Férrea memoria: El Río Grande, donde la vida persiste Destacado

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Para doña Petra Rodríguez Silva, por sus 95 años de fructífera vida

Hueyapan, el lugar del Río Grande (eso significa el nombre náhuatl en español), es también el sitio de las tejedoras, de las bordadoras, de las retratistas de la Naturaleza.



8 de agosto en la Sierra Norte de Puebla. Para celebrar a su santa patrona, Filomena (“la amante del canto” o de la música), en Hueyapan se organizó la feria, planeada para cuatro días de exposición y venta de artesanías, de gastronomía, de música, baile y huapango.

Pero descolló un hecho inédito en este sitio (¿y en cuántos del mundo?): se buscó a la Reina de la Feria entre tres mujeres mayores de sesenta años de edad.



Las candidatas hicieron un recorrido en un carro alegórico por la cabecera municipal para que los jueces las observaran y, después, las escucharan disertar en náhuatl sobre tres temas, ya en el escenario principal de la feria: la cultura tradicional de Hueyapan, su gastronomía y las artesanías que le han dado prestigio en México.

Lejos de las lluvias de este verano, aunque con el bochorno propio de una región donde si hay algo en abundancia es agua, las tres candidatas a reina, vestidas de la forma tradicional que la moda occidental desde hace más de quinientos años no ha podido desterrar, se mostraron al público.



Hueynana, como se dice en náhuatl abuela, es cada una de las mujeres que participaron para ser reina en la feria hueyapanense: doña Rosa Guadalupe Martínez Hernández, de 72 años de edad, artesana independiente, pues no pertenece a organización alguna, lo mismo que María Filomena Lucas, de 78 años de edad; y Florentina Nicolás Lucas, de 64 años de edad, ésta sí de un grupo: tlamachicíhuatl.

Incluso para los habitantes de este municipio, que ahora visten a sus niños con ropas estampadas con figuras de superhéroes gringos (de los de Disney a los de Avengers), la eclosión de colorido de cada carro alegórico no pudo pasar desapercibido: con los colores, las formas, la flora y fauna de la Sierra; con ellos, una forma de contar cómo es el mundo, cómo el universo.

La imagen puede contener: 13 personas, personas sentadas y comida

Foto de Teziutlán en Línea Regional.

María Filomena Lucas, moliendo masa sobre un metate, como lo hicieron su madre y su abuela, y las abuelas de éstas, rodeada de comida (tamales, tortillas, atole) mostró la gastronomía de Hueyapan.

Rosa Guadalupe Hernández, en una especia de “casa rodante”, con dos jóvenes novios que sostenían un “niño” hecho con pan, tuvo como motivo las tradiciones de Hueyapan: todo dentro de su escenario era lo que se ocupa para vivir en este sitio.

Florentina Nicolás, con el motivo de las artesanías hueyapanenses mostró trajes femeninos que, completos pueden costar doce mil pesos o más; textiles con una poquísima o nula influencia occidental, y las plantas de donde obtienen desde hace cientos de años sus tintes.

Los equipos de apoyo a cada una de las candidatas iban y venían: tomaban fotos y hacían videos con sus teléfonos; preguntaba qué faltaba, qué había que mostrar más a los jueces que, ojo avizor, no perdían detalle de lo propuesto.

Niñas (cihuapilmeh) vestidas como sus abuelas (hueynanameh); chamaquitos, escuincles (pillimeh) ataviados como lo hicieron hasta hace poco sus hueytatameh, sus abuelos: con calzón y camisa de manta blanca, huaraches, sombrero y una bolsa de ixtle, cuyo lazo se cruzan al pecho como una canana.

Los hombres (macehual) que veían a las candidatas en sus carros alegóricos, y antes de que ellas pasaran a comer con autoridades e invitados, bailaron la Xochipitzahua, tocada con guitarra, contrabajo y violín, cantada en náhuatl, ataviados con collares de pan engarzados y flores en las manos.

Igualmente ataviadas bailaron posteriormente las mujeres; ambos grupos fueron convidados a tomarse un trago de aguardiente de caña cuyo olor se expandía entre los pasos de baile ceremonial.

Los jueces (dos hombres, dos mujeres, profesores la mayoría), anotaban, escrutaban, atendían cada detalle de los carros alegóricos y de las candidatas, esperando oírlas disertar, en náhuatl sobre cada uno de los temas que sirvieron para adornar sus vehículos.

Candidatas, autoridades e invitados especiales pasaron al salón de Cabildo del Ayuntamiento a comer. Los lugares principales fueron ocupados por las tres ancianas en busca del reinado de un año (hueynanameh; en náhuatl no existe el eufemismo políticamente correcto de “adultas mayores”).

De ahí todos pasaron a la plaza del municipio convertida en “Teatro del pueblo” gracias a un alto, fortificado y amplio enlonado donde lo mismo actuaría el comediante Teo González, que tocaría el grupo elefante, y Cuisillos animaría el gran baile principal.

La imagen puede contener: 1 persona, de pie

La imagen puede contener: 1 persona, de pie y en el escenario

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Desde el escenario, donde se proyectaron los estudios fotográficos profesionales que se les hicieron a las candidatas, éstas hablaron en su idioma, con algunas, pocas palabras en español, sobre su cultura tradicional, su gastronomía y su artesanía.

Los monolingües, quienes no hablan o entienden el idioma mexicano más hablado en el país, sólo escucharon la musicalidad y suavidad de una lengua florida, que parecía reproducir las flores del propio escenario y del entorno hueyapanense.

Aun cuando en la cultura náhuatl no existen las porras (de origen árabe, así traídas a América: Alá—bio, Alá—bao…), cada candidata llevaba su grupo de apoyo que gritaba sus nombres y aplaudió sus participaciones, portando cartulinas coloridas con los apelativos de cada una de ellas.

Los jueces no se distraían mientras mujeres anfitrionas repartían entre ellos, los invitados especiales y las autoridades pinole y dulce de calabaza y de yuca.

No llovió: la balanza de los jueces se inclinó por doña Florentina Nicolás Lucas, de 64 años de edad, quien resultó la Reina de la Feria.

La imagen puede contener: 4 personas, personas sonriendo, personas en el escenario y personas de pie

Pude parecer increíble, pero no se trató de una competencia. No se trató de humillar a la contrincante ni de demostrar ser más que la otra: era tanta la cordialidad entre las tres candidatas a reina, que quienes no resultaron elegidas no estaban afligidas ni mostraban envidia o frustración.

Tanto la nueva reina, la abuela, hueynana Florentina como sus dos acompañantes en el escenario, lucían floridos y magníficos chales, tal vez bordados por ellas mismas. Tal vez en uno de ellos, tal vez en las tres prensas está el “Árbol de la vida inclinado” del que habla la maestra bordadora Teresa Lino: aquél que indica nuestro nacimiento, nuestro paso por la vida, la muerte y la continuidad de la vida en forma de espíritus.

La feria, el encuentro, a final de cuentas mostró que aquí la vida sí que persiste.

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Sobre el autor

Moisés Ramos Rodríguez

Moisés Ramos Rodríquez, poeta, cronista, reportero y crítico cultural. Toda una personalidad del periodismo poblano. Su programa radiofónico Tiempos oscuros, ha marcado un sendero por su calidad y estilo en la crónica policiaca en Puebla. Entre sus libros el mas reciente Raíz de luz (BUAP, 2014). Actualmente escribe en Milenio Puebla y colabora en Radio BUAP.