Poliana: La pintura como acto de libertad
Emma Yanes Rizo
Desde hace varios años el pintor José Lazcarro, por iniciativa propia, se acercó a la cárcel de san Miguel con la propuesta de realizar un taller para presos y presas y así ayudarles a salvar su alma. Para sorpresa del propio Pepe a la propuesta respondieron un nutrido grupo de convictos de ambos géneros con el entusiasmo y la curiosidad de acercarse al arte. Así, Lazcarro, sin temor alguno, les mostró durante cuatro años, cada miércoles, cómo hacer los primeros trazos, cómo borrar figuras y empezar de nuevo, el manejo del color, pero sobre todo los animó a alejarse del miedo de expresar sus propios sentimientos en modestas hojas de papel o en el lienzo como un camino para conocerse a sí mismos, encontrar acaso el propio perdón.
Nunca ha preguntado ni sabe José Lazcarro si los hombres y mujeres a los que vistita en la cárcel son culpables o no. Considera simplemente que todo ser humano sin oportunidades o con fragilidad emocional puede, en cualquier momento, dar un paso hacia el horror, quizás en defensa contra sus propios demonios.
Las imágenes, de las que hemos hecho una pequeña selección, hablan por sí mismas: un ciclista que desde su celda imagina un camino al que no puede acceder, a su bicicleta le falta la rueda delantera y pedalea sin sentido; un hombre de mirada triste tras las rejas; una muchacha finamente ataviada con una flor en el cabello y las uñas pintadas lista para la fiesta, pero con las manos esposadas; o un cuadro surrealista de un muchacho que se mira en tres dimensiones, en una de las cuales habla con su propio cerebro.
La exposición Poliana retoma el nombre de un juego de mesa ideado por los presos políticos de 1968 en Lecumberri, con el reto en el tablero de lograr salir del terrorífico Palacio Negro.
La exposición presenta para sus visitantes tres textos que acompañan al trabajo de los artistas adiestrados por el Maestro Pepe Lazcarro, que aquí presentamos. Sus autores, Chen-Li Chilian, Fritz Glockner y Alejandro Eziquio Bernardino, este último, con un poema. Se inauguró en el Museo de Arte Virreinal este 19 de septiembre, para conmemorar simbólicamente el 34 aniversario del terremoto de 1985, cuando los mexicanos mostraron su solidaridad los unos con los otros, sin importar a quién se tendía la mano, y concluirá el 10 de diciembre, fecha de la conmemoración 71 de la aprobación en la ONU de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Imperdible
Poliana, el arte de la fuga
Sheng-li Chilián
Poliana es un recorrido impulsado por el anhelo de libertad, con un poco de estrategia, un toque de suerte y un espíritu lúdico que se mantiene aún en las circunstancias más hostiles.
Bajo la guía del maestro Lazcarro como una suerte de Virgilio, Poliana es el descenso al infierno de uno mismo, ese lugar donde habitan el miedo, la soledad, la incertidumbre, la tristeza, la rabia, la impotencia. Un camino que incluye el trabajo con el cuerpo, los ojos, las manos, acompañado de una nueva conciencia de sí y del otro. Una senda que ha de andarse y desandarse mientras uno se transforma al transformar la materia con que se juega.
En el diálogo con la academia, el trabajo de los internos evidencia un reconocimiento de sí a través de la memoria y el diálogo con el otro; el sueño de la libertad convertido en una cotidianidad imaginada; una renovada conciencia del entorno, sus paisajes y vicisitudes; muchas emociones en tensión, jovialidad y derrota, pero sin resentimiento ni melancolía, que se asoman a través de trazos al mismo tiempo expresionistas y naíf, un uso del color que abreva de la cultura popular y mantiene vínculos profundos con el recuerdo familiar.
¿Qué es lo que aquí entra en juego? El papel del arte en la vida, su efecto en una humanización de las personas, su función social; la visibilización de aquello que sucede allende los muros de la cárcel, ese sitio que marca el límite de la justica en el imaginario colectivo, la vida que ahí persiste; la imperiosa necesidad de mirarnos como individuos y como instituciones, y reconocernos para retejernos, reconectarnos, colaborar y ejercer nuestra libertad con responsabilidad.
Simbólicamente, el inicio de la exposición coincide con el 34 aniversario del terremoto de 1985, evento que cimbró las estructuras y sacó a flote la fraternidad soterrada de los mexicanos. Además, otra fecha significativa, el día 10 de diciembre, coincide con la conmemoración 71 de la aprobación de la ONU de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual pone a la dignidad humana como el valor esencial para la construcción de una sociedad justa.
Y en la construcción de esa dignidad, el arte, con su disciplina y algarabía, es el agente transformador.
Aire de libertad
Fritz Glockner
Atraparon su libertad luego de andar persiguiendo sus sueños; fueron varias decenas de jóvenes quienes de pronto se vieron como huéspedes del llamado “Palacio de Lecumberri”. Han transcurrido ya cinco décadas desde que el tedio se apoderó de ellos, quienes exigieron lo imposible; las lecturas y los círculos de estudio proliferaron y consumieron parte de su existencia en cautiverio; las manualidades les ofrecieron algunos billetes para aminorar carencias: pulseras de chaquira, monedas talladas con efigies del Che Guevara, o de flores y figuras atractiva; de pronto, frente al hastío, los juegos de mesa: cartas en todas sus variaciones, dominó, ajedrez, damas chinas e inglesas, hasta que alguno empezó a diseñar la estructura carcelaria, con los pasillos largos de las crujías, la torre panóptica en su centro, los apandos como sitios de castigo. Se habrán preguntado “¿y si jugamos a salir de aquí?”
Actualmente existen diversas versiones sobre el origen del juego. Hay quienes aseguran que fue un norteamericano recluido quien trajo a México la idea, basada en la novela Pollyanna, otros se lo adjudican a narcos colombianos. La propia acta de nacimiento se debate entre Lecumberri o el penal de Santa Martha; para el año 1974, cuando mi padre se encontraba convidado a permanecer dentro de las paredes de ese infierno, la Poliana ya era la novedad para acudir a la distracción.
Más allá de la inexactitud histórica o de las versiones y leyendas, la Poliana es un invento de los presos políticos de México. Popularizado en la crujía “M” de Lecumberri, el diseño del tablero semeja un mapa del “Palacio Negro”: ahí se actualizaron sus reglas, se fabricaron con madera, sirvió como distractor ante la rutina… Más allá del escenario del horror, el juego de mesa les permitió estrellar las costumbres, alcanzar otros alientos, eludir el dolor del castigo, suponer que la libertad quedaba a pocos pasos.
Hoy por hoy la Poliana es un juego para continuar con la imaginación y la protesta detrás de los muros, un medio para dirigir la alegría, una manera de olfatear la libertad.
Poema carcelario
Alejandro Eziquio Bernardino
Se necesita
Cerrar los ojos y viajar
Más allá de las fronteras
Más allá del horizonte
Más allá de estás frías rejas
De estas mudas paredes
De ilusiones, de sueños truncados
De lágrimas agotadas, de voces silenciadas
Por el seguro de la puerta
Más allá de una realidad incierta
Y sólo se necesita cerrar los ojos
Como si en ello se acabara todo
Uno se volviera invisible.
Se necesita cerrar los ojos
Y creer en lo más hondo de tu ser
En lo profundo del alma, creer que
Aún se puede ser, lo que uno siempre
Ha querido y cada día ser mejor en todo
Y el primero en ser
El más humilde.