Un elefante en la próxima oficina presidencial Destacado

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(Ilustración de Jonathan Rosas, tomada de Revista Nexos)

El debate del pasado domingo 20 no modificará sustancialmente las preferencias electorales, según lo han destacado diversos analistas y medios de comunicación. El candidato que encabeza las encuestas lo seguirá haciendo con variaciones menores. Tanto Anaya como Meade y Rodríguez pensaron que la mejor estrategia sería la descalificación y el insulto. De esta manera, lo que parecía un ejercicio más interesante en su primera parte decayó en la segunda por el intercambio de agresiones sin mayor sentido ni interés para los electores.

Los temas a discusión, particularmente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), los migrantes y la relación con el presidente de Estados Unidos son cuestiones de urgente y gran trascendencia para el futuro inmediato del país. Después del problema de la violencia probablemente no hay otro de la misma importancia. La relación con nuestro vecino pasa por un momento particularmente crítico en el que predomina una gran incertidumbre. Y ello se debe a la existencia de varios actores y a la división de opiniones e intereses en casi todos los temas involucrados.



Tomemos el caso de la renegociación del Tratado. En estos momentos, las pláticas están suspendidas y nadie sabe si van a continuar y bajo qué condiciones. Después de que el líder del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, Paul Ryan, pusiera una fecha fatal para concluir la revisión del acuerdo comercial, misma que no se cumplió, las opciones posible son tres: una, que las conversaciones se reanuden y se llegue a un acuerdo a principios de junio; dos, que reinicien después de julio una vez que se hayan conocido los resultados de las elecciones mexicanas; y tres, que de plano se vayan hasta el próximo año, con posterioridad a los comicios de noviembre en Estados Unidos. El problema es que, en los dos últimos casos, el presidente Trump pudiera decidir súbitamente retirarse unilateralmente del Acuerdo y con ello provocar un shock económico que impactaría sobre todo a nuestro país. Muchos analistas piensan que eso no va a suceder, pero tampoco pueden afirmar cuál escenario es el más viable. Es decir, hay un consenso: lo más seguro es que quién sabe…

Y es que la negociación está atorada no sólo por las próximas elecciones en ambos países sino también por la división dentro del Partido Republicano; entre éste y el Partido Demócrata; entre los sindicatos y el movimiento progresista frente a los republicanos más conservadores; entre las grandes corporaciones exportadoras y Trump; entre la posición de Canadá y la del gobierno de México con la de Trump; y hasta entre el representante del presidente, Lightheizer y su jefe. Cada actor tiene diferentes opiniones sobre temas importantes, lo que ha impedido un acuerdo. Éstos son, según el jefe de la representación de Washington, los siguientes:

Propiedad intelectual –acceso y restricciones al comercio de productos agrícolas-energía-las reglas que tienen que ver con los asuntos laborales y el origen de los insumos sobre todo en la industria automotriz-el ISDS, es decir, el mecanismo de solución de controversias entre los países que forman el TLCAN-la cláusula “sunset” (que lo revisaría cada cinco años). “Y mucho más” (sic).

Mnuchin, el secretario del Tesoro de EU, señaló apenas el domingo que las negociaciones podrían irse hasta el próximo año pero al otro día, para arrojar más dudas sobre el asunto, dijo que podría considerarse también una revisión “flaca” y rápida que no tuviera que pasar por el Congreso. Si Trump confirma el primer escenario todos podremos tomar un respiro por unos meses. Mientras, se verá que ocurre en las elecciones de ambos países y los mercados financieros se tranquilizarán dejando de sacudir el peso, el cual recuperará algunos puntos de su valor frente al dólar. Se verá también que la verdadera causa de la inestabilidad de hace unos días provenía de la mesa del TLCAN y no de la posible elección de López Obrador. El gobierno de Peña Nieto quedaría prácticamente fuera de la negociación y tocará al presidente electo tomar del rumbo de un proceso que se ha vuelto un “scramble” como lo llamó el Financial Times. Más exactamente, un desmadre.

Si en cambio EU se decidiera por una revisión light, y los otros dos países lo aceptaran, el resultado sería probablemente adverso para México, aunque también retornaría la calma en las transacciones financieras.



En el debate del domingo todos los candidatos hablaron de exigir más respeto a Trump, de un pacto comercial que convenga a México, y de defender a los migrantes, pero no abundaron mucho en todo lo que esto significa. Quizás AMLO fue más específico al afirmar tres cuestiones básicas: que está de acuerdo en aumentar los salarios; que pondrá el tema de los migrantes en la discusión del Tratado; y que México tendrá que fortalecer la economía interna para depender menos de Estados Unidos.

En lo que se refiere a los salarios, se ha dicho que la propuesta de Lighthizer consiste en que al menos un 45% del valor de un auto armado en México debe ser producido por trabajadores que ganen 16 dólares por hora, es decir aproximadamente 2 mil 400 pesos diarios, 72 mil pesos al mes. Está muy bien coincidir en un aumento de los salarios, pero esta cantidad parece muy complicada de lograr por lo menos en el corto plazo. ¿Cuál podría o debería ser la posición exacta de los negociadores mexicanos del próximo presidente electo en torno a esta cifra?

Hay que decir que incluso si México aceptara algo parecido, eso no significaría que el asunto está resuelto pues la mayoría de los congresistas republicanos y probablemente otra, quizás minoritaria, de los demócratas, no estarían de acuerdo y votarían en contra. Trump mismo podría cambiar de parecer, pues no sería sorprendente que esté usando el tema salarial como pieza de cambio para obtener otras concesiones.



Por otro lado, meter el asunto de los migrantes centroamericanos y mexicanos en la agenda de un nuevo TLCAN puede sonar interesante, pero Trump mismo lo ha considerado, pensando que puede favorecerlo. Sin duda, haría más compleja una negociación ya muy enredada y podría elevar la presión para que México contenga el tránsito de personas que vienen de Centroamérica y de nuestro propio territorio. Aun así, el futuro gobierno de AMLO no puede descartar esta opción. Discutir el tema de los migrantes fuera de la mesa del Tratado parece también poco recomendable, pues no sería tomada en serio. Dejar las cosas como están no arreglaría nada y empeoraría la situación. ¿Qué hacer entonces, además de convertir los consulados en “algo así como” (¿?) procuradurías de defensa de los migrantes? Hasta donde se puede ver, el posible cambio en la correlación de fuerzas en el Congreso estadunidense después de noviembre podría ayudar a encontrar una salida. Pero si los candidatos del Partido Republicano vuelven a ganar, el próximo gobierno mexicano tendrá que hacer uso de una gran imaginación para administrar un conflicto muy grave y sin márgenes de solución a la mano.

Sobre el cambio de rumbo económico y fortalecer la producción y el mercado interno, debe subrayarse que se trata de una transformación que sólo puede lograrse en el mediano-largo plazo. Y que requeriría de medidas profundas como el aumento sustancial de la inversión pública, planes regionales, mejoras salariales y laborales generalizadas y creo que, necesariamente, una reforma fiscal, cosa que AMLO y su equipo han rechazado.

En este mar de confusión, no se puede descartar que el próximo presidente de México encuentre un asunto irresuelto, el TLCAN, tan grande como un elefante, sentado en su despacho. Por lo pronto, los candidatos le han dado la vuelta, viéndolo de lejos y tratando de no tropezarse con él discursivamente. Después del 1º de julio, al presidente electo le quedará claro que un animal de esa talla no puede ignorarse ni echarse por la ventana. Tendrá que encontrar una solución para sacarlo de ahí, y dedicarse, con menos presiones, a otros asuntos tan graves como parar la violencia que nos horroriza todos los días.

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Sobre el autor

Saúl Escobar Toledo

Saúl Escobar Toledo es historiador en la Dirección de Estudios Históricos del INAH. Sindicalismo, salarios, empleo y partidos políticos en México en el siglo XX son las áreas de su investigación. Entre sus publicaciones están Los Trabajadores en el siglo XX. Sindicatos, estado y sociedad en México (1907 – 2002) Ed. UNAM, 2006; “Las batallas en el desierto: los trabajadores mexicanos 1980-2000”. Colección Claves de la Historia del siglo XX. Ed. INAH, 2010 y  “Las reformas a la Ley Federal del Trabajo: una perspectiva histórica” en Las reformas estructurales en México (en prensa). Editorial Ítaca, 2015.