Debates de a verdad en esta elección del “rapitido”/Vida y Milagros

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Finalmente resultó que el 5 de Junio de 2016 habrá cinco competidores que buscarán gobernar el estado de Puebla por 1 año 8 meses. Mucho ruido para tan pocas nueces, mucho gasto para una boda tan cortita. Quien sea que gane, apenas se estará recuperando del esfuerzo y el gasto de la elección de 2016, cuando ya le estarán respirando en la nuca la bola de candidatos del 2018. Total, este será un rapidito bien caro. Porque de que gastan, gastan, sobre todo algunos. Vean la ciudad. Dios mío de mi vida, no queda espectacular vivo ni muerto sin un anuncio de los partidos fuertes. Ni barda, ni paradero de autobús, ni puente, ni camión, ni nada. ¿Todavía votará la gente basada en esa propaganda? Recuerdo que en 2000 Fox no colgó un solo retrato en los postes, contra los miles que sí colgó Labastida, a quien de nada le sirvió la sobre exposición de su cara en plásticos. Esa horrible costumbre ya desapareció, pero llegaron los espantosos espectaculares y los miles de spots hartantes y huecos en radio y tele. A eso añádale las entrevistas a modo y la lucha encarnizada en redes, lucha que no suma en nada a una discusión seria y de fondo de lo que se piensa hacer con la planeación y el presupuesto que se ejercerá en los 20 meses de gobierno.

En Puebla este año solo se elegirá un cargo: el del poder ejecutivo estatal. Nada más. El congreso y los presidentes municipales en funciones ya fueron electos hasta el 2018. Cinco nombres y una sola boleta. Competirán tres mujeres y dos hombres: por el PRI- Verde y PES, Blanca Alcalá, por el PRD, sin aliados, Roxana Luna, elegida después del sonado e infaltable sainete entre tribus perredistas. Sola también y como candidata independiente compite la recién incorporada contra todo pronóstico, Ana Teresa Aranda, quien finalmente obtuvo el registro que el Instituto Electoral del Estado de Puebla (IEE) le negara varias veces. Con una votación contundente e inapelable de 6-0, el viernes pasado el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, TEPJF, ordenó al IEE que otorgara el registro a Ana Teresa Aranda, ex-panista, quien tuvo que ganar 13 controversias para obtener su registro y por ello entra a la contienda dos semanas tarde. Morena va solo también con un académico de la BUAP especializado en psicología política, Abraham Quiroz, quien apuesta su votación y su campaña a la figura de López Obrador, con quien comparte en cada spot 15 segundos de los 30 que le tocan. Por último, y creo que voluntariamente a fuerza pues para él era mejor escenario el 2018, Tony Gali encabeza la coalición panista aliado al PANAL, al PT, al partido local Compromiso por Puebla y al PSI. Lleva por supuesto todo el apoyo del gobernador Moreno Valle, quien después de no lograr la alianza con el PRD, sacó de la bolsa de Blanca Alcalá al PANAL y al PT, que en la mayoría de los estados van en alianza con el PRI. Cosas veredes, Sancho. Movimiento Ciudadano, en una extraña decisión dado sus buenos números recientes en otras elecciones nacionales, decidió no alquilar su franquicia, no presentar candidatura, ni aliarse con nadie. Han de estar ahorrando, pues esta corta elección no cuenta para el registro.



Total, todo este lío y tiradero de dinero y energía para solo gobernar 20 meses con un congreso electo en 2013. Abraham Quiroz, de MORENA, dice en sus 15 segundos de spots que sacará a Puebla de la pobreza. Blanca Alcalá que acabará con la desigualdad. Gali que seguirá avanzando sin explicar hacia dónde. Roxana Luna dice que ahora sí, pero no sabemos bien qué. Ana Teresa que construirá una Puebla independiente y sacará al tirano, aunque no tendría un solo diputado en el congreso. Todos prometen cosas que quizás lograrían si dispusieran de un mandato un poco más largo que el de Porfirio Díaz e ideas claras de cómo lograrlo. A la mejor las tienen, imposible saberlo.



En México, en materia de debates y discusiones de fondo en las campañas, seguimos en los años ochenta del siglo XX, y desde luego había más debate y discusión de ideas en el siglo XIX. La arbitraria costumbre política de no ir a debates de a verdad se sigue imponiendo. El que se sabe fuerte se siente también con el derecho a no arriesgar lo que considera su "capital político" y llevan la fiesta en paz nadando de muertito en gozosos mítines de reparto de regalos en donde no dicen nada de fondo. A eso le apostó López Zavala hace seis años y no llegó. La estrategia del silencio y el ocultamiento de los verdaderos planes e ideas, si es que los tienen, se impone. La necedad de no argumentar formalmente con los contrarios, también.

En 2006 López Obrador no quiso ir al primer debate porque sintió que ya iba ganando. Gran error que con otras reglas del juego no hubiera cometido. No me imagino a Hillary Clinton diciendo "Hoy no voy al debate, no llego mi peinador", o a Sanders diciendo que le duelen las reumas. Ellos no solo no pierden una oportunidad de discutir a fondo, no pueden hacerlo, sería su muerte política.



¿No lo lógico y lo que debiera de garantizar el INE sería el que los contendientes mostraran sus ideas, proyectos, presupuestos, estrategias, prioridades, en resumen, sus talentos o la ausencia de ellos? Pues no, son los partidos que van dominando en el momento de cada elección local o nacional, los que imponen sus condiciones, que suelen ser más complicadas que las que imponía Pavarotti para dar un concierto. Hasta el lenguaje corporal se controla y cuida por parte de los que se creen con ventaja. Se limita el tiempo de las participaciones, se evitan las réplicas sueltas, las contra réplicas, y todo lo que pueda significar un riesgo para el que se cree superior. Y no debiera ser potestad de los contrincantes el elegir a capricho si van o no van y cómo es que van. Debiera ser obligatorio explicar de la manera más amplia qué piensan hacer, y sobre todo, cómo. Los debates, por lo menos hasta el día de hoy , siguen siendo a cámara fija, dizque por motivos de imparcialidad, así que toda espontaneidad y fluidez queda acotada por los tiempos y las formas, y lo más que pueden hacer los candidatos que quieren aludir al otro es mirarse de lado como pollos de Bachoco o Velociraptors de Spilberg. Da risa e impaciencia verlos todos acartonados, aislados unos de otros por un muro invisible debidamente pactado por sus celosos estrategas. El exceso de control los pone nerviosos y por eso luego acaban cometiendo errores incomprensibles en políticos profesionales, tartamudeando, sacando sus láminas de cabeza o tirando los apuntes al suelo. ¿Qué habría de malo en que se les cayeran los apuntes si las cosas fueran más sueltas? ¡Nada!, pero todo es tan rígido y los egos están tan protegidos que esos pequeños detalles y tropiezos acaban haciendo la diferencia, en lugar de que la diferencia la marcara un verdadero despliegue de argumentos, propuestas, reacciones, capacidad de adaptación, e incluso, hasta de sentido del humor. Si los financia el pueblo, la ley debiera obligarlos a debatir y a ellos mismos debiera darles gusto e interés exponer sus ideas sin necesidad de andarlos arreando.

¿Se atreverán Gali y su equipo a aceptar el reto de uno o varios debates a fondo con los demás contendientes? ¿Los aceptará el otro equipo poderoso, el de Blanca Alcalá? Ana teresa Aranda irá a lo que sea, pero ese lo que sea será acotadísimo por los demás. Y me refiero a ellos porque es obvio que las reglas del juego las palomearán ellos y nadie más. ¿Tendrán el valor y la inteligencia de aceptar un modelo en el que se dé oportunidad a todos los candidatos de decir con calma cómo piensan realizar la magia de transformar al estado en 20 meses, tal cual lo prometen todos en sus spots? ¿Se construirá un acuerdo de debate que permita explicar cuáles serán las útiles piedras angulares de sus gobiernos que puedan sobrevivir y servir para un futuro más allá del 2018?

Todo podría ser, ¡Pero lo dudoooooo!- que diría Jose José.

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Sobre el autor

Verónica Mastretta

Verónica Mastretta. Ambientalista, escritora. Encabeza desde 1986 la asociación civil Puebla Verde y promueve con la OSC Dale la Cara al Atoyac la regeneración de la Cuenca Alta del Río Atoyac en Puebla y Tlaxcala.