Medio Ambiente

Mundo Nuestro. En busca del quelite perdido, ese proyecto vital y divertido de la filosofa Gabriela Méndez Cota que suma inteligencia y creatividad académica al esfuerzo de recuperación de la milpa como fundamento cultural histórico de México, está ahora en línea con el propósito de reproducirse colectivamente. Y así se presenta: "En busca del quelite perdido es un libro acerca de Cholula que se compone de un ensayo testimonial, un archivo fotográfico y un recetario. En esta página puedes acceder a los contenidos originales del libro, modificarlos y enriquecerlos con tu propio testimonio, tus propias recetas y tus propias fotografías. Se trata de un libro viviente: un texto múltiple y dinámico abierto a tu participación. El objetivo es fomentar y sostener una reflexión pública sobre los cambios que la urbanización trae a la vida cotidiana en Cholula, y sobre lo que podemos hacer para que sean algo más que una pérdida: un ejercicio colectivo de reinvención cultural."

En busca del quelite perdido/El libro en línea

Mundo Nuestro ha publicado de Gabriela Méndez Cota sobre el tema el texto



En busca del quelite perdido

En busca del quelite perdido

Y del antropólogo Julio Glockner:

Por la ruta del quelite y en defensa de la economía campesina



De la propia Gabriela Méndez Cota hemos publicado

De milpas, tortilla española y quelites cenizos/Primera parte

De milpas, tortilla española y quelites/Segunda parte

Pensar extramuros: impedir que la negación se vuelva total



Mundo Nuestro: texto tomado del blog Historias desde el biogalón de la bióloga mexicana Alicia Mastretta Yanes.

Debería escribir mi reporte anual, pero me seducen los frijoles silvestres

He dedicado buena parte del día, que ya se convirtió en noche lluviosa, a escribir mi reporte anual de Cátedras CONACYT. Debería continuar, no he terminado. Ya está el esqueleto, pero debo agregar los detalles. Enumerar los talleres, describir las actividades. Decir con palabras profesionales qué tanto ha avanzado el proyecto. Va bien, queridos revisores, va bien.

Tan va bien que pasé de tener a los parientes silvestres de los cultivos mexicanos como un recurso bibliográfico en algún cajón de mi cerebro, a dejarme seducir por los frijoles silvestres. Ahí están, en el Bosque de Tlalpan por ejemplo. En medio de la Ciudad de México, evolucionando al margen del camino por el que a veces vamos a correr.

Miren, Phaseolus coccineus (el sabrosísimo ayocote) crece como una mancha verde y voraz, que benévola regala néctar en sus lustrosas flores rojas:




Igual de bonitos son los Phaseolus coccineus subespecie striatus, que se distinguen por tener las flores rosas:


Pero luego están estos que ni son rojos, ni son rosas y quién sabe si serán híbridos:


Y estos que de plano son de un color que ni el experto en frijoles silvestres de México había visto:


Por supuesto a las abejas parece no importarles la cama de carmín.


Aunque quizá sí les importe toparse con una flor con cazador incluido:


Y como a esa araña no la pude enfocar bien, les regalo mejor a este "señor del suéter gris", como le dice Alfonso Delgado a Xylocopa tabaniformis azteca. La flor es una Dahlia.


Ya son suficientes fotos por lo pronto, pero les dejo este Proyecto de Naturalista donde queremos recopilar más observaciones de parientes silvestres de los cultivos mexicanos.



Mundo Nuestro. Llegan siempre anunciadas con premura, alertados como estamos desde siempre por sus consecuencias. son las tormentas tropicales. Ahora es Franklin. Ayer, el año pasado, Earl. Hoy mismo el sufrimiento de los damnificados. Mañana las vestiduras desgarradas de los funcionarios y políticos frente a las montañas deslavadas. Son los muros de agua, los torrentes de siempre: 1944, 1955, 1999, 2016. Y son los interrogantes siempre mal respondidos: ¿por qué no somos capaces de plantar contra la fuerza brutal de una naturaleza, que confirma a mazazos de agua y viento nuestra precariedad, estrategias de recuperación ambiental de largo plazo.

¿Alguien ha escuchado alguna vez de alguna campaña de forestación permanente, planificada y con recursos económicos suficientes para las montañas poblanas, igual en las sierras Norte y Negra que en los macizos volcánicos del centro del estado?

Siquiera un atisbo de que queremos aprender del pasado.



Nada. Sólo los recurrentes y veraniegos azotes de los huracanes. Y el ruido absurdo en la prensa y en los discursos.

CON LA TRAGEDIA EN LOS OJOS. PUEBLA: LOS NUEVOS MUROS DE AGUA

Noviembre de 1999

Las tormentas de octubre sobre la Sierra Norte de Puebla pusieron una terrible paradoja al descubierto, algo que hace aún más difícil reconstruir la infraestructura perdida: la región indígena-mestiza cuenta con altos niveles de producción agrícola e industrial pero se encuentra amarrada de manos por estructuras políticas y económicas extremadamente arcaicas.




Ironía mexicana: el azote del cielo trae la Sierra Norte de Puebla a la historia moderna del país. Ni las guerras civiles del siglo XIX provocaron una movilización social como la que se vive desde la primera semana de octubre. Más allá de los muertos —tal vez cerca de 500— y la destrucción de la economía y los servicios en un territorio al que el Estado con sus instituciones nunca acabó de llegar, sesenta horas de lluvias activaron el detonador de un cambio estructural en esta densa región de pueblos indios nahuas y totonacos sumidos en la marginación y la pobreza propias de los rasgos más arcaicos de México. Si a la inteligencia se suma una buena política, tal vez de la catástrofe resulte una nueva sierra. SIGUE

Cianuro en zona de deslaves: demasiados avisos para México

Cianuro en zona de deslaves: demasiados avisos para México

Tetela de Ocampo, un municipio sumergido en la Sierra Norte de Puebla, está en estos momentos enfrentando la posibilidad de que se funde en su territorio una mina de oro a cielo abierto. Mina a cielo abierto significa quitar el bosque y procesar la roca de una amplia extensión de terreno. Significa también cianuro para lavar la roca y extraer el oro. El cianuro es una sustancia muy tóxica. SIGUE

Pasma por su belleza la enorme cañada que entre cactáceas, nogales, huamúchiles, zapotes, plátanos y ciruelas baja a lo que se conoce como las grutas de Tolantongo, con su río azul celeste que nace en la montaña y cuyo caudal poza tras poza, llegará más tarde al Pánuco. La palabra, refieren algunos, proviene del náhuatl Tonaltonko, lugar donde se siente calor. La temperatura del río que se conserva todo el año es de 34C y dentro de la gruta en la montaña de 35c y 38c. Dejarse acariciar por su agua es como volver a nacer. Es sin embargo un espacio colectivo y grato de tan festivo, que sorprende por su limpieza y buena administración, labor que realiza el ejido de San Cristóbal.



El ejido pertenece al municipio de El Cardonal en el estado de Hidalgo. Está a 1.912 metros de altitud. Según datos del INEGI cuenta con 316 habitantes: 153 hombres y 163 mujeres. 7.28% proviene de fuera del estado. 7.5%de la población es analfabeta. 38.92% son indígenas. 16.14% sólo habla lengua indígena y el 50% su lengua y español. 32.28% de la población mayor de doce años está ocupada. Hay 66 viviendas, las cuales cuentan con 100% de electricidad, 60.32% con agua entubada, 98.41% con sanitario, 95.24% con radio, 98.41 con televisión, 98.41% con refrigerador, 82.54% con lavadora, 84.13% con automóvil, 28.5% con computadora personal, 7.94% con teléfono fijo, 60.32% con celular.

Pero el bienestar del ejido en comparación con otras comunidades del Valle del Mezquital no se debe a acciones de gobierno sino a la propia organización de los ejidatarios en torno al Parque Ecoturístico de las Grutas.



Los viejitos y la barranca.



Desde el hotel La huerta, cercano al río, una larga vereda sube a las fosas intermedias que captan el agua de la montaña, en el recorrido se pueden apreciar como soldados erectos, cactus de alrededor de 20 metros de altura conocidos como “viejitos” por la pelambre blanca que los cubre en su parte superior. Me detengo un momento en el trayecto a la sombra de un huamúchil para admirar a las bromelias de intensos colores que se ofrecen espléndidas. Un joven con su chaleco del ejido viene bajando, me pregunta con cortesía si se me ofrece algo. Me siento un poco ridícula frente a él tan solo en traje de baño y sin pareo alguno, pero ya estoy ahí y si quiero conocer la historia de este lugar tan limpio a pesar de que en período vacacional llega a recibir hasta cinco mil personas diarias. Es el responsable del Comité de Vigilancia, no le pregunto su nombre torpe como soy y lo que escribo lo recuerdo de memoria, no llevo libreta ni teléfono alguno, buscaba una fosa para nadar, no una entrevista.

“Los primeros paseos a las grutas empezaron hace 40 años, me dice, se hacían en burro o a caballo y no se contaba con ningún servicio. Nuestros abuelos trabajaban la tierra la orilla del río y como llegaban algunas personas a acampar se les fue ocurriendo que si se unían las tierras de todos los propietarios en lugar de sembrar, que era muy dificultoso por el acceso, podían vivir del ecoturismo. Y empezaron de a poquito, nunca quisieron ayuda del gobierno, ni inversión del capital privado para no quedar a deber o ser empleados de otros: Y así fueron creciendo.”

Y cómo le han hecho para organizarse?, pregunto ya con el sol en la cara.

“Pues mire --me dice--, la organización es comunal, somos 136 socios, uno por cada familia del pueblo. Los puestos de responsabilidad se van rotando cada año: Vigilancia, hoteles, comedores, información, basura, alimentos, caminos. Todo lo que ingresa va a una misma cuenta y de ahí reinvertimos casi todo. Para los administradores nuestro salario es de 300 pesos a la semana, para los de menos responsabilidad es de 250 pesos. ”

¿Y el reparto de utilidades?, digo intrigada.

“No –contesta--, aquí de lo que se trata es que todo mundo trabaje, reinvertimos en el propio parque y en el pueblo, tenemos pavimento, centros deportivos y estamos terminando la iglesia. También a los que están muy viejitos les damos un dinero al mes como de jubilación.”

Pero sólo son 136 familias, comento y aquí veo trabajando un montón de gente.

“Sí claro, le damos chamba a personas de otras comunidades del valle del Mezquital y los hemos ido capacitando, se les pagan doscientos pesos diarios, más de lo que ganarían en el campo y si son productores también les compramos su cosecha para hacer las tortillas y otros productos a mejor precio que en Ixmiquilpan u otros mercados y les ahorramos el costo de transporte.”

Alguien lo llama por el radio y me deja ahí, realmente bastante admirada de esta organización ejidal además de la belleza del paisaje. Sigo el camino a trompicones hasta llegar a las pozas de agua cristalina con su espléndida vista a la montaña.

Turismo popular. Nada de corporaciones.

Las grutas pertenecen a la Sociedad Cooperativa Ejido de las Grutas de Tolantongo. Se formó hace 30 años por 112 familias del ejido de San Cristóbal. Cuenta con 5, 200 hectáreas, sólo están abiertas al público el 40 de ellas. El proyecto se inició en 1970 y fue creciendo poco a poco. Durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-94), la Semarnat buscó la incorporación de la zona como área protegida y le propusieron al ejido la inversión en la zona para hoteles y parque a los ejidatarios con inversión local, federal y de capital extranjero. Pero según Eliseo Ángeles y Víctor Ávalos, el ejido se opuso porque los ejidatarios consideraron que de ese modo los ejidatarios no serían los beneficiarios de sus propios recursos naturales. Y entonces empezaron a trabajar poco a poco.

Las pozas del Paraíso

Logro subir otros quinientos metros, a la sección de El Paraíso, una caída de agua espectacular, gran diversidad de fosas, un puente colgante de extremo a extremo de la montaña, un túnel como baño de vapor. Familias completas disfrutando y casas de campaña por doquier. Los cuerpos en su diversidad gozan del agua con desparpajo. Me percato que ya venció la hora de entregar el hotel. Lo más fácil para llegar a tiempo sería usar la tirolesa, 1,800 metros en cuatro tramos. Pero no, bajo con sigilo por donde vine agarrada de los árboles y de las rocas.

Ya de salida le pregunto al administrador del hotel qué hacen con la basura. Tienen en la parte superior, me contesta, un contenedor para el recicle de la basura inorgánica que venden, las botellas de agua luego de un proceso las vuelven a usar porque tienen ya su propia embotelladora; la basura orgánica va a una gran composta que sirve para generar abono que utilizan en sus propios cultivos y los de otras comunidades.

Otro beneficio paralelo de este parque ecoturístico, pienso, es la economía que genera en los alrededores: camiones turísticos y combis que bajan al lugar, pulque y sus derivados de venta en el camino, puestos de fruta, fondas y restaurantes, deliciosa barbacoa. Eso sí, para hospedarse, como no hay internet, los tres hoteles que existen se ocupan conforme las personas van llegando, no hay reservaciones y todo se paga en efectivo.

De regreso pasamos a conocer el pueblo de San Cristóbal. Las viviendas de dos pisos y bien puestas, están muy lejos unas de otras, respetando los otrora solares campesinos y el área de cultivo. Llama la atención la enorme iglesia de piedra todavía en construcción, dedicada justamente a San Cristóbal que lleva al niño Jesús cruzando el río. Cúpulas diversas y vitrales de muy buena manufactura la ambientan, en un estilo de buen gusto pero más bien indefinido. Destaca un gran auditorio, una cancha deportiva cubierta, una zona para carreras de caballo con las barandas de los tres colores de la bandera nacional. Son las tres de la tarde y no se ve nadie en el pueblo. Quizás están trabajando en las Grutas o simplemente resguardados del sol en sus casas.

Una tarde luminosa nos acompaña de regreso a la ciudad de México con la dicha en los ojos.

Foto tomada del portal El Fisgón Viajero

Para mayor información puede consultar:

Grutas Tolantongo: A model co-op, Answer to Globalization, By Betsy

Bowman and Bob Stone. Centro para la justicia Global, Investigación y aprendizaje para un Mundo mejor, empoderamiento de la Economía Solidaria, Dirección: Caldera Sosa.

Enrique Rivas Paniagua, “Lo que el viento nos dejó: hojas de terruño hindalguenses”.

Gerardo Carrión, “Grutas de Tolantongo, oasis entre barrancas”. Anales del Instituto de Biología, 1950. El artículo sugiere otro esquema de protección: áreas protegidas comunales.

Revista México Desconocido, “Las voz del agua en las grutas de Tolantongo”.

Crónica ilustrada de un viaje al río de la gente feliz

Gruta



Tolanltongo es la más natural de las peregrinaciones en México. Lo sabes cuando estás dentro del agua, bajo el golpe del chorro caliente, y por un instante la vida entera es la penumbra grata del vientre de tu madre. Aquí no hay manda ni sacrificio. La masa sin rostro, sin pasado ni futuro, sólo es sombra y sorpresa, resplandor que deja el mundo afuera.



El Cerro de la Corona

Lo pienso en el desmadre originario de la cola de bañistas a la entrada de la gruta de este balneario hidalguense al pie del Cerro de la Corona, un peñón descomunal quinientos metros arriba que un buen día geológico decidió escurrir las aguas minerales y milenarias del altiplano central, calientes y calizas, para bendición de quienes un sábado cualquiera de julio nos perdemos en ellas sin pensar en ogros o murciélagos de las cavernas. Ni en las venturas o infortunios de nuestras anónimas vidas. Ni en la próxima matanza de ocho columnas y de ninguna. Peregrinos de la naturaleza, quién lo dijera. Pero aquí estamos, en la bruma de una oquedad que hace de vientre sin remilgos y nos escurre generosa los sudores minerales de la montaña. Peregrinos en busca del calor húmedo de la madre tierra, me digo ya en un arrebato de cursilería cuando a mi lado un hombre con cara de matón de barrio en un gimnasio, con brazos tatuados y espalda de saca maloras tiembla y chapotea con la simple emoción de un niño, y una pareja joven se besa bajo la ansiedad brutal del chorro que golpea sus sueños y cabezas en el centro de la humorosa cueva. Y todos somos cabecitas y sombras que hemos atendido a la mercadotecnia del zapato acuático que nos permite andar en esta jubilosa existencia de un tiempo sin atisbos de dioses justicieros en el nacimiento del río de la gente feliz. No hay dioses, no hay vírgenes, no hay santocristos. Hay una masa irreverente y cristalina que goza sin pudor la transparencia del agua en el corazón de la sierra-desierto del que brota lo que Huasteca abajo será el río Pánuco.



Casi el paraíso.

Surtidor de sueños

Los cuerpos de la peregrinación

Estoy en el nacimiento del río de las masas a media tarde del viernes. Ya vendrá la vuelta a la ciudad, la semana siguiente, el trabajo, la vida anónima de la masa sin la desnudez anárquica del balneario. Ahora soy uno más de los cuerpos en el alivio del sol y el agua, por un momento a la espera de nada, ni siquiera la dolencia en la espalda ni los granos adolescentes retraídos de unos muchachos que bucean en una de tantas represas construidas en el río. Es el momento del olvido de todas las atrocidades, de todas las nimiedades, de todos los pasados que nos dejaron yertos, de todos los futuros que nunca se darán. Es el momento tan sólo de los cuerpos invisibles, sin trazos de figurín ni penas obesas. Aquí no eres nadie, no eres clase social, eres masa, eres barriga al aire, eres familia y arrebato en la gruta, en la poza, en el río tibio de las aguas turquesas.

En el río de la gente feliz…

La democracia familiar de las pozas.

El viaje, los escurrideros, los respiraderos

Apago el celular cuatro días y me desconecto de la electrónica. No me asomo por el face ni me trompico en el whats. Estoy para perderme en el nacimiento del río de las masas felices en las aguas termales de Tolantongo. Nada averiguo de él, nada de google ni youtube, inocente, como para un bautizo que no imagina el tropel de ahijados y padrinos a la espera de los tamales. Y de paso, casi de su mano en la carretera, el descubrimento de otro río, el de las aguas residuales de la ciudad de México, una prueba fiel de la degradación extrema a la que llegó la sociedad mexicana. Así que la crónica toma el rumbo de su derrotero.

Vamos por el Arco Norte hacia Hidalgo. Uno de los tantos respiraderos por los que se puede salir de las metrópolis mexicanas que se tragan el altiplano. El jueves a las 10.30 de la mañana, y a trescientos metros de un puente superior vehicular diría la insufrible SCT, cierra la autopista un grupo de campesinos enojados con razón pues luego de diez años de promesas --los mismos que tiene esa autopista concesionada a Carlos Slim--, no les cumplen lo prometido en obras y dinero por la expropiación. 4 pesos el metro les dieron entonces. Qué vergüenza el poder en México –y de esta civilización ahogada en automóviles desde 15 mil pesos el enganche--, confirmo en el encerrón de dos horas en la autopista. Pero como sea, es decir, por la vía de un tráiler y una cadena, un grupo de aguerridos quiebra el camellón de concreto y libera con la venia de los patrulleros para los atascados que no somos traileros el paso de regreso a Texmelucan. Allá quedan los expropiados con su coraje, y de ahí me voy con el interrogante elemental: ¿cómo hemos permitido por décadas este dominio autoritario y vil, incapaz de cumplir acuerdos con los propietarios de la reserva agraria que se utiliza para sustentar este capitalismo salvaje que somete el derrotero de la vida nacional?

La ruta alterna desde la caseta de Chalco en la México-Puebla es el Circuito Exterior Mexiquense por obra y negocio de Peña Nieto sus secuaces constructores. Los últimos trazos de campo en Ixtapaluca de Antorcha Campesina y otros cárteles de la extorsión se pierden contra la cuadrícula de Chimalhuacán –también del hasta hoy todavía priista (no) partido antorchista--, la confirmación de todos los errores de hacinamiento construidos en las ciudades dormitorio de Neza y Chalco; otro inframundo desarbolado desde la ribera norte del bordo Xochiaca que arrastra las aguas limpias del Iztaccíhuatl y las negras de Xalco, Ixtapaluca, Neza, el propio Chimalhuacán y más adelante por nuevos canales que se le trepan Ecatepec y la ciudad de México en su oriente entero y por fuera de sus drenajes detritus profundos. Qué moledero de suburbios trepados en cerros y llanuras de cemento se cruza para alcanzar la autopista a Pachuca; y el aluvión frenético de los caseríos acosan desde ya al que será su nuevo vecino, el aeropuerto de Carlos Slim y Peña Nieto. El capitalismo mexicano a todo avión ahora. Y un universo proletario de cinco millones de habitantes que verá entretenido el desastre que planeará bajo sus ojos. Y por ahí, oloroso y fiel en su cometido, en línea recta o en quiebres que lo tuercen al capricho de la urbanización paracaidista, el río construido, el surtidor de las miasmas metropolitanas.

A la izquierda la retícula de Ecatepec; a la derecha, el llano-lago de Texcoco, a la espera del nuevo aeropuerto. En medio el canal de aguas negras rumbo al Valle del Mezquital.

Al cruzar la autopista a Pachuca el Circuito Exterior Mexiquense se lleva consigo el canal que contiene al menos las aguas negras del oriente de la zona metropolitana de ciudad de México. En el lago de Zumpango, cuando el canal lleva más de 80 kilómetros lineales desde las faldas del Iztaccíhuatl, lo esconderán por un cárcamo en un túnel del que saldrán por un tajo inaugurado todavía por Porfirio Díaz, para volver a correr a cielo abierto hasta la región de Ixmiquilpan, 90 kilómetros adelante, aguas se diluirán en canales para el riego de los maizales y alfalfares de pueblos viejos: Tequixquiac, Apaxco, Tlaxcoapan, Tlahuelilpan, Teocalco, Tezontepec, la propia petrolera Tula con sus admirados y refinados Atlantes, y más allá, el antiguo y ya no reseco valle del Mezquital. Es el gran río antinatural de la civilización del siglo XX mexicano: millones de metros cúbicos de agua negra han habilitado miles de hectáreas para la producción agropecuaria del Distrito de Riego 003. Atrás queda la devastación del valle de México y sus Nezas, Chalcos, Ixtapalucas, Chimalhuacanes, el valle perdido totalmente en los últimos cuarenta años. Los mismos que han transcurrido desde que los ejidatarios otomíes de un pueblito hoy de 300 habitantes llamado San Cristóbal en el extremo norte pelón y cenizo del Valle del Mezquital decidieron convertir las vegas maiceras de su cañada de cactus y biznagas y silencio en balneario para beneficio de esa masa irredenta y peregrina que sale a respirar los fines de semana. Y el suyo propio, por ventura de unas aguas antiguas que corren hacia la cuenca lejana del Pánuco.

El río podrido construido por la sociedad mexicana del siglo XX.

El monte sin nosotros

Por una garganta afilada se escapa el río Tolantongo hacia el Pánuco.

El río serpentea hacia la garganta al pie de la musculosa montaña. En primer plano la arboleda del balneario Grutas de Tolantongo.

A cinco kilómetros de San Cristóbal, el pueblo de los ejidatarios del balneario Grutas de Tolantongo, la carretera se asoma al abismo. Al fondo el río se encañona en una garganta aserrada en filos de 700 metros de altura, y bajo el resguardo de la arbolada sombra se va a cumplir su destino en el Pánuco. Pero aquí, desde la gruta en la que se origina, y por orden de los manantiales que lo nutren en su ribera sur, ha construido un reducto tropical cercado por cactus y mezquites en una montaña colosal que pareciera levantada para su reverencia.

El cañón de Tolantongo no forma parte de las 96 mil hectáreas de la Reserva de la Biósfera Barranca de Metztitlán, declarada como tal en el año 2000, y que arranca un par de barrancas al norte, y ello simplemente porque los ejidatarios se negaron a participar de todo proyecto de regulación de la tierra que involucrara al gobierno. Es nuestro río, dijeron desde tiempos de Carlos Salinas de Gortari: la SEMARNAT quiere traer a las compañías extranjeras con sus grandes proyectos privatizadores. Y de ese entendido no se movieron. Así que quedaron fuera de la reserva y enteritos los municipios de Cardonal y Tlahuitepa. Pero sus montes secos contienen gran parte de la biodiversidad identificada en el decreto: la yucca (Yucca spp), el nopal (Opuntia sp.), el mezquite (Prosopis), el cactus Viejito (Cephalocereus senilis), el cuajiote (Bursera simaruba), las nochebuenas (Euphorbia pulcherrima), y por supuesto los magueyes que se pulqueros, y también los mapaches (Procyon lotor), el correcaminos (Geococcyx californianus), las mofetas encapuchadas (Mephitis macroura), los tejones (Nasua narica) y las palomas aliblanca (Zenaida asiatica).

Y tienen el oasis en la cañada de las pozas. El agua brota caliente aquí y allá en la ladera sur de la barranca. Forma una selva alta que marca sus tonos verdes contra la palidez del territorio seco de las cactáceas al otro lado del río y por donde quiera que no trasmine el agua de la montaña.

Los Viejitos…

A la derecha, parte del territorio de la Reserva de la Biósfera de Metztitlán Fuera de ella, los municipios de Cardonal y Tlahuitepa que se reparte la cañada del Tolantongo.

La barranca del río Tolantongo, El manchón verde selva es el oasis de los ejidatarios de San Cristóbal.

Arriba a la izquierda la laguna de Metztitlán. Al centro, la barranca del río Tolantongo. A la derecha, en la meseta ceniza, el pueblo de San Cristóbal.

El Tolantongo es un río que nace dos veces. Primero arriba, atrás del peñón Corona, muy cerca del pueblo de San Cristóbal plantado arriba en el llano, en un rincón inexpugnable a los 1750 metros sobre el nivel del mar, pero tiene que sumergirse muy pronto contra el paredón que corta sus primeros pasos; se escurre entonces entre la montaña caliza a los 1470 metros y brota caliente en las grutas y pozas que dan fama al balneario a los 1300 metros.

Y da lugar al paraíso de los ejidatarios de La Gloria (Tlahuitepa) y San Cristóbal (Cardonal), cada uno en su porción de agua caliente y pozas que el reparto agrario tuvo a bien darles revolución gracias.

El río que nace dos veces.

El monte con nosotros

No más la pobreza ancestral del Valle del Mezquital. No más migrantes en el norte. Tolantongo es simplemente el más frenético desorden generosamente construido por un grupo de campesinos que han encontrado en su río la salida de todas las desventuras. Y lo han hecho sin acudir a sociedad alguna con las corporaciones hoteleras del país.

“No es Cancún, no es Acapulco –dice una activista entusiasta de Global Justice Center sobre la Cooperativa Ejidal Grutas de Tolantongo--. Es un lugar en el que la gente no es explotada, los trabajadores son los dueños y las corporaciones no son propietarias de la tierra.”

Parece un sueño. Dos ejidos, San Cristóbal, propietario de Grutas Tolantongo; y La Gloria, justo al cruzar el río, que administra sus propias pozas y manantiales. No hay marcas comerciales, no hay corporaciones. Y más: no hay Secretaría de Turismo. Es una empresa campesina, sin más. Y a su manera: turismo popular de bajo costo. Aquí no vale más el dinero ni el carro de nadie. Todas las pozas son públicas. 140 pesos la entrada por todo el día con acceso libre a las grutas, las pozas, el río. Habitaciones triples a 950 pesos la noche. Zona de campamento gratuita. 145 pesos el platillo más caro en los restaurantes. Tortillería con maíz de la casa. Mojarras de la propia granja. Legumbres de los productores de la región. Agua de la casa sin costo (puedes beber la del lavabo).

La Sociedad Cooperativa Ejido de las Grutas de Tolantongo se forma en los años ochenta por las 112 familias del pueblo de Cristóbal. El ejido cuenta con cerca de 5.200 hectáreas, todas en territorio del municipio de Cardonal, cuarenta de ellas abiertas al público en el área del balneario. El ejido de La Gloria posee el lado norte de la barranca. Y pertenecen al municipio de Tlalhuitepa. ​ Así que repartida la tierra, cada ejido controla su pedazo de monte. La fortuna de los de San Cristóbal es que los manantiales que nutren las pozas están de su lado. Y el camino de acceso a la barranca que en estos días con dinero federal se pavimenta con cemento.

Treinta años después los de San Cristóbal tienen un centro turístico que recibe a más de medio millón de turistas al año. Ya no están lejos de los de Africam en Puebla. No es fácil encontrar en el país una empresa social con el éxito económico de Tolantongo. Una empresa en manos de campesinos del valle de Mezquital cuyos abuelos descubren que pueden cobrar a todo aquel que quisiera conocer sus grutas de agua termal. Empiezan con una palapa cercana a la gruta bautizada como El Paraje. Con el tiempo y con sus propios recursos construyen en el monte una veintena de pozas de agua caliente y en el río unas cincuenta represas-alberca con agua que nunca rebasa la cintura de una persona adulta. Y es agua caliente. Hoy tienen tres hoteles y ya construyen el cuarto, espacio para no menos de 500 casas de campaña, seis restaurantes En el esquema de cooperativa bajo el rigor de los usos y costumbres la administración se rota cada año. Salvo el despacho contable externo que audita sus números, todo lo demás se rota democráticamente cada año. Si en uno eres el gerente del Hotel La Huerta, en el otro puedes ocupar una plaza de vigilante. O de barrendero. O de mesero. O de controlador del acceso a la gruta megáfono en mano. Los puestos de trabajo se reparten entre hombres y mujeres de alrededor de quince comunidades de la región. Los salarios rondan entre 250 y 300 pesos para seguridad, vigilancia, mantenimiento, limpieza, hotelería, restaurantes y amenidades. Así pueden recibir igual a dos mil que a quince mil personas por día. Así que hay que pensar cómo andará la masa de húmeda en Semana Santa.

Sí, parece un sueño. De alguna forma lo vivo este fin de semana: no me topo con un borracho pendenciero ni una sola botella de plástico aventada por ahí. Escribo en la libreta el sábado por la noche: “Verdaderamente increíble. Otro México. Y unos ejidatarios decididos a que el balneario funcione: muchísimos vigilantes; muchísimos botes dobles (orgánica e inorgánica) y muchos chavos empleados en recoger los desechos. Todos los martes baja la comunidad entera y le sacan lustre a las instalaciones. La verdad, muy edificante. Y según me dice uno de los vigilantes, ya regresaron muchos jóvenes que andaban de norteños, ya tienen empleo en casa.”

Osiris Rebolledo, el gerente del Hotel La Huerta en el que nos hemos hospedado, me lo confirma el domingo por la mañana. “Es un acuerdo del pueblo, aquí todos los puestos se rotan cada año. El que viene yo puedo igual trabajar de vigilante, y alguien más ocupará mi lugar aquí en la recepción. Así hemos trabajado siempre.”

Osiris estuvo nueve años de mojado en Minnesotta. Se regresó. Ya tiene trabajo seguro en su tierra.

El monte y el río de los peregrinos

San Cristóbal es un pueblo sin calles definidas, de casas modernas dispersas en el llano reseco en el que termina el valle del Mezquital, justo en el costado sur del cerro de la Corona. Es un pueblo que descubres a lo lejos por su templo que rompe cualquier molde. Un templo alto, todavía en proceso de construcción, coronado de cúpulas grandes y chicas y un frontal con 24 ventanas redondas y ovaladas a la espera de sus vitrales y lo que será un torreón en el centro imaginado una cimbra de madera. Un templo sin pueblo, me digo, porque aquí no hay una sola casa pegada a otra. Todas se miran y lo miran desde lejos. Extraño.

El templo de San Cristóbal.

Escribo ahí, en ese pueblo de cal y cardos lo que pienso que será el cierre esta crónica del éxito inaudito de los campesinos que encontraron en la fortaleza del agua su paraíso en la tierra.

“Es una especie de peregrinación ambiental. Yo nunca había visto tanta gente en movimiento que no fuera tras una virgen de Juquila, un santo señor de Chalma o la Lupita. Aquí el ánimo simple es el de la búsqueda del agua. Pero estos campes del Mezquital se cuecen aparte: ya tienen purificadora de Agua, tratan el agua residual, producen composta con los residuos orgánicos que generan los miles y miles de visitantes, y la aplican en los campos en los que sus vecinos campes cultivan el maíz de las tortillas para sus restaurantes. Chingones. Eso sí, y no lo duden, sus visitantes son pueblo, y por miles, con anafre y abuelita a la manera de mecánica nacional. No será sencillo contar esta historia suya de éxito.”

Luego camino por el templo de San Cristóbal. Tienen diez años construyéndolo. Igual que con los hoteles, los ejidatarios parten de un proyecto original y luego dan paso a la inspiración de sus albañiles. Y lo mismo con sus casas dispersas, ninguna junto a la otra, todas marcando distancias, como las almas en los panteones, como en las aldeas otomíes. Al centro de todo, pero sin más vecindario que un panteón con criptas del color de los huesos que ahí reposan. Cada quien decide en qué invertir su dinero, y el derecho de revolver todos los gustos, me digo cuando observo la piedra recubierta con lajas blancas cortadas en una cantera cercan, los muy elaborados cristales aquí sí de santos, vírgenes y Jesucristos. Y la manta en el futuro altar con San Cristóbal metido, por supuesto, en su río.

Los ejidatarios tienen su templo, su santo y su río.

El panteón de San Cristóbal, en el extremo norte del valle del Mezquital.

La cancha de fut rápido y la pista triple para carreras de caballos.

El caserío moderno y disperso.

Mundo Nuestro. Este texto de Verónica Mastretta forma parte del conjunto de artículos y crónicas publicadas este mes de julio en la revista Nexos bajo el titulo "Vida y muerte del agua". en colaboración con la asociación civil Dale la Cara al Atoyac en la ciudad de Puebla. Se reproduce con autorización de la revista Nexos.

En el Plan Nacional de Desarrollo 2012-2018 se declaró materia de seguridad nacional todo lo relacionado con el abasto, aprovechamiento, cuidado y utilización del agua. Sin embargo, dicha declaratoria no ha tenido un acompañamiento presupuestal del tamaño del problema, ni desde los egresos que etiqueta la Cámara de Diputados federal ni desde la mayoría de los Congresos locales, en los que el tema del agua es la última de las prioridades. Los Congresos locales no se preocupan de tener una armonización equivalente con los presupuestos destinados a la gestión hídrica integral, incluyendo lo que se etiqueta para la Comisión Nacional Forestal (Conafor), la única instancia que apoya la regeneración y conservación con criterios de sustentabilidad de bosques, selvas y vegetación de las cuencas hídricas, las llamadas coloquialmente “fábricas de agua”, sobre las que peligrosa e inadecuadamente se ha extendido una frontera agrícola depredadora e inviable.

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Ilustraciones: Kathia Recio

México tiene una disponibilidad de agua de más de tres mil 400 metros cúbicos por habitante al año, cifra que aún no es considerada como de alto estrés hídrico. El problema es que la disponibilidad en el territorio no está distribuida así. En el sureste mexicano la disponibilidad de agua es siete veces mayor que en el resto del país. Y hay zonas críticas, como la del Valle de México, donde viven 29 millones de personas y la disponibilidad del agua es la más baja del país, tan sólo de 183 metros cúbicos por habitante al año.1

La disponibilidad del agua no significa que cada mexicano pueda acceder a ella con facilidad. 75% del país se abastece de aguas subterráneas, el 25% restante se toma del agua superficial de ríos y arroyos, de los cuales más de 75%, según la página de Conagua, están contaminados en algún grado. El Consejo Mundial del Agua indica que de las aguas superficiales no debe de tocarse más de 40% para consumo y servicios, pues el 60% restante es indispensable para el equilibrio y la supervivencia de los ecosistemas del mundo.



El desequilibrio en la disponibilidad del agua en el país, su poco cuidado, su aprovechamiento y explotación erróneos, han puesto el tema del agua en los focos rojos de la seguridad nacional. Prácticamente no existe una gran cuenca en México sin algún grado de contaminación, aunque los grados de la misma varían. Y no hay una cuenca en la que hasta la última gota de agua, aunque esté contaminada con bacterias y metales pesados, no tenga a alguien que la espera y necesita, alguien dispuesto a pelear o hasta matar por ella.

Las leyes del agua en México no facilitan su gobernanza, entendiendo ésta como la eficaz interacción de gobernantes y gobernados, la que permita generar oportunidades y soluciones a los problemas de los ciudadanos, construyendo mejores instituciones y normas para generar esos cambios. Hoy el marco jurídico y las instituciones no permiten la participación activa de los diferentes sectores de la sociedad en la toma de decisiones como lo indican los criterios modernos de abordaje de la gestión hídrica integral. Ni siquiera se logra la gobernabilidad, es decir, que las instituciones gubernamentales de los tres niveles de gobierno funcionen armoniosa y coordinadamente. La federación tiene sólo una parte de la rectoría del Estado sobre la gestión hídrica. Ley de Aguas Nacionales promulgada el 1 de diciembre de 1992 y sus reformas de 2004, ratifican a la Conagua como el órgano desconcentrado superior de carácter técnico, normativo y consultivo de la federación en materia de gestión integrada de los recursos hídricos, incluyendo la administración, regulación, control y protección del dominio público hídrico, adscrito a la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Una de sus atribuciones es autorizar y regular el uso y los aprovechamientos de aguas superficiales y subterráneas, así como evitar que aguas residuales vayan a dar a ríos, mares, lagunas y lagos sin cumplir con las normas oficiales de calidad del agua. Les toca la complicada inspección y vigilancia de estos dos temas. A los gobiernos de los estados corresponde la atribución de ser enlaces mediante comisiones estatales entre las autoridades federales, los organismos operadores regionales o locales y los ayuntamientos. Por último, de acuerdo al artículo 115 de la Constitución, fracción III, los ayuntamientos tienen la obligación de otorgar a sus ciudadanos los servicios de agua potable, alcantarillado y conducción de aguas pluviales, así como del saneamiento de las aguas residuales domiciliarias y asimilables a las mismas. Ninguno de los tres niveles de gobierno cumple a cabalidad con sus mandatos, entre otras cosas por la falta de presupuesto asignado para lograr los mínimos de funcionalidad.

Los gobiernos y los Congresos de los estados suelen ser muy caprichosos y negligentes con respecto a las atribuciones que les tocan en esta materia. Los Congresos porque suelen bailar al son que les van tocando los gobernadores y porque los partidos representados en las Cámaras carecen de una agenda propia para la gestión hídrica y por lo tanto no etiquetan ni priorizan los presupuestos puntuales para lograr por la gobernabilidad del agua. Los gobernadores no toman en cuenta que hay criterios mundiales de inversión para lograr la sustentabilidad hídrica a largo plazo y por lo tanto no lo cabildean con sus Congresos ni lo armonizan con el presupuesto federal. El largo plazo es un término que muy pocos gobernantes mexicanos entienden y honran. No están en la silla para cosechar dividendos políticos a futuro, ni les interesa abonar a triunfos que consideran ajenos. Los políticos viven en el hoy, son casi filósofos involuntarios.



En cuanto al saneamiento de aguas domiciliarias la responsabilidad constitucional es de los ayuntamientos, pero casi ninguno lo hace y de todas las plantas del país casi ninguna funciona por diferentes motivos técnicos o financieros. En la cuenca alta del Balsas en la parte que corresponde a Puebla, de las 23 plantas de tratamiento instaladas 11 no funcionan, ocho cumplen con la norma de 1996 y ninguna con la norma vigente de la Declaratoria del Atoyac Xochiac2 (ver imagen 1). Muchas veces se entregan plantas de tratamiento a municipios que ni siquiera tienen un padrón de usuarios que permita mantenerlas y operarlas. Las plantas de tratamiento se construyen con dinero que etiqueta la federación desde la Conagua, pero son los estados mediante sus organismos los que deciden a qué municipios equipar con una planta tratadora, aunque hay casos de excepción en que los ayuntamientos gestionan los recursos directamente con la federación. En general son las autoridades estatales quienes escogen a las empresas que construyen las plantas.

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En lo que respecta al saneamiento del agua, es cercano sólo al 20% de las aguas residuales.3De todas las plantas construidas en el país casi ninguna funciona por las razones señaladas. No hay políticas públicas que apoyen las energías renovables o cuotas preferenciales de luz para los ayuntamientos. Las autoridades de Conagua están rebasadas en materia de inspección de descargas directas hacia cuerpos de agua, sean municipales o industriales. Conagua puede sancionar a los municipios cuando incumplen con las normas en materia de agua. Pueden multarlos pero por motivos sanitarios la ley les impide clausurar los drenajes municipales, en muchos de los cuales se esconden descargas agresivas de las empresas. Las descargas domiciliarias también llevan una carga excesiva de fosfatos y químicos provenientes de los detergentes y limpiadores que se usan en los hogares, que mezclados con la materia orgánica y los residuos industriales forman alianzas feroces que destruyen la vida en los ríos y cuerpos de agua.4 Las plantas de tratamiento en México se atragantan y congestionan con la mezcla de aguas industriales que no debieran entrar sin tratamiento a los colectores municipales, ni mucho menos descargar directamente en los ríos. Las industrias se han colgado de los municipios para ocultar sus descargas y no toman en cuenta en sus costos de producción el tratamiento del agua que utilizan. Un empresario que fabrica pantalones de mezclilla deslavados y rotos dice que el costo del saneamiento del agua es de 0.50 centavos por prenda. Produce cerca de 600 mil pantalones al mes.5 No cumple porque las instancias inspectoras son débiles en los tres niveles de gobierno y porque en el corredor industrial en donde está ubicado ni los municipios ni las demás empresas cumplen. El eslabón más débil en la gobernanza del agua es el municipal. Su capacidad de cobro del servicio de agua y su saneamiento es insuficiente o de plano no existe. Incluso los padrones de usuarios de las grandes ciudades son incompletos y poco confiables. Cientos de ayuntamientos e industrias contaminan ríos, lagos y mares sin que la autoridad pueda construir un mínimo orden y concierto en la gestión integral del agua.

Los ejemplos son buenos para entender esta fractura de la gobernanza y la gobernabilidad del agua. En Puebla está el caso de una planta de tratamiento de agua rehabilitada en 2014 en una junta auxiliar del municipio de Huejotzingo. El gobierno federal autorizo la inversión de 40 millones de pesos. Las autoridades estatales no observaron que el nivel del drenaje de aguas negras estaba por debajo del nivel de la planta, así que había que bombear el agua negra hacia arriba, un primer gasto enorme de luz. Las autoridades estatales tampoco tuvieron el cuidado de verificar que el ayuntamiento de Huejotzingo tuviera un padrón de usuarios que con sus pagos hiciera costeable la operación de la planta. Ninguna autoridad checó que las industrias que existen en la zona, mayoritariamente textiles, procesadoras de alimentos, rastros e industrias metal mecánicas, tuvieran plantas de tratamiento y trataran sus aguas antes de permitirles conectarse a los drenajes municipales. La planta fue reinaugurada con mucha ceremonia a finales de 2014. En 2015 un grupo de técnicos y ciudadanos visitamos la planta para tomar unas muestras de la calidad del agua. La puerta de las instalaciones la abrió un niño. Su tío abuelo, encargado de la planta, había ido a hacer unos mandados. La planta estaba parada. Adentro de la laguna de oxidación había varios perros ahogados. Parte de la geomembrana de la laguna de oxidación ya había sido robada. En los terrenos de la planta pastaban tranquilamente unos chivos. Nos informaron que la operación de la planta se paró dos o tres meses después de inaugurada por falta de dinero para su operación. Hoy luce inservible.6

El otro caso interesante es el de la planta de tratamiento de San Martín Texmelucan. Esa planta fue promovida en 1995 durante el gobierno de Manuel Bartlett (1993-1999). Se suponía que sería una planta modelo, y entre otras razones para su urgente construcción estaba que las aguas contaminadísimas de San Martín Texmelucan y todo su corredor industrial, junto con parte de las aguas residuales procedentes de Huejotzingo, iban a dar por gravedad a los campos de cultivo de hortalizas del vecino estado de Tlaxcala, pues ambos estados pertenecen a la misma cuenca, la del Alto Balsas Atoyac Xochiac, una de las 393 grandes cuencas del país. En el diseño de la planta participaron varias universidades y los tres niveles de gobierno. Al municipio de San Martín le tocó aportar el terreno y garantizar el costo de la operación. El presidente municipal gestionó una permuta con particulares para conseguir los terrenos en el lugar técnicamente adecuado para la planta. A cambio se les entregarían otros terrenos dentro del municipio de San Martín. Se hizo la permuta y se inició la construcción en marcha de la planta.

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Ninguna autoridad checó el padrón de usuarios de San Martín Texmelucan, ni las descargas de las industrias en los colectores de San Martín y de sus juntas auxiliares, manejadas por comités que lo permiten todo y que hoy en día funcionan aunque ya están prohibidos por la Ley Estatal de Agua del Estado de Puebla. Ninguna autoridad federal o estatal verificó que el municipio tuviera la certidumbre jurídica sobre los derechos de los terrenos. Se le acabó el tiempo al presidente municipal de San Martín y se fue sin entregar los terrenos en pago a los particulares, quienes en el año 2000 iniciaron un juicio para recuperar los terrenos donde se encontraba la planta. La planta dejó de operar por falta de certidumbre jurídica y por falta de dinero para su operación. Han pasado 17 años y apenas este año se resolvió el juicio que iniciaron los dueños originales del terreno para obtener el pago desde 1996. Por fin se les pagó en 2017.7 La planta está abandonada y todas las aguas altamente contaminadas provenientes de Huejotzingo y San Martín aún corren hacia Tlaxcala por un canal de riego; la conducción del agua fue diseñada para que una vez tratada ésta siguiera su rumbo hacia los terrenos de hortalizas del estado vecino. Todas las aguas sin tratamiento siguen llegando a los terrenos de cultivo.8 Un colectivo de Tlaxcala presentó una denuncia en 2011 ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en la que incluyeron datos duros acerca de la negligencia de las autoridades de los tres niveles de gobierno por vulnerar los derechos a la salud de los habitantes de seis comunidades de Tlaxcala. La CNDH emitió una recomendación contundente a diferentes autoridades en marzo de 2017.9 Aunque la planta está parada, el municipio de San Martín cobra el saneamiento en sus recibos y paga multas a Conagua desde hace muchos años.

San Martín es uno de los municipios del país en donde ha habido más alternancia política. Lo han gobernado por lo menos ocho partidos o coaliciones distintas en los últimos 25 años. No es cuestión de alternancia. Es cuestión de hacer un ajuste serio en las leyes federales y estatales que norman la gestión hídrica para que permitan la participación con voz y voto de los sectores sociales en la toma de decisiones sobre la gestión del agua. Es cuestión de redirigir el barco y ajustar la brújula de acuerdo a los criterios de manejo del agua por regiones y cuencas hídricas y no por criterios de divisiones políticas. En la Unión Europea hay países que comparten cuencas y las manejan por medio de organismos que incluyen a sectores públicos y sociales de ambos países. En el mundo esos son los criterios que hoy se siguen.10

En cuanto a lo financiero, según el Consejo Mundial del Agua el país que pretenda lograr una gestión hídrica sustentable debe etiquetar presupuestos del 5% del PIB, incluir la participación social en los organismos de gestión integral hídrica e incluir en sus políticas públicas los criterios de manejo de cuenca como lo marca la Red Internacional de Organismos de Cuenca (RIOC),11 que México preside actualmente.

Sin embargo, los recortes al rubro de gestión hídrica integral, a Conagua y a Conafor en el presupuesto de 2017, fueron brutales. El Poder Ejecutivo propuso y el Legislativo federal autorizó un recorte de más de 70% a ambas dependencias que no alcanzan ni 1% del PIB.12El recorte al rubro de inspección y vigilancia de Conagua ha dejado en extrema vulnerabilidad al sector.

Es difícil entender estos recortes ya que nuestro país ha comprometido su nombre al firmar los acuerdos de París de 2015 para combatir el cambio climático. De nada sirve firmar acuerdos que no están respaldados en un presupuesto federal adecuado. A su vez, gobiernos como el de Puebla le destinan menos de 0.01% a ese tema13 y su Comisión Estatal de Agua y Saneamiento (CEAS), el órgano que de acuerdo a la ley estatal lleva la rectoría del tema,14 está disminuido para enfrentar sus atribuciones pues ha estado más orientado a las áreas de obra pública y gestión de drenajes y colectores que a la gestión hídrica integral.

No sólo es necesaria sino indispensable la modernización de la Ley de Aguas Nacionales que data de 1992. Es un tema que los partidos políticos han ido posponiendo. Ningún partido tiene el valor de entrarle al tema con decisión y voluntad o con criterios que no sean simplemente clientelares o demagógicos. Desde los gobiernos de los estados se hacen modificaciones quirúrgicas a las leyes locales del agua para evitar que sean inconstitucionales, pero no acaban de ser leyes modernas, que incluyan los criterios de armonización presupuestal por lo menos equiparables a los presupuestos federales. No incluyen los criterios de cuenca, tampoco los del Consejo Mundial del Agua o de la RIOC y no admiten la participación con voz y voto de los sectores sociales. Se han logrado de manera silenciosa privatizaciones en muchas ciudades del país como las ocurridas en Quintana Roo, Coahuila y Puebla mediante concesiones opacas. Es difícil saber qué tanto serán una solución a los problemas precisamente debido a esa opacidad.15 Si algo debiera ser transparente y público es la gestión del agua, porque es un derecho humano, porque requiere de obligaciones que acompañen ese derecho y porque es un tema de seguridad nacional.

Otra pieza suelta en el rompecabezas de la gobernanza del agua es el caos producido por la falta de ordenamiento del territorio con criterios de sustentabilidad. Sobre el país reina el caos producto del inadecuado ordenamiento territorial. A nivel federal, estatal y municipal el rezago es inmenso. Sólo en el estado de Puebla existen problemas limítrofes en 215 de los 217 municipios. Sin límites claros no puede abordarse un ordenamiento territorial ni programas de desarrollo con usos y destinos del suelo eficaces. Tampoco pueden otorgarse factibilidades de agua realistas y posibles. Las industrias se instalan en municipios o en juntas auxiliares en donde no existe ningún programa de ordenamiento del territorio. Perforan sus propios pozos con autorizaciones de Conagua pero se conectan a las incipientes redes y colectores de los municipios. Desde una presidencia municipal se dan licencias de funcionamiento a industrias grandes, medianas o pequeñas, licencias que incluyen autorizaciones para descargar en drenajes que van a dar directamente a los ríos. Grandes desarrollos de interés social se autorizan lejos de todos los servicios y con factibilidades de agua sin ningún sustento en la realidad. La falta de ordenamiento territorial y de políticas públicas que apuesten a la sustentabilidad ya han pasado la factura y las consecuencias están a la vista. Una escuela junto a un taller, una empresa inmensa en medio de terrenos rurales y junto a un campo de cultivo. Un pozo agrícola que abastece a una empresa. Aguas industriales y domiciliarias mezcladas en el mismo drenaje sin saneamiento. A todo se aúna la falta de agua en la época de secas y los deslaves, derrumbes y desastres durante la época de lluvias. Una pieza más del rompecabezas de la crisis del agua que debe abordarse como un todo.

El ciclo del agua en nuestro país está hundido en un círculo vicioso que sólo puede romperse con planeación, paciencia y presupuestos bien construidos a largo plazo, mediante consejos de cuenca que tengan sus propios fideicomisos, el dinero amarrado y la vigilancia y contraloría social garantizadas (ver imagen 2). Si el mismo Congreso de la Unión tiene catalogado este tema como de seguridad nacional, los diputados y senadores deberían de corregir y mejorar todo el marco jurídico de la gestión hídrica y el tema debería de estar en las agendas de todos los partidos de manera prioritaria. Podría lograrse aún en este último tramo legislativo, pero no soy optimista al respecto ni puedo entender esta ceguera. Muchos problemas pueden posponerse, pero la falta de agua no. Cada vez somos más los convencidos de la importancia de actuar ya, pero ignoro si somos suficientes para hacernos oír.

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El mundo requeriría invertir 53 mil millones de dólares anuales adicionales durante cinco años consecutivos para revertir la contaminación del agua y su escasez a nivel mundial, así como para redirigir las políticas de agua y tener los tres mil 800 metros cúbicos por segundo que los humanos consumimos diariamente.16

México necesitaría invertir 700 millones de dólares anuales para tener una gestión hídrica sostenible. Es una buena noticia saber que la crisis del agua es más un problema de gobernanza que de disponibilidad y eso me parece esperanzador. Sin embargo, el saber que no estamos dando los pasos necesarios para resolver el problema sí es para asustar. El secretario de Hacienda, José Antonio Meade, ha dicho que debemos gastar de manera responsable y que el país no puede vivir de prestado, pero mucho menos podremos vivir sin agua. Por eso es importante reconsiderar el presupuesto del sector ambiental de una manera estratégica, porque la asfixia de recursos acabará costando más caro. Una cosa es invertir sensatamente y otra gastar a lo tonto. Hay un dato que me parece clave: el Consejo Mundial del Agua estima que por cada dólar invertido en gestión hídrica un país ahorrará a mediano plazo siete dólares y a largo plazo 20, entendiendo el mediano plazo como cinco años y el largo a 20.17 La inversión adecuada generará ahorros inmediatos en servicios de salud, en ahorros de electricidad para la obtención y conducción del agua hacia comunidades que se mueren de sed, en los costos que provoca para la agricultura el estrés hídrico y en el desastre, costo y daño social que significa llevar el agua que falta a las grandes ciudades, en particular las ubicadas en el Valle de México. No hacer esa inversión nos significará morirnos de sed, de enfermedades o de hambre. Es cosa de priorizar a dónde se manda el dinero. El gasto estimado anual en comunicación social del gobierno federal y los gobiernos estatales se estima en mucho más de 700 millones de dólares. El dinero destinado a subsidiar partidos políticos que debieran mantenerse solos será este año de más de cinco mil millones de pesos, cerca de 300 millones de dólares.

En septiembre se iniciará un nuevo periodo de sesiones tanto en los Congresos locales como en el Congreso de la Unión. ¿Habrá que esperar a que lleguen y se generalicen las guerras del agua para priorizar su atención en el gasto público y en la pronta actualización del marco jurídico en materia de agua? ¿Hasta entonces habrá voluntad política para tomar en serio un tema que compromete la seguridad nacional?

Los lujos del siglo XXI serán cinco: aire limpio, agua suficiente y potable, el silencio, el espacio y la privacidad. Sin aire podemos vivir escasos tres minutos. Sin agua, quizás tres días. Perder más de 20% del agua del cuerpo significa la muerte. Priorizar el tema del agua en la agenda legislativa común es indispensable. Ojalá que como país no estemos llegando demasiado tarde o que una vez más a los legisladores, al presidente y a los gobernadores les parezca que esa agenda eficaz puede sacrificarse en el altar de la inmediatez.

Verónica Mastretta
Licenciada en Relaciones Internacionales. Es fundadora del Patronato Puebla Verde A.C., activo hasta la fecha y consejera fundadora de la asociación civil Dale la Cara al Atoyac A.C. Colabora en Milenio Puebla.


1 World Water Council, www.worldwatercouncil.org

2 Informe a la Comisión de la cuenca Atoyac Xochiac, gerencia Conagua Puebla, enero de 2017.

3 www.conagua.gob.mx, www.dalelacara.org

4 Monitoreo de cuatro puntos de la cuenca Atoyac Xochiac, diciembre de 2015, www.dalelacara.org, Revista H2O, abril de 2016.

5 Entrevista a un empresario de la industria textil de la mezclilla, abril de 2017, www.dalelacara.org

6 www.dalelacara.org, visita con autoridades de Conagua Puebla a la planta de tratamiento de agua de Huejotzingo, junta auxiliar de Santa Ana Xalmimilulco para toma de muestras, marzo de 2016.

7 Entrevista SOAPATEX, mayo de 2017, Verónica Mastretta.

8 www.dalelacara.org revista AGUA, abril de 2016, “Análisis físico químico del río Atoyac basado en cuatro muestras de diferentes puntos. Incluye la muestra del canal de salida del colector de aguas negras de San Martín Texmelucan hacia Tlaxcala”.

9 CNDH/6/2011/9437/Q/ Recomendación 2017.

10 RIOC, www.siagua.org

11 World Water Council www.worldwatercouncil.org

12 Presupuesto de Egresos de la Federación de 2017.

13 Ley de Egresos del Estado de Puebla. Ejercicio fiscal de 2017.

14 Ley de Agua y Saneamiento del Estado de Puebla, 31 de diciembre de 2012.

15 El contrato de concesión que opera en gran parte de la ciudad de Puebla fue otorgado en 2014 al Grupo Agua de México. Mediante cesión de derechos, el título lo detenta hoy la empresa Concesiones Integrales, S.A. de C.V., ahora llamada Agua de Puebla para Todos. La concesión abarca parte de la zona de cobertura de la ciudad de Puebla que operaba desde 1987 el organismo estatal SOAPAP, Sistema Operador de Agua Potable y Alcantarillado de Puebla. El contrato no está disponible en la página de transparencia del gobierno del estado de Puebla, ITAIP, Instituto de Transparencia y Acceso a la Información. La información está clasificada como “reservada” y la ITAIP ha interpuesto y ganado dos recursos de amparo para conservarla como tal. www.itaipuebla.org.mx

16 World Water Council, www.worldwatercouncil.org

17 Ídem.

Mundo Nuestro. Miguel y Agustín Vázquez Torres, miembros del pueblo Wixárika, fueron asesinados en el municipio de Bolañós, en Jalisco. Los dos fueron defensores de la tierra y la cultura del pueblo huichol. Miguel, de 40 años de edad, fue fundador del Consejo Regional Wixárika por la Defensa de Wirikuta y desde el 2014 y hasta marzo de ese año fue presidente del Comisariado de Bienes Comunales de San Sebastián Teponahuaxtlán; durante su mandato recuperó 184 hectáreas a favor de su comunidad, relatan los dirigentes wixárikas. Los huicholes han denunciado la invasión de sus tierras por parte de ganaderos y otros grupos ajenos a la etnia. Agustín tenía 30 años de edad.

Este texto de Rubén Aguilar Valenzuela permite valorar la violencia que sufren los defensores de la tierra y el medio ambiente en el mundo. Violencia impune que se ha llevado la vida de dos hermanos, Miguel y Agustín.

Miguel Vázquez, abatido el fin de semana.



En el 2015 fueron asesinados 183 ecologistas en el mundo y de esos 122 tuvieron lugar en países latinoamericanos, según el Informe 2016 de la organización internacional Global Witness, que hace días se dio a conocer.


Desde 2002, esta institución de la sociedad civil registra el número de los asesinatos de activistas ecologistas. Es 2015 el peor de todos los años según sus estadísticas. Y piensan que 2016 podrá superar al anterior.

La mayoría de las víctimas pertenecen a organizaciones pequeñas de carácter regional que son desconocidas a nivel nacional e internacional. Éstas son las más vulnerables y no cuentan, en los hechos, con ningún tipo de protección.

Son 16 los países con asesinatos probados de activistas ecologistas. Brasil con 50, ocupa el primer sitio; Filipinas con 33 el segundo y Colombia con 26 el tercer puesto.

La mayoría de los asesinatos están ligados a eventos relacionados con la explotación de recursos naturales y al desplazamiento de comunidades de pueblos originarios. En 2015, 67 de los asesinatos corresponden a indígenas.

El informe El precio de activismo publicado este marzo por Greenpeace señala que 44 asesinatos están ligados con la industria minera, 20 con la agroindustria y 15 con la tala de los bosques y otros 15 con centrales hidroeléctricas.

Estas actividades requieren una elevada inversión de capital y un intensivo uso de la tierra, que implica el desplazamiento de sus moradores en muchos de los casos.

Los especialistas coinciden en señalar que no hay una real voluntad política de los gobiernos para frenar este tipo de asesinatos y que cuando ocurre alguna investigación solo se llega a los autores materiales y nunca se da con los intelectuales.

En el caso de América Latina la gran mayoría de los asesinatos están relacionados con activistas que luchan por la defensa de la tierra y los recursos naturales.

Los activistas latinoamericanos de la ecología saben que sí afectan intereses de las grandes empresas y del gobierno pueden ser asesinados. En esa conciencia desarrollan su actividad.

Son héroes, no suicidas, que están dispuestos a dar su vida porque están convencidos de la justicia de su causa y porque no están dispuestos a que se agreda criminalmente al medio ambiente que es un ataque frontal a la vida.

Mundo Nuestro. Ahí están, todavía con la vista de la Iglesia de los Remedios en la Pirámide, los horticultores cholultecas. Y tienden la mano y proponen otro trato con la ciudad. Uno que deje de lado intermediarios y corporaciones y centros comerciales. Que recupere el sitio para la canasta del mandado. Y que permita entender a los urbanos que es posible recuperar el campo. Son los campesinos de San jerónimo Tecuanipan, en la comunidad de Los Reyes Tlanechicolpan, los que organizan la Primera Feria de las Legumbres y las Hortalizas de Puebla, los días 2, 27 y 28 de mayo.



Este video explica con sus voces lo que se proponen.