Autorretrato de un joven documentalista poblano Destacado

Compartir

Mundo Nuestro. Estudiante del Colegio de Geografía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Gerardo Romero Bartolo es un joven documentalista poblano que ha realizado el documental Sierra Norte de Puebla: geografía del despojo como parte de su tesis “Megaproyectos, despojo y resistencia: el caso de la Sierra Norte de Puebla como territorio estratégico es disputa”. Le hemos pedido una semblaza para presentar en nuestra revista su trabajo, y este es su autorretrato:

Nací el 21 de enero de 1994 en San Salvador el Seco (Puebla) en los días del alzamiento zapatista, insurrección india que marcaría un antes y un después en la historia de México. Nací en una familia campesina y católica de origen muy humilde, hijo de Felipe Romero Pérez y Petra Bartolo Roque. Mi infancia fue muy peculiar, estuvo marcada fundamentalmente por la alternancia entre el juego, la escuela y el trabajo. Aquellos días estuvieron marcado por el balón, la cuerda, las canicas, los hoyitos, las atrapadas, las escondidillas, el avioncito y la cebolla. Sin embargo no todo era juego, los sábados eran días casi obligatorios de trabajo familiar, de ir al campo a trabajar la milpa o la cantera. Fue ahí donde aprendí a trabajar la tierra y la cantera, a sembrar el maíz, desyerbarlo, labrarlo y cosecharlo. Asimismo aprendí a sacar y “trozar” la piedra para molcajetes, metates y demás figuras hoy llamadas “artesanías”. Ni el juego ni el trabajo impidieron las buenas notas escolares.

Desde la infancia he tenido una extraña capacidad para conjugar el juego, el trabajo y la escuela de manera a veces caótica. De mi infancia conservo el ser una persona muy tranquila, dedicada y marginal, nunca fui el centro de las actividades que realizaba, de hecho siempre he pasado mi vida en la marginalidad, atrás del salón, en las ultimas bancas de la Iglesia. Sin embargo esta timidez y marginalidad no me han impedido disfrutar de las cosas más sencillas y cotidianas como el poder disfrutar de un buen café, una plática o una simple caminata. Durante mi niñez era común que durante los aguaceros veraniegos saliera de mi casa a mojarme, arrancaba flores de frijol y las arrojaba al agua que corría por mi calle, para mi eran pequeños barquitos que navegaban por un río. Quizá esta anécdota define en gran parte mi personalidad y mi búsqueda en la vida.



Si algo recuerdo de mi infancia es el jugar con las cañas de las milpas, el darle de comer a las vacas y caballos, los domingos en la Iglesia, el jugar a los carritos con piedras y el ayudar a mis papás en su trabajo. A diferencia de la gran mayoría de compañeros, no crecí en un ambiente de competencia o de disciplina en el estudio, en realidad la escuela siempre ocupó un lugar secundario, lo principal siempre fue el jugar y el trabajar. Mi papá y mamá siempre me inculcaron desde pequeño el respeto por el pobre y las causas justas, por ello desde pequeño me sensibilicé a las problemáticas sociales tan ocultadas por mis profesores durante mi educación básica. En realidad crecí escuchando indirectamente el radio que escuchaba mi papá en el que se hablaba de fraudes electorales, marchas, huelgas, represión social y guerras.

Mi educación básica no fue nada agradable, asistía a clases donde se ensalzaban valores empresariales y nos inculcaban el sentir vergüenza de nuestros orígenes. En la escuela se promovía el inglés, la computación, el aprendizaje memorístico y acrítico, la historia era reducida a una serie de sucesos que había que aprenderse y la geografía consistía en aprenderse capitales. En fin, se nos educaba para ser “exitosos”, “emprendedores” y para avergonzarnos de nuestra historia; nos obligaban a saludar la bandera y asistir uniformados a clases. Esto terminó por provocar un cierto rechazo a ese tipo de educación. Por ello en agosto de 2009 decidí partir hacia Zacapoaxtla a estudiar en un internado.



De 2009 a 2012 estudie en un internado en Zacapoaxtla. El estar lejos de mi casa favoreció que desarrollara nuevas capacidades que de no haber salido nunca las hubiera aprendido. Este periodo se caracterizó por todo menos por el estudio, en realidad lo que más disfrutaba hacer era pintar en un hermoso taller de artes plásticas, ahí pasaba la mayor parte de mi tiempo. Otros tiempos los dedicaba para ir a correr al monte, para practicar la guitarra y para jugar voleibol. Fue en el taller de pintura donde conocí al gran Silvio Rodríguez y a Eduardo Galeano. Mi gran pasión por la pintura y el deporte contrastaba con mi gusto por las clases académicas, en realidad obtenía notas regulares, nada brillantes. Mi nulo interés por las clases siempre contrastó con mi gusto por la pintura, la lectura autónoma y el sudor del deporte. Todo ello siempre realizado a escondidas, por las noches y por las madrugadas. Fue aquí donde conocí grandes amigos y maestros, ahí aprendí a vivir entre chavos como yo y a ser más independiente. Todo ello transcurría lenta y tranquilamente hasta que se acercaba el fin del ciclo escolar y con ello el fin de mi estancia en aquel internado. Fue en ese momento cuando comencé a preguntarme seriamente por mi futuro y por esa razón decidí comenzar a estudiar para ingresar a una universidad pública como la UNAM, Chapingo o la BUAP. Todo esto lo realicé por las noches y las madrugadas encerrado a escondidas en el taller de pintura. Al final logré entrar a la carrera de Geografía en la UNAM.

En agosto de 2012 llegué a la ciudad de México, ciudad totalmente desconocida para mí ya que hasta ese entonces siempre había vivido en los tiempos de la vida rural, muy tranquilos a menudo. Llegué pensando en estudiar los volcanes, los ríos y la naturaleza pero poco a poco fui conociendo más a fondo la geografía y llegó un momento en el que decidí avocarme al estudio de las problemáticas sociales. Mi transcurso en la UNAM ha sido otro parteaguas, un antes y un después. Durante estos cinco años me he dedicado básicamente al estudio sistemático, razón por la cual he logrado sobresalir académicamente y obtener varias becas y diplomas universitarios. Sin embargo mi finalidad nunca han sido las buenas notas, sino más bien la formación crítica y plural. Mi tiempo en la universidad lo he distribuido para el estudio, las carreras, el voleibol, el futbol, los idiomas, el trabajo y las fiestas.



Al llegar a la FFyL-UNAM me llamó mucho la atención la intensa actividad política e intelectual. Mis primeros días estuvieron marcados por asambleas, marchas y círculos de estudio a los que me colaba, todo esto en el contexto del fraude electoral de 2012 y la toma de posesión de EPN. Fue en aquello días donde me incorporé a un pequeño grupo de estudios sobre marxismo en el famoso Auditorio Che Guevara. A partir de ese momento me he dedicado al estudio y a mi formación en el pensamiento crítico. El hecho de estudiar en la FFyL y convivir con compañeros de diferentes carreras me ha llevado a introducirme en la obra de autores muy variados como Bertolt Brecht, Roque Dalton, Karl Marx, Henri Lefebvre, Bolívar Echeverría y Adolfo Sánchez Vázquez. En realidad las lecturas que hago saltan de un lugar a otro, pasando por la filosofía, la geopolítica, la geografía, la literatura y la política, todas ellas alternadas aleatoriamente a veces de manera caótica.

En ese sentido, mi paso por la geografía me ha llevado a alternar mis tiempos de estudio entre la geomorfología, los volcanes y los mapas hasta el estudio de las ciudades, el campo y la cultura. Todos ellos siempre orientados por la generación de un conocimiento que sirva al pueblo, de donde provengo naturalmente. Hoy estoy a unos días de presentar mi examen profesional en la FFyL y estoy un poco emocionado. Mi paso por la FFyL se acerca y ya me preparo para nuevos destinos los cuales aún desconozco. Si del algo me siento orgulloso no es de mi trayectoria universitaria y las buenas notas, sino más bien de mis orígenes, mi historia y mis sueños. Hoy estoy contento de terminar una etapa de formación académica la cual no ha estado guiada por el objetivo de obtener un título universitario y entrar al mercado laboral sino por el convencimiento de que la ciencia y el conocimiento deben estar orientados al pueblo y a los más necesitados, a todos los desposeídos y explotados de los cuales provenimos la mayor parte de la población.

Como decía Marx en la Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel “La crítica no arranca de las cadenas las flores imaginarias para que el hombre soporte las cadenas sin fantasía ni consuelo, sino para que se las sacuda y puedan brotar flores vivas”. Me parece que esa es la labor que hoy debemos asumir hoy ante un escenario de tragedia nacional y civilizatoria.

Mi trabajo de tesis titulado “Megaproyectos, despojo y resistencia: el caso de la Sierra Norte de Puebla como territorio estratégico es disputa” y el video documental “Sierra Norte de Puebla: la geografía del despojo” son parte del trabajo que he venido realizando en mi estancia en la universidad, proceso que siempre ha estado guiado por la crítica de nuestros tiempos y por la posible transformación que debemos hacer entre todos, cada uno desde su trinchera.

Compartir

Sobre el autor

Gerardo Romero Bartolo

Gerardo Romero Bartolo (San Salvador El Seco, Puebla, 1994), es documentalista estudiante del Colegio de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Actualmente desarrolla la tesis “Megaproyectos, despojo y resistencia: el caso de la Sierra Norte de Puebla como territorio estratégico es disputa”, de la que el documental Sierra Norte de Puebla: geografía del despojo es su consecuencia.