Un video que da cuenta de la desgracia de la vida nuestra Destacado

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Cierra el sábado. Mi amigo Concho me ha mandado un video que da cuenta de la desgracia de la vida nuestra.
Ví el título referido a los sucesos de Tepeaca ayer viernes por la mañana. Sabía lo que encontraría, y sin embargo, le di clic. En él se da cuenta de lo ocurrido tras la balacera afuera del hospital al que sus secuaces habían llevado a un hombre conocido a partir de ayer --no había aparecido en la escena huachicolera relatada en la prensa roja poblana--, como "El General".
He escrito esto y ahora pienso que ya no hay prensa en Puebla que no sea roja.
Como sea, "El general" es el motivo. Por la mañana cayó herido en una balacera con el ejército en las inmediaciones del poblado de San José Carpinteros, cuando su grupo había detenido al personal de Pemex que intentaba remediar uno más de los estropicios provocados por los ahora conocidos "huachigaseros". Tras una reyerta con el ejército que termina con la quema de dos camionetas de la empresa paraestatal y la liberación de los trabajadores retenidos, los hombres de "El General" deciden llevarlo ellos mismos al hospital Juquilita, en la cercana Tepeaca. Ahí fue hospitalizado y allí fueron cercados por el ejército, ahí se desató la balacera y la corretiza y la historia que quedó prendida de este video.
Plano general a una especie de plaza en Tepeaca, tal vez es una gasolinera, que da a una calle que supongo está en el centro de la ciudad; la escena es borrosa, clásica de los videos que dan testimonio todos los días de la locura humana;
Alguien habla por teléfono, cerca de dos autos negros estacionados abajo a la derecha, por allá caminan dos o tres peatones; en un instante, esas figuras intuyen, diré mejor escuchan, que algo se viene tras el sonido que seguramente les llega de los fogonazos; todos mundo corre, un jetta pasa echo la madre, da la vuelta y se estaciona detrás de lo que parecen ser las bombas de la estación; uno de los autos negros se mueve de reversa, pero se arrepiente, las puertas se abren y sus ocupentes se esfuman hacia abajo de la pantalla;
De repente, por la derecha, aparecen en hilera las figuras borrosas de unos hombres que corren, diré como en la nota roja, despavoridos, y así pasan uno, dos, tres y cuento hasta trece tipos que se pierden hacia la izquierda de la pantalla; no parecen ir armados, imposible saber si van armados;
Un perro corre también entre ellos, ¿qué pasará por su cabeza?;
Por un momento, la calle queda vacía, pero pronto aparece una figura regordeta, de pantalón oscuro y playera blanca, un hombre al que le cuesta la carrera, el miedo no le ha generado aires de atleta, y cae justo en el segundo 58, porque la bala que lo clarea y lo tumba seguramente ha salido del rifle que dos segundos después aparece empuñado por el tirador;
El hombre cae al piso de bruces, se voltea y queda de espaldas, con la pierna derecha extendida, con la izquierda doblada, y con ella se impulsa hacia atrás para intentar levantarse justo cuando aparecen de lleno en la escena los tres perseguidores, todos con armas largas, los tres de civiles; el herido los ve venir, la pierna derecha rígida, entiendo que en ella ha dado la bala;
El más adelantado lo rodea, se le acerca por la espalada, lo patea; cuento una, dos, tres, cuatro patadas en la espalda y la cabeza; su compañero lo agarra de frente, las patadas son directas a la cabeza, una, dos, tres patadas, luego libera el fusil que le cuelga del cuello con una correa y remata con la culata en un movimiento de karateca; el tercer perseguidor observa y vigila la escena.
Luego lo impredecible --porque lo que he visto antes no me admira, un policía que ha baleado a un maleante y que llega a patearlo una y otra vez, como si lo sacara del librito que nunca le dieron en la academia--, lo que no puedo entender es su decisión por arrastrar el cuerpo de su víctima, lo jala de un brazo y lo lleva para dejarlo justo en el centro de la escena, como si pensara en los espectadores? ¿Qué pasa por la cabeza del policía que acaba de balear a uno de los secuaces de El General? ¿Qué pasa por la cabeza de todos los que vemos su figura de matador con la sombra de la muerte a sus pies?
Ahí lo deja, rendido, cara al sol. Parece muerto. No está muerto. No sabemos su nombre. ¿Será de San José Carpinteros? ¿se habrá ocupado de perforar el ducto? ¿Será simplemente un sicario? Eso no le importa a la nota roja. Tampoco sabemos los nombres de los policías que lo balearon y patearon. ¿Son judiciales del Estado? ¿Son agentes federales vestidos de civil? Son policías, cumplen su cometido. A quién le importa que todo quede grabado en un video. Ya lleva 5,163 reproducciones cuando yo lo veo.

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Sobre el autor

Sergio Mastretta

Periodista con 39 años de experiencia en prensa escrita y radio, director de Mundo Nuestro...