Mundo Nuestro. Inauguramos en nuestra revista las crónicas de cocina poblana Del fogón a la boca, escritas por el anticuario poblano, experto en arte popular, Antonio Ramírez Priesca. Mirar la ciudad a través de la comida. Saborearla y aprender con ella a conocer la historia que la contiene. Por la historia y por nuestra comida, valorar la extraordinaria ciudad en la que vivimos. Mirarla desde un cuadro de Arrieta. Saborearla con una torta de tamal de rajas en el puesto de fritangas en el parque de Santa Inés. Tal es la propuesta de este cronista de la ciudad que nos la cuenta desde los fogones que arden en todos sus rincones.
Publicadas originalmente en el portal urbanopuebla, las crónicas de Antonio Ramírez Priesca serán reproducidas semanalmente aquí con su autorización.
Podemos ir caminando por la calle, consultando nuestros mensajes y correos, que ese olor llega y activa esos recuerdos que nos obligan a regresar y pensar: ¿Qué comeré hoy?
Comer en Puebla significa mucho más que satisfacer la necesidad biológica de alimentarse, más hoy en día.
Pensamos en comer y en lo que vamos a comer, casi para cualquier reunión o actividad: ‘de ida a la chamba, ahí en el parque de Santa Inés, con la seño María Luisa, ¡una torta con tamal de rajas, está buenísima!
Si vamos a ver los cuates, vamos a los tacos árabes, ¿antes o después?
'¿O de plano compramos todo y aquí organizamos algo?'
Y poco nos ponemos a pensar, de donde nos viene ese ancestral antojo por la comida.
Sobre todo, el exacto sabor y sazón que guardamos en algún lugar de la mente y que brinca a la menor provocación: cuando nos llega un olor a cebolla recién picada, a chile tostándose, o al chirriar de la tortilla al entrar a la manteca caliente.
Podemos ir caminando por la calle, consultando nuestros mensajes y correos, y ese olor llega y activa esos recuerdos que nos obligan a regresar y pensar: ¿Qué comeré hoy?
Y todo empezó hace mucho, incluso antes de que se fundara Puebla.
En este Valle de Cuetlaxcoapan, entre dos ríos, hoy semi desaparecidos, había pocos habitantes, porque cerca habían señoríos importantes, verdaderas Ciudades. Pero aquí, había milpa, es decir, campos cultivados de maíz, y entre ellos, chiles, calabazas, frijol y muchos quelites o hierbas comestibles. E insectos, conejos y aves, que complementaban la dieta.
Y esas dietas prehispánicas de este Valle, tenían muchos siglos de aprendizaje, y la sapiencia de ellas, residía y, aún lo hace, en las mujeres. Ellas quedaban en casa, aprendían a recolectar, a distinguir lo que era sabroso y comestible, aquello que se podía almacenar y servir en tiempos de carestía; a combinarlo, a mezclarlo, a cocerlo, en fin, a prepararlo.
La experiencia era enseñada, heredada y muy valorada por la comunidad.
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#tipdeldia: Torta de tamal de rajas, Seño María Luisa, Parque Sta Inés, 3 Sur y 9 Pte, Centro, tempranito.