Todos con Tonantzintla: por la defensa de la organización comunal

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Lo que arquitectos y urbanistas denominan “gentrificación” avanza sobre la vida y el patrimonio cultural de los pueblos cholultecas. Gentrificación es un término que refiere a un proceso de transformación urbana en el que la población original de un sector, barrio o pueblo, calificado como deteriorado, pobre o atrasado por los que ostentan el poder político y económico, es progresivamente desplazado por la adecuación de otra imagen urbana que atrae nuevos inversores y población de mayor nivel adquisitivo. Estos proyectos recalifican espacios urbanos estratégicos, transforman el paisaje cultural y alientan la especulación inmobiliaria.

En las Cholulas la gentrificación se desbocó cuando de “Ciudad Sagrada” las Cholulas fueron ungidas por Rafael Moreno Valle como “pueblos mágicos”; y fluyó dinero público, desde arcas estatales y la federación, para adecuar todo el entorno para el negocio turístico. Se presupuestó dinero en abundancia para lo que denominan equipamiento urbano: aparcaderos para turibuses, reordenando vialidades que favorecen a inversionistas hoteleros y restauranteros (muchas veces ellos mismos), luminarias etc. etc. Se inventaron y aprobaron proyectos presupuestados para limpiar todo el entorno de interés comercial estratégico y para expulsar a la gente que “no es de bien” (cobrando, por ejemplo, sumas imposibles por cualquier uso del suelo público) y adecuando o destruyendo también cualquier estructura arquitectónica( incluyendo las de origen mesoamericano protegidas por ley) que pudieran impedir, primero el paso el automóvil y después la construcción de nuevos negocios turísticos (como sucedió en toda la zona ceremonial del entorno de la gran pirámide). Los pueblos cholultecas se bautizaron además con calificativos como “smart” o “mágicos” o “modelos” para que sus pobladores originales se desarraiguen, acepten su “atraso”, y no conserven ni memoria de los hitos arquitectónicos o geográficos en los paisajes heredados. Los que implementan directamente estos proyectos “modernizadores”, además, son siempre políticos con el mismo perfil de Leoncio Paisano en San Andrés Cholula; unos que saben “disculparse” cuando encuentran oposición y ante reporteros se lucen mostrando su arte de “dialogar” sin escuchar. Mientras preparan, como lo ha demostrado la historia reciente en las Cholulas, la criminalización de la resistencia sobre todo si el descontento se generaliza cuando los pobladores se dan cuenta que no están incluidos ni representados en el paisaje “rehabilitado”. Las Cholulas gentrificadas van pariendo así pueblos multicolor con estética Disneyworld, con todo y letreros multicolores que anuncian el nombre de la localidad para facilitar los “selfies” y sin que en sus zócalos u oficinas de turismo municipal falten las fotografías de sus “tradiciones” que solo vaciados de vidas y vitalidad son compatibles con el estilo de vida acorde al nuevo urbanismo.

¿Alguien pensó realmente que en sitios estratégicos por sus ingresos turísticos como lo es la Iglesia de Santa María Tonantzintla la “adecuación” y “modernización”” urbanística (que transformó la zona ceremonial mesoamericana, abarcando también el centro histórico de San Pedro Cholula) iba a respetar los usos y costumbres que empoderaba a los locales como sus guardianes?



Al antiguo adoratorio de Tonantzin, pasando por la planta cruciforme del templo cristiano colonial, le fueron agregadas a lo largo de los siglos numerosas decoraciones, retablos, estructuras asignándoles también nuevas funciones. También al entorno arquitectónico aunque este espacio externo al templo dependía en lo administrativo de gobernantes en Puebla y de las Cholulas. Desapareció el riachuelo, por dar un ejemplo, pero se preservó remozado el antiguo puente que permitía a los fieles de las rancherías al poniente acceder al templo. Tiempos de bonanza agrícola en la región en el Siglo XVII, otro ejemplo, volcaron recursos de caciques mayordomos y pueblos que realizaron mejoras, remozamientos y nuevas decoraciones al templo y también a su entorno arquitectónico. De pueblo de indios a pueblo de mestizos “penetrado de cultura española” como lo resumió uno de sus historiadores, Santa María Tonantzintla, sus mayordomos y fiscales con apoyo material y de trabajo de los pobladores, arribaron a este Siglo XXI sin renunciar nunca a ser los protectores agradecidos en la conservación y adecuación del templo. Y así el templo siguió siendo el centro de cohesión que profundiza el arraigo de todos los que vivían o nacieron en su vecindad. Y persiste también en la actualidad como recaudador del tributo para la realización de las fiestas y celebraciones marianas que se despliegan con la subvención y participación de visitantes y vecinos pero bajo la guardia y tutela del mayordomo en turno.

En enero de este año maquinaria arrasó con el empedrado, la cruz y el puente enfrente del templo derribando también un reloj que algún presidente auxiliar o municipal mandó construir en el centro. Y cuando todo el entorno se había vuelto polvo a los vecinos les mostraron un oficio muy “oficial”, sellado y autorizado desde el 21 de Noviembre de 2017, que los enteraba de un “plan municipal” del “presidente” Leoncio Paisano para ”hacer progresar” a Santa Maria Tonantzintla pero reinterpretada como “Smart City” ( ver Mundo Nuestro: La Insurrección de Tonantzintla contra el proyecto de Smart City, feb-1-2018).



En Santa Maria Tonantzintla ocurre, o más bien concurre, algo mucho más esencial que si gustan o no gustan a los vecinos que se rebelaron las adecuaciones modernizadoras de L. Paisano sobre el entorno arquitectónico del templo de Santa María Tonantzintla. La conciliación incluso podría concluir en una negociación de gustos entre los pobladores con los patrones de Leoncio Paisano. Seguramente los vecinos que se resisten recibirán ofertas de abundantes recursos públicos y concesiones estéticas y Paisano mostrará su disposición para “atender al pueblo” incluyendo grecas o flores en el diseño del nuevo adoquinado. Leoncio Paisano viene de la mano de Rafael Moreno Valle y esas son migajas que pueden conceder porque el proyecto ya está autorizado y financiado, el presupuesto con tiempo para cumplirse y en los términos oficialmente aprobados.



A lo que aspiran, y para lo cual trabajan los Paisanos sin embargo, es arrebatarle a los cholultecas la tutela comercial del templo, habilitándolo con todo su entorno a un ordenamiento urbano moderno con usos comerciales para el turismo. Y para eso tienen que clausurar la larga e histórica trayectoria de organización comunal que construyó, remozó, decoró y fue fiel guardián por siglos de uno de los templos más hermosos de México.

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Sobre el autor

Anamaría Ashwell

Anamaria Ashwell es Maestra en Antropología. Fue maestra fundadora, coautora de su primer plan de estudios y primera coordinadora de la escuela de Antropología de la BUAP (1980-1982); fue investigadora del Instituto de Ciencias desde 1978-2000. Ha participado en la edición de revistas como Espacios y Crítica. Libros, artículos y traducciones varias ha sido publicados en México y el extranjero. Sus ensayos más recientes se han publicado en la revista Elementos BUAP. Es colaboradora habitual de La Jornada de Oriente y de esta revista digital Mundo Nuestro.