Las paredes hablan: lo mejor de nuestro pasado está en la Héroes de la Reforma, La Fragua y Leona Vicario Destacado

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(Las fotografías históricas que acompañan este texto fueron tomadas del libro "Puebla, algunos capítulos de su historia educativa/De la Independencia a la Revolución", de Estela Munguía Escamilla, Ediciones de Educación y Cultura/BUAP, 2010.)



Los edificios históricos no son más que el reflejo del sueño de una época convertido en un espacio específico, para una función determinada, realizada claro está por seres humanos. La arquitectura cobra sentido entonces no sólo por lo que se conoce como estilo o por su grandilocuencia, sino fundamentalmente por la interrelación entre el espacio y el uso que esas personas le han dado o le darán. La función de un edificio es entonces parte fundamental de su carácter histórico.

Por ello resulta fundamental que las escuelas decimonónicas de la ciudad del Puebla dañadas por el sismo, hasta donde sea posible no sean demolidas, sino restauradas y nuevamente habilitadas para su función educativa. Esa es la demanda central de maestros, alumnos y padres de familia de entre otras la Escuela Leona Vicario, La Fragua y la Escuela Héroes de la Reforma. Tan sólo un día después del terremoto, por ejemplo, de manera espontánea, cientos de alumnos irrumpieron la sobriedad del edificio porfiriano de la Escuela Primaria Leona Vicario, para entablar un diálogo con la misma en sus propios muros exteriores, con mensajes como:

“Me has enseñado muchas cosas, amor y a superarme, gracias Leona Vicario”, “La vida es el descubrimiento de lo que somos, de valores que forjaron nuestras vidas y pueblos y naciones que engrandecen con orgullo tu nombre “Leona Vicario”, gracias por todas las generaciones que albergaste” Edith V.V., “Gracias por cada momento que me degaste vivir en tus instalaciones, por todas las generaciones que albergaste, por los mejores amigos que me diste, te llevaré en mi corazón” Tiffany Cortés., “Sigue luchando Leona Vicario, te amamos,” “Love, la escuela Leona Vicario nos ha enseñado que ella es muy importante para todos y que la queremos con todo el corazón, está escuela va a salir adelante porque nos ha enseñado que nos necesita y nosotros a ella, aunque la construyamos de otra manera, aunque sea diferente va a seguir siendo la Leona Vicario.”





De esa declaración de amor y respeto por la escuela, los estudiantes pasan al agradecimiento a los maestros, los gratos momentos ahí vividos, la demanda al gobierno de la reconstrucción.

Dicen:

“Gracias a todos los profesores y hasta a la directora, siempre estarás en mis recuerdos Leona Vicario, mi escuela querida, tan fuertes eran tus muros,” “Gracias gobierno, nos dejaste sin escuela.” “Por favor, queremos más generaciones de seres educados y con educación de calidad y amor,” “Gracias por todas las experiencias vividas, por los buenos maestros y los aprendizajes, gracias a los maestros,” “Fueron los mejores momentos de mi vida,” “Gracias a todos por compartir risas y llantos, todos somos leones.” 2 A, “Cuando subía y bajaba las escaleras ahora serán viejos tiempos.”

Como se deduce de estos escritos compartidos, entonces, la escuela es algo más que un edificio, se trata fundamentalmente de un espacio compartido.

Lo mismo puede decirse del clamor de los padres de familia afuera de la escuela Héroes de la Reforma. Cierran la 11 Sur para exigir el restablecimiento de la escuela, un diagnóstico arquitectónico y la presencia del gobernador. Exigen ser ser atendidos por las autoridades, y estos son sus reclamos: “Nuestra escuela es patrimonio de la UNESCO” “No demolición, queremos restauración,” “Dictamen honesto, ”Desde hace dos años el gobierno nos quiere quitar la escuela,” “No hay ninguna reparación en ningún lado, nomás se toman la foto y se van,” “Queremos a Tony Gali, queremos a Tony Gali.”

AUDIO: PROTESTAN PADRES DE FAMILIA CONTRA LA SEP EN LA HÉROES DE REFORMA

Un clamor, el de la educación pública eficiente que coincide justamente con los motivos que datan desde la república restaurada, por los que se construyeron dichas escuelas.

El pasado hecho presente

Para ello vale la pena aquí asomarnos al pasado que ahora se hace presente. El 15 de julio de 1867 entró Juárez a la ciudad de México, sólo unos meses después integró la Junta de Instrucción Pública para discutir las condiciones de la Ley de Instrucción. La Ley Orgánica se estableció el 2 de diciembre de 1867, exponía que la educación primaria era obligatoria para todos los niños, a partir de la edad de cinco años; a los padres de familia que no cumplieran con esa disposición se les impondría una multa o severas sanciones. También se instituyó educación gratuita para los pobres, que debían pagar los ayuntamientos. Además con la ley no se incluiría enseñanza religiosa en los programas de estudio, con excepción de algunos colegios particulares, que daban catecismo.

A partir de entonces en Puebla se aplicaron las leyes juaristas y se fundaron diferentes instituciones educativas. De inicio el gobernador Ignacio Romero Vargas (1869-76), confió la reforma de la instrucción primaria al educador alemán avecindado en Puebla, Gustavo P. Mahr. En 1870 Puebla contaba ya con mil escuelas, número muy alto para la época, la mayoría en la capital del estado y el distrito de Zacatlán. Pero en lo que se refiere a la educación pública en la ciudad de Puebla sólo funcionaban seis escuelas para niños y seis de niñas: en 1874 las de los niños permanecieron igual y las de niñas pasaron a ser siete.

Por su parte, durante la administración del gobernador Juan C. Bonilla (1877-1880), se estableció en 1877 la conocida como Ley de Instrucción Pública, que decretó la educación primaria pública y gratuita para todos los habitantes del estado. Con anterioridad a dicha Ley las escuelas primarias del estado sólo se habían establecido en haciendas y rancherías. Pero ahora el poder ejecutivo estaba obligado a establecer y sostener escuelas en número suficiente y dotarlas con los útiles necesarios de acuerdo al objeto de la enseñanza. Dicha ley ordenaba que las escuelas de instrucción pública fueran sostenidas por los ayuntamientos, con fondos municipales especiales.

En 1888, gracias a ese impulso, la población escolar fue de 71, 311 alumnos, con 950 escuelas primarias oficiales y 145 particulares, el 9.90% de la población del estado. A su vez, para cumplir con la demanda de maestros, se establecieron las escuelas Normales. En Puebla hubo dos, una para profesoras, inaugurada en 1879, y otra para profesores, establecida en 1880.

Posteriormente, en 1908, la responsabilidad educativa pasó a ser responsabilidad del gobierno del Estado, que se enfrentó con el problema entre otros de la falta de espacios escolares de acuerdo con la educación científica que deseaba impartir. Fue entonces cuando el gobierno consideró necesario crear locales propios. Para ello primero adquirió las casas número 9 y 11 de la calle de las Recogidas Viejas, hoy 5 de mayo 1800 y expropió la número 13. De igual modo cumplió los compromisos previamente adquiridos por el ayuntamiento municipal con los ingenieros Santa Cruz y Oliver, en las casas número 1 de la calle de Quintanilla, hoy avenida 5 poniente 907 y 909, del nombrado Instituto José Manzo, hoy Leona Vicario, formado por una escuela para niños, otra para niñas y una para adultos. Los planteles antes mencionados fueron construidos entre 1905 y 1908, año en que los inauguró el presidente Porfirio Díaz. En la capital poblana, la primera escuela primaria establecida dependiente del gobierno fue la escuela José Lafragua, hoy también afectada por el sismo. En 1908 había en Puebla 32 planteles de instrucción primaria oficial; en 1912 eran 28; en 1913 29 y 34 para 1914. A nivel nacional, entre 1909 y 1910 hubo 901,000 alumnos, contra 227,500 en 1878, con lo que se inició el combate al analfabetismo, que todavía en 1910 era del 78.5% de la población.

Son las escuelas decimonónicas de Puebla, entonces, testigos del establecimiento de la educación laica y gratuita; del inicio de la lucha contra el analfabetismo en un país emergente. Principios que serían retomados por la Constitución de 1917 y los gobiernos post revolucionarios.

Por ello nada más elocuente que las líneas escritas con plumón en el muro resquebrajado del otrora colegio José Manzo, hoy la Leona Vicario, sobre la que de un jalón el gobiernoya había decretado sin más su demolición, y cuyo destino por lo pronto es incierto:

La vida es el descubrimiento de lo que somos, de valores que forjaron nuestras vidas y pueblos y naciones que engrandecen con orgullo tu nombre “Leona Vicario”, gracias por todas las generaciones que albergaste” Edith V.V.

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Sobre el autor

Emma Yanes Rizo

Historiadora, escritora y ceramista, tiene un Doctorado en Historia del Arte por la UNAM y es investigadora en la Dirección de Estudios Históricos del INAH.