El gobierno no puede actuar por la libre. Ahí están las universidades, y ahí la BUAP particularmente, para obligar a una discusión rigurosa pero urgente y organzada
Ayer en Chietla. Esa casona que observa un león atribulado es una de las reconocidas por el INAH como monumento histórico. El pueblo viejo y caliente, debastado en el siglo XX por los cacicazgos alentados por el gringo Jenkins, tiene en sus casas de adobe, de techos altos de dos aguas --muchos de los cuales sobrevivieron este último terremoto--, uno de sus principales orgullos. Sus pobladores tienen mucho que decir en la reconstrucción de las casas. Y por lo que vi y escuché, mucho saben de ello. Por supuesto que agradecen la ayuda generosa de los brigadistas que llevan ya tres días ayudando en la remoción de los escombros. Tienen la fortaleza de ese león dispuesto en la plaza.
Si lo escucháramos como al rumor de un río lo sentiríamos: miles de personas movilizadas por el ánimo de ayudar de cualquier forma. Por un momento trato de observar a distancia todo este esfuerzo. Centenares de grupos, la mayoría de civiles, pero también de las autoridades. ¿Cómo lograr una buena coordinación? ¿Cómo asegurar que a la respuesta masiva de la ayuda vaya acompañada de la inteligencia para resolver problemas urgentes pero de muy difícil resolución. Uno, tal vez el principal para las próximas semanas: ¿demoler o reconstruir?
Pienso en ello a la vista de Chietla, con sus centenares de casas construídas con los antiguos --y por lo que vi, resistentes-- usos rurales (mudos de adobe, vigas y morillos de ocotate (un tipo de bambú que abundaba en esas selvas de la región hoy convertida al monocultivo cañero). Ayer eso encontré: casas severamente afectadas que obligan a primera vista a pensar en la demolición. Pero ahí mismo, las voces locales expertas en la construcción con elementos nativos. Y dicen, "ahí está el cemento expansivo para arreglar muchos de los daños que presentan los muros."
A gritos se pide aquí entonces la participación de expertos. No simples visores con casco que a la primera arremetan con la palabra demolición.
¿Lograremos organizar como sociedad y gobiernos a los grupos especializados para tomar tal decisión, casa, por casa, historia por historia de cada una de las familias que han perdido su patrimonio? El gobierno (y aquí me refiero a los funcionarios de Protección Civil estatal y a los directores de obras de los ayuntamientos, por pensar en algunos de ellos) no puede actuar por la libre. Ahí están las universidades, y ahí la BUAP particularmente, para obligar a una discusión rigurosa pero urgente.