1 de mayo en Tehuacán: memoria de un crimen

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La muerte de Panuncio Flores.

- ¿Qué quieres?

¿Una casa? ¿Un automóvil? Tu dime.

-No patrón, no quiero nada, los compañeros me eligieron como líder del sindicato para que los protegiera, no para que los venda.



-Si no quieres nada, te atienes a las consecuencias pinche indio muerto de hambre.

Este diálogo sentenció la vida de Panuncio Flores.

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El 1º de mayo de 1981 fue brutal y cobardemente asesinado a la altura del Rastro de Aves, justo en donde empieza Tehuacán y termina Santiago Miahuatlan.

Un pistolero de Avícola El Calvario lo interceptó para romperle el cráneo con la cacha de su arma. Un esquirol del sindicato lo había llevado con engaños a una comida a Miahuatlan después del tradicional desfile obrero.



Al regresar se consumó la amenaza. ¿Por treinta monedas? ¿Una casa? ¿Un automóvil?

Se sabe que el judas de la CROM estuvo en el sepelio de Panuncio en la Sierra Negra y lloraba con más estridencia y dolor que la viuda. Sin duda los remordimientos y su conciencia le gritaban que treinta monedas no sirven para una chingada.

Su cuerpo fue tirado en ese rumbo y el carro ensangrentado fue dejado dentro del Rastro de Aves. Ahí lo encontró la policía que nunca investigó nada. Era la época en que los amos y señores del emporio avícola y porcícola se jactaban en decir que ellos no eran de Tehuacán, sino que “Tehuacán era de ellos”.

“Ese federal, ese chivato y ese sapo, el sindicato, el obispo y el general son propiedad del señor Matanza” escribió Manu Chao para el mejor disco de Mano Negra, Casa Babylon de los noventa. Las similitudes son una extraña coincidencia. ¿O tal vez se lo platiqué a Manu cuando fuimos a Huautla?

Panuncio llegó a la vida en San Pablo, Zoquitlan.

Jugaba y corría descalzo o en huaraches en la montaña, libre y alegre entre la neblina, la lluvia y el lodo como todos los niños nahuas de su comunidad. Cuando despertaba su mirada se detenía en la cuesta, entonces arbolada, del cerro Tzinzintepetl, el coloso de la Sierra Negra. Sus sueños volaban con las nubes que forma el Río Coyolapa en tierra caliente.

Cuando llegó a la Ciudad de Indios, era casi un adolescente y esta ciudad era otra, tan distinta y tan parecida a la vez. Era propiedad del Señor Matanza. A la muerte del jefe familiar, el trono lo ocupó su hermana, un alma piadosa, que nunca faltaba a misa y cultivó una estrecha cercanía con la jerarquía católica. No todos los del clan eran así. Quién mandaba en esa época en El Calvario era de mano dura.

Es sabido de todos de las grandiosas dádivas del clan oriundo de Tonalá, en la mixteca oaxaqueña, a la babilónica y apostólica institución. También es público el pleito familiar interno por la herencia de la lideresa a su muerte en 2009. No sé en que terminaría la disputa, parecida a un episodio judicial de los Soprano, con todo y testamentos alterados.

Hasta en las mejores familias se cuecen habas.

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En los ochenta, Tehuacán era opresivo, mojigato, conservador y pequeño. No existían tantas colonias como hoy en día. Era difícil para los militantes de izquierda hacer actividades de agitación u organización obrera en la región. No tenía mucho que se había legalizado la existencia de partidos políticos de izquierda, si es que existen o existieron partidos con esa tendencia.

Había procesiones católicas por todos lados. “Mayo, mes de María, reza el rosario en familia” se ordenaba en carteles pegados en cualquier pared del pueblo. Resabios del “Cristianismo si, comunismo no” de décadas anteriores. La disidencia era perseguida por policías torturadores y represivos.

Para hacer propaganda política, tenías que tener tu propio esténcil y comprar un ciento de hojas blancas aquí y las doscientas siguientes allá. El gran hermano siempre estaba atento de todo para informar a las autoridades al servicio y paga del Señor Matanza.

La contracultura también estaba perseguida. No se toleraban greñudos. A los contados melenudos que existíamos, incluso entrados los noventa, tiro por viaje, báscula y apañe policiaco.

De niño recuerdo a mis padres bajar la propaganda electoral del PRI de los postes. No olvido las latas con el rostro de Marco Antonio Balseca. Era una forma de resistir al dinosaurio priísta que ahora se tornasola de guinda.

Como era común en esa época, el tricolor ganó sin problemas las elecciones cuando fue candidato y se volvió alcalde de Tehuacán en 1981, el año en que asesinaron a Panuncio. ¿Sabrá algo al respecto? ¿Se habrán dado las facilidades respectivas? ¿Una llamada al MP? ¿Al médico legista? Nadie sabe.

A pesar del clima represivo y conservador, había disidencia.

Años después del asesinato de Panuncio Flores muchas pintas negras hechas con chapopote, pintadas clandestinamente en las fachadas recordaban “Panuncio, caíste pero nunca te vendiste”.

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Desafortunadamente las practicas terroristas y de explotación laboral de este consorcio no han cambiado para nada. Para esto han tenido maiceados por décadas a los corruptos líderes del Sindicato de Oficios Varios de la CROM, la cual no olvidemos fue creada en el norte del país hace una centuria como grupo pistolero de la patronal contra el combativo anarcosindicalismo magonista.

El 24 de noviembre de 2016, los trabajadores José Esteban, Antonio Flores, Damián López y otro más fueron torturados por la guardia blanca de Avícola y Porcícola de Tehuacán SA de CV, una empresa de la familia.

La guardia blanca los trajo de manera ilegal desde una granja de Tepelmeme hasta las instalaciones de la empresa en San Pedro Acoquiaco para ser sometidos a tormento acusados falsamente de robar combustible de la empresa.

Pudieron aguantar el castigo y llevar el asunto a los tribunales. El Presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje de Tehuacán, Irán Rodríguez Toaboada, hizo perdediza la demanda laboral por un mes. Ante el escándalo mediático la empresa pagó sus indemnizaciones, pero las guardias blancas siguen en funciones.

La saciedad del clan no ha reparado en nada para hacerse del poder político y económico de la región. Desde el despojo de tierras ejidales, la corrupción de autoridades, la alianza con el clero, el manejo de todos los partidos políticos y el control sindical.

Su riqueza no está basada solo en la sobre explotación obrera, la que da para que el heredero de Avícola y Porcícola de Tehuacán pueda competir en la Fórmula 1 y tener su propia pista de carreras en las faldas del Cerro Colorado, ya que también está cimentada en la explotación de todos los mantos acuíferos de la región y en la grave contaminación ambiental que sus actividades provocan.

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Quisiera imaginar que si Panuncio estuviera vivo estaría participando con nosotros en la resistencia indígena de la Sierra Negra en defensa de los ríos contra los proyectos de muerte como la represa hidroeléctrica que Minera Autlan quiere construir en el municipio en el cual nació este mártir del movimiento obrero de Tehuacán.

Seguramente Panuncio Flores y Sergio Rivera, ambos indígenas nahuas de Zoquitlan, este último desaparecido desde agosto por la mano criminal de Minera Autlan, son un gran ejemplo para las resistencias obrera e indígena contra el capitalismo voraz que padecemos en Tehuacán y en la Sierra Negra

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Sobre el autor

Martín Barrios

Martín Barrios, músico y escritor, es un reconocido activista social en la región de Tehuacán. Tiene una ampla experiencia en el movimiento laboral en contra de la explotación del trabajo en la industria maquiladora de esa ciudad.