Falló todo Destacado

Compartir

Vida y milagros

Una pausa es lo que tenemos que hacer para entender todo lo que falló para que fuera posible el crimen de Fátima. Una pausa porque falló todo lo que no debió haber fallado al mismo tiempo.

Falló el ministerio público muchos meses antes de este febrero, cuando no recibió en dos ocasiones las denuncias de maltrato y abuso que intentó poner la hoy asesina confesa Giovanna en contra de su pareja. "La señora no se ve golpeada, no podemos dar fe de nada", le dijeron. Fallaron al no haber asesorado ni detectado las señales de alerta que emanaban de esa mujer que quiso denunciar la grave violencia en su casa. No la canalizaron ni al DIF ni a ninguna otra instancia de apoyo a víctimas de maltrato.

Fallaron los familiares de Giovanna que la acompañaron a interponer las denuncias pero fueron incapaces de animarla y apoyarla para que dejara a su violento marido, su cómplice en el secuestro y asesinato de Fátima.



Falló la autoridad de la escuela que dejó ir a la niña con una extraña. Falló la escuela que no detectó que en la familia de una compañera de Fátima se vivía en constante violencia. Fátima era compañera de la hija de sus secuestradores y asesinos. Nadie detectó nada anormal en la vida de esa otra niña que ha sido rescatada junto con sus hermanos del infierno que debió ser su casa a costa de que otra niña perdiera la vida de una manera inconcebible.

Falló la Fiscalía Especializada en Búsqueda de Personas y fallaron las autoridades de la Ciudad de México al no echar a andar de inmediato la Alerta Amber argumentando que no habían transcurrido aún 72 horas de la desaparición de la niña de siete años. Desde el 15 de mayo de 2018 se estableció que no había que esperar 72 horas para decretar la alerta. Desde entonces solo se requiere contar con la suficiente información del menor desaparecido y saber que las circunstancias de su desaparición son atípicas. De haberse decretado la alerta Amber esa misma noche quizá Fátima hubiera tenido una oportunidad. La Jefa de Gobierno ha sido clara en que hubo graves omisiones de las autoridades.

Fallaron las cámaras de videovigilancia del C5 porque en esos días la visibilidad de estas estaba tapada por unas lonas instaladas en las calles cercanas a la escuela con motivo de la feria del amaranto. Las primeras imágenes de Giovanna llevándose a la niña se obtuvieron de una cámara de vigilancia de un establecimiento comercial y no de las cámaras oficiales.

Ha fallado consistentemente el poder judicial, que muere de inanición y por eso mismo de capacidad para impartir la justicia necesaria para terminar con la impunidad. Los recortes al poder judicial de este año aprobados desde el congreso son injustificables para un proyecto de nación que tiene como promesa central mejorar este rubro. Los asesinos de Fátima la secuestraron y mataron apostando a la altísima probabilidad de que su crimen quedaría sin castigo.

Sigue fallando el poder legislativo que aprueba que los presupuestos federales y estatales destinados a apoyar a la infancia y a las familias vulnerables sean los mínimos y no los máximos. Fallaron los presidentes de ayer pero también falla el de hoy al no destinar suficientes apoyos a los grupos más vulnerables y a las víctimas de la violencia intrafamiliar. Es verdad que la desigualdad feroz de nuestro país nos ha llevado a un callejón que parece sin salida, pero también es cierto que hay acciones de mitigación bien documentadas que sí se pueden implementar de manera inmediata.



Fallamos los adultos de nuestro país que no hemos sabido hacer valer ante todas las fuerzas políticas la necesidad urgente de modernizar y fortalecer a los sistemas de administración de justicia federales y estatales para que de verdad se reduzcan los índices de impunidad en todos los delitos, en particular los que se cometen contra la infancia.

Sorprende que una persona tan fogueada en luchas sociales como lo ha sido el presidente López Obrador se ciegue ante algo tan fundamental como el hartazgo de estos días y sus motivos de fondo. Es inquietante que traslade el foco sobre sí mismo o sus adversarios y no sobre el problema de violencia creciente que sufre México, un problema con profundas raíces en una cultura machista, muy complejo de combatir y que hoy tiene como trágico símbolo el rostro de una niña a la que le falló la sociedad completa.

Quizá es que casi todos hemos estado ciegos en algún grado, con las prioridades equivocadas mientras perdemos de vista lo más valioso que tenemos. Por eso necesitamos parar y entender qué papel, por humilde que sea, puede jugar cada uno de nosotros para lograr los cambios que son absolutamente indispensables para acabar con la impunidad y la violencia que la acompaña.



Compartir

Sobre el autor

Verónica Mastretta

Verónica Mastretta. Ambientalista, escritora. Encabeza desde 1986 la asociación civil Puebla Verde y promueve con la OSC Dale la Cara al Atoyac la regeneración de la Cuenca Alta del Río Atoyac en Puebla y Tlaxcala.