El primer Grito que me tocó dar:

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Mundo Nuestro. En este texto --que tomamos del portal Todo Puebla, que lo publicó en septiembre del 2012--, Gabriel Hinojosa rememora un hecho histórico en la política poblana: el primer el Grito de Independencia dado por un alcalde no priista. Fue el 15 de septiembre de 1998. Esta es la crónica escrita por el actor principal de esa jornada.

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¡Viva México fuerte con municipio libre!
No los quiero marear con una historia muy larga, pero algunos antecedentes pueden ayudar a entender mejor la gran simbología que para mí tuvo ese grito desde el balcón principal del hermoso Palacio Municipal de Puebla, aquel 15 de septiembre de 1998.

El domingo 12 de noviembre de 1995 día de las elecciones, mientras estuvieron abiertas las casillas, salí de mi casa solo para votar para no arriesgarme a que me pusieran alguna trampa y con ella tener pretextos de escándalos o pleitos electorales, era el muy esperado fin de una campaña electoral agotadora, las cosas ya estaban ahora en manos de otros que cuidarían la elección. Me tocó ser el candidato del PAN a la alcaldía de la capital, aunque no era panista ni nunca busqué ser candidato. Estoy seguro que me ofrecieron el puesto los altos directivos del PAN porque pensaron que con Bartlett de gobernador sería imposible ganar y yo resultaba un buen perfil para abrir camino, sobre todo porque mis padres fueron de los fundadores del PAN en Puebla y yo tenía cierta imagen de activismo social en el “Foro de Cambio Empresarial” que se oponía al virtual exterminio de muchas empresas en México como consecuencia del Tratado de Libre Comercio firmado durante la presidencia de Carlos Salinas. También cobré cierta notoriedad por haber estado con 60 familiares en San Cristóbal de las Casas en la cena de Año Nuevo precisamente en el zócalo cuando estalla la Rebelión Zapatista en el primer minuto del 1 de enero de 1994, quedamos atrapados en la ciudad de la que no se permitió salida ni acceso por varios días y fuimos testigos vivos de ese episodio y al regresar a Puebla inmediatamente trabajamos en una campaña de banderas blancas para pedir al presidente el cese unilateral al fuego de parte del ejército, pero bueno, ésa es otra historia interesante. Puedo decir un poco en broma y un poco en serio, que llegué a ser candidato del PAN “como el burro que tocó la flauta” aunque espero que ustedes no lo repitan porque se oye feo. Me la ofrecieron y me aventé sin entender cabalmente a dónde me metía, pero eso sí, dispuesto a hacer un buen esfuerzo.

A pesar de que nuestras encuestas nos ponían arriba ese 12 de noviembre, esperábamos un fraude electoral como el que ya había sucedido antes con Ricardo Villa Escalera, quien ganó la elección en 1983 y se la robaron, al igual que otras antes y después, no sería yo el primero, pensé, en tener mayoría de votos ni el primero al que se la robarían. Durante la campaña algún amigo me pidió que hiciera un alto para desarrollar un plan de gobierno y recuerdo haber contestado, “No perdamos tiempo y energía en eso si nunca nos dejarán ganar, concentremos todas las baterías en conseguir votos y después ya veremos”. El caso es que a las 11:00 p.m. de ese día al estar recibiendo y agradeciendo a todos los que cuidaron casillas, una cosa se puso en evidencia: el presidente Zedillo había intervenido para evitar el robo burdo de la elección que ya estaba preparado y los resultados de las actas nos daban el triunfo por un amplio margen. Estoy seguro de que me puse blanco y con cara de susto, tomé conciencia de que sería el alcalde y no estaba preparado, la vida nos da sorpresas.

Unos días después y asimilado este triunfo, me dediqué en cuerpo y alma a configurar, con ayuda de muchas personas capaces y generosas, un plan de gobierno. Mi mente estructurada me dijo entonces, como me dice ahora, que toda organización y planes exitosos parten de tener claros los valores fundamentales. Muy fácil dije yo, tomaremos los mejores valores del PAN y seleccioné entre otros: democracia; honestidad, preferencia por los pobres y uno que había sido bandera panista por mucho tiempo y con el que me identifiqué de inmediato, el Municipalismo, que es el que les pido tener en mente para comprender mejor la historia.



Un par de semanas después de la elección busqué una cita con el gobernador Bartlett para tener un primer acercamiento, finalmente me la da y le expreso mi disposición a trabajar juntos y llevar buena relación para el bien de la sociedad, él me contesta con una sinceridad pasmosa que refleja su estado de ánimo ante la pérdida de la capital del estado, “Mira Gabriel, déjame irme de vacaciones a Paris a lamer mis heridas, cuando regrese hablamos”. En eso quedó mi primer intento de establecer una buena relación, habría otros, todos fallidos por una u otra razón y no estoy exento de responsabilidad sobre eso.

El caso es que tomo posesión el 15 de febrero de 1996 y empezamos a hacer lo mejor posible, no hay dinero y la prensa en general nos golpea a diario y por todo, mentira o verdad, ni qué decir de muchos priistas en el gobierno que nunca expuestos a la alternancia, hacían esfuerzos para obstruirnos, algunas veces, me consta, ni siquiera por órdenes del gobernador y solo por creerlo su deber ante el PRI. Cuando me pasan a firmar los primeros oficios, observo que todos incluyen bajo mi firma la leyenda “Sufragio Efectivo, no reelección” que es una especie de mantra priista con el que estoy totalmente en desacuerdo en la parte de la “no reelección” la que me parece una fórmula para el fracaso. Para los priistas primeros era la garantía de que todos tendrían su turno y ningún generalote revolucionario se podría eternizar en el puesto. Pregunto a mis expertos si hay alguna ley que nos obligue a poner esa leyenda, me informan que no, inmediatamente ordeno firmar todo con la siguiente leyenda “México fuerte con municipios libres”. Ya se imaginarán el escándalo y berrinche de esos priistas y sus jilgueros. Para mí, fue el primer cañonazo certero en la batalla municipalista, bandera que levanté con vigor y convicción entonces y nunca he arriado hasta la fecha.

Llega agosto y las relaciones con el gobierno del estado seguían tensas a seis meses ya de que tomamos el gobierno, en eso empiezan a zumbar como abejas rumores y recados de personeros del PRI y del gobernador ¿Qué no van a turnar invitación al Sr. Gobernador para que venga a dar el grito al palacio municipal? Ajá… nunca pensé que le daban tanta importancia, además no estaba yo de humor, más bien dicho nada contento por decirlo suavemente, con el gobernador y sus huestes que hacían lo posible por hacernos colapsar y demostrar a la sociedad que, como dijo Bartlett días después de la elección “el pueblo se había equivocado al elegir a Hinojosa”. A pesar de la presión de mi equipo y asesores que aconsejaban turnar la invitación para mejorar relaciones, yo dije no, no lo invitaremos porque ésta es la sede del gobierno municipal, los gobernadores del pasado se equivocan en su convicción de que los alcaldes son uno más de sus empleados, eso es autoritario y sobre todo humillante para el municipio libre y autónomo. Además el gobernador Bartlett en su afán de tener un balcón que diera al zócalo, ya la había “comprado” al municipio en la anterior administración: el salón de protocolos en la esquina de la 2 Norte y entonces Av. Maximino Ávila Camacho, actualmente Av. Juan de Palafox –nosotros le cambiamos el nombre y ésa es otra buena historia- díganle que dé el grito en su balcón, mandé el informal recado.

No pues para qué quieren, la presión creció y yo como que no escuchaba nada fingiendo demencia. Finalmente, casi llegada la fecha, les digo “si el gobernador está interesado, que me reciba y vamos a negociar el asunto” Así sucedió, me recibe en su casa de gobierno y yo navegando con bandera municipalista le expreso que no veo la razón por la que él deba dar el grito en el Palacio Municipal, que tiene todo el estado y seguramente habrá varios alcaldes priistas que le pondrán a su disposición sus balcones, los dos con caras de jugador de póker, supongo que él mejor que yo, finalmente me hace el ofrecimiento de que en mi tercer año de gobierno, saldrá a dar al grito a otro municipio y yo podré dar el de Puebla, le acepto el trato y dejo claro que deberé estar en el balcón a su derecha en el momento del grito. Al día siguiente le hago llegar la invitación, naturalmente firmada y con la leyenda “México Fuerte con municipios libres”



(Bartlett dando el grito negociado en 1996, a su derecha su esposa Gloria Alvarez, luego yo y a mi derecha mi esposa Liz Brigham)



Ese primer grito en 1996 fue un evento de tregua al que invitamos a otros priistas al palacio, una convivencia austera después de la ceremonia pública con vinos mexicanos nada caros y tequila Jimador, que en ese entonces era bueno y barato, antojitos mexicanos y párenle de contar, era más la belleza de las mujeres que en esa fecha y lugar, deciden vestir con motivos, rebozos, aretes, trenzas y colores que son muy nuestros ¡qué bien se ven¡

(Despues del grito en el patio del palacio municipal con esposas y familia. Se rompia el hielo con un apretón de manos)

Al llegar el 15 de septiembre de 1998, Bartlett cumple su compromiso y se va a Zacapoxtla a dar su grito. Nosotros organizamos libremente el nuestro. Los gritos del quince en nuestra administración se ordenan para que la gente tenga más seguridad, mejores espacios, los ambulantes que anteriormente tomaban el zócalo por asalto con todo tipo de fritangas, son retirados a las calles cercanas y el cambio es muy bien aceptado por los asistentes. Creo que desde entonces hay mejor orden y el grito es más agradable, tanto en la calidad del espectáculo, como en su ambiente familiar. La lluvia casi no falla, pero eso no detiene a miles de personas para las que asistir al zócalo es una tradición importante.

(Momentos antes de dar el grito, recibiendo del ejército la bandera)

(A la derecha de Liz el comandante de la zona militar y Sra. esposa. A mi Izquierda Mario Riestra y Sra.)

Nuestro trabajo y compromiso por dignificar al municipio logró, con la ayuda de muchos otros alcaldes de todos los partidos, que se subieran notablemente los recursos a todos los municipios del país por la vía del llamado ramo 33. Eso derivaría en la tristemente célebre llamada “Ley Bartlett” que en el fondo sólo era una forma de evitar que esos recursos llegaran de la federación al municipio y pretendía que el gobierno del estado manejara ese dinero. Con otros 15 municipios interpusimos una controversia constitucional, que es el juicio para dirimir diferencias entre gobiernos y poderes, juicio que ganamos y es un notable triunfo municipalista y derrota para Bartlett. Al final Bartlett logra su objetivo porque impuso de mi sucesor al priista Mario Marín que era su Secretario de Gobernación, todas sus obstrucciones y ataques al gobierno que encabecé llevaban el objetivo de recuperar para el PRI la capital, pero bueno, ésa también es otra historia que habré de contar un día.

Debo confesar mi travesura; expuesto el simbolismo que tenía para mí dar el grito, confieso que mandé previamente comprar una bandera mexicana similar a la que en una vitrina con llave se tenía en el Salón de Cabildos, la hice substituir y con ella di el grito desde el balcón, posteriormente repuse la original en su lugar y me llevé la comprada por mí como recuerdo de esta batalla. No tomé bienes del municipio, no se violó ninguna ley, pero ahora ya saben dónde está esa bandera que vieron en el balcón ese día, no le vayan a decir a nadie. FIN

(El grito de 1997 no se incluye en la narración pero estas imágenes corresponden a esa fecha.

Saliendo del salón de Cabildos despues del grito)

(1997 bajando por la escalera del palacio para el brindis en el patio)

(1997 Ya a la luz de unos tequilas, las cosas se ven más claras)

Gabriel Hinojosa Rivero a 15 de septiembre de 2012 V1.2

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Sobre el autor

Sergio Mastretta

Periodista con 39 años de experiencia en prensa escrita y radio, director de Mundo Nuestro...