Puebla, homenaje y profanación, un breviario para el 5 de mayo Destacado

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Breviario de lectura, 5 de Mayo, 19.00
(La fotografía que ilustra este texto es del fotógrafo poblano Raúl Rodríguez Bautista)
Puebla, homenaje y profanación
Hasta hace unos años, el 5 de Mayo llovía indefectiblemente en Puebla. Al desfile, seguía el combate de flores - una de las más claras expresiones del carácter castizo de la Angelópolis- que casi siempre acababa convertido en un combate de lodo. Hombres y mujeres giraban en sentido contrario sobre la plancha del zócalo para hacerse de las primicias de un futuro amor, hasta que a las rosas y a los claveles siguieron las balas para dar al traste con ese talante provinciano que a la vez resulta tan encantador como abominable para cualquier extraño. Y por alguna otra razón, también dejó de llover. Pese a la liberal piel con la que se pretende investir a la ciudad --Sigüenza, Zaragoza, Serdán o el movimiento estudiantil, ¡Puebla de Zaragoza!-- por sus venas corre aún la impronta del conservadurismo, la reacción y el patrimonialismo. Es más, aquí, las huellas de la inquisicion siguen latiendo: la mitad de la ciudad vive para observar y estigmatizar a la otra mitad, y esta, para protegerse de la indiscreta mirada de la primera, se escuda tras un supuesto recubrimiento de honorabilidad; aunque se niegue, las familias tutelares, sin importar su signo, siguen dominando la vida de la ciudad. La lógica que predomina es la del estamento antes que la de la clase. Lógica de la hidalguía , la de los cristianos viejos, aunque hoy día, los títulos académicos suplan los títulos nobiliarios y los derechos de sangre de hace siglos, sin importar su dudosa procedencia o la mano del príncipe que a cambio de lealtad extiende la dádiva. La vida política en Puebla es pródiga en ejemplos, pero ninguno como el de Moreno Valle, pequeño reyezuelo, dueño de tierras y vidas que perfiló su sucesión como si de una propiedad privada se tratara. O la de la actual presidenta municipal, detrás de cuya imagen - apuntalada hasta con clavos- no hay nada: un semblante.
Confieso que mantengo con Puebla una relación de amor y odio: por momentos me asfixia; por momentos la habito como el lugar que he elegido para morir y todas las consecuencias que se derivan de ello. Puebla me ha dado casi todo y también me quitado mucho. Pese a que prácticamente ya toda mi vida la he vivido aquí, es una ciudad que no logro entender por completo - y no la entiendo por razones distintas a las que llevaron a Kafka a calificar Praga de incomprensible. No entiendo sus ritos cortesanos ni el lenguaje elíptico y eufemístico que la define. Creo que hasta el día que me muera no dejaré de ser un extranjero en estas tierras, un outsider, como soy un extranjero en cualquier lugar del mundo. El exilio acaba por convertirse en un tema ontológico, ni histórico ni político. Será el exilio una especie de iluminación , se preguntaba María Zambrano. El exilio es, al fin y al cabo, una elección . En Teoría - libro que gira en torno al naufragio y a la desterritorialización y es a la vez un diálogo con Virgilio- hay un par de versos que también preguntan “ Cuándo un hombre empieza a ser un extranjero en su propia tierra”. En último caso, me considero un nómada interior como lo fue Pessoa de su propia Lisboa.
Sin embargo, tampoco alguna ciudad me ha provocado la sensación de cobijo, cómo esta, al respirar la piedra húmeda de sus viejos edificios cuando llueve o cuando me asomo a una ventana y contemplo, a lo lejos, la ciudad tras una espesa cortina de niebla. JC

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Sobre el autor

Juan Carlos Canales