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Posibles e imposibles de la propuesta ambiental de Andrés Manuel

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Vida y milagros

Sí es posible la restauración del medio ambiente cuando éste se ha deteriorado enormemente. Sí es posible sanear lagos, ríos y mares. Sí es posible restaurar bosques destruidos y salvar los hábitats estratégicos donde vive gran parte de la biodiversidad de nuestro país, una de las más variadas y ricas del mundo.



Lo que no es posible es afirmar que puede hacerse en seis años.

Si hay un tema que requiere de tiempo y paciencia, de presupuestos estrictos y sostenidos durante muchos, muchos años, ese es el tema ambiental. Y lo dicen los expertos mundiales. Solo en el tema de conservación de las cuencas hídricas, el Consejo Mundial del Agua propone acciones que de empezarse hoy darían frutos definitivos en diez, veinte o treinta años. Por cada peso invertido hoy en gestión integral del agua, se empezarían a ver resultados entre siete y veinte años después. La restauración de un bosque al que se le cambió el uso de suelo para sembrar maíz, papas o cualquier otra cosa, no se logrará en un sexenio sino en muchos. Se requiere de políticas públicas de apoyo a quienes vayan a lograr tal hazaña durante diez, quince o veinte años. La naturaleza se recupera de manera milagrosa cuando se le da una oportunidad seria, nada más que la naturaleza no juega con los tiempos de los partidos políticos y sus candidatos. Sus reglas son otras, sus tiempos mucho más largos que una campaña o un sexenio. Esos tiempos largos los políticos no los pueden o no los quieren imaginar ni en sueños. En sus agendas las hojas del futuro son muy breves.

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Selva Lacandona: depredación y conflicto social.

El darle un lugar prioritario al tema ambiental en la agenda de un candidato fuerte a alcanzar la presidencia de la república me parece valioso, pero el decir que se logrará algo que es imposible me parece que no es válido, porque el plantear falsas ilusiones con respecto a los logros de una propuesta ambiental solo producirá desilusiones y el que a la larga el tema no sea tomado en cuenta porque parecería que fracasan quienes lo intentan, cuando lo que fracasa es una propuesta mal planteada.



Tan sólo en temas de conservación y gestión de las cuencas hídricas y restauración de bosques, México tiene un rezago gigantesco. Limpiar una cuenca como la del Valle de México o la cuenca del Atoyac-Xochiac que alimenta de agua a Puebla y Tlaxcala requiere de políticas públicas sostenidas durante por lo menos 30 años. Además esas políticas, para funcionar, no dependen sólo del gobierno federal, sino de la participación de los estados y de todos los municipios de esa cuenca. La cuenca del alto Balsas, la Atoyac Xochiac, abarca trescientas mil hectáreas, se ubican en ella 63 municipios de dos estados y la cruzan tres mil kilómetros de ríos y arroyos tributarios. Esos municipios dependen de presupuestos federales que se arman en el congreso de la unión, pero también y más, de los presupuestos de los congresos estatales y de la eficacia de los gobiernos municipales para armar presupuestos que soporten esas políticas públicas que no pueden ser impuestas desde arriba. Por eso un candidato a presidente no debe prometer cosas que no dependen sólo de él.

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AMLO y su Salida.

En cuestión de bosques, el gobierno de Felipe Calderón cabildeó y logró destinar muchos recursos para el Consejo Nacional Forestal (CONAFOR) y a su vez, un estado como el de Puebla puso una parte igual durante cuatro años del sexenio. El gobierno de Enrique Peña Nieto ha cabildeado y colocado su parte federal durante cuatro años, e incluso con los dos feroces recortes presupuestales a medio ambiente, se logró conservar por lo menos el 50% de esas aportaciones mínimas para cumplir con los acuerdos globales que México ha firmado para frenar el cambio climático. Como contra parte, aunque el congreso del estado de Puebla ha aprobado en presupuestos más recursos que nunca, no ha aportado nada a este rubro en los últimos seis años. Los gobiernos de los estados y sus congresos tienen la libertad y el poder de no etiquetar nada a un tema que aunque sea prioritario para un presidente de la república, puede no interesar a quienes gobiernan y arman presupuestos locales, ya sean los diputados o los gobernadores en turno.

En el párrafo relativo a propuestas ambientales del último libro de Andrés Manuel López Obrador La salida: decadencia y renacimiento de México, él y quienes lo apoyaron a escribir esta propuesta, dice que para 2024 se habrá reforestado todo el territorio nacional y que estará garantizada la conservación de la flora y la fauna. No lo creo posible en seis años. La inversión de tiempo no alcanza y la voluntad política en materia ambiental no depende de un solo nivel de gobierno. Aun explicando a detalle qué zonas geográficas del territorio y con qué figuras financieras transversales se emprendería tal cruzada, no se puede minimizar que una gran parte de los programas que coordinan Conafor, Semarnat o las secretarias de medio ambiente o desarrollo rural de los estados, aun existiendo el dinero, muchas veces no pueden implementarse por falta de certidumbre jurídica porque en gran parte del país existen problemas limítrofes entre las propiedades y los ejidos en donde están las zonas que debieran ser boscosas. Solo en Puebla, 215 de los 217 municipios tienen problemas limítrofes entre sí. Ni qué decir de los innumerables conflictos de límites entre terrenos comunales, ejidales o particulares en todo el país. ¿Ordenarán el territorio en seis años? Que soliciten ya a un mago poderoso. Por otro lado, las instancias dedicadas al cuidado y protección de todas esas enormes zonas geográficas no tienen presupuesto ni para las gasolinas de los coches de quienes inspeccionan y vigilan la protección de la flora y fauna. Si el gobierno federal de por sí les ha recortado a estas instancias, en los gobiernos de los estados es el último vagón del tren presupuestal y éste suele ir completamente vacío. En el presupuesto del 2017 el congreso estatal poblano dejó a este rubro de nuevo en cero. Lograr las metas ambientales requiere no solo de más tiempo sino también del acompañamiento presupuestal y la voluntad política de los gobiernos estatales. Decir otra cosa es tener pensamiento mágico.

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La pérdida de la selva en Chiapas,.

Si Andrés Manuel fuera hoy presidente, poco podría hacer para modificar o fortalecer lo que se hace en los estados que no gobernará su partido. Si gana con un tercio de la votación, escenario probable para cualquiera que gane la presidencia en 2018, se encontrará con dos tercios de los estados gobernados por la oposición y con un congreso federal en el que no tendría mayoría. Por otro lado, suponiendo que la tuviera, las reforestaciones exitosas no se dan por decreto ni cuentan cuando se siembran arbolitos al por mayor, cuentan cuando a lo largo de los años se documenta que esos árboles sobrevivieron y los dueños de esas plantaciones ya pueden vivir de su aprovechamiento sustentable. Nada que pueda prometerse a seis años. Es preferible prometer menos a prometer lo que es imposible de lograr.

Con respecto al tema del agua, el libro dice, textual, que para 2024 se habrán recuperado todos los ríos, arroyos y lagunas. Se habrán realizado obras de tratamiento de aguas negras y desechos de basura y la sociedad tendrá una mayor conciencia ecológica. Otra vez, estas buenas intenciones pasan necesariamente por el acompañamiento y por las voluntades de los gobiernos de los estados y los municipios. Doy un ejemplo muy sencillo: en Puebla en 2014 y 2015 se restauraron o construyeron con dinero de la federación varias plantas de tratamiento de agua. La mayoría no duraron operando ni dos meses, pues una vez entregadas a los ayuntamientos, no tuvieron el dinero para pagar la luz que consumen las plantas, ni el dinero para su mínimo mantenimiento, pues la mayoría de los municipios del estado ni siquiera cuentan con un padrón de cobro del agua potable y su saneamiento. En la ciudad de Puebla y los municipios que la rodean viven 4 millones de personas. Solo pagan por el agua el equivalente a un millón de usuarios. Si Andrés Manuel fuera hoy presidente no veo cómo le podría hacer para que otras autoridades que no dependerían de él y que serían de muchos otros partidos, se aplicaran para construir un padrón de pago de agua potable y saneamiento de los tres millones que aún no pagan; a eso súmele los millones de usuarios que no pagan en todo el país. ¿De dónde saldría el dinero para limpiar todo en seis años? Cobrar el agua no es precisamente una medida popular, y pretender darla de manera gratuita es ya insostenible. Por ley, el artículo 115 constitucional señala que es labor y obligación de los ayuntamientos otorgar el servicio y gestionar los fondos para ello, mediante aportaciones y mediante el cobro del agua. La rectoría sobre el aprovechamiento del agua es de la federación, así que una parte de esta política pública dependería del ejecutivo, pero un gran tramo no. ¿Cómo implementar el deseo de limpiar ríos, mares, lagos y lagunas con las puras buenas intenciones escritas en un libro? Ni con toda la voluntad política de un buen presidente se lograría en seis años. Lo que sí es posible de parte de un presidente de la república responsable es redirigir el barco, priorizar el tema y armar un plan conjunto y bien articulado por etapas y a largo plazo, intentando sumar a todos los estados y municipios.

Largo plazo no es el 2024, sino el 2050 si bien nos va.

Me parece muy importante poner el tema ambiental en el centro de un programa de gobierno. Por algo se empieza, pero lo que mal se empieza mal acaba y prometer lo inalcanzable es empezar mal. Me parece que el discurso ambiental de Andrés Manuel requiere un serio ajuste de tiempos y de sentido de realidad, porque no debe prometerse lo que humanamente es imposible de cumplir, entre otras cosas porque estos temas dependen de la voluntad política de miles de personas y no solamente de una.

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Sobre el autor

Verónica Mastretta

Verónica Mastretta. Ambientalista, escritora. Encabeza desde 1986 la asociación civil Puebla Verde y promueve con la OSC Dale la Cara al Atoyac la regeneración de la Cuenca Alta del Río Atoyac en Puebla y Tlaxcala.