vejez e incluso la muerte”. Pero la humanidad vive hoy con el COVID-19 la sacudida y la llamada de atención a lo irracional de su actuar y pensar. ¿Homo Deus??? Hoy estoy sano; he estado enfermo ciertamente y he acompañado y visto morir. La realidad que nos ocupa nos enfoca a pensar en los enfermos evitando a toda costa ponernos en su lugar pero al mismo tiempo tomar conciencia del significado de estar sano. Me sobresalta leer al filósofo Rumano Emil Cioran (1911-1995) cuando en su texto sobre la enfermedad dice que “Sean cual fueren sus méritos, quien tiene buena salud siempre defrauda…no cuenta con la experiencia de lo terrible ni con la imaginación del infortunio, sin la cual nadie puede comunicarse con esos seres separados que son los enfermos”. Qué fuerte texto en estos momentos de realidades tan cercanas cuando miles esperan tan solo un respirador que les pueda salvar la vida. Es posible así lo esperamos que la situación se controle pero aunque muchos hoy seamos más conscientes y no lo queramos, no es aventurado predecir que esta sacudida brutal una vez superados sus efectos se minimice y se retome el frenesí que la ha provocado esperando una siguiente catástrofe más fuerte y más letal que seguramente no esperará tanto en presentarse y que nuevamente nos tome desprevenidos.

¿Seremos capaces de cambiar? ¿Los sobrevivientes? ¿Si es que sobrevivimos?

Marzo 27-29, 2020



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Sobre el autor

Ramón Lozano Torres

RAmón Lozano Torres (Ciudad de Puebla, 1955), ingeniero, escritor, empresario. Encabeza junto con Pilar Gómez el proyecto cultural de historia, música y gastronomía La Casa del Mendrugo.