Primer gran acontecimiento a las 9.30 de la noche del 1 de juliio:
Ha ganado Andrés Manuel López Obrador. Lo han reconocido de inmediato para los usos mexicanos Meade y Anaya. Acabo de ver en la tele a Anaya dar una buena idea de lo que debe ser un demócrata. Escucho a Aguilar Camín decir que lo que tenemos a la vista es que los votos se cuentan en México.
Bien por todos nosotros, que los votos se cuenten. Bien para un país que se irá a dormir esta noche sin el predicamento de no saber quién ganó la elección. Bien por un proceso democrático que deja el camino abierto para un nuevo gobierno con un respaldo popular como no lo había tenido un presidente en la era moderna de la democracia mexicana.
Segundo gran acontecimiento: poco después de las 9 de la noche la encuestadora Mitosky le da el triunfo por diez puntos a Miguel Barbosa, con lo que el intento de tronar el proceso electoral en Puebla parece que quedará de lado.
Y el tercero: como no se había visto en más de treinta años, a la vista de decenas de votantes frente a las casillas atacadas, grupos de sicarios armados toman, vandalizan y roban urnas en el norte y el sur de la ciudad. ¿Quién es el autor intelectual de este ataque orquestado a la democracia en Puebla?
La encuesta de Mitosky poco después de las 9 de la noche.
Contra estos datos se estrella el intento de romper el proceso electoral en Puebla.
Esto escribí al anochecer de este 1 de julio:
Los ataques a las casillas del norte y el sur de la ciudad me remontan a las elecciones de 1940 o 1952. Y más para acá, las de 1983, cuando eran los militares quienes se robaban las casillas en la ciudad de Puebla, o la de 1998 con Marín, que vimos repetidos los carruseles y las compras de votos.
Pero lo sucedido hoy en la ciudad de Puebla: bandas de sicarios armadas rondando las casillas de norte y sur de la ciudad, balaceras, destrucción de urnas, robos abiertos a plena luz del día. ¿De qué país estamos hablando? Ese país que fuimos, el del robo descarado de urnas en una jornada electoral, está aquí, presente, como la realidad de los sicarios que han dejado encajuelados a cuatro personas afuera del Outlet de la autopista.
Me duele mucho que grupos de sicarios rompan una jornada electoral democrática que tanto necesita México.
Vengo de lo sucedido en la 24 Sur, en la casilla 1134 de la colonia Xilotzingo. Una camioneta huye luego de que sus ocupantes balearan la casilla y se robaran la urna de Presidente, pero choca en la esquina contra una Jeep Liberty y vuelca. La gente que persigue a los hampones logra detenerles. No está claro en las versiones lo que ocurre, pero el hecho es que cuando llego me encuentro un operativo de la policia municipal y estatal y a una muchedumbre mentando madres. Muchos fotógrafos de prensa en el lugar. Tres detenidos dentro de una patrulla que custodia un cinturón de uniformados. La camineta volcada contiene la urna robada y las papeletas con los votos emitidos regados entre los asientos; se ven credenciales de elector y billetes de a 200 pesos por aquí y por allá. Confirmo que la unidad en algún momento sirvió en el MP del gobierno de Moreno Valle, pues todavía alcanzan a identificarse rótulos de esa dependencia. Todo esto ocurrió a las 5 de la tarde, más o menos. Para las 7.30 no ha llegado el ministerio público ni funcionario alguno de la FEPADE.
Contra la perspectiva optimista de la mañana la agresión de los sicarios a las urnas por la tarde.
Lo sucedido en Puebla es el mayor atentado a las instituciones democráticas de la sociedad poblana. Es obligada una investigación a fondo a cargo de las autoridades federales responsables. No podemos permitir la impunidad.