Los nuevos muros de agua: Octubre de 1999 en la Sierra Norte de Puebla

Compartir

La Sierra Norte de Puebla padece los efectos del desastre causado por una intensa temporada de lluvias. El paisaje, como revela esta crónica, ofrece miles de héctareas de cultivo perdidas, hambre, desolación y cientos de historias que, de no estar al alcance de los ojos, parecerían inverosímiles.

Viejo campesino está de pie —aún— y mira hacia el horizonte. Se acompaña sólo de un bastón. El único testigo es otro hombre que cruza por ese valle rodeado de montañas, en

La desazón la han dado las lluvias, pero la tragedia está en los ojos, desde que nacieron.

Gregorio, totonaco, vive en un pueblo de Tepango de



Rodríguez. Ha caminado cuatro horas hasta Jilotzingo, donde no hay paso —por la interserrana— hasta Zacatlán. Es la frontera obligada. Va a comprar maíz, muy escaso. Dice que le pide a Dios “que me ayude”. Dios “es grande y poderoso. Dios me ha mandado y ahora que me ayude”.

—¿Y para qué lo trajo Dios? Pues para trabajar, para trabajar. Para adorarlo por él…

-¿Y.?

—A sufrir… Como estamos viendo ahora, trabajamos pero no alcanza. A ver por nuestros hijos también.

La ayuda es abundante. Trailers y camiones circulan por toda carretera que se aproxime a la zona de desastre. La presidencia municipal de Zacatlán, centro regional de abasto, se ha convertido en una gran bodega: las cajas y paquetes de ayuda suben y bajan.



Hasta ahí llegan de comunidades cercanas. O lejanas. Horas y horas de camino entre lodazales, peñascos y barrancas.

Otro hombre, por su cuenta, ha acopiado ropa. Se estaciona frente a la presidencia municipal en su Ram Charger azul. Abre bolsas que pretende repartir y una marabunta de hombres y mujeres campesinos se hace en derredor suyo. Trepadas unas hasta en las llantas, arrebatan al de junto. Comienzan los jaloneos. El sofocado repartidor sube al techo de su Ram Charger. Pide orden pero el llamado es inaudito. Lanza al aire lo que le queda en las bolsas, y lo que cae lo toman mujeres desesperadas. Unos perros flacuchos olisquean sin parabién. Los perros van a dar a un bote de basura donde sacan platos de unisel con restos de frijoles.

Las parroquias dan albergue y reciben la ayuda de Cáritas. El movimiento en los pueblos es insuficiente para abastecer a miles de hambrientos. Gente va y viene, trabaja para acarrear bultos de maíz o de azúcar.



En Aquixtla, la carretera se desplomó. Una centena de hombres ha formado una cadena que recorre una vereda hechiza como alternativa, para hacer llegar gasolina, agua, frijoles. Hasta cajas de Corn Flakes. Los tanques de gas se trasladan por el vacío que el tramo carretero desaparecido dejó por las lluvias, a través de una polea. Ahí van los cilindros, viajando como en teleférico. Del otro lado compran los que tienen.

En el atrio de la iglesia de San Juan Bautista, unos damnificados rodean al sacerdote. El abasto que llega, parte. Cuando arriban las cajas de ayuda, se hace sonar una campana. Los habitantes que vienen del rumbo de Tetela de Ocampo, a pie o a tramos en camioneta (las que se quedaron de ese lado), acuden al llamado. Y a cargar. A lomo de burro.

La tierra de antiguos evangelizadores franciscanos está desolada. El párroco José Adolfo Chávez, ahí en el atrio, prende un Marlboro. La neblina está en el ambiente y el frío cala. Llueve. Todo está triste. Alguien comienza a tararear “fumando espero…” y se detiene.

—¿Y qué espero?

Los contertulios se miran. El silencio ahonda.

—Yo no sé qué espero —dice uno.

—Yo tampoco —tercia otro.

Pero no muy lejos de ahí, miles de bocas esperan: caminos destrozados, casas destruidas; no hay luz. Las historias son inverosímiles para aquel hombre de ciudad, el que miraba al campesino en ese paraje. Pero están ahí y se cuentan: trece personas que quisieron guarecerse de los deslaves como en Camocuautla fueron a encerrarse en el templo y ahí quedaron sepultados. Un padre corría en Ahuacatlán buscando deseperadamente refugio para su familia y su bebé se le escurrió de los brazos. El crío cayó por un despeñadero.

Y así siguen: decenas de pueblos desaparecieron bajo el lodo, cientos de campesinos emigran al municipio más cercano para comer. Una mujer totonaca sólo salvó un paraguas. Un niño duerme en un albergue y ha preguntado por sus padres y tíos que no sabe que están muertos. Un grupo de indígenas que llevaba abastos desde Zacapoaxtla fue asaltado a medio camino; uno de ellos murió a machetazos. En Tepango de Rodríguez, en el segundo viaje por helicóptero, dos militares tuvieron que bajar a contener a una horda de hambrientos que se golpeaba por quedarse con una despensa.

Miles de hectáres perdidas, muerte, hambre: destrucción de viviendas, escuelas, casas de salud. Así esta el futuro para los hombres y mujeres de la Sierra Norte de Puebla que no recuerdan, “hasta hace como cuarenta años, que fue cuando Dios se enojó tanto”. n

Beatriz Gutiérrez Mueller. Periodista. Reportera del noticiero de radio poblano Revista 105.

DATOS PARA EL DILUVIO

• La sierra de Puebla se divide en dos zonas: sierra norte y sierra nororiental.

• Las ciudades más importantes de la sierra norte: Huauchinango, Zacatlán y Chignahuapan.

• Las ciudades más importantes de la sierra nororiental: Zacapoaxtla, Cuetzalan del Progreso. Teziutlán y Tlatlauquitepec.

• Número de habitantes en la región serrana: 1,016,071.

• Número de municipios: 63.

• Municipios de “alta” o “muy alta” marginalidad: 90%.

• Población indígena: 30%.

• Grupos indígenas: totonacos y nahoas, fundamentalmente.

• Número de localidades: 2,493.

• Localidades de menos de mil habitantes en la sierra nororiental: 90%.

• Localidades de menos de mil habitantes en la sierra norte: 80%.

• Población sin agua en la sierra: 33%.

• Población sin drenaje: 62%.

• Población sin electricidad: 19%.

• Analfabetismo: 28%.

• Médicos por cada cien mil habitantes: 51.3

Fuente: Plan Estatal de Desarrollo 1999-2005

Compartir

Sobre el autor

Beatriz Gutiérrez Müller

Beatriz Gutiérrez Müller , Doctora en Historia, es novelista y periodista. Entre sus libros están Larga vida al Sol (2011) y Viejo siglo nuevo (Planeta 2012).