Recuperar el lago de Texcoco con o sin aeropuerto Destacado

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Vida y milagros

Pintura de la portadilla: "Vista del Valle de México desde la Sierra de Guadalupe", de José María Velasco.



Se supone que si finalmente se construyera el aeropuerto en Texcoco en parte de lo que fuera un sistema lacustre de aguas combinadas, dulces y salobres, el proyecto incluye retirar parte de las miles de toneladas de escombro que se arrojaron ahí a raíz del sismo de 1985. También se planeaba restaurar los lagos en las tierras que hoy son zona federal, captar el agua de lluvias e instalar 23 plantas de tratamiento, de manera que se puedan tratar las aguas negras de las múltiples urbanizaciones aledañas a lo que fueran los lagos y las que provendrían del aeropuerto. La zona hoy, con o sin aeropuerto, es un lugar contaminado y destrozado desde el punto de vista ambiental, aunque ya se han invertido en su restauración 9 mil millones de pesos.

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A muchos que viajamos con frecuencia a la ciudad de México nos tocó atestiguar el deterioro del lago de agua dulce que fue Chalco, destruido por el clientelismo de quienes se dedicaron a fomentar ahí asentamientos humanos irregulares para satisfacer la demanda de vivienda de quienes trabajaban en el DF. La concentración de enormes inversiones en la ciudad de México, sumadas a la explosión demográfica de los años setentas y ochentas formaron esas ciudades dormitorio en lugares inadecuados y sin ningún ordenamiento. Año con año vemos como se inundan enormes zonas de Chalco, en las colonias que el viejo sistema del PRI propició y que Carlos Salinas regularizó por medio de su programa proselitista llamado Solidaridad. El enorme canal de aguas negras de Chalco se desvía hacia lo que queda de otros lagos.



Yo no voté en la consulta de estos cuatro días porque asumo que no tengo ningún conocimiento para votar a favor de algo que requiere de muchísima información técnica. Sí he leído información acerca de cómo se puede restaurar el sistema lagunar, pero nada más. Irresponsable sería votar a favor o en contra de algo cuyo fondo desconocemos. Hablé con un experto en aves y me dijo que de restaurarse la zona, las aves saben perfectamente qué rutas se vuelven viables para ellas. De hecho, el actual aeropuerto está más cerca de rutas migratorias de lo que estaría el NAICM. Aunque la flora y la vida silvestre de gran parte de lo que queda del sistema lacustre ya está alterada, hay aún mucho por salvar.

Si López Obrador decide no construir ahí el aeropuerto, lo que queda del sistema lacustre puede estar condenado irremediablemente si no se continúa al menos con el proyecto de reconstrucción ambiental incluido en el proyecto del NAICM. Si deciden cancelarlo, la decisión debiera acompañarse del presupuesto para sostener la reconstrucción de lo que queda de lagos y lagunitas en esa zona, entre ellos el Nabor Carrillo, al que este año llegaron aún más de 300 mil aves migratorias. En la zona hay otros 17 cuerpos de agua importantes que seguirán ahí con o sin aeropuerto.

Hace 31 años que yo trabajo en la conservación de una pequeña laguna en Puebla, zona federal, que de acuerdo al Ingeniero hidráulico Cesar Solís, fue parte de un sistema de casi cien pequeñas lagunas al sur oriente de la ciudad. Al quedar dentro de zonas ejidales, todo lo que se construyó alrededor fue irregular, igualito que en Chalco. Se fueron rellenando las lagunitas más pequeñas y encima se construyeron colonias en las que frecuentemente hay inundaciones. La ciudad se tragó a todas las lagunas, excepto a dos. Cuando se inició la recuperación de San Baltazar, que es la laguna a la que yo me refiero, lo que quedaba de vaso regulador eran solo 14 hectáreas rellenadas a medias con escombro y le habían conectado los drenajes de Ciudad Universitaria de Puebla, construida en los años sesenta, y los drenajes de las colonias irregulares. La restauración la hizo el ayuntamiento de Puebla de manera conjunta con nuestro patronato. Aunque es solo una muestra infinitesimal, prueba cómo si es posible restaurar un cuerpo de agua. La intención fue evitar su invasión y paliar las graves inundaciones de aguas negras que ya padecían las colonias aledañas. El lugar es pequeñito, pero a él ha ido regresando la fauna silvestre propia de estos lugares: patos silvestres, tortugas de casquito, y garzas y águilas pescadoras atraídas por los peces que se introdujeron. La laguna se alimenta solo de agua pluvial y conserva el agua todo el año. El suelo tiene una impermeabilización natural que la retiene. Los excedentes de agua de lluvia se van por un vertedero que se conecta a un colector pluvial que derrama en el segundo río más contaminado del país, el Atoyac. Una tristeza ver salir el agua viva para caer en un río tóxico que hoy muchos queremos revivir.

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Mirando una foto aérea de la zona en donde hoy se construye el NAICM, alrededor vemos una enorme extensión baldía que supera en muchas veces lo que ocuparía el aeropuerto. Todo eso, con o sin aeropuerto, debe recuperarse y sanearse. De ninguna manera se debe permitir que eso se invada y se construya.

En la revista Nexos de junio de 2017 se publicó una Breve historia de la desecación de los lagos del Valle de México a lo largo de 5 siglos. Vale la pena leerlo para entender lo que perdimos y lo que aún es rescatable. Solo a cien años de la llegada de los españoles, ya la zona se encontraba perturbada. Doscientos años después, Lucas Alamán propuso delante del Congreso Constituyente de 1824 todo un plan para desecar de manera definitiva el Lago de Texcoco. El objetivo era acabar con las inundaciones. Doscientos años después, su deseo le ha sido casi concedido sin que por eso se deje de inundar la ciudad de México.

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Para terminar, en Wikipedia encontré los siguientes datos: La cuenca lacustre del Valle de México estaba formado por los grandes lagos de Zumpango, Xaltocan, Texcoco, Xochimilco y Chalco con sus sistemas lagunares más pequeños. Un dato raro de estos lagos es que sus aguas eran de carácter distinto: Xochimilco y Chalco eran lagos de agua dulce y los otros tres eran salobres. En el México prehispánico ahí se explotaba la sal. Los tres lagos salobres permanecieron sin invasiones porque no eran aptos para la agricultura; los otros dos, por estar en puntos más bajos, no abastecían de agua a la ciudad y solo servían para la agricultura porque ya los desechos de la ciudad de México se derivaban hacia ellos. El agua de la ciudad venía de manantiales aledaños.

Lo que queda del lago de Texcoco, Zumpango y Xaltocan mide más de cinco mil kilómetros cuadrados, de los cuales el aeropuerto ocuparía 700 hectáreas. Aunque no se haga ahí, debe implementarse el plan de conservación y restauración de la zona con un presupuesto responsable etiquetado desde la cámara de diputados. Esa responsabilidad queda en la cancha del nuevo gobierno y su mayoría parlamentaria.

Lo que queda de la naturaleza lacustre de la cuenca puede recuperarse. Se puede. Es posible. Con o sin aeropuerto. Abandonarlo a la especulación y al caos que nos caracteriza como país en materia urbana sería un crimen.

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Sobre el autor

Verónica Mastretta

Verónica Mastretta. Ambientalista, escritora. Encabeza desde 1986 la asociación civil Puebla Verde y promueve con la OSC Dale la Cara al Atoyac la regeneración de la Cuenca Alta del Río Atoyac en Puebla y Tlaxcala.