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“Aquí no existe Dios hijos de la chingada…" Memoria de los 72 y la vergüenza de México

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“Amarás a Dios sobre todas las cosas”, sobre la novela de Alejandro Hernández. México, Tusquets, 2013, 320 pp.

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El 24 de agosto de 2010, hace ya siete años, la Secretaría de Marina informó del hallazgo de 72 cadáveres abandonados en un rancho-bodega ubicado en el municipio de San Fernando, Tamaulipas. Se trataba de personas asesinadas por el grupo criminal Los Zetas. Eran 58 hombres y 14 mujeres, todos ellos migrantes que cruzaban México para llegar a Estados Unidos. Tenían las manos amarradas y el tiro de gracia. Según el informe oficial, ese día había llegado al puesto de control de los marinos instalado en la carretera un hombre de nacionalidad ecuatoriana herido con arma de fuego que denunció haber estado secuestrado en un rancho cercano. La Marina decidió acudir al lugar señalado. Después de un enfrentamiento armado con los secuestradores se encontraron los 72 cuerpos. Según la Embajada de Estados Unidos, todos eran migrantes provenientes de Guatemala, Honduras, Brasil, Ecuador y la India.



Siete años después, la investigación sigue abierta. Todavía quedan por identificar los restos de varias personas. Hay ocho detenidos, pero ninguno ha sido sentenciado y los familiares de las víctimas no han recibido reparación del daño. Según la directora de la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho (FJEDD), en todo este tiempo, la actuación del gobierno ha estado marcada por la impunidad, el desprecio por los derechos de las víctimas y un tremendo hermetismo respecto de las indagatorias sobre el caso. “¿Qué es lo que están escondiendo?”, se preguntó en una conferencia de prensa ofrecida apenas el jueves pasado en la que participaron algunos familiares de las víctimas.

La historia no termina aquí. En abril de 2011, la Procuraduría de Justicia del Estado de Tamaulipas, respondiendo a diversas peticiones, incluyendo una del FBI estadounidense, encontró 47 fosas con 193 cuerpos en San Fernando. Probablemente sólo 54 han sido identificados y entregados a sus familiares. Una investigación periodística especial que puede ser consultado en www.masde72.org da cuenta de distintas versiones de los hechos, las incongruencias de las investigaciones oficiales, las dudas y pendientes sobre la matanza de 2010 y las fosas halladas en 2011. Todo ello nos habla de varios dramas: el tránsito de los migrantes centroamericanos, principalmente guatemaltecos, salvadoreños y hondureños por territorio mexicano para tratar de llegar a EU; la decisión del gobierno mexicano de cuidarle a su vecino del norte la frontera sur para evitarlo; la violación de los derechos humanos por las autoridades mexicanas y su complicidad con los grupos criminales.

Este conjunto de tragedias son el motivo y argumento de la novela de Alejandro Hernández, “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, Tusquets, México, 2013. Narrada en primera persona (excepto las últimas frases que dan cuenta de la conclusión de la historia) por un personaje ficticio, Walter Milla Fuentes que nació en San Pedro Sula, Honduras, la novela fue resultado de una investigación realizada durante cinco años. El autor recorrió las rutas migratorias en México, Centroamérica y Estados Unidos y dialogó con cientos de hombres y mujeres.

Según el autor, el estado mexicano ha dejado a los migrantes a merced de la delincuencia, y muchas veces son sus agentes los que abusan de ellos o se coluden con el crimen para cometer delitos en su contra. Y agrega que, si bien el libro es una ficción, “un altísimo porcentaje de los episodios narrados fueron presenciados por mi o me fueron relatados por los migrantes en muchos casos a unas horas de haber sucedido. Son reales los abusos, los homicidios, los secuestros masivos, la violencia extrema que se ejerce sobre las víctimas”.

El título de la obra, según Hernández, quiere dar cuenta de la fe que guardan los migrantes cuando se internan en territorio mexicano lo que al mismo tiempo representa una gran paradoja pues quien padece tantas injusticias se preguntará dónde está Dios en medio de tantas desgracias y agresiones. En un momento del relato, uno de los jefes de la banda de criminales advierte: “ustedes están secuestrados y nadie se va hasta que sus pinches familiares… paguen lo que deben… Todos van a pagar o se chingan. Aquí el que no paga se muere”. Y para ello la banda obliga a cada uno de los migrantes secuestrados a llamar por teléfono a algún familiar para darle instrucciones de los depósitos en efectivo que tienen que hacer para liberarlos. En otra parte de la narración, cuando una mujer implora compasión a Dios delante del jefe sicario, éste la golpea brutalmente y le dice: “Aquí no existe Dios hijos de la chingada… Aquí Dios soy yo, méndigos…Su Dios no existe…”.



La obra de Alejandro Hernández es un extraordinario relato literario que logra meter al lector en la piel del migrante. El que se atreva a recorrer estas páginas discutirá con sus familias si se va o no, caminará con ellos, subirá al tren, enfrentará innumerables peligros y agresiones, sentirá miedo, rabia, indignación y tristeza.

Como otros relatos en los que la frontera entre ficción y realidad es muy delgada, el libro puede ser leído como un testimonio, una crónica, una denuncia, o un retrato. La novela puede ayudarnos a entender por qué alguien decide abandonar a sus familias, dejar su hogar y arriesgarse a pasar por el territorio mexicano y luego la frontera con Estados Unidos. Una confesión íntima de una fantasía compartida por familiares, amigos, vecinos, cientos de miles de personas que anhelan llegar a la tierra donde “se gana en un día lo que se gana (allá, donde sea que provenga el migrante) en una semana”.

Puede ser leída también como una crónica de viaje: los lugares de paso, las rutas del tren, el hambre, el sueño, la vigilia, el peligro de caerse del tren por quedarse dormido, la mala suerte de caer en manos de policías o agentes del Instituto nacional de Migración (INM); la complicidad o participación directa de estas autoridades en la violación de las mujeres y el maltrato a los hombres para hacerles saber que están en tierra ajena, que han invadido “nuestro” territorio “ilegalmente”; las redadas y detenciones, y finalmente la deportación a sus lugares de origen, para que escarmienten y no repitan el viaje tantas veces anhelado, planeado, platicado.



Una denuncia de más de 300 páginas de una tragedia contemporánea, una de las peores que existen en nuestra América Latina y en particular en el área mesoamericana: el paso de Centroamérica a México y luego a Estados Unidos, y la red de complicidades, corrupción, y ausencia total de respeto a los derechos humanos.

Y quizás sobre todo la novela es un retrato, una gran postal de México hoy. Un lugar en el que Dios, en efecto no existe, y se ha convertido en un infierno. Un país donde no faltan almas buenas que atienden las casas de ayuda a los migrantes, que los acogen, que les dan de comer, que los curan y les dan un poco de aliento. Un consuelo que sin embargo se pierde en un denso paisaje dominado por torturadores y asesinos que deciden quién vive y quién muere.

Dioses siniestros: sicarios de bandas del crimen organizado, policías y soldados cómplices o tránsfugas, una colección de personajes brutales que se han adueñado del territorio: carreteras, caminos, predios, ranchos y pueblos.

¿Cómo llegamos hasta acá? ¿Cómo se pudo convertir nuestro país en un lugar así? La novela da algunas respuestas que tienen mucho de verdad pero que al mismo tiempo son insuficientes, de la misma manera que resulta difícil entender por qué alguien decide quitarle la vida de un jalón a 72 personas. En el caso de San Fernando hay varias hipótesis: se negaron a colaborar con la banda; no pagaron sus rescates; fue un mensaje al cartel rival. Todas ellas inexplicables, incompletas, irracionales.

Si no hay respuestas a estas preguntas, quizás tampoco podamos saber lo más importante: cómo detener el reinado de los criminales, cómo devolverle la paz a México y hacerlo un lugar mínimamente habitable para todas las personas que pisan o habitan nuestro suelo.

Twitter: #saulescoba

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Sobre el autor

Saúl Escobar Toledo

Saúl Escobar Toledo es historiador en la Dirección de Estudios Históricos del INAH. Sindicalismo, salarios, empleo y partidos políticos en México en el siglo XX son las áreas de su investigación. Entre sus publicaciones están Los Trabajadores en el siglo XX. Sindicatos, estado y sociedad en México (1907 – 2002) Ed. UNAM, 2006; “Las batallas en el desierto: los trabajadores mexicanos 1980-2000”. Colección Claves de la Historia del siglo XX. Ed. INAH, 2010 y  “Las reformas a la Ley Federal del Trabajo: una perspectiva histórica” en Las reformas estructurales en México (en prensa). Editorial Ítaca, 2015.