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Rosa Borrás Destacado

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Voces en los días del coronavirus

Rosa Borrás, bordadora



(Ilustración de portadilla: Bordando resistencias: puntadas de memoria/Transferencia de fotocopia sobre bramante, impresión digital de chorro de tinta sobre manta de algodón, paliacates. Relleno de acrílico. Soporte posterior de manta de algodón. Cosido a mano y máquina. 100 X 120 cm. 2019)



Tengo un nudo en la garganta. Lo he sentido esta mañana, después de otra noche de dormir mal. Estoy confundida y me siento vulnerable. La seguridad que me brinda mi casa no es suficiente. ¿Por qué?

Hace unos días recordaba que, en abril del 2009, cuando fue declarada la pandemia de AH1NH, tan mal manejada por el gobierno de Felipe Calderón, sin información y causando pánico y desconfianza, decidí coser unos cubrebocas de telas de colores y convocar a través de Facebook a una reunión para regalarlos en mi taller, al que llamo Espacio rosa y que en ese entonces estaba en la 11 oriente #11, en el centro de Puebla. Sería una “reunión anti-pánico” para abrazarnos y hacer frente a la orden de aislamiento que dejó vacías, de golpe, las calles de Puebla. Claro, las circunstancias eran otras y me atreví a hacerlo como un acto de rebeldía quizá un poco imprudente e ingenuo, pero que tuvo resonancia: llegaron varias personas, amigas y también desconocidas. Platicamos, intercambiamos opiniones, nos sentimos acompañadas y, quizá, con menos miedo después de abrazarnos. Con una de estas personas entonces desconocida sigo en estrecha comunicación y somos amigas. Pensaba en todo esto y me preguntaba ¿Que es distinto ahora? Aún no tengo clara la respuesta.



Para responderme a mí misma esta pregunta, trato de organizar mis ideas en dos grandes grupos: el de lo personal y el de lo colectivo. En este último grupo, una de las primeras cosas que se me ocurre es que hoy, en México, a diferencia de antes, tenemos un gobierno legítimo, es decir, un gobierno que elegimos por voto directo la mayoría de los mexicanos. No nos robaron la elección, pues. Para mí eso es muy importante pues, como ciudadana, me da tanto la esperanza de que poco a poco las cosas funcionarán mejor, como la fuerza para exigir transparencia, compromiso y acciones contundentes. Aunque este gobierno dista de ser perfecto, percibo actitudes distintas a las de siempre y veo una disposición más clara a estar más cerca de la gente de a pie, de la gente que menos tiene. También es clara la apertura del gobierno a compartir con claridad la información sobre lo que ocurre con esta pandemia en México. Todo esto es muy distinto a la realidad del 2009.

En el ámbito de lo personal, una de las cosas que es claramente diferente es que mi hija y mi hijo ya no viven en casa, ya no son niños. En este momento están viviendo juntos en la Ciudad de México. Aunque son adultos perfectamente capaces de afrontar esta situación, me angustia no tenerlos aquí al lado, no poder abrazarlos como cuando eran pequeños y decirles “no pasa nada, todo estará bien”. Esta pandemia les ha truncado los planes que tenían a corto y mediano plazo e intuyo que los tiene sumidos en la incertidumbre más angustiante que han enfrentado hasta ahora, y que es, probablemente, la primera gran crisis que tendrán que enfrentar en su vida adulta. Uno se pregunta qué pasará con el resto de sus estudios; la otra, si será capaz de encontrar trabajo, y ambos si podrán ser del todo independientes, tener cierta seguridad para dedicarse a sus respectivas profesiones y vivir mínimamente bien. Ya no puedo protegerlos como hice en el 2009.

Pienso en muchas otras cosas que son distintas ahora, quizá incluso mejores que antes, pero recurrentemente y desde hace un par de semanas me pregunto ¿qué les digo yo a mis hijos? ¿cómo les hago sentir que hay esperanza? ¿qué puedo aportar yo ante esta tragedia que se nos viene? Y es que en este país vamos de tragedia en tragedia, de desgracia en desgracia. No se me ocurre nada muy espectacular más allá de hacerles ver las ventajas que ellos tienen sobre la mayoría de la población, compartirles mi opinión e invitarlos a reflexionar al respecto. Creo que nos toca a todos, sobre todo a los que tenemos ciertos privilegios, vigilar que en esta crisis se haga lo más posible para proteger a los que menos tienen, pedir a nuestros vecinos que colaboren como puedan; aportar todos, con buena fe, nuestros conocimientos o talentos para que esto sea menos doloroso y devastador y exigir que no se vulneren nuestros derechos humanos. Nos toca a todos, también, mantener viva la memoria de los agravios de sexenios anteriores, nos toca no olvidarnos de nuestros muertos, víctimas de una guerra que no pedimos, nos toca tener presentes a nuestras personas desaparecidas. Nos toca a todos construir una realidad más pareja y con menos desigualdad, más amorosa y sensible.

Todavía siento el nudo en la garganta y tengo más preguntas que respuestas. Me parece que la sensación de angustia no desaparecerá pronto, creo que será mejor aceptarla por ahora y recordar las Palabras para Julia, de José Agustín Goytisolo, de las cuales les dejo aquí estos versos:

Tu destino está en los demás

tu futuro es tu propia vida

tu dignidad es la de todos.

Bordando resistencias: puntadas de memoria

Esta pieza está compuesta por fotografías que he tomado a lo largo de los años durante las reuniones de bordado que realizamos desde el 2012 y hasta la fecha, tanto en plazas como en cafeterías, universidades y casas y está cosida a mano.

La cobija muestra momentos de bordadas en apoyo a la comunidad LGBTI, contra los feminicidios y contra el olvido de aquellas personas asesinadas o desaparecidas. Refleja la construcción de paz y la memoria colectiva y de la restitución del tejido social roto por la violencia de una guerra que no pedimos. Los paliacates rojos y verdes simbolizan el color de los hilos que se usan para bordar los pañuelos: el rojo para las víctimas de la violencia y el verde es el color de la esperanza, con el que se bordan los nombres de las personas desaparecidas. Esta pieza está dedicada a todas las personas que bordan por la paz y la memoria y que resisten a través de cada puntada que dan sobre la tela de la esperanza.

La acción Bordando por la paz Puebla fue iniciada en Puebla en agosto del 2012 como réplica de la misma acción realizada en la Ciudad de México desde 2011. Las reuniones de bordado se convirtieron en un espacio de desahogo social, en manifestación pacífica y en una especie de rito protector: la violencia no llegará a aquellos que bordan y hacen suyos, otra vez, los espacios públicos que nos pertenecen. Bordar colectivamente propició relaciones horizontales, basadas en el respeto mutuo y la confianza en nuestros congéneres, aún desconocidos. También generó la transmisión de conocimiento de manera natural y fluida, sin importar el grado de escolaridad, edad, ni origen de cada persona. La autoría inicial del proyecto desapareció y éste se desarrolló de manera orgánica de acuerdo con las necesidades del contexto específico. Nadie es dueña o dueño de los pañuelos, solos los resguardamos y son bordados, casi todos, por muchas manos.

Esta pieza obtuvo una Mención honorífica en la XII Bienal Puebla de los Ángeles, Ibero Puebla: Ética del cuidado: Diversidad y cultura de paz.

Bordando resistencias: puntadas de memoria

Transferencia de fotocopia sobre bramante, impresión digital de chorro de tinta sobre manta de algodón, paliacates. Relleno de acrílico. Soporte posterior de manta de algodón. Cosido a mano y máquina.

100 x 120 cm

2019

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