Año nuevo: interrogantes para el nuevo iluminado en Puebla

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Tony Gali el Predicador de la arena (política) de Puebla



No es cualquier año el que arranca hoy. 1917-2017, el centenario de todas las revoluciones mundiales consumidas, de todas las constituciones mexicanas abolidas. Allá los rusos con su Estado momificado mirándose en el espejo Trump y las resurrecciones ultranacionalistas. Acá nosotros hacia una pantomima más del Estado celebratorio de nuestro desastre armado a fuerza de legisladores sometidos al tlatoani de turno.

Pero hay un 2017 más inmediato: el que se juega con las interrogantes al nuevo iluminado que por dos años gobernará a los poblanos.

No conozco a Tony Gali. De hecho, me negó la entrevista en el proceso electoral del 2016 --que sí nos dieron a Rodolfo Ruiz y a mí los otros cuatro candidatos--, así que ignoro de viva voz si en la cabeza tiene un proyecto racional y democrático para el estado. Por observar el grupo del que viene, me reservo mi derecho ciudadano a la duda. Porque es un hecho que la élite gobernante poblana se renueva consigo misma. Tony Gali ha sido un destacado elemento en el grupo que con Moreno Valle llegó al poder en el 2010. Con su propio tono predicador, sí, muy en su modo del evangelista de los brazos extendidos al cielo azul desde una plataforma azul entre papelitos azul plata expulsados por cañones de viento en el estadio de béisbol pintado de azul. Al gobernante que viene no lo asustan las masas plañideras, y los sudores sociales ajenos intrusos discordantes no lo llevan a implorar el gel antibacterial. Ahí está, a la espera de la estafeta de nuestro más ingrato bien que es la estructura social que llamamos gobierno estatal, la más privada de las casas en Puebla. Ha sido dos años presidente municipal y dos secretario con Moreno Valle. Lo vi asumir como propia la persecución contra la 28 de Octubre impulsada desde la secretaría de Gobernación estatal; no lo escuché defender a los pueblos auxiliares contra la embestida de la ley que las exterminó desde el congreso estatal; tampoco se le vio una postura crítica al mecanismo principal de financiación de las obras morenovallistas (los PPS) endosadas a la nada fantasmal empresa del político financiero Pedro Aspe. Nada de eso hizo. Y en buena medida por ello es el renuevo de Moreno Valle.

Pero todavía soportaremos el enero de despedida del último de nuestros sátrapas. El día 15 de seguro veremos un espectáculo digno de nuestros más exquisitos ejercicios de dispendio y desgracia autocultivada desde la trastornada personalidad en el poder. Ya no serán las reliquias acartonadas en las graderías infantiles del estadio del CENHCH, pero tal vez sí los ensueños brasilianos de un ciudad AUDI que mira como su propio y deslumbrante templo de la luz del mundo que es él. Su legado.



Ya lo veremos. Pero ahora, no más calificativos y sí los interrogantes extremos al iluminado que espera turno, porque no es un año sencillo el que viene para Puebla. Nos enteraremos pronto del derrotero que aguarde a los procesos más críticos de nuestra vida colectiva según las decisiones que tome el nuevo gobernante por el que votó el 18 por ciento de los ciudadanos que en junio del 2016 estaban en capacidad de votar:

Cuál es el verdadero alcance de la deuda pública que hereda Moreno Valle a Tony Gali y en qué medida se ha comprometido el futuro nuestro con proyectos impuestos y sin consenso como el CIS, la Estrella, el MIB, el segundo Piso y la propia plataforma de AUDI que la trasnacional exigió como punto de partida para ubicar su planta en Puebla.

Cuáles serán las repercusiones que el trumpismo traerá sobre las exportaciones de AUDI y la recomposición de las ventas de Volkswagen en el mercado norteamericano con el modelo Tiguan, ambos procesos determinantes del comportamiento de la economía local.



Cuál la resolución de la guerra por los ductos petroleros entre los cárteles huachicoleros y el ejército mexicano en el marco de una realidad explosiva en más treinta localidades rurales a todo lo largo de la autopista que cruza el centro del estado, con un muy importante número de personas que han encontrado en el robo de combustible una salida real a su precariedad económica.

Y cuál será el reacomodo de las fuerzas políticas entre lo que llamaremos prianismo morenovallista y los caciques marines y Melquiades, en dinámicas que simplemente reproducirán las disputas de las camarillas locales por el control de los presupuestos municipales sin el menor atisbo de proyecto regional.

Y cuál será la ruta que siga la renovación de poderes en la universidad pública --si será tersa y pragmática o sobrevendrá un revanchismo tardío--, y si se decidirá la institución por una verdadera regionalización que la convierta en la más importante instrumento de reversión del rezago social del estado.

Y qué esperar del éxito de la movilización civil ambientalista en pro del rescate de la cuenca del Atoyac: ¿se traducirá en decisiones políticas del nuevo gobierno –de hecho, la única y tangible acción estratégica que puede realizar en sus dos años mínimos--?

Y qué de la alianza de instituciones de educación superior –el llamado consorcio universitario, hasta hoy con la lamentable ausencia de la universidad pública— imaginada como instrumento de la sociedad civil para la contención del poder autárquico que gobierna Puebla.

Y si de milagros habláramos –porque esto por si mismo es absurdo--, esperar que se aplique la vieja regla del péndulo y el nuevo gobierno se dedique a cerrar las heridas abiertas por el despotismo morenovallista –con los presos políticos sometidos a procesos judiciales ignominiosos--, y de paso se reconstruya una relación de poderes republicana, como la que nunca hemos tenido en Puebla.

No es un año sencillo. Declaradamente turbio en el ánimo público. Y para Puebla, todavía en manos de iluminados.

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Sobre el autor

Sergio Mastretta

Periodista con 39 años de experiencia en prensa escrita y radio, director de Mundo Nuestro...