Para entender el genocidio de la conquista de México/Emma Yanes reseña a Luis Barjau

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Mundo Nuestro. El jueves 27 de octubre, en la Biblioteca La Fragua (5 pm) se presenta el libro Voluntad e infortunio en la conquista de México (INAH-Ediciones El Tucán de Virginia, 2015), del historiador Luis Barjau. Esta reseña de la Doctora Emma Yanes Rizo, quien participará en el evento, nos ofrece una perspectiva de los alcances del libro en su propósito de comprensión del genocidio con el que dio inicio la historia de lo que hoy llamamos México. (La pintura que ilustra este texto es de Leandro Izaguirre, realizado en 1892, y se exhibe en el Museo Nacional de Arte.



En este libro, Luis Barjau de manera crítica desglosa cómo el ya muy conocido tema de la conquista suele verse en la historia oficial, y en la historiografía en general desde por lo menos el siglo XIX, con la lente cultural, moral y sociopolítica del presente, que salvo algunas excepciones suele dejar atrás el horror que fue; en ese sentido coloca a la conquista en la historia nacional como un período difícil pero aceptable, ya que dio origen al pueblo mestizo que somos, a pesar de que sataniza a dos personajes fundamentales de dicha historia: la Malinche y el pueblo tlaxcalteca. La primera por ser la concubina y traductora de Hernán Cortés, el segundo por su alianza con los españoles contra los mexicas.

Por su parte, para explicar tan complejo fenómeno Luis Barjau, como corresponde a todo historiador serio, busca entender ese periodo histórico, partiendo de los antecedes del hecho de la toma de Tenochtitlán, tanto en lo que llamamos México prehispánico, como el de la España de entonces, desde el punto de vista de la mentalidad de la época en uno y otro lado del océano, claro está que hasta donde las fuentes documentales se lo permiten. En ese sentido, aclara Barjau, la conquista no fue un encuentro entre dos pueblos que dio origen posteriormente a una gran nación, sino un genocidio prolongado que arrebató a ciertos grupos indígenas no sólo su territorio, también su religión, sus tradiciones y costumbres, su modo de producción y su organización sociopolítica, de la que los españoles conservaron, sin embargo, aquéllos elementos que les parecieron útiles para ejercer a mediano plazo el completo dominio sobre sus dispersos oponentes. Así como a su vez los indígenas lograron que sobrevivieran algunos de sus dioses (incluso hasta la actualidad), en el sincretismo con las propias imágenes o santos españoles.



Desde el punto de vista del autor, el genocidio de la conquista encontró el pretexto ideológico perfecto en la idolatría y los sacrificios humanos a los dioses, generalizándolos hasta la saciedad y no mostrándolos como lo que realmente eran: un acto ritual con funciones específicas. La religión católica, autoritaria y proselitista, debía por lo tanto imponerse a toda costa (no olvidemos que estamos en la época de la persecución y expulsión de España de moros y judíos) para “salvar” a las almas impías, ya fuera por el camino de la reconversión o el del castigo. Pero al mismo tiempo, al dotar de alma a los indígenas, lejos de buscar esclavizarlos en el sentido estricto del término, como ocurrió por ejemplo en Cuba y Santo Domingo, ahora, bajo la iniciativa de Hernán Cortés, se buscaron alianzas con algunos pueblos y caciques indígenas a través de los lazos matrimoniales, lo que señala el autor como una particularidad de la conquista de México.

A pesar de que la conquista fue un acontecimiento social en el que intervinieron muchos factores, Luis Barjau destaca al igual que otros autores, pero desde un punto de vista distinto, a Hernán Cortés y a La Malinche, como dos figuras emblemáticas. El primero porque supo tanto compilar y analizar con cuidado la información existente (llega la isla de Cuba a los 19 años y a Yucatán a los 33 años), como por tener la capacidad de entender que el nuevo continente no era una nación, sino que estaba conformado con grupos de indígenas dispersos, algunos más desarrollados que otros, pero que contaban sin embargo con religión, ciudades, una jerarquía social y desarrollo comercial; y que estaban enfrentados entre sí las más de las veces por conflictos en torno a los tributos, que era la forma de pago en especie de los vencidos hacia los vencedores. Antes de hacerse a la mar rumbo a Yucatán, Cortés sabía ya del factor sorpresa que implicó para los indígenas el arribo de los españoles con sus caballos al nuevo continente, ya que mientras los fuereños provenían de un mundo en contacto con otros pueblos europeos, e incluso con Asia y África, los indígenas en cambio no habían imaginado que hubiera nada más allá del mar, mucho menos seres humanos que parecían ser uno sólo con el animal de cuatro patas que montaban.



Del Lienzo de Tlaxcala, Siglo XVI

La Malinche por su parte, gracias a su habilidad como traductora, pasó de ser una simple esclava, a la señora de un hombre que no sólo la supo acoger, también la dotó del poder suficiente como negociar con otros pueblos el apoyo a los indígenas a los hispanos, o en su defecto para atacarlos conociendo sus debilidades, dioses y costumbres. Pueblos que en esa etapa de ninguna manera se sentían parte de una sola nación, de una sola raza. La conversión al catolicismo, por su parte, tampoco fue del todo complicada, porque para los indígenas, comenta Barjau, la adopción de uno u otro dios dependía básicamente de las circunstancias y era una práctica común, cambiar de uno a otro dios según los favores que requerían de los tan temidos fenómenos naturales. El que en el cristianismo no existieran los sacrificios humanos, por esporádicos que éstos fueran en el mundo indígena, hipotéticamente, comenta Barjau, pudo inclinar la balanza de los indígenas a favor de esa religión.

Finalmente, Luis Barjau analiza como un antecedente fundamental que permitió el hecho de la conquista de Tenochtilán la merma de la población indígena debido a las enfermedades traídas por los españoles, ante las cuales los indígenas no poseían defensa alguna y en las que creía provenían como castigo de los dioses. El mismo año en que arribó Cortés al ahora México, en 1519, indica Barjau, la viruela mató a ocho millones de indígenas. Por su parte, algunos especialistas indican que hasta antes de la llegada de los españoles, la población autóctona ascendía a veintidós millones de personas; a finales del siglo XVI, debido a las epidemias, las guerras y los trabajos forzados, quedaban dos millones de indígenas, que de cualquier manera y a lo largo de la historia han seguido siendo grupos marginales, a pesar de que nos vanagloriemos de ser una nación mestiza y que convenientemente, como rescate de una cultura mutilada, nos llamemos México.

Si el hecho de la conquista nos convirtió con el tiempo en una nación, eso es una historia aparte, una invención primero de la propia España que quiso replicar su nombre y grandeza de este lado del océano. Y después en el siglo XIX de los criollos y mestizos, los hijos rebeldes que quisieron buscar sus orígenes en el mito fundacional mexica.

Quiero comentar por último que en esta historia de invención de la patria, motivo quizás de otro libro, habrá que analizar también el impacto de la conquista en la propia España como un elemento fundamental para su conformación en un solo reino; ya que como sabemos el siglo XVI español fue en una etapa de diferencias, conflictos y guerras internas y externas en el que quizás,+ la conquista de México, con sus recursos naturales y minerales, además de fuerza de trabajo, actuó como un factor de unidad y expansión de un nuevo imperio.

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Sobre el autor

Emma Yanes Rizo

Historiadora, escritora y ceramista, tiene un Doctorado en Historia del Arte por la UNAM y es investigadora en la Dirección de Estudios Históricos del INAH.