De frentes y coaliciones: el fallido planteamiento del PRD

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El PRD llamó, hace unos días, el 25 de junio, a la formación de un Frente Amplio Democrático (FAD) para las elecciones de 2018. Según el documento aprobado por la mayoría de su Comité Ejecutivo Nacional (CEN), se trata de hacer posible la unidad para ganar con amplia mayoría las elecciones del próximo año. Puntualiza que el competidor a vencer es la coalición de partidos que se proponen la continuidad del modelo actual de gobierno, es decir, “el PRI y sus aliados estratégicos”. Pretende también “integrar organizaciones civiles, sindicatos, asociaciones empresariales, líderes de opinión, partidos progresistas y democráticos”, con un programa y una ruta común para designar a los candidatos “idóneos” de este Frente.

Bajo la idea de que “la agenda neoliberal se ha agotado” y de que “el Estado se ha debilitado en grado extremo y es vulnerable ante los intereses más ilegítimos”, por lo que hay una constante violación a los derechos humanos y campea la impunidad y la corrupción en los diversos órdenes de gobierno, se propone edificar una Nueva República, construir un Estado Social y Democrático de Derecho, un crecimiento económico sostenido y una distribución equitativa de la riqueza. En resumen, “una salida democrática a la crisis y superar el modelo neoliberal y su corrupto sistema político presidencialista”

Desde la izquierda, la idea de crear un frente se ha adoptado muchas veces con la intención de construir una organización que encabece una causa, un objetivo o un programa, y al mismo tiempo unifique a diversos sujetos sociales o políticos. Aunque no es un patrimonio exclusivo de las izquierdas, pues la derecha también ha recurrido a este nombre (como el Frente Nacional de Francia), es más común hablar de un frente para oponerse a una situación de injusticia o de opresión y para impulsar causas progresistas.



En México ha habido y existen actualmente varios frentes, casi todos con causas sociales, como el FASU, Frente Amplio Social Unitario, que agrupa a sindicatos y organizaciones campesinas. Pero hay muchos otros. En cambio, los frentes políticos se crean casi siempre con fines electorales mediante una coalición de partidos, la cual normalmente subsiste hasta el día de los comicios.

Hago estas breves consideraciones para analizar la propuesta del PRD, porque en el documento hay varias incongruencias y confusiones que deben aclararse. La primera reside en la discrepancia entre sus objetivos programáticos y la composición de sus posibles participantes. Por un lado, se plantea buscar superar el modelo neoliberal (es decir reemplazarlo por otro) y edificar una Nueva República, pero al mismo tiempo se convoca a todos los partidos, sin importar sus trayectorias programáticas y políticas.

Es evidente que los objetivos señalados no son compartidos por la mayoría de los invitados al FAD. Algunos, destacadamente el PAN, ha reiterado su oposición a esta línea programática, particularmente en lo que se refiere a la necesidad de un nuevo modelo de desarrollo. Además, la corrupción, el debilitamiento del Estado “en todos sus niveles” y su vulnerabilidad ante los llamados intereses ilegítimos que suponemos provienen de los poderes fácticos del dinero y el crimen organizado, afecta a todos los partidos incluyendo el PRD, pero también y sobre todo a aquellos que se han beneficiado de estas perversiones desde los más altos niveles del poder del estado. Es el caso no sólo el PAN sino también de los aliados del PRI a los cuales, de manera inexplicable, se les invita al FAD y, al mismo tiempo se les califica como parte de los contendientes a los que hay que vencer en las elecciones de 2018.

No parece necesario hablar mucho del principal aliado potencial del Frente, el PAN, el cual representa la continuidad de las políticas públicas impuestas desde hace varias décadas y ha sido uno de los protagonistas centrales de la destrucción de las instituciones, de la corrupción, y de la penetración de los llamados intereses ilegítimos en la política. Basta revisar la lista de sus precandidatos a la presidencia de la república para comprobarlo.

Si se fuera consecuente con los objetivos del Frente, las organizaciones y personalidades de la sociedad civil deberían ser los principales protagonistas convocados. Y ello debería llevar también a una autocrítica del propio PRD y a su reestructuración interna para dar paso a una nueva orientación de su política electoral y de la estrategia para el 2018.



Pero todo parece indicar que, lo que se busca en realidad es, simplemente, una coalición electoral de partidos. En este caso, los objetivos programáticos se vuelven secundarios pues lo importante es la construcción de una mayoría electoral. Bajo este esquema, que, en efecto se ha puesto en práctica en algunas entidades del país y en otras partes del mundo, lo importante no es la agenda del cambio, sino la gobernabilidad, como dice el propio documento del CEN del PRD. En una coalición como ésta, resulta indiferente si los candidatos son de un partido, de otro, o se proclaman “independientes”.

Lo anterior se confirma cuando el documento señala que se perfilan tres grandes tendencias electorales. Una que impulsa el extremismo y la polarización social y política del país. Otra, la del PRI que representa la continuidad. Y la tercera que plantea la construcción de una nueva mayoría política y social que represente la pluralidad democrática de México. Y también cuando se precisa que la agenda común del FAD deberá ser progresista, democrática y liberal (contradiciendo el propósito antes expuesto de “superar el modelo neoliberal”)

Pluralidad democrática y agenda liberal, pueden ser en efecto, la base de una coalición de partidos diversa que se proponga un gobierno estable. Pero no es la de un Frente que aspira a la transformación del país y la creación de una Nueva República. Según los postulados del propio documento, si vivimos en un Estado que sufre una profunda crisis institucional, la gobernabilidad ya está fracturada y la polarización social y política también es una realidad existente. Una coalición de partidos amplia y flexible, preocupada sobre todo por administrar la estabilidad política y sin voluntad para resolver los problemas del país no sería entonces la solución sino la garantía de la continuidad de la crisis. Ése ha sido precisamente el error de los gobiernos del PRI y el PAN en los últimos sexenios.



Los cambios que requiere México pasan por una trasformación no solo del régimen político presidencialista sino también y principalmente de las instituciones del Estado para liberarlo de las pandillas y sus intereses ilegítimos, y para cambiar el curso del desarrollo neoliberal. Por ello, la construcción de esa mayoría política y social requiere de un frente mayoritariamente ciudadano que conduzca y sostenga la ruta de ese cambio.

El desastre que vive el país desde hace más de 10 años no se reduce a una crisis del régimen presidencialista, ni ha sido producto de la torpeza e ineficiencias del presidente Peña y su gobierno como dice el documento del PRD. Para que el cambio sea posible, de manera pacífica y dentro de los cauces democráticos, la solución no se encuentra en una coalición de partidos diversos, en la que el programa es lo de menos y la gobernabilidad es lo importante. Se requiere de una amplia participación social organizada en un frente distinto al que en realidad se está proponiendo.

Si el PRD cree que un gobierno de coalición es la respuesta a la crisis del país, su agenda programática se convierte en una mera ficha de cambio para acceder a un reparto de posiciones políticas. No significa una posibilidad de transformar realmente la situación del país.

Quizás valdría la pena que el partido volviera a discutir el asunto y nos propusiera una cosa distinta. Un proyecto de Frente en el que sus participantes manifiesten realmente su voluntad de construir una agenda para el cambio, y en donde el principal interlocutor sea esa mayoría social a la que se alude lateralmente en el proyecto del FAD.

Twitter: #saulescoba

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Sobre el autor

Saúl Escobar Toledo

Saúl Escobar Toledo es historiador en la Dirección de Estudios Históricos del INAH. Sindicalismo, salarios, empleo y partidos políticos en México en el siglo XX son las áreas de su investigación. Entre sus publicaciones están Los Trabajadores en el siglo XX. Sindicatos, estado y sociedad en México (1907 – 2002) Ed. UNAM, 2006; “Las batallas en el desierto: los trabajadores mexicanos 1980-2000”. Colección Claves de la Historia del siglo XX. Ed. INAH, 2010 y  “Las reformas a la Ley Federal del Trabajo: una perspectiva histórica” en Las reformas estructurales en México (en prensa). Editorial Ítaca, 2015.