López Obrador, mirarlo a los ojos

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No sé qué me sorprende más en torno de la figura de Andrés Manuel López Obrador. Si su propia tozudez o la de la gente que quisiera verlo desaparecer del panorama de la política nacional. Algo así pienso ahora que este domingo por la noche cierro una semana que tuvo en su visita a Puebla para comer con empresarios poblanos su nota destacada, o por lo menos al parejo de la confirmación por el tribunal electoral que las reglas del juego en la ley electoral de Puebla para los candidatos independientes es definitivamente anticonstitucional.

Pero por ahora es el único candidato al que puedo mirarlo a los ojos. Por el hecho simple de que estuvo aquí el miércoles pasado. Y me invité a su comida de empresarios.

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Recojo ahora lo que escribí el mismo miércoles sobre la visita de quien va por la tercera es la vencida.

A mediodía del miércoles 7 estuve en la comida de Andrés Manuel López Obrador con empresarios aquí en la ciudad de Puebla. Reflexiono ahora sobre dos cosas.

La primera, y hablando de periodismo: el celular contra la libreta, una valoración de cada una como herramienta. Como el evento era cerrado dejé la libreta en el auto... Error. A la hora, por ponerme a transmitir por el Face, el mentado "dispositivo", se quedó en el camino sin pila. A la mitad de su uso, fui increpado amablemente por un chica de la organización, quien me dijo que iba yo a provocar que multaran al candidato. Enfurecí, por algo me decían cerillo. Recapacité: esa fue la regla dada y que acepté al venir: iba yo de empresario, no de periodista. Pasé entonces a escribir unas líneas por el mismo face, y lo hice hasta que se me acabó la pila. Desgracia: la libreta la dejé en el auto "para que no me vieran la cara de periodista" y sí de un futurista empresario (¿textilero?, no doy el tipo, ¿agricultor?, no paso de unos cuantos maicitos, ¿comunicador?... eso sí, conozco ese abismo) que cavila sobre si el país tendrá sentido con quien --para estar a tono con el gremio empresarial-- piensa regresar a México los tiempos ingratos de la docena trágica.

Sin libreta y sin celular, sin pluma y sin pantallita, el periodista no tiene más que lo elemental, la memoria, sus sentidos afilados por ella, para sopesar ahora, por ejemplo, el aire que se respira en una reunión así, de machos --la relación era más o menos de 25 hombres por una mujer en la comida-- que se preguntan si aplaudirán al que les han vendido como un peligro para México. Memoria ellos la tienen, pienso, cuando recuerdo que aplauden con sentimiento la consigna "becario sí, sicario no" que les sorraja el Peje.



Luego pienso en el hecho. Ahí están en un auditorio tal vez sí, unos 250 poblanos, hombres de empresa es la etiqueta. Cada quien con su memoria de país, con sus prejuicios y y sus tinos, todos encasillados en su propia y por supuesto correcta versión del mundo. Del otro lado un hombre que por su condición de candidato y líder de un partido jamás podrá verse como masa, aunque a él le guste el apretujón de pueblo. Los que lo escuchan ahora son masa con dinero y la emoción de que el que quiere ser poderoso tiene que convencerlos, aunque cada uno ya traiga en su furo su voto y su remedio. Y él los mira y busca en sus ojos reacciones de esperanza o miedo, las dos ilusiones por las que transita esta fascinación humana hacia los que en estas tierras antiguas llamaban tlatoanis.

Masa y poder. Periodismo e historia. Memoria avispada para entender lo que ocurre.



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Después, algo de lo que escribí con el celular en el Facebook:

Jamás voy a llevar a cabo una acción autoritaria, dice ya que termina Andrés Manuel. Le han dado un buen aplauso.

Luego las preguntas, algunas, de las que le hicieron en la comida. La del empresario textilero Fernando Escalera: ¿cómo va a hacerle para ser más competitiva a la industria? Otro le pregunta por su posición respecto de la minería. Y uno más sobre la ley de seguridad interior.

Apunto algunas frases de sus respuestas: la tropa está con nosotros, no la voy a usar para reprimir. No habrá un Estado represor.

La competencia, cómo: ya lo dijo en el libro La salida. En resumen, seremos competitivos cuando tengamos las mismas condiciones que en otros países, dice, y tenemos gran mano de obra y petróleo.

Suena vacío, me digo. Tiene que entrar al quite Alfonso Romo, cuestiona a los empresarios por no leer la propuesta de Morena. Dice que hay que integrar cadenas y acceder a las nuevas tecnologías, con paraguas fiscales, y con banca de desarrollo, que actualmente sólo respalda a las grandes empresas. Pide que los empresarios lean las propuestas.

Y por ahí un paréntesis, dice Romo, para dejar comer al Peje que respondan algo los que serán secretarios de Estado si gana su candidato:

Habla Torruco, un hotelero, describe lo que será el turismo. Política de sustentabilidad, consolidación de las regiones turísticas, diversificar mercados. Se lleva buenos aplausos. Ahora Esteban Moctezuma. Habla de las orquestas Esperana, que las reproducirán por todo el país, y da una noticia: se traerán la Secretaría de Educación Pública a Puebla. Se gana el mayor aplauso de la tarde. Entiendo que él será el secretario. Dice que el arranque será desde el punto de mayor rezago, los pueblos indígenas. Modelo educativo hecho en México. Lo aplauden de nuevo. Luego el ingeniero Jiménez Spriu, que va para Comunicaciones y Transportes y quien irá a dar con todo y secretaría a San Luis Potosí, y que romperá la inercia que viene desde Salinas y que ha puesto a todo tipo de gente a cargo pero a ningún ingeniero al frente de esa gran constructora de obra pública. Hace un chiste, previsible, con el tema del socavón.

Le dieron tiempo de comer a AMLO. Siguen las preguntas. Ahora es Carlos Nieto, un consultor empresarial que ha venido para preguntarle lo que mucha gente tiene en la cabeza: ¿echará para atrás la reforma educativa?, ¿cómo explica la alianza con Napito, el líder minero del que le consta que es corrupto?

Va Amlo con el tema minero. Revisar, dice, las las concesiones. La contaminación, los bajos salarios, el impacto social. No vamos a permitir la destrucción del territorio, el énfasis en la protección del medio ambiente. ¿Qué entenderá por eso?, me pregunto.

¿Y qué postura tendrán estos empresarios sobre la minería a cielo abierto que los canadienses proponen en Ixtacamaxtitlán? ¿Sabrá alguno de ellos dónde queda ese pueblo de nombre extremo al que le pesa la guillotina del oro y el cianuro en la cuenca de su río Apulco?

El Peje Salta a las finanzas y la economía: autonomía total del Banco de Mexico, prepara así su discurso que dará a los banqueros en Acapulco el jueves. Y con EU, buscar cambiar la correlación de fuerzas con Trump, y desde ahí tratar el tema del TLC. Si hay paz interna tendremos el respeto externo.

El aeropuerto, barril sin fondo y el peor sitio, ha dicho, mejor dos terminales, con una nueva en Santa Lucía. trata entonces de mediar con los empresarios contratistas --supongo que piensa en Carlos Slim--, se verá que no salgan perjudicados. Para enfriar más al auditorio repasa la reforma educativa: nunca lo fue, se diseñó para reprimir a los maestros. Lo que haya que hacer con la educación tendrá que hacerse con los maestros. De Napito hay muchas versiones, dice, se queda con la de los canadienses que lo exoneraron y con su idea de sentarlo en la mesa de los acuerdos con Larrea, el empresario al que muchos también valoran como nefasto.

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Afuera del salón lo esperan los reporteros. Casi digo una turba que lo envuelve. Luces. Celulares. Apretones. Y decenas de preguntas que el veterano candidato responde sin inmutarse.

Me da tiempo de buscar sus ojos. Deslumbrados. Casi creo que somnolientos. No es fácil mirar en el fondo de los ojos de un político, todos quieren ver retratado en ellos el país que imaginan. En su forma es el Peje de siempre: hila despacio, abre pausas, mueve la mano derecha para ayudar a las palabras e encontrar el sendero. Peje para nombrar al diablo, peje para nombrar al mesías. Y esa palabra, sendero, se me cruza en el tiempo, desde sus años de pleitos petroleros en los noventa, su paso en caminatas por Puebla, su ascenso a la palestra del más popular perredismo de ese partido hacia su toma del gobierno de la ciudad de México en el 2000, con sus conferencias a las seis de la mañana, con los pies puestos uno en los programas sociales y otro en las obras de infraestructura resumidos en el doble piso del periférico. Jefe de Gobierno de la ciudad más liberal de México, hace ya más de doce años de eso. En medio dos elecciones, las dos en la raya del fraude en el que todavía se empinan os procesos electorales mexicanos, las dos para darle paso a la izquierda electoral que hoy se ha aliado con el PAN para la elección de julio. Doce años entonceas para darle tres o cuatro veces la vuelta al país.

¿En el fondo quién es el Andrés Manuel hoy? ¿Le alcanzará su obstinación? ¿Le cerrarán el paso los que miran al Estado como propio? ¿Lo barrerán su nuevos e impresentables aliados? ¿Lo abandonarán sus seguidores fieles, como Adán Xicale en Cholula, enojados por la manera en que los arribistas se arrebatan candidaturas sin el menor respeto por quienes crearon de la nada al partido Morena en Puebla?

No sé quién es hoy este Peje. La gente cambia, decimos. Unos más, otros menos. Los empresarios que lo escuchan un mediodía de miércoles se encuentran entre estos últimos. No les gusta la izquierda, la que tiene el rostro de El Peje.

Que no le busquen para amarrar al tigre si se deciden por el fraude electoral, les dirá el viernes a los banqueros en Acapulco.

En el remolino de los reporteros encuentro de nuevo sus ojos.

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Sobre el autor

Sergio Mastretta

Periodista con 39 años de experiencia en prensa escrita y radio, director de Mundo Nuestro...