Julio Glockner https://archivo.mundonuestro.mx Thu, 28 Mar 2024 08:24:29 +0000 es-es Política cultural: contra la indiferencia y el fraude por el propio Estado https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/cultura/item/2844-politica-cultural https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/cultura/item/2844-politica-cultural Política cultural: contra la indiferencia y el fraude por el  propio Estado

Cultura

La mejor política cultural diseñada desde el Estado debe consistir en ofrecer a la sociedad servicios culturales de calidad y, simultáneamente, involucrar a los ciudadanos en su gestación y ejecución mediante la creación de ambientes adecuados que propicien la creatividad individual y colectiva. De este modo se crean públicos cada vez más atentos a la calidad de la obra que se ofrece, y al mismo tiempo se estimula y proyecta el talento que está latente en la sociedad esperando una oportunidad para manifestarse públicamente.

Se trata de que la inmensa serpiente de la cultura se muerda la cola y se coloque en un proceso de retroalimentación creativa.

Para eso se requiere infraestructura, espacios e instrumentos adecuados, personal capacitado y competente que sepa orientar el interés y estimular la sensibilidad de quienes se acercan a las instituciones de cultura buscando desarrollar creativamente las cualidades personales que han descubierto en sí mismos, sean individuales o colectivas. Esa es precisamente la función de las Casas de Cultura y las bibliotecas que se encuentran distribuidas por todo el estado, por desgracia, en una lamentable situación de olvido e indiferencia, con algunas excepciones desde luego.



Si consideramos a la cultura desde el punto de vista antropológico, como una forma de vida específica, todo es cultura; entonces, sentarse a comer un plato de chile–atole en un puesto callejero, por ejemplo, puede ser considerado como un acto cultural que nos vincula con determinados hábitos cotidianos y tradiciones gastronómicas, pero sentarse a escribir una novela o un concierto para piano y orquesta es otra cosa, y requiere de una atención específica por parte del Estado y sus instituciones para fomentar esa actividad que enriquece la vida espiritual de una colectividad. En este sentido la cultura es un regalo que la sociedad se da a sí misma cuando se desarrolla plenamente una determinada actividad en el teatro, la danza, la música, la literatura, la pintura, la escultura, la fotografía, el video o el cine.

Pero ese obsequio que nos damos a nosotros mismos como comunidad es un talento que debe cultivarse, que debe encontrar en su entorno condiciones adecuadas para desplegar todo su potencial. Es ahí donde las autoridades municipales, estatales y federales encargadas de la cultura deben participar de manera generosa y decidida, creando los ambientes necesarios para propiciar ese despliegue creativo. Esta es precisamente la tarea que no se ha querido o no se ha sabido realizar.

La cultura ha sido vista tradicionalmente por la clase política como algo innecesario ¿de qué nos sirve? se preguntan los políticos; ¿de qué nos sirve una exposición de arte moderno, una orquesta de cámara o un ballet?

Últimamente, con el brutal incremento de la violencia se le ha encontrado alguna utilidad, ahora, desde su perspectiva, el discurso político proclama que sirve “para pacificar”, para “fortalecer el tejido social”, para “mitigar la desigualdad”. Hay cierta razón en ello (aunque está claro que no es una relación de causa–efecto) pero se han repetido tanto estas frases en el aire, sin acciones concretas que las sustenten, que se han convertido ya en clichés, en palabrería hueca, en demagogia pura y simple.

No me parece que hayan cambiado mucho las cosas desde que en 1943 José Luis Bello y Gustavo Ariza escribieron lo siguiente:



“Cuando se aprecia, en conjunto, el resultado secular de la labor pictórica de Puebla, se nota la influencia empobrecedora de la incapacidad ambiente para valorizar el bien común que es la obra de arte, y se percibe el trabajoso desenvolvimiento de una facultad, siempre en lucha con la incomprensión; se palpa la imposibilidad de realizar todo lo que prometía la abundancia y variedad de las vocaciones, que solo pudieron dejar, tras rudos y amargos esfuerzos, trunco el mensaje creador que sintieron, y cuyas imperfecciones revelan, no la limitación de una facultad prístina, sino el resultado precario que pudo obtener un empeño aislado , y vencido al fin por la indiferencia irremediable.”

Para redondear el pésimo panorama de un ambiente desfavorable al arte, existe un periodismo venal y ramplón, corrompido hasta la médula, que se autodegrada día con día mintiendo a sus lectores, descalificando con saña, sin fundamento alguno y sin señales de la más mínima inteligencia cualquier iniciativa que rebasa los límites de su mediocridad. Estos periodistas se quejan de tener “un mal sabor de boca”, sin advertir siquiera que ese mal sabor proviene, precisamente, del consumo coprofágico de sus propios artículos y comentarios.

La cultura es como la sangre o la salvia que circula por todo el cuerpo social llenándolo de vitalidad en sus actividades cotidianas, es tan indispensable que no la advertimos, pero siempre estamos actuando dentro de parámetros culturales que requieren ser revitalizados constantemente. La cultura nos constituye como personas, de modo individual aún en la más profunda intimidad, y como seres sociales, expuestos permanentemente a los demás, con quienes formamos muchas y diversas comunidades.



La cultura no es, nunca lo ha sido, una especie de lujo o apéndice del que se pueda prescindir, aún en las condiciones más precarias y difíciles la cultura se está gestando porque forma parte de la naturaleza humana. Es la vida social misma en todas sus particularidades, es decir, en lo que tiene de singular en una circunstancia histórica determinada.

Patrimonio cultural

Si entendemos la cultura como el conjunto de obras materiales, espirituales y simbólicas que una sociedad produce y hereda a las siguientes generaciones, que a su vez reciben este legado y lo preservan, pero también lo modifican adaptándolo a nuevas necesidades y circunstancias históricas, advertimos que al interior de toda cultura se gestan dos tendencias opuestas y complementarias, la primera propicia la continuidad y la repetición mientras que la segunda apuesta por la ruptura y la innovación. En nuestros días llamamos tradición a la primera tendencia y modernidad a la segunda. Una sociedad que pretenda desarrollarse armónicamente debe procurar que las tendencias tradicionales que han preservado un patrimonio cultural y biocultural decidan por si mismas los términos y los ritmos de su propia transformación, que no se vean expuestas a la imposición de cambios externos a sus propias necesidades, irrumpiendo de manera agresiva y forzando alteraciones no deseadas.

Es importante subrayar que tradición no quiere decir mera conservación, sino transmisión. Pero la transmisión no implica dejar lo antiguo intacto, limitándose a conservarlo, sino aprender a concebirlo y decirlo de nuevo.

Lo tangible e intangible

En términos generales se puede decir que la distinción entre patrimonio material e inmaterial se corresponde, de alguna manera, con lo que se ha identificado como culturas dominantes y subalternas. En el sentido de que el patrimonio material está conformado preferentemente por bienes inmuebles que comprenden tanto arquitectura religiosa como civil, concentrada sobre todo en los centros históricos de las ciudades que han aprendido y sabido preservarlos, como es el caso de la ciudad de Puebla.

En cambio, el patrimonio inmaterial se reproduce con más frecuencia entre las clases subalternas y ha sido más susceptible de cambios debido a su propia naturaleza. Se puede definir como “el conjunto de conocimientos, saberes, técnicas y expresiones que forman el núcleo identitario de una comunidad y que, por heredarse de una generación a otra, brindan un sentido de pertenencia” (Carlos Villaseñor, consultor independiente de la Unesco).

Al patrimonio inmaterial pertenecen las danzas, la música, la gastronomía, las artesanías, las fiestas patronales, las procesiones religiosas, el complejo mundo de la religiosidad indígena y mestiza, y en general lo que conocemos como culturas populares.

En ese mundo han incursionado, me parece que indebidamente, los tres órdenes de gobierno (municipal, estatal y federal) en un afán por “rescatar y preservar nuestras tradiciones”. Esta intromisión ha tenido la finalidad de folklorizar y convertir en un producto de mercado sobre todo las culturas ancestrales, cuyos orígenes se remontan en algunos casos al mundo mesoamericano y virreinal, para ofrecerlas al turismo nacional y extranjero o presentarlas para “vestir” eventos políticos de todo tipo. Esta indianidad postiza es el resultado de lo que Eric Hobsbawm llamó la invención de las tradiciones. Lo único que ha logrado esta simulación de autenticidad es degradar y banalizar los eventos culturales, sobre todo de carácter religioso, de los pueblos originarios. Un verdadero fraude cultural sujeto a la aprobación y al aplauso de un público cada vez más desinformado.

Estos son algunos trazos del panorama cultural que enfrentamos y la inmensa tarea que se tiene por delante.

  • Julio Glockner Rossainz
  • Política cultural
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    juliog@mundonuestro.mx (Julio Glockner) Cultura |#ffcc00 Mon, 18 Jan 2021 00:00:00 +0000
    La milenaria historia de Santa María de Guadalupe / Texto de Julio Glockner para la presentación del libro Nican Amo Pohua. El proceso de conformación de la expresión religiosa Guadalupana mexicana https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/historia/item/2790-la-milenaria-historia-de-santa-maria-de-guadalupe https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/historia/item/2790-la-milenaria-historia-de-santa-maria-de-guadalupe La milenaria historia de Santa María de Guadalupe / Texto de Julio Glockner para la presentación del libro Nican Amo Pohua. El proceso de conformación de la expresión religiosa Guadalupana mexicana

    Historia / Virgen de Guadalupe

    La milenaria historia de Santa María de Guadalupe[1]

    Julio Glockner



    (Texto leído en la presentación del libro de Manlio Barbosa, Nican Amo Pohua. El proceso de conformación de la expresión religiosa Guadalupana mexicana, Ed. Libertad bajo palabra, México, 2020)

    Quisiera iniciar mis comentarios haciendo una aclaración que considero de primera importancia para evitar cualquier malentendido.

    El culto a la Virgen de Guadalupe ha sido analizado desde tres perspectivas: el punto de vista cultural, el punto de vista histórico y el punto de vista teológico. En esta exposición me voy a referir a los dos primeros aspectos, sin tratar el tema teológico, en el cual está sustentada la fe de millones de mexicanos, que han encontrado desde hace siglos en la Guadalupana, consuelo y alivio en momentos de dolor y angustia, esperanza en momentos de incertidumbre; valor y seguridad para enfrentar las adversidades y un inmenso sentimiento de gratitud cuando se ven cumplidas sus expectativas. Hay una fe inquebrantable en buena parte de la sociedad mexicana que ha permanecido fiel a la Virgen a lo largo de los siglos y permanecerá firme y vigorosa en el futuro.

    El actual culto a la Virgen de Guadalupe tiene dos componentes históricos fundamentales, uno proviene del Viejo Mundo europeo y del Cercano Oriente, y el otro se gesta en el Nuevo Mundo americano, surgido específicamente en lo que se conoció como la Nueva España y que hoy conforma, después de la pérdida de inmensos territorios durante el siglo XIX, la nación mexicana.

    La arqueología moderna nos ha entregado las primeras representaciones de la Gran Diosa de las antiguas culturas agrícolas, provenientes de Europa y del Oriente Próximo, con una antigüedad de 7 mil a 5 mil años antes de Cristo. Una de las más interesantes fue hallada al sur de Turquía e ilustra muy bien el papel mítico de la mujer en el mundo antiguo. Con una antigüedad de 8 mil años (es decir, 6 mil años antes de Cristo) se la representa espalda contra espalda consigo misma: por un lado, abraza a un varón adulto y, por el otro, sostiene un bebé. Esta escena doble de sí misma indica que ella es la gran transformadora y gestora de la vida humana: por un lado, recibe la semilla del pasado y, a través de la magia de su cuerpo, la proyecta hacia el futuro, mientras que el varón representa la energía vital así transformada.[2]



    La figura de la Gran Diosa está, indudablemente, ligada a la agricultura. Desde hace unos 12 mil años comienza a haber signos de agricultura y domesticación de animales. Las primeras ciudades en la historia de la humanidad aparecieron en Mesopotamia y poco más tarde, durante el IV milenio antes de Cristo, en el valle del Nilo, en Egipto. Esto sucedió unos 5 mil años después de la aparición de la agricultura.

    Durante el periodo que se conoce como Neolítico, “Nueva Edad de Piedra”, que va de 10 mil años antes de Cristo, a 4 mil antes de Cristo, la principal divinidad es femenina, es una Diosa representada a lo largo de los siglos de muy diversas maneras. ¿Por qué una figura femenina y no masculina? ¿por qué una diosa y no un dios? Porque a semejanza de la naturaleza, es la mujer la gestora de la vida. La mujer da a luz y alimenta igual que la Madre Naturaleza, y la magia de su cuerpo y la magia de la tierra son similares, y esta similitud es muy importante para entender la permanencia de las deidades femeninas a lo largo de los siglos.

    Hoy sabemos que las artes de la agricultura se crearon y se difundieron a partir de tres centros en los que la figura dominante era una deidad femenina: El primero es el sudoeste asiático y el sudeste de Europa; el segundo es el sudeste asiático, en lo que hoy es Tailandia; y el tercero es México y Centroamérica. En otras partes del mundo, no en los valles fértiles cercanos a los ríos, sino en las grandes llanuras donde se movían los cazadores, vemos que la domesticación de animales es más importante que el cultivo de las plantas, en esos lugares tenemos, entonces, tribus que pastorean sus ganados. En esas tribus las divinidades son masculinas y las diosas aparecen sólo como consortes del dios.



    Entre las diosas relacionadas con la agricultura encontramos a Isis y Neftis en el antiguo Egipto y a Deméter y Perséfone en la antigua Grecia, cuyo culto en Eleusis comenzó a desaparecer lentamente con la expansión del cristianismo. (Campbell, op cit.)

    Antes de referirme a las diosas del México antiguo y su sincretismo con la Virgen de Guadalupe, quisiera detenerme un poco en la mención que hace Manlio en relación con los antecedentes religiosos y culturales de la Virgen María.

    En la Virgen María confluyen dos grandes tradiciones:

    1.- Por un lado, es la Diosa Madre, heredera de las antiguas deidades egipcias, celtas y greco latinas, es decir, en menos de un siglo María asumió el papel que habían desempeñado las diosas Isis, Cibeles y Diana. Los cultos a estas deidades se habían desvanecido lentamente con el declive del imperio romano y fueron reprimidos con frecuencia cerrando los templos y expulsando a sus sacerdotes. No obstante, la importancia simbólica de estas diosas se transmitió a la Virgen María debido a las necesidades rituales de los pueblos y al sentir de los sacerdotes, que entendieron que estos hábitos de devoción tan antiguos debían ser reinterpretados en los términos de la nueva religión cristiana. [Anne Baring y Jules Cashford: El mito de la diosa, Ciruela, p. 623]

    El templo de Isis en Francia se dedicó a la Santa Virgen María entre los años 400 y 500. Isis y Cibeles habían sido “Madres de los dioses”; María era ahora la “Madre de Dios”. A finales del siglo IV y principios del V, María se presentaba sentada con el Niño Jesús en la misma posición que Isis con Horus, llevando la corona de almenas de Cibeles o Diana y con la Gorgona pintada sobre su pecho. Cien años más tarde, en siglo VI, El Partenón, templo griego dedicado a Atenea, se había convertido en la Iglesia de la Virgen María.

    2.- La otra gran tradición gira en torno al Nuevo Testamento, donde la relevancia de María es completamente secundaria. Lleva en su vientre a Cristo, es verdad, pero no es, en sí, una Diosa. Es, más bien, modelo de amorosa obediencia hacia algo que está por encima de ella. Valora la condición que le ha sido revelada y cuida celosamente de su hijo, pero en todas estas cosas es, simplemente, la madre de Jesús.

    Durante el Cuarto Concilio Ecuménico celebrado en Calcedonia en el año 541, se otorgó a María el honor más alto de la cristiandad al darle oficialmente el título de “Siempre Virgen”. [Aeipárthenos] Su culto creció en la que ya eran creencias establecidas: su maternidad divina y su papel en la concepción de Cristo. Poco después surge otra distinción entre María y el resto de la humanidad: la dormición de la Virgen, que se comenzó a celebrar el 15 de agosto del año 600.

    Más tarde, entre los siglos XI y XV, en la Edad Media y el Renacimiento, el culto a María alcanzó su momento culminante. Tan sólo en Francia se construyeron, en 100 años (1170 a 1270), cien iglesias y 80 catedrales en su honor. Ese fervor por el culto mariano fue el que trajeron los españoles a tierras mesoamericanas.

    Siglos después, en 1854, la iglesia católica declaró la inmaculada concepción de María, esdecir, la que concibió sin mancha habñia sido, a su vez concebida sin mancha. Casi un siglo después, en 1950, el Papa Pío XII, atendiendo a la petición de 8 millones de personas, declaró la Asunción de la Virgen como doctrina oficial, afirmando que María “fue llevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos”. Cuatro años más tarde fue declarada “Reina del Cielo”. Es de observar, dicen las historiadoras de las mentalidades Anne Baring y Jules Cashford, quienes han analizado los mitos de las diosas en forma exhaustiva, que no fue proclamada “reina de la tierra”, a pesar de que durante muchos siglos había sido efectivamente Reina del Inframundo, en su capacidad de intercesora ante su hijo a favor de las almas de los muertos.

    Diosas del México antiguo

    En México tenemos una buena cantidad de diosas ligadas a la agricultura, entre ellas Coatlicue, que significa “La que tiene falda de culebras” y Cihuacóatl, “Mujer serpiente”, considerada como la Madre Tierra y madre del género humano; Chicomecóatl “Siete serpiente” era la diosa del maíz. La asociación de la mujer con la serpiente en estas deidades tiene un profundo simbolismo que hace alusión a la capacidad de renovación de las serpientes al cambiar de piel, de la misma manera que la superficie de la tierra se renueva año con año al reverdecer con las lluvias. Esta cualidad de regeneración que genera vida permanentemente, se comparte con la mujer, dadora de vida humana, pero también con la luna, que desaparece de la bóveda celeste durante la luna nueva y poco a poco va creciendo hasta alcanzar la plenitud durante la luna llena, para decrecer gradualmente hasta desaparecer durante unos días y reiniciar el ciclo.

    Mujer, serpiente y luna fueron, durante milenios, símbolos universales de fertilidad y renovación de la vida que encontramos representados en todas las culturas antiguas. Sólo con la aparición en el Antiguo Testamento, en el libro del Génesis, comenzó a tener la serpiente una connotación diferente y fue asociada con el Mal, como todos sabemos, y se le hizo responsable de tentar a la mujer a comer el fruto prohibido, lo que provocó la expulsión del Paraíso de la pareja original. Todo ello bajo una concepción religiosa que tenía como figura central a Yahvé, una deidad masculina.

    Mujer, serpiente y luna aparecen, bajo un nuevo significado, en la imagen de la Inmaculada Concepción posada sobre una media luna y pisando una serpiente como símbolo de su victoria sobre el Mal.

    Pero volvamos a la enumeración de las deidades femeninas en el México antiguo, está Xilonen, la diosa del maíz tierno, de los elotes, cuando la mazorca comienza a jilotear; y Centeotl, diosa del maíz maduro, que también se representó como deidad masculina. También está Tlazolteotl, deidad de los partos y madre de Centeotl. Todas estas deidades están profundamente relacionadas con las deidades del viento, de la lluvia y de las aguas terrestres, como Quetzalcóatl, Tláloc y su corte de tlaloques y Chalchiuhtlicue, diosa de los ríos, los manantiales y las lagunas.

    Según el fraile franciscano Bernardino de Sahagún, Tonantzin, que quiere decir Nuestra Venerable Madre o Nuestra Madrecita, fue el nombre genérico que se le dio a la Cihuacóatl, Mujer Serpiente, diosa de la madre tierra y del género humano, como hemos dicho. Desde el inicio del periodo colonial –nos dice Manlio Barbosa- se construyó una ermita en el lugar donde era venerada Tonantzin. Inicialmente había ahí una imagen de la Virgen María, y después la de Guadalupe. Lo mismo ocurrió en Tonantzintla “Lugar de Nuestra Madrecita”, donde se rendía culto a la diosa Tonantzin y posteriormente a la Virgen María en su advocación de la Inmaculada Concepción, con la luna y la serpiente a sus pies. El nombre completo de esta localidad, como sabemos, es Santa María Tonantzintla.

    Cuando los españoles llegaron a estas tierras con ellos desembarcaron las deidades judeocristianas, el santoral católico y el demonio. Los dioses a los que se rendía culto en todo el territorio de lo que hoy es México y Centroamérica fueron considerados por los soldados y los frailes que evangelizaron estas tierras como demonios. Todas las variantes de las religiones mesoamericanas fueron consideradas como cultos demoniacos y quienes los practicaban fueron perseguidos y satanizados por esa institución que vigilaba, juzgaba y castigaba los ritos, las costumbres, las palabras y hasta los sueños, que se llamó la Santa Inquisición.

    De acuerdo a las fuentes consultadas por Barbosa, después de la caída de Tenochtitlan los indígenas pidieron a las autoridades españolas el santuario a Tonantzin, algo que no podían negar, pero tampoco podían correr el riesgo de que se adorara a la antigua deidad. Sin embargo -pensaban las autoridades- si colocaban la imagen de la Virgen María seguramente los indígenas la rechazarían. Con esta incertidumbre transcurrieron las primeras décadas.

    En 1556 el fraile franciscano Francisco Bustamante criticó al arzobispo de México, Alonso de Montufar, por haber promovido el culto a una imagen de la Virgen de Guadalupe que había sido pintada recientemente por el indio Marcos Cipactli, y colocada en la ermita donde antiguamente se rendía culto a la diosa Tonantzin, algo que el fraile consideraba como una práctica idolátrica. Años atrás –nos dice Manlio Barbosa- Cortés había ordenado la destrucción de la escultura de la diosa de la tierra, después, durante un breve periodo, estuvo en el mismo lugar una imagen de la Virgen María, y finalmente la de Guadalupe, a la que Bernal Díaz del Castillo se refirió diciendo que “hace y ha hecho muchos milagros”.

    Los especialistas en el tema de la aparición mencionan que la devoción Guadalupana nació, creció y triunfó misteriosamente durante el periodo del primer arzobispo fray Juan de Zumárraga, quien aceptó el culto, en colaboración con Hernán Cortés, que era un ferviente guadalupano, y de fray Toribio Motolinia, hablante del náhuatl y gran conocedor de la historia de los pueblos indígenas.

    Barbosa concluye diciendo que Zumárraga, Cortés y Motolinía fueron los autores intelectuales del “milagro” guadalupano, que dio lugar al culto de la población nativa que, en consecuencia, accedió a bautizarse masivamente. Manlio califica esta acción como la primera concertacesión político-religiosa que se dio en tierras mexicanas, pues los indios aceptaron bautizarse a cambio de recuperar el Tepeyac.

    Un suceso importante al que se le ha prestado poca atención, vinculado con la concertacesión y que Manio Brabosa considera como revelador del proceso guadalupano, es la poco clara desaparición de fray Toribio Motolinia del escenario de la Nueva España, desaparición ocurrida en 1555, un año antes de que el provincial franciscano se pronunciara contra el culto a la Guadalupana señalando que se trataba de idolatría.

    Coincido con Manlio en que Juan de Zumárraga no pudo haber jugado el papel de protector de los indios que le atribuye la historia de Juan Diego, ya que el primer obispo de la diócesis de México fue un cruel inquisidor, destructor de la cultura indígena que en sus memorias se vanaglorió de haber destruido 20 mil deidades y 500 templos indígenas e impuso la pena de muerte a quien osara esconder los antiguos libros sagrados, que decomisó por decenas para quemarlos y así privar a las generaciones futuras de la sabiduría esotérica y adivinatoria de los antiguos mexicanos. Un hombre, sin duda, en el que pesó más la obtusa mentalidad medieval que la nueva luz renacentista.

    No conozco el trabajo de Fernando Matamoros que cita Manlio, pero no creo que el complejo proceso de aculturación recíproca que se inició con la colonización de Mesoamérica haya consistido en una “guerra de los dioses”.

    El término me parece inapropiado porque Cristo no es un guerrero y hasta donde sabemos el dios mexica de la guerra, Huitzilopochtli, en cuyo nombre se realizaban los combates rituales conocidos como guerras floridas, tenían como finalidad el sacrificio humano convenido con el adversario. Además, debemos considerar que Cristo era un hombre-dios que había sido sacrificado, o, dicho de otro modo, un hombre hijo de dios entregado al sacrificio, asumiendo la voluntad del Padre, para redimir los pecados de la humanidad, incluidos los de los creyentes en Huitzilopochtli. En todo caso, me paree más apropiado el término “guerra de las imágenes” que utilizó Grusinzki para referirse al complejo y conflictivo proceso de intercambio simbólico que se produjo durante la evangelización colonizadora.

    Justamente las imágenes que acabamos de comentar, las de la Virgen María y de la Guadalupana, son imágenes conciliatorias, piadosas, que apelan al perdón y la salvación, que promueven la compasión por quien ha sufrido y se encuentra en el desamparo, que fue precisamente la condición en la que se encontraron los mexicas después de la caída de Tenochtitlan, y sólo de los mexicas, hay que subrayarlo, no de los tlaxcaltecas, ni de los texcocanos, ni de los totonacas que participaron activamente e hicieron posible la victoria al lado de los españoles, tanto que sin su decidido apoyo el triunfo no hubiese sido posible, como lo demuestran Federico Navarrte y Mathew Restall en sus exhaustivos estudios publicados recientemente.

    Me parece que las imágenes cristianas operaban simbólicamente en un sentido no belicoso, a pesar de que en su nombre se actuaba con toda violencia.

    Quisiera recordar, para terminar, la imagen del Cristo sacrificado, sangrando en agonía o ya muerto en la cruz y las prácticas ascéticas de los primeros franciscanos, sobre todo las de fray Martín de Valencia, quien realizaba prolongados ayunos y castigaba su cuerpo con silicios y flagelaciones en la cueva del Sacromonte, en la antigua Amaquemecan, donde le rendían culto a Chalchiutlicue, la diosa del agua, los sacerdotes indígenas que practicaban también el auto-sacrificio sangrando su cuerpo con puntas de maguey para ofrendar su sangre. Todo ello genera no una guerra sino una similitud ritual compartida, que abonó en la comprensión, por parte de la población indígena, de la doctrina cristiana y propició su posterior adopción para generar, y en esto coincido con Manlio, nuevas formas de religiosidad popular. Expresiones inéditas de fe y devoción que hoy se expresan en el culto de millones de mexicanos a la Virgen de Guadalupe.

    [1] Texto leído en la

    [2] Joseph Campbell, Diosas, Atlanta, España, 2015, p. 25.

    • Julio Glockner Rossainz
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      juliog@mundonuestro.mx (Julio Glockner) Historia |#54acd2 Sat, 12 Dec 2020 00:00:00 +0000
      Despedida / Las razones de Julio Glockner https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/cultura/item/2557-despedida https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/cultura/item/2557-despedida Despedida / Las razones de Julio Glockner

      Estas son las obras de arte que desaparecieron del Museo Bello ...

      Despedida



      El 13 de julio presenté mi renuncia irrevocable al gobernador Miguel Barbosa Huerta, agradeciéndole le invitación que me hizo un año antes para colaborar en su gobierno como secretario de cultura. Me voy satisfecho de haber creado, con algunos miembros del equipo que formé, dos Secretarías, una en san Andrés Cholula, agradecido también por la invitación que me hiciera su presidenta municipal Karina Pérez Popoca, y otra para el estado de Puebla.

      No fue sencillo para un universitario dedicado durante 40 años a la investigación, adaptarme al complejo ambiente de la función pública. Se llega, ingenuamente, confiando en el personal que tiene a su cargo y poco a poco se van descubriendo las mezquindades, la holgazanería, la simulación y la hipocresía, la adulación y la arrogancia, la deslealtad y el chismorreo, la corrupción que todo lo corroe organizada en redes de complicidad, pero también, afortunadamente, la entrega responsable al trabajo, la creatividad, la sinceridad y la lealtad, la honestidad a toda prueba, la inteligencia y el buen humor que todo lo iluminan, todo en un mismo ambiente laboral, en un eterno forcejeo entre una y otra tendencias por ganar espacios y mejores posicionamientos, todo en una dinámica que conforma una microfísica del poder disputándose día a día el rumbo que debe seguir la institución.

      En todas las direcciones y jefaturas constaté que los Secretarios no se acercaban a sus “subordinados” para conocer de cerca los problemas, es decir, nunca fueron considerados como compañeros de trabajo colaborando con un mismo propósito: ofrecer a la sociedad mejores servicios culturales. Creo que con una actitud amigable y buena disposición logré desvanecer un ambiente de solemnidad y sometimiento al que estaba acostumbrado el personal.

      El primer problema que tuve que enfrentar fue el de la Filarmónica 5 de Mayo, hoy nuevamente Sinfónica del Estado de Puebla. Un buen número de músicos demandaban ser escuchados. Me entrevisté durante un día entero con 70 de ellos. Las quejas fundamentales consistían en acoso sexual y laboral, amenazas y chantajes, despidos injustificados, renta de instrumentos y la obligación de tocar en eventos privados sin retribución alguna. La gran mayoría de las acusaciones apuntaban a un trompetista, algunos cómplices y a la irresponsable indiferencia, por decir lo menos, del director de la orquesta. Muchos de estos testimonios me fueron entregados por escrito y están en el archivo de la Secretaría. En consecuencia, hubo dos despidos: el músico responsable y el director irresponsable. Hoy la orquesta tiene mejores condiciones laborales y un ambiente de respeto mutuo. El nuevo director ha propuesto un repertorio de compositores que en buena medida no han sido interpretados por la Sinfónica, lo que favorece el crecimiento profesional de los músicos y una oferta más rica y diversificada para el público aficionado a los conciertos. La orquesta Filarmónica 5 de Mayo tuvo 50 mil 540 asistentes en sus 48 conciertos realizados en Puebla, Teziutlán, Tepeaca y Zacatlán. La Orquesta Sinfónica del Estado Puebla sólo pudo realizar 5 conciertos en el Auditorio de la Reforma antes de la pandemia. Debo mencionar que el nuevo director, sin restarle méritos al anterior, fue recibido con tal aprecio que salió tres veces a agradecer los aplausos del público emocionado después de escuchar la 7ª. Sinfonía de Beethoven.

      En el campo de la música me complace anunciar que la Banda Mixteca se volvió a organizar, incorporando a 15 nuevos talentos de la región, después de 6 años de inactividad y esperamos escucharlos en una próxima presentación después de la pandemia.



      Con los muy escasos recursos que nos dejó la administración anterior y después del largo y tortuoso proceso de separación de la Secretaría de Turismo, que concluimos en condiciones poco favorables, al grado de que no teníamos una sola computadora, sacamos adelante el trabajo con el entusiasmo de los proyectos que se inician: de agosto a diciembre de 2019 las Caravanas Interculturales llevaron a cabo 284 actividades en 35 municipios, beneficiando a 19, 900 asistentes. Durante la pandemia se organizaron por medios electrónicos 189 actividades en línea con 314 mil 513 visualizaciones.

      Para darle un giro a las actividades del Museo Barroco y enviar un mensaje a la sociedad, en el sentido de que ese magnífico espacio dejaba de ser un lugar elitista y que podía ser disfrutado por la sociedad en su conjunto, que finalmente es la que paga con sus impuestos su altísimo costo, decidimos acompañar con un performance de lucha libre la exposición del pintor neobarroco Mauro Terán. Periodistas que nunca visitaron la exposición de este original pintor, cuyo catálogo publicamos, siguen insistiendo hasta la fecha en que sólo hubo ahí una función de lucha libre. Lo siento, no tengo la culpa de que los asnos no visiten los museos.

      Con la colaboración del filósofo y crítico de arte, Jorge Juanes, la directora Anahí Acevedo ha elaborado un proyecto para colocar al Museo Barroco como el mejor Centro Cultural de Arte Contemporáneo de México y América Latina. El proyecto fue expuesto en tres videoconferencias a los secretarios, o sus representantes, que forman parte de la Junta de Gobierno de Museos Puebla. Aunque no se trató de una sesión formal del Consejo, el proyecto se dio a conocer a grandes rasgos y las opiniones aprobatorias fueron generalizadas.



      Un evento cuya responsabilidad formal asumió la Secretaría de Cultura por indicaciones del gobernador, fue la instalación de la Réplica de la Capilla Sixtina, cuya operación corrió a cargo de la Secretaría de Economía en coordinación con la Arquidiócesis y en particular del padre rector de catedral, quien no tuvo el cuidado de tramitar los permisos correspondientes ante el INAH y la obra de instalación fue clausurada por unas horas. Me sorprendió que se me quisiera responsabilizar por esta omisión, pues la Secretaría no tiene personalidad jurídica para ello y desde las Leyes de Reforma se sabe que se trata de bienes nacionales y que el clero debe solicitar a las autoridades federales, en este caso el INAH, la autorización para realizar ciertos eventos. La asistencia masiva indica que el evento fue un éxito y miles de personas pudieron apreciar la reproducción de la obra de Miguel Ángel, Botticelli y otros pintores del renacimiento. A partir de ese incidente comenzó un distanciamiento entre el gobernador y yo y semana tras semana se cancelaron las reuniones de acuerdos que teníamos los miércoles por la noche.

      El día de mi comparecencia en el Congreso del Estado para informar de las actividades llevadas a cabo por la Secretaría, la diputada Liliana Luna, presidenta de la Comisión de Cultura, me preguntó mi opinión acerca de las declaraciones del gobernador en el sentido de trasladar la Rueda de la Fortuna de la zona de Angelópolis al barrio de san Francisco. Días antes había recibido una larga carta de la doctora Luz de Lourdes Herbert, Directora de Patrimonio Mundial del INAH y enlace de esta institución con la UNESCO, advirtiéndome amablemente que se corría el riesgo de que la UNESCO retirara el reconocimiento del Centro Histórico de la Ciudad como Patrimonio de Humanidad, de llevarse a cabo este traslado. La doctora Herbert se ponía a nuestras órdenes para asesorarnos en el proyecto urbanístico que se pretendía llevar a cabo en san Francisco para detonar su desarrollo inmobiliario. En mi respuesta a la diputada Luna me pronuncié en favor de la preservación del patrimonio cultural de la ciudad, no sólo por convicción personal, sino porque la Ley de General de la Administración Pública otorga facultades a la Secretaría de Cultura para cumplir la importante misión de garantizar la integridad del patrimonio arquitectónico y el paisaje urbano que lo comprende. Creo haber mencionado a la diputada Luna la carta que había recibido del INAH y la importancia que tenía, dado que se trataba del enlace directo con la UNESCO. Mintiendo como suele hacerlo el periódico Cambio, publicó un encabezado diciendo que yo afirmaba el rechazo del INAH y la UNESCO al proyecto urbanístico. Desafortunadamente y como no teníamos comunicación para aclararlo, el gobernador creyó esta versión difamatoria y al día siguiente declaró que si yo no estaba de acuerdo podía renunciar. Días después pidió la versión estenográfica de mi respuesta y supo lo que en realidad había declarado. Pero públicamente el daño estaba hecho y los dueños y directivos de ese panfleto supongo que felices por ahondar nuestra distancia. Es una vergüenza para Puebla tener un periodismo que no ve más allá de la mano que tiene extendida para recibir una dádiva, mientras, con la otra, escarban en el basurero de “noticias” que ha creado en su entorno para “informar”, construyendo escenarios falsos y a eso tienen la desfachatez de llamar “periodismo”.

      Cometí un error al invitar a Alejandra Santamaría a colaborar en la Dirección General de Patrimonio Cultural sin conocerla lo suficiente. Había trabajado conmigo meses antes en Cholula, fue eficiente y con cierta sensibilidad social proveniente de sus estudios en antropología y de su catolicismo. Pensé que era leal al proyecto que estábamos elaborando, confié en ella y la invité a colaborar. Al poco tiempo se volvió la defensora incondicional de una persona a la que habíamos despedido por incluir información falsa en su CV. Después descubrimos que hasta su título profesional era falsificado. En venganza, este señor se dedicó a boicotear las actividades de la dirección valiéndose de la influencia que tenía en la directora. Al advertir las irregularidades que ocurrían pedí su renuncia también y desde entonces se dedicaron de tiempo completo a difamar en los medios chatarra el trabajo de la Secretaría y a presentarse como víctimas de un supuesto autoritarismo y desorden administrativo. La culminación de sus actos fue una patética manifestación frente a Casa Aguayo, acompañados por seis o siete vividores despedidos por holgazanes y de un niño sosteniendo una cartulina donde se nos acusa de “secuestrar” la Secretaría. Obviamente la basura periodística se dio vuelo con este lamentable evento y hasta un merolico de Televisa les ha dado amplio espacio en sus noticieros. La Dirección de Atención Ciudadana de la Secretaría de Gobernación les dio audiencia y se quejaron de despidos injustificados, exigiendo su reinstalación. Al día siguiente nuestro abogado, acompañado por personal de la dirección administrativa, fue a explicar detalladamente los motivos de sus despidos y nuestros argumentos fueron aceptados sin cuestionamiento alguno, simplemente porque teníamos razón. Hoy la Dirección General de Patrimonio está en buenas manos con el profesionalismo y la actitud responsable y comprometida de la arquitecta y restauradora Mónica Martínez. Entrego una secretaría bien organizada y trabajando adecuadamente en beneficio de la sociedad poblana. Este incidente, magnificado en algunos medios, no tiene en realidad ninguna importancia.

      El segundo error que cometí fue ceder a la enfática recomendación de Ernesto Cortés para ocupar el cargo de Director de Museos Puebla. Al poco tiempo descubrí que se trataba de un perezoso poco atento y menos interesado en cumplir con sus responsabilidades. Me lo recomendaron como una persona honesta y tal vez lo sea, pero es un holgazán, por eso solicité su renuncia, que hasta la fecha está en suspenso. Quizá lo que menciono no tendría mayor importancia de no ser porque está en riesgo el patrimonio material de los poblanos. Resulta que 2,400 piezas provenientes de los museos San Pedro, José Luis Bello y Alfeñique están bajo resguardo en las bodegas del Museo Barroco y se encuentran en pésimas condiciones. Se trata de pinturas, esculturas, objetos de talavera, muebles, textiles, documentos históricos y objetos diversos que han sido imperdonablemente descuidados y se encuentran rotos, sucios, con hongos o afectados por la humedad y la falta de limpieza y mantenimiento durante varios años. Anahí Acevedo, la directora del Barroco, se dio a la tarea de hacer un inventario de las piezas, pues llegaron sin una lista de obras, de describir su estado y hacer un registro fotográfico. El informe completo de esta inadmisible situación ya se encuentra en la Función Pública.

      El trabajo editorial, suspendido por la pandemia, aparecerá gradualmente en los próximos meses, se trata de la Colección Puertas Abiertas, que se compone de 40 títulos, y 14 libros con diversos temas históricos y culturales, todo debidamente presupuestado tanto en la federación como con recursos estatales. Museos Puebla pronto publicará 3 catálogos, de Antonio Álvarez, Joel Rendón y los 11 pintores y escultores que participan en la exposición El Gran Sur cuya inauguración se suspendió por la pandemia.

      Dentro de nuestras posibilidades presupuestales siempre atendimos a diversas comunidades, municipios, colectivos o personas que en lo individual se acercaron a nosotros con proyectos, propuestas o requerimientos de materiales o divulgación de su obra. Dejo una Secretaría orientada a garantizar los derechos a la Cultura de los habitantes de nuestro estado. Lo hemos hecho de modo integral, como queda manifiesto en el Plan Sectorial de Cultura, que presentará el nuevo Secretario, alineado con los Planes Estatal y Nacional de Desarrollo, porque consideramos que la educación artística y cultural constituye un aspecto fundamental en la formación activa de ciudadanía. También porque estamos convencidos de que la dimensión cultural resulta crucial para propiciar ambientes de concordia, que fortalezcan la comunalidad y la paz que tanta falta hacen en nuestro país; la cultura actúa en este sentido desde el momento en que genera la convivencia familiar, vecinal y colectiva en el disfrute de los eventos de cualquier género o disciplina artística. En este sentido hemos puesto todo nuestro empeño, porque sabemos que el objetivo final de las políticas culturales no son los artistas, ni los funcionarios, ni los gobiernos en turno, sino la sociedad en su conjunto. Por estas razones le deseo un buen desempeño al nuevo secretario, pues finalmente ese cargo debe servir, de la manera más eficiente y honesta, a los ciudadanos.

      Por último, quiero mencionar que dejo una Secretaría de Cultura bien encaminada en los principios fundamentales de la Cuarta Transformación, gracias a la conformación de un equipo de trabajo responsable y eficiente, con ética profesional y sensibilidad social. Cada uno de ellos, con sus respectivos equipos de colaboradores, hicieron posible el resurgimiento de una Secretaría de Cultura en el Estado de Puebla. Sepan que fue un privilegio haber trabajado con ustedes, sentir su calidez humana, su optimismo y buen humor para crear un ambiente de trabajo agradable y productivo.

      • Julio Glockner Rossainz
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        juliog@mundonuestro.mx (Julio Glockner) Cultura |#ffcc00 Wed, 05 Aug 2020 00:00:00 +0000
        Julio Glockner: su carta de renuncia a Miguel Barbosa https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/cultura/item/2548-julio-glockner https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/cultura/item/2548-julio-glockner Julio Glockner: su carta de renuncia a Miguel Barbosa

        Mundo Nuestro. Julio Glockner Rossains presentó su renuncia como secretario de Cultura del gobierno de Miguel Barbosa el pasado 13 de julio. Estas son sus razones.

        C. Miguel Barbosa Huerta

        Gobernador Constitucional de Estado de Puebla



        Presente

        Estimado Señor Gobernador, me dirijo a usted para agradecerle una vez más la invitación que me hizo a colaborar en su Gobierno, invitación que acepté con el mismo entusiasmo con el que he trabajado durante estos 11 meses, creando una Secretaría orientada a garantizar los derechos a la Cultura de los habitantes de nuestro estado. Lo hemos hecho de modo integral, como queda manifiesto en el Plan Sectorial de Cultura, alineado con los Planes Estatal y Nacional de Desarrollo, porque consideramos que la educación artística y cultural constituye un aspecto fundamental en la formación activa de ciudadanía. También porque estamos convencidos de que la dimensión cultural resulta crucial para propiciar ambientes de concordia, que fortalezcan la comunalidad y la paz que tanta falta hacen en nuestro país; la cultura actúa en este sentido desde el momento en que genera la convivencia familiar, vecinal y colectiva en el disfrute de los eventos de cualquier género o disciplina artística. En este sentido hemos puesto todo nuestro empeño, porque sabemos que el objetivo final de las políticas culturales no son los artistas, ni los funcionarios, ni los gobiernos en turno, sino la sociedad en su conjunto.

        Sin embargo, este objetivo no se cumpliría sin el concurso de estos agentes, que requieren condiciones laborales adecuadas para cumplir su tarea. Es en este punto en el que quisiera detenerme, señor gobernador, para manifestarle mi inconformidad, pues los requerimientos que he solicitado en reiteradas ocasiones para el mejor funcionamiento de nuestras direcciones generales, de área y jefaturas no han sido atendidos, por lo que considero que la invitación que me hizo a colaborar en este gobierno ha llegado a su fin, razón por la cual le presento mi renuncia con carácter de irrevocable.

        Debo mencionar que dejo una Secretaría de Cultura bien encaminada en los principios fundamentales de la Cuarta Transformación, gracias a la conformación de un equipo de trabajo responsable y eficiente, con ética profesional y sensibilidad social. Un equipo que desafortunadamente no se ha podido consolidar del todo debido a las causas que he referido anteriormente. El proceso de depuración de corruptos, holgazanes e incompetentes no está concluido totalmente. Subsisten en la Secretaría y en Museos Puebla personas indolentes, con una visión tan estrecha que sólo les permite ocuparse de sí mismas y del pequeño grupo enquistado en estas dependencias al que han pertenecido durante años.

        Entre estas personas, y siento decirlo porque yo lo recomendé y reconozco mi error, está el señor Ernesto Cortés, que no ha logrado estar a la altura de sus responsabilidades como director de Museos Puebla, basta mencionar el imperdonable descuido en el que ha mantenido, desde otras administraciones y hasta la fecha, el acervo de tres museos de primera importancia en la ciudad: Alfeñique, San Pedro y José Luis Bello, acervo consistente en más de dos mil cuatrocientas piezas que se encuentran seriamente dañadas, como lo hice saber oportunamente en un informe a la Junta del Consejo Directivo que Usted encabeza.



        Con el argumento de que Museos Puebla gozaba de autonomía, el señor Cortés no consideraba la sectorización de este OPD a la Secretaría y, en consecuencia, nunca atendió a mis solicitudes de información presupuestal, ejercicio del gasto y plantilla de personal. En la última Junta del Consejo Directivo se evidenció ante todos sus miembros la falta de claridad en el ejercicio administrativo, cuando la Auditoría Superior del Estado hizo la observación de que los estados financieros no serían aprobados por dicho Consejo, sino que sólo se daban por informados. Por esta razón, entre otras, solicité mediante oficio a la Secretaría de Función Pública una auditoría integral al OPD Museos Puebla.

        En lo que se refiere al funcionamiento de las direcciones generales de la Secretaría de Cultura, debo mencionar que solicité la renuncia a la C. Alejandra Santamaría por considerar ineficiente su desempeño, además de presentar presupuestos desproporcionados financiando proyectos mal elaborados que, no obstante, contaban con su aprobación. Al solicitar su renuncia la C. Santamaría comentó que por indicaciones de Usted debía permanecer en el cargo mientras la Secretaría de la Función Pública investigaba el caso. Así se hizo hasta que quedó demostrado se mal desempeño y fue despedida. Asesorada por el señor José Antonio Camarillo Sánchez, a quien yo había despedido desde hacía dos meses por presentar documentos falsos en su CV. A partir de entonces la Secretaría ha sido objeto de ataques infundados, mentiras y difamaciones a mi equipo más cercano, sobre todo al área administrativa que ejecutó los despidos. Esto se ha llevado a cabo en connivencia con medios de comunicación empeñados desde hace meses en ignorar nuestro trabajo y presentarnos ante la opinión pública como funcionarios ociosos. Desde luego que estos periodistas no merecen siquiera nuestro desprecio, pero lo señalo para hacer notar su degradación y la de quienes fueron despedidos.

        Más grave es el tema de los actos de cohecho y las amenazas que han sufrido los miembros de la Dirección Administrativa a causa de las denuncias que han hecho por actos de corrupción ante la Secretaría de la Función Pública y la Fiscalía General del Estado. Adjunto copias de estas denuncias.



        La semana entrante le haré entrega de un informe de todas las actividades realizadas durante este año y un informe de los actos de corrupción que hemos combatido, por lo que le solicito que mi renuncia se haga efectiva al 31 de julio del presente año para poner en orden mi entrega recepción.

        Señor Gobernador, no me extiendo más, me despido de Usted confiando en que lo que hemos logrado en el combate a la corrupción y la desidia, tenga continuidad en la Secretaría de Cultura para su mejor desempeño en beneficio de la sociedad poblana.

        Atentamente

        Julio Glockner Rossainz

        13 de julio de 2020

        • Julio Glockner Rossainz
        • Gobierno del Estado de Puebla
        • Miguel Barbosa
        • Sergio Vergara Berdejo
        • Secretaría de Cultura
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          juliog@mundonuestro.mx (Julio Glockner) Cultura |#ffcc00 Sun, 02 Aug 2020 00:00:00 +0000
          El espíritu Carolino. Carisma y trascendencia de Julio Glockner https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/accion-civil/elementos/item/2423-el-espiritu-carolino-carisma-y-trascendencia-de-julio-glockner https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/accion-civil/elementos/item/2423-el-espiritu-carolino-carisma-y-trascendencia-de-julio-glockner El espíritu Carolino. Carisma y trascendencia de Julio Glockner

          Revista Elementos 117

          * Este texto fue presentado en el Salón Paraninfo de la BUAP el 29 de mayo de 2019.



          El libro de Miguel Gutiérrez es una crónica novelada de uno de los movimientos sociales más importantes del estado de Puebla y, sin duda, el más relevante movimiento universitario, pues con él inició la Universidad Autónoma de Puebla su vocación científica, así como la reflexión y el análisis crítico y bien sustentado de la realidad social. 1961 es un año emblemático porque significa no solo la derrota de un pensamiento detenido en prejuicios teológicos y morales, que mantenían a la universidad distanciada de los avances de la ciencia y de la reflexión filosófica de la época, sino también porque implicó su apertura definitiva a sectores sociales que hasta ese momento no tenían acceso a sus aulas. Problema que hoy vuelven a enfrentar, de manera crónica, las universidades del país. El autor, siendo muy joven, formó parte de esa voluntad colectiva de cambio que aglutinó a cuatro mil estudiantes y a un significativo número de profesores, encabezados por el doctor Julio Glockner Lozada.

          El relato de Miguel recrea con buena pluma el ambiente que en la ciudad de Puebla se vivía en la víspera del centenario de la batalla del 5 de mayo, y en ese contexto, la irrupción de lo que llama “el espíritu carolino”, que fue la forma contestataria, decidida y libre que hizo posible una Reforma Universitaria que asumió plenamente los derechos y responsabilidades que otorga el artículo 3º constitucional. Los 77 días que duró el rectorado del doctor Glockner, ejercido sin subsidio federal ni estatal, con la rabiosa oposición del clero, que nunca entendió la naturaleza del movimiento, descalificándolo como “comunista”, pero además con la obtusa intolerancia de una minoría comunista, organizada en “células”, que lo tachaba de burgués y reformista, pero con el respaldo de la inmensa mayoría de la comunidad universitaria y sus familias, con la simpatía de los sectores sociales que supieron comprender los beneficios que una universidad renovada traería a la vida de la ciudad y el estado y, finalmente, con el apoyo de profesores y estudiantes de la UNAM, el Politécnico y de otras universidades, sindicatos y organizaciones sociales del país, con esa fuerza moral y política, se pudo sostener una rectoría que hizo posible la transición a una universidad abierta a las corrientes del pensamiento moderno.

          En una típica escena de intolerancia y autoritarismo “revolucionario”, algunos años después, una o varias manos desaparecieron de los archivos de la universidad las actas del consejo que daban cuenta tanto de la importancia que había tenido la participación del doctor Glockner en el proceso de Reforma Universitaria, como de su expulsión años más tarde, montando una farsa construida con mentiras y difamaciones. Quienes presenciaron esa vergonzosa sesión del Consejo Universitario recuerdan el vigoroso humor sarcástico con el que se defendió el acusado.



          Las causas de fondo del movimiento de 1961 venían de muy lejos. Por un lado, se remontaban al secular conflicto entre liberales y conservadores que se enfrentaron a lo largo del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, tanto en vehementes discusiones de mayor o menor calidad argumentativa, como en los campos de batalla que comprendieron desde la guerra de Reforma al movimiento cristero. Al iniciar la década de los sesenta del siglo pasado la discusión entre liberales y conservadores se centraba en la defensa del carácter laico de la educación pública, que defendían los primeros, ante la insistencia de los conservadores por mantener la educación religiosa en los colegios particulares, y si fuera posible públicos, como herencia evidente del virreinato.

          Este enfrentamiento, que oponía el artículo 3º constitucional al reclamo conservador de que solo la familia, y no el Estado, puede decidir el carácter de la educación de sus hijos, se gestaba en procesos ideológicos de larga duración y albergaba en su interior nuevas modalidades conflictivas surgidas en el contexto de la guerra fría. Entre estas modalidades conflictivas destacaba la simpatía y el respaldo que los estudiantes “progresistas” sentían por la triunfante revolución cubana, que en esos días Fidel Castro vincularía al área de influencia de la URSS, contra las ideas y los intereses económicos de quienes veían en esa revolución un peligro de expansión comunista en México. Este panorama nos presenta un fenómeno realmente interesante, en el que se enfrentan diversos grupos sociales esgrimiendo demandas de carácter político, ético, religioso, cívico, educativo y económico. Estas demandas fueron definiendo perfiles ideológicos que generaron identidades de grupo que perduran hasta nuestros días.

          El panorama ideológico de la época estuvo conformado por diversas tradiciones, cada una de las cuales generaba, para autoafirmarse ante sus adversarios, una buena cantidad de prejuicios y convicciones que con frecuencia desembocaban en un agresivo fanatismo. Teniendo como símbolos la cruz del catolicismo, la hoz cruzada con el martillo del comunismo y la escuadra y el compás de la masonería como emblemas contrapuestos, estos sectores se enfrentaron violentamente tanto en el discurso y las exigencias excluyentes como en los golpes y pedradas callejeras. Los emblemas operaban simbólicamente en el imaginario político de la época de manera que en muchas ocasiones lo emocional predominaba sobre lo racional y la violencia se desataba porque se tenía la convicción de que la sola existencia del adversario era una amenaza para la propia existencia. La lógica no era la de la coexistencia competitiva en un ambiente democrático, para nada, más bien se trataba de la eliminación del adversario ya convertido en enemigo inadmisible. Cada uno se pensaba como justiciero y salvador, sea por razones sociológicas, éticas o religiosas, y cada uno creía fervientemente que el enemigo era un elemento absolutamente pernicioso para la vida colectiva que debía ser eliminado, si no físicamente, sí, al menos, política y socialmente. El asunto no es nimio ni se ha borrado del pensamiento ni de los sentimientos de muchos de los protagonistas y sus descendientes ideológicos.



          Un cambio fundamental ocurrió en la ciudad de Puebla y en la Universidad durante los meses de abril a julio de 1961, periodo en el que se produjo un giro muy significativo en la política educativa que orientó a la institución por el camino de la educación laica y moderna. El hecho de que el Vaticano haya reconocido la validez de la teoría de la evolución de Darwin hasta el papado de Juan Pablo II, nos debe hacer pensar no solo en que la propia iglesia destruye el sustento de su propia mitología, expuesta en el libro del Génesis, sino en las dificultades que los estudiantes de principios de los años sesenta tenían para expandir sus conocimientos, teniendo como autoridades universitarias a miembros de los sectores clericales más conservadores, que evidentemente veían en la teoría darwiniana una especulación atea concebida en los linderos del infierno.

          El arzobispo de Puebla Octaviano Márquez y Toriz, tan aficionado al dinero que la gente lo llamaba “Don Centaviano”, publicó en aquellos años una Carta Pastoral sobre el comunismo en la que decía que el sistema filosófico y político del marxismo destruye la dignidad humana, el orden espiritual y moral, la libertad y toda convivencia civilizada.1 El texto terminaba con un llamamiento:

          ¡Católicos de Puebla! ¡Hombres libres y ciudadanos honrados! ¿Vamos a claudicar vergonzosamente de las conquistas de la civilización cristiana, para caer en las redes maléficas del comunismo? Quién de vosotros se atrevería a mirar impávido que nuestra patria cayera en poder del extranjero, que en nuestros edificios públicos en vez de ondear la gloriosa enseña tricolor miráramos una bandera extranjera y que hombres exóticos, invasores, se adueñaran de nuestro territorio, de nuestras instituciones, de nuestro gobierno y de todo lo que es nuestro amado México? Estamos sintiendo ya los ataques del enemigo. Ideas disolventes contra la fe, la autoridad, las tradiciones mexicanas, la Patria misma.2

          El ignorante fanatismo que encierran estas ideas, evidentemente tuvieron repercusiones en el linchamiento de trabajadores universitarios en San Miguel Canoa algunos años después.

          Haber encausado a la UAP por el camino de la educación laica y científica y haber defendido el laicismo como principio de gobierno es uno de los méritos del movimiento de reforma universitaria. Frente a los prejuicios religiosos imperantes en la conservadora ciudad de Puebla de hace 50 años, los universitarios que defendieron el artículo 3º constitucional hicieron valer el espíritu laico indispensable para ensanchar los horizontes del conocimiento. La laicidad consiste simplemente en la independencia y libertad de pensamiento respecto a las afirmaciones o creencias avaladas por una autoridad, es decir, laico es quien piensa libremente frente a los dogmas. Un dogma es aquello que es creído o aceptado comúnmente como irrefutable y constituye el fundamente mismo del pensamiento religioso, de ahí que laico sea quien reivindica para sí el derecho de pensar diversamente sobre cualquier cuestión o problema considerado ortodoxo.3 Esta es la lección que nos dio la generación del 61 y es este el ambiente político y cultural recreado a través de los recuerdos, los testimonios y la invención literaria de Miguel Gutiérrez, en un relato que resultará indispensable para quien quiera comprender aquel momento histórico de la ciudad y de la Universidad Autónoma de Puebla.

          Termino citando las palabras del rector de la Reforma Universitaria en el discurso pronunciado en este mismo salón, el 15 de mayo de 1961, cuando el movimiento ya había logrado sus objetivos fundamentales:

          Esta Universidad de Puebla abre de hoy en adelante sus puertas para todo estudiante, sin importar su condición económica ni su credo religioso, solo exige una aspiración tenaz en el perfeccionamiento de una vida digna, liberada y culta. Esta universidad no pondrá ningún obstáculo que limite el acceso de las masas a la cultura, no habrá más monopolio de la sabiduría por parte de un grupo de señoritos en detrimento de los demás, pero tampoco permitirá que esa sabiduría se complazca en la soledad y desdeñosa vuelva la espalda a la vida. Al investigador más puro y sobresaliente salido de esta universidad debe llegar también el ruido de las fábricas, para que ese investigador sepa que es también, junto con nosotros, un obrero que está edificando México.

          N O T A S

          1 Manuel Díaz Cid, Autonomía Universitaria. Génesis de la UPAEP, s/f.

          2 Jesús Márquez, Cronología del movimiento estudiantil poblano: abril-octubre de 1961.

          3 Michelangelo Bovero, “Cómo ser laico”, Nexos 282, junio-2001.

          • Julio glockner
          • Revista Elementos
          • Revista Elementos BUAP
          • BUAP/Historias de éxito
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            juliog@mundonuestro.mx (Julio Glockner) Revista Elementos Tue, 28 Jan 2020 00:00:00 +0000
            El infierno abierto/Un ensayo de Julio Glockner en la revista Elementos https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/universidad-y-conocimiento/buap-investigacion/item/2043-el-infierno-abierto-un-ensayo-de-julio-glockner-en-la-revista-elementos https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/universidad-y-conocimiento/buap-investigacion/item/2043-el-infierno-abierto-un-ensayo-de-julio-glockner-en-la-revista-elementos El infierno abierto/Un ensayo de Julio Glockner en la revista Elementos

            “Si el Diablo fuera de veras muy chingón, no sería Diablo”. Don Inés Ávalos, campesino de San Nicolás de los Ranchos

            "El primer pensamiento del día, la mejor manera de comenzar bien cada día es, al despertar, pensar si en ese día podemos complacer al menos a una persona. Si esto pudiera admitirse en sustitución de la costumbre religiosa de la oración, los demás saldrían beneficiados con el cambio". Nietzsche



            Resultado de imagen para EL INFIERNO ABIERTO AL CHRISTIANO, PARA QUE NO CAIGA EN ÉL VEN'. P. PABLO SÉÑERI Puebla de los Ángeles, año de 1780

            La Nueva España del siglo XVIII fue una época de grandes cambios económicos, sociales y culturales, debido al afrancesamiento de las élites que acompañó la difusión de las ideas ilustradas y que implicó una ruptura con la vida social del siglo XVII, en la que predominó una monótona y gris austeridad. Por primera vez comenzaron a proliferar los entretenimientos y placeres del mundo moderno en las diversiones públicas, los cafés, los paseos y los bailes. Por otro lado, se producía también una reformulación y una consolidación de la cultura popular urbana provocada por el crecimiento de la población y los cambios económicos que sucedieron durante el siglo.1 Como un contrapeso a estos preocupantes signos de atención a la vida mundana y sus satisfacciones, la Compañía de Jesús editó, en las primeras décadas del siglo XVIII, un libro cuyo elocuente título explica su propósito: El Infierno abierto al christiano para que no caiga en él, o consideraciones de las penas que allá se padecen. Propuestas en siete meditaciones para los siete días de la semana.

            Un ejemplar de este libro, impreso en 1729 en Puebla de los Ángeles, se encuentra en la biblioteca Lafragua de la BUAP. Fue un libro muy leído en la época, según lo deja ver la nota del impresor poblano: “Reimpreso muchas veces y ahora en la Puebla de los Ángeles por la viuda de Miguel Ortega en el portal de Las Flores”. Medio siglo después, en 1780, se hizo otra reimpresión, ahora con siete imágenes en calcografía que revelan al lector los castigos del infierno, esta última edición es la que aquí comento. El autor fue un jesuita italiano Paolo Segneri,2 nacido en 1624 en un pequeño pueblo de la provincia de Roma, Nettuno, tristemente célebre en los primeros años del siglo XX debido a la muerte a puñaladas de una niña de once años, Santa María Goretti, quien se resistió a ser violada por no pecar y ofender a Dios. En reconocimiento a su valor y su fe fue canonizada en 1950 por el papa Pío XII ante un millón y medio de peregrinos. El asesino, que asistió a la canonización, fue condenado a 30 años de prisión y durante 27 de ellos no dio señales de arrepentimiento, hasta que en un sueño María le anunció que también sería llamado al Cielo, entonces cambió radicalmente su actitud, convirtiéndose en hombre piadoso, lo que le valió para ser liberado. En seguida fue a pedir el perdón de la madre de María, quien argumentó que si Dios y su hija lo había perdonado ella también lo haría.

            De la vida de Paolo Segneri se sabe muy poco a pesar de haber sido un autor prolífico, muy leído durante más de un siglo y traducido a varios idiomas. Segneri escribía en toscano, que después se convertiría en la lengua italiana, perteneció a la Compañía de Jesús, fue adversario acérrimo de la doctrina quietista, que predicaba las virtudes místicas de la contemplación y la pasividad, sosteniendo que el estado de perfección se alcanzaba con la abolición de la voluntad y la aceptación plena de lo que Dios quisiera otorgar. Nada más opuesto al fervor militante que como jesuita tuvo Segneri, que lo convirtió en uno de los más populares misioneros del centro de Italia, siempre como predicador del papa Inocencio XII. Murió a finales del siglo XVII, en 1694, en Roma.



            El libro está organizado de manera que cada una de las consideraciones que contiene está dedicada a un día de la semana, con su correspondiente ilustración, en la que el lector puede ver con claridad y contundencia los castigos infernales a los que será sometido de perseverar en la vida pecaminosa. Llama la atención que los pecados apenas y son mencionados, más bien el autor parte del supuesto de que el lector está enterado de su naturaleza y gravedad y concentra su esfuerzo en advertirle una y otra vez, para que quede bien grabado en su memoria, los terribles tormentos que padecerá en el Averno.

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            • Revista Elementos BUAP
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              juliog@mundonuestro.mx (Julio Glockner) BUAP Investigación Tue, 25 Jun 2019 00:00:00 +0000
              1961: la guerra por la definición ideológica en Puebla. En memoria del Doctor Julio Glockner Lozada https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/universidad-y-conocimiento/buap-investigacion/item/2012-glockner https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/universidad-y-conocimiento/buap-investigacion/item/2012-glockner 1961: la guerra por la definición ideológica en Puebla. En memoria del Doctor Julio Glockner Lozada

              Mundo Nuestro. Este texto fue leído por su autor en la presentaación del Libro El espíritu carolino, Puebla 1961, carisma y trascendencia del Doctor Julio Glockner, de Miguel Gutiérrez, el pasado miércoles 29 de mayo.

              El rector Julio Gloxxkner Lozada en un discurso ante sindicalistas. Fotografía del archivo de la familia Gloxkner, tomada de La Jornada de Oriente.



              El libro de Miguel Gutiérrez es una crónica novelada de uno de los movimientos sociales más importantes del estado de Puebla y, sin duda, el más relevante movimiento universitario, pues con él inició la Universidad Autónoma de Puebla su vocación científica, así como la reflexión y el análisis crítico y bien sustentado de la realidad social. 1961 es un año emblemático porque significa no sólo la derrota de un pensamiento detenido en prejuicios teológicos y morales, que mantenían a la universidad distanciada de los avances de la ciencia y de la reflexión filosófica de la época, sino también porque implicó su apertura definitiva a sectores sociales que hasta ese momento no tenían acceso a sus aulas. Problema que hoy vuelven a enfrentar, de manera crónica, las universidades del país. El autor, siendo muy joven, formó parte de esa voluntad colectiva de cambio que aglutinó a cuatro mil estudiantes y a un significativo número de profesores, encabezados por el doctor Julio Glockner Lozada.

              El relato de Miguel recrea con buena pluma el ambiente que en la ciudad de Puebla se vivía en la víspera del centenario de la batalla del 5 de mayo, y en ese contexto, la irrupción de lo que llama “el espíritu carolino”, que fue la forma contestataria, decidida y libre que hizo posible una Reforma Universitaria que asumió plenamente los derechos y responsabilidades que otorga el artículo 3° constitucional. Los 77 días que duró el rectorado del doctor Glockner, ejercido sin subsidio federal ni estatal, con la rabiosa oposición del clero, que nunca entendió la naturaleza del movimiento, descalificándolo como “comunista”, pero además con la obtusa intolerancia de una minoría comunista, organizada en “células”, que lo tachaba de burgués y reformista, pero con el respaldo de la inmensa mayoría de la comunidad universitaria y sus familias, con la simpatía de los sectores sociales que supieron comprender los beneficios que una universidad renovada traería a la vida de la ciudad y el estado y, finalmente, con el apoyo de profesores y estudiantes de la UNAM, el Politécnico y de otras universidades, sindicatos y organizaciones sociales del país, con esa fuerza moral y política, se pudo sostener una rectoría que hizo posible la transición a una universidad abierta a las corrientes del pensamiento moderno.

              En una típica escena de intolerancia y autoritarismo “revolucionario”, algunos años después, una o varias manos desaparecieron de los archivos de la universidad las actas del consejo que daban cuenta tanto de la importancia que había tenido la participación del doctor Glockner en el proceso de Reforma Universitaria, como de su expulsión años más tarde, montando una farsa construida con mentiras y difamaciones. Quienes presenciaron esa vergonzosa sesión del Consejo Universitario recuerdan el vigoroso humor sarcástico con el que se defendió el acusado.

              Las causas de fondo del movimiento de 1961 venían de muy lejos. Por un lado, se remontaban al secular conflicto entre liberales y conservadores que se enfrentaron a lo largo del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, tanto en vehementes discusiones de mayor o menor calidad argumentativa, como en los campos de batalla que comprendieron desde la guerra de Reforma al movimiento cristero. Al iniciar la década de los sesenta del siglo pasado la discusión entre liberales y conservadores se centraba en la defensa del carácter laico de la educación pública, que defendían los primeros, ante la insistencia de los conservadores por mantener la educación religiosa en los colegios particulares, y si fuera posible públicos, como herencia evidente del virreinato.



              Novatadaa en el patio central del edificio Carolino. Fotode Archivo Histórico de la BUAP.

              Este enfrentamiento, que oponía el artículo 3º constitucional al reclamo conservador de que sólo la familia, y no el Estado, puede decidir el carácter de la educación de sus hijos, se gestaba en procesos ideológicos de larga duración y albergaba en su interior nuevas modalidades conflictivas surgidas en el contexto de la guerra fría. Entre estas modalidades conflictivas destacaba la simpatía y el respaldo que los estudiantes “progresistas” sentían por la triunfante revolución cubana, que en esos días Fidel Castro vincularía al área de influencia de la URSS, contra las ideas y los intereses económicos de quienes veían en esa revolución un peligro de expansión comunista en México. Este panorama nos presenta un fenómeno realmente interesante, en el que se enfrentan diversos grupos sociales esgrimiendo demandas de carácter político, ético, religioso, cívico, educativo y económico. Estas demandas fueron definiendo perfiles ideológicos que generaron identidades de grupo que perduran hasta nuestros días.



              El panorama ideológico de la época estuvo conformado por diversas tradiciones, cada una de las cuales generaba, para autoafirmarse ante sus adversarios, una buena cantidad de prejuicios y convicciones que con frecuencia desembocaban en un agresivo fanatismo. Teniendo como símbolos la cruz del catolicismo, la oz cruzada con el martillo del comunismo y la escuadra y el compás de la masonería como emblemas contrapuestos, estos sectores se enfrentaron violentamente tanto en el discurso y las exigencias excluyentes como en los golpes y pedradas callejeras. Los emblemas operaban simbólicamente en el imaginario político de la época de manera que en muchas ocasiones lo emocional predominaba sobre lo racional y la violencia se desataba porque se tenía la convicción de que la sola existencia del adversario era una amenaza para la propia existencia. La lógica no era la de la coexistencia competitiva en un ambiente democrático, para nada, más bien se trataba de la eliminación del adversario ya convertido en enemigo inadmisible. Cada uno se pensaba como justiciero y salvador, sea por razones sociológicas, éticas o religiosas, y cada uno creía fervientemente que el enemigo era un elemento absolutamente pernicioso para la vida colectiva que debía ser eliminado, si no físicamente, sí, al menos, política y socialmente. El asunto no es nimio ni se ha borrado del pensamiento ni de los sentimientos de muchos de los protagonistas y sus descendientes ideológicos.

              Un cambio fundamental ocurrió en la ciudad de Puebla y en la Universidad durante los meses de abril a julio de 1961, periodo en el que se produjo un giro muy significativo en la política educativa que orientó a la institución por el camino de la educación laica y moderna. El hecho de que el Vaticano haya reconocido la validez de la teoría de la evolución de Darwin hasta el papado de Juan Pablo II, nos debe hacer pensar no sólo en que la propia iglesia destruye el sustento de su propia mitología, expuesta en el libro del Génesis, sino en las dificultades que los estudiantes de principios de los años sesenta tenían para expandir sus conocimientos, teniendo como autoridades universitarias a miembros de los sectores clericales más conservadores, que evidentemente veían en la teoría darwiniana una especulación atea concebida en los linderos del infierno.

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              El bando católico.

              La pedriza al Benavente, el 24 de abril de 1961.

              El arzobispo de Puebla Octaviano Márquez y Toríz, tan aficionado al dinero que la gente lo llamaba “Don Centaviano”, publicó en aquellos años una Carta Pastoral sobre el Comunismo en la que decía que el sistema filosófico y político del marxismo destruye la dignidad humana, el orden espiritual y moral, la libertad y toda convivencia civilizada.[1] El texto terminaba con un llamamiento: “¡Católicos de Puebla! ¡Hombres libres y ciudadanos honrados! ¿Vamos a claudicar vergonzosamente de las conquistas de la civilización cristiana, para caer en las redes maléficas del comunismo? Quién de vosotros se atrevería a mirar impávido que nuestra patria cayera en poder del extranjero, que en nuestros edificios públicos en vez de ondear la gloriosa enseña tricolor miráramos una bandera extranjera y que hombres exóticos, invasores, se adueñaran de nuestro territorio, de nuestras instituciones, de nuestro gobierno y de todo lo que es nuestro amado México? Estamos sintiendo ya los ataques del enemigo. Ideas disolventes contra la fe, la autoridad, las tradiciones mexicanas, la Patria misma”.[2] El ignorante fanatismo que encierran estas ideas, evidentemente tuvieron repercusiones en el linchamiento de trabajadores universitarios en San Miguel Canoa algunos años después.

              Haber encausado a la UAP por el camino de la educación laica y científica y haber defendido el laicismo como principio de gobierno es uno de los méritos del movimiento de reforma universitaria. Frente a los prejuicios religiosos imperantes en la conservadora ciudad de Puebla de hace 50 años, los universitarios que defendieron el artículo 3º constitucional hicieron valer el espíritu laico indispensable para ensanchar los horizontes del conocimiento. La laicidad consiste simplemente en la independencia y libertad de pensamiento respecto a las afirmaciones o creencias avaladas por una autoridad, es decir, laico es quien piensa libremente frente a los dogmas. Un dogma es aquello que es creído o aceptado comúnmente como irrefutable y constituye el fundamente mismo del pensamiento religioso, de ahí que laico sea quien reivindica para sí el derecho de pensar diversamente sobre cualquier cuestión o problema considerado ortodoxo.[3] Esta es la lección que nos dio la generación del 61 y es este el ambiente político y cultural recreado a través de los recuerdos, los testimonios y la invención literaria de Miguel Gutiérrez, en un relato que resultará indispensable para quien quiera comprender aquel momento histórico de la ciudad y de la Universidad Autónoma de Puebla.

              Termino citando las palabras del rector de la Reforma Universitaria en el discurso pronunciado en este mismo salón, el 15 de mayo de 1961, cuando el movimiento ya había logrado sus objetivos fundamentales:

              Esta Universidad de Puebla abre de hoy en adelante sus puertas para todo estudiante, sin importar su condición económica ni su credo religioso, sólo exige una aspiración tenaz en el perfeccionamiento de una vida digna, liberada y culta. Esta universidad no pondrá ningún obstáculo que limite el acceso de las masas a la cultura, no habrá más monopolio de la sabiduría por parte de un grupo de señoritos en detrimento de los demás, pero tampoco permitirá que esa sabiduría se complazca en la soledad y desdeñosa vuelva la espalda a la vida. Al investigador más puro y sobresaliente salido de esta universidad debe llegar también el ruido de las fábricas, para que ese investigador sepa que es también, junto con nosotros, un obrero que está edificando México.

              [1] Manuel Díaz Cid, Autonomía Universitaria. Génesis de la UPAEP, s/f.

              [2] Jesús Márquez, cronología del movimiento estudiantil poblano: abril-octubre de 1961.

              [3] Michelangelo Bovero, “Cómo ser laico”, Nexos, Nº 282, junio-2001.

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                juliog@mundonuestro.mx (Julio Glockner) BUAP Investigación Fri, 31 May 2019 00:00:00 +0000
                Carta a Papá https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/universidad-y-conocimiento/item/2006-carta-a-papa https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/universidad-y-conocimiento/item/2006-carta-a-papa Carta a Papá

                Mundo Nuestro. En ocasión del centenario del nacimiento del Doctor Julio Glockner Lozada, en junio del 2009, su hijo, Juliio Glockner Rossains escribió esta memoria de su padre que hoy reproducimos en ocasión de la presentación del libro El espíritu carolino, Puebla 1961. Carisma y trascendencia del Doctor Julio glokner. Este texto fue publicado originalmente en La Jornada de Oriente

                Papá:



                Qué tal que han pasado ya 100 años desde que naciste, un siglo no es poca cosa y por eso hoy quisimos acordarnos de ti. Sesenta y seis años viviendo en este mundo y treinta y cuatro en otro, que sigue siendo este. Porque la vida de toda persona se divide en dos partes, una, mientras su corazón palpita y su presencia es un acto cotidiano, otra, cuando su sangre y su voz se han suspendido y su presencia repentina sólo se revela en recuerdos, sueños y conversaciones. En esta segunda condición estás ahora, querido Julio, y estamos aquí reunidos, cumpliendo una milenaria tradición humana que congrega a la gente que se quiere, para recordarte.

                Hay dos características tuyas que mucha gente tiene presentes: una es tu generosidad y la otra tu buen humor. Dos cualidades, desafortunadamente, no muy comunes. Creo que la primera tuvo que ver con que fuiste un estudiante pobre, y cuando te fue bien económicamente no dejaste de apoyar a quien se acercó a pedirte ayuda. Y el buen humor, pues es una consecuencia del bien estar y me parece que en la vida tú siempre te sentiste a tus anchas. Recuerdo aquella escena que nos contaste un par de veces, que ocurrió con tu mamá. Eras joven y estabas estudiando en la casa cuando ella salió a comprar algo para comer. Al rato regresó con muy poco, el dinero no había alcanzado para gran cosa, entonces la abuela Clara te dijo: “mira hijo, apenas y me alcanzó para la comida, pero compré un cancionero, vamos a cantar.” Ese entusiasmo y ese sentido gozoso de la vida quedaron alojados en tu personalidad.

                Por otra parte, tu interés en el conocimiento fue estimulado por el abuelo Enrique. Hace años encontré entre tus papeles un obsequio un tanto extraño: en una docena de hojas tamaño oficio, escrito a máquina por él mismo, tu padre te regaló una historia del sistema métrico decimal con esta nota al pie: “Julio querido, lee y medita…” y vaya que lo hiciste, quienes heredamos tu biblioteca sabemos de la diversidad de tus intereses intelectuales, no sólo en medicina, biología y ciencias exactas, sino también en literatura, filosofía y humanidades.



                El mito de que eras un comunista come–niños te lo inventó el clero y la prensa local cuando encabezaste el movimiento de reforma universitaria, que terminó por expulsar a un grupo de conservadores retardatarios que se oponían al desarrollo del conocimiento científico y propiciaban un anacrónico y ridículo elitismo en la universidad. Siempre fuiste un hombre de izquierda, pero tu pensamiento no estuvo sujeto a un adoctrinamiento ideológico y esto te acarreó también problemas con los comunistas de credencial y dogma bien peinado. En la estantería de tu biblioteca tenías, por ejemplo, el Manifiesto del Partido Comunista, en una voluminosa edición con estudios de Antonio Labriola y Wenceslao Roces, había libros de Lenin y Stalin, pero al lado estaba el Ensayo sobre las libertades, de Raymond Aron; La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper, y el Viaje a la URSS, de André Gide, y la autobiografía de Artur Koestler, donde se denunciaba el autoritarismo criminal del régimen soviético. Una biblioteca es una buena pista para rastrear los senderos intelectuales de una persona, para asomarnos a sus pensamientos y a sus actos, y lo que sacamos en conclusión de ti es que fuiste un humanista lúdico de izquierda. Y que en buena medida tu actitud frente a la vida se nutrió con Henry Miller y Ortega y Gasset, con Bertrand Russell y Unamuno, con Freud y Jung, con Papini, Huxley y Lawrence Durrell.



                Tu otra gran pasión fue la música ¡Cómo hubieras disfrutado los modernos equipos de sonido! Te recordamos recostado en la sala, escuchando música clásica frente a dos enormes bocinas, y después de un rato, roncando a todo volumen. Tere siempre recordaba que la cortejabas no sólo con palabras cariñosas sino con ideas inteligentes, tenían el gusto de leer tumbados en la hierba en las afueras de la ciudad, o viajando juntos a la ciudad de México para asistir a algún concierto.

                Como es tu centenario sólo vamos a hablar bien de ti. Algo que siempre nos gustó a Clara a Fidel y a mí fue tu capacidad para disfrutar los años sesenta. Una prueba de fuego de la que no todos salían bien librados. Nos entusiasmó que te gustara la música de los Beatles, que apreciaras el teatro de Jodorowski, que comieras hongos con Napo y July, que comprendieras y respaldaras la protesta juvenil de aquellos años, no sólo la estudiantil vinculada a demandas políticas, también la contracultural del movimiento hippie. Esto sucedía porque estabas atento a la época desde un cuerpo de cincuenta y tantos años pero habitado en muchos sentidos por el espíritu de un joven. De ahí la excelente relación que siempre mantuviste con tus alumnos.

                Comprenderás que no se trata de abrumar a los invitados con un largo discurso, así que aquí le paramos. Como ahora vives en nuestro pensamiento, te queremos imaginar acompañado de tus amigos: Nacho Hermoso, el ingeniero Saldívar, el gordo Vera, Toño Sáenz de Miera, Renato Leduc, el güero Téllez, Pedro Garfias… y también, por supuesto, de Tere, Nuby, Napo, Mini, July, Ligia, la Monchis y la abuelita Rosaura, que hoy habrá guisado algo para ustedes. De modo que no nos queda más que alzar los vasos y brindar por ti y por todos ustedes.

                ¡Salud!

                *Texto leído en la sobremesa del viernes pasado con familiares y amigos para conmemorar al doctor al cumplirse 100 años de su nacimiento.

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                  juliog@mundonuestro.mx (Julio Glockner) Universidades |#000 Mon, 27 May 2019 00:00:00 +0000
                  El trabajo humano, los espíritus y la lluvia/Julio Glockner en la Revista Elementos https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/accion-civil/elementos/item/1490-el-trabajo-humano-los-espiritus-y-la-lluvia-juliio-glockner-en-la-revista-elementos https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/accion-civil/elementos/item/1490-el-trabajo-humano-los-espiritus-y-la-lluvia-juliio-glockner-en-la-revista-elementos El trabajo humano,  los espíritus y la lluvia/Julio Glockner en la Revista Elementos

                  Todo está lleno de espíritus

                  En 1629 Hernando Ruiz de Alarcón, teólogo nacido en Taxco, Guerrero, escribió un Tratado de las supersticiones y costumbres gentílicas que hoy viven los indios naturales desta Nueva España. El texto estaba destinado a combatir lo que el clérigo consideraba idolatrías inspiradas por el demonio. En él encontramos descripciones de un pensamiento religioso y prácticas rituales que conforman una cosmovisión que ha perdurado, gracias a constantes transformaciones, hasta nuestros días en los pueblos indígenas y campesinos del estado de Guerrero. La persistencia de estas costumbres ha sido posible, en buena medida, debido a su capacidad de adaptación al catolicismo que llegó a la región con la conquista española, quiero decir, el santoral cristiano fue adoptado e inducido a cumplir las funciones que en el ciclo agrícola cumplían y cumplen antiguas deidades, espíritus de la naturaleza y espíritus de los antepasados. Escribe Ruiz de Alarcón: [...] por su ignorancia tenían y tienen tan varios dioses y modos de adoración tan diferentes, que venido a averiguar el fundamento y lo que son todos, hallamos tan poco de qué echar mano, como si quisiéramos apretar en el puño el humo o el viento. Lo cierto es que casi todas las adoraciones actuales [...] y a lo que podemos juzgar son las mismas que acostumbraban sus antepasados, tienen su raíz y fundamento en tener ellos fe que las nubes son ángeles y dioses, capaces de adoración, y lo mismo juzgan de los vientos, por lo cual creen que en todas las partes de la tierra habitan, como en las lomas, montes, valles y quebradas. Lo mismo creen de los ríos, lagunas y manantiales, pues a todo lo dicho ofrecen cera e incienso, y a lo que más veneración dan y casi todos tienen por dios, es el fuego. Es claro que la teología cristiana, que concibe un Dios separado del mundo a partir de la doctrina de la Caída y la expulsión del Paraíso, le impide a Ruiz de Alarcón comprender el sentido profundo del culto a la naturaleza manifestado en los rituales indígenas, “como si quisiéramos apretar en el puño el humo o el viento”, dice sorprendido. Casi 400 años después ese culto a la naturaleza goza de espléndida salud y continúa practicándose en decenas de comunidades mixtecas, nahuas, triquis y tlapanecas de Guerrero. Mediante el culto a los santos, estas festividades tienen como finalidad propiciar el trabajo conjunto de Jesucristo, la Virgen María, la Santa Cruz, San Miguel Arcángel, san Marcos, san Roque, san Juan y san Lucas, entre otros, con los espíritus de la naturaleza y de los muertos para procurar buenas lluvias, abundantes cosechas, buena salud y bienestar en los pueblos. Las fechas de celebración del santoral católico se ajustan a las labores agrícolas y al ciclo anual de lluvias de las distintas regiones.



                  (Imagen de portadilla: Yael Martínez/Orlando Velázquez. De la serie La sangre y la lluvia, 2016/2017. Tomada de Revista Elementos 110)

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                    juliog@mundonuestro.mx (Julio Glockner) Revista Elementos Fri, 15 Jun 2018 00:00:00 +0000
                    Lombardo Toledano y el fracaso de la utopía proletaria en México https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/universidad-y-conocimiento/item/1344-lombardo-toledano-y-el-fracaso-de-la-utopia-proletaria-en-mexico https://archivo.mundonuestro.mx/index.php/secciones/universidad-y-conocimiento/item/1344-lombardo-toledano-y-el-fracaso-de-la-utopia-proletaria-en-mexico Lombardo Toledano y el fracaso de la utopía proletaria en México

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                    En combate. La vida de Lombardo Toledano, (Random House, Debate, 2017) de Daniela Spenser.

                    La suerte quiso que cuando Daniela Spencer me invitó a presentar su libro, estuviera yo leyendo Misa Negra. La religión apocalíptica y la muerte de la utopía, del filósofo inglés John Gray. Una suerte para mí porque la lectura alternada de ambos libros me permitió colocar la mirada en la utopía soviética y en la utopía, derivada de aquella, de uno de los dirigentes sindicales más importantes que ha tenido nuestro país. Al cotejo de algunas de estas ilusiones y trágicos desencantos quisiera dedicar principalmente mis comentarios, sobre todo por que el aleteo de la utopía bolchevique sigue sobrevolando en la mentalidad de mucha gente que, o ignora o se resiste a admitir, las evidencias documentales del desastre que fue lo que se dio en llamar el socialismo realmente existente.



                    El libro que ha escrito Daniela hacía mucha falta para conocer, desde una perspectiva lombardista integral, la gestación del movimiento obrero en México durante buena parte del siglo XX, y la manera en que se fue estructurando al vincularse estrechamente al Estado mexicano con la conformación, primero, del Partido Nacional Revolucionario, después, durante el cardenismo, su conversión en Partido de la Revolución Mexicana, del que derivaría más tarde el Partido Revolucionario Institucional.

                    Por la manera en que está escrito y considerando su estructura narrativa, que según confiesa la autora se debe a la lectura de El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura, se trata de un libro que está al alcance de cualquier lector interesado en la historia del México contemporáneo, y no sólo del especialista, aunque también éste encontrará una investigación acuciosa que cumple con todo el rigor académico en la consulta de sus fuentes. Daniela consultó archivos en México, Estados Unidos, Gran Bretaña, Los Países Bajos, La república Checa, Rusia y Suiza, además de una minuciosa investigación hemerográfica en diarios de México, Estados Unidos e Inglaterra y una consulta bibliográfica que comprende más de 300 libros, además de artículos y tesis de maestría y doctorado. Todo ello ocupa 80 páginas de notas, cuya disposición no entorpece la lectura fluida de un texto escrito con elegante sencillez. Hacía falta un libro así, que saltara ágilmente la cerca de los especialistas en el tema para abrir su discurso a un público más amplio interesado en conocer el pasado reciente de su país y la manera en que se tejieron las redes, reales e imaginarias, del poder político en México, para usar la expresión de Roger Bartra.

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                    Daniela Spenser



                    Daniela Spencer nos entrega un amplísimo panorama, a través de la figura de Vicente Lombardo Toledano, que comprende desde las alianzas y conflictos en su natal Teziutlán, hasta los diversos escenarios político-sindicales de América Latina, Europa, los Estados Unidos y la Unión Soviética, pasando por la densa trama de negociaciones, alianzas, traiciones y rompimientos conflictivos que predominaron en nuestro país a lo largo de medio siglo.

                    El libro está dividido en cinco partes, al inicio de cada una de ellas la autora ha colocado una serie de frases que sintetizan el pensamiento y la postura política de Lombardo a lo largo de su vida. Veamos las que me parecen más ilustrativas antes de analizar su candoroso leninismo-estalinismo soviético: En 1923 escribió la siguiente:



                    “La revolución social iniciada en 1910, devuelve a la nación mexicana la ética de Cristo. Lucha por el advenimiento de un nuevo orden social basado en el amor a los hombres”.

                    Seis años más tarde, esa convicción cristiana encuentra en el proletariado el sujeto redentor cuando escribe:

                    “El proletariado mexicano hace veinte años se alzó a conquistar México. Nuestro anhelo profundo es contribuir, con el proletariado internacional, a la conquista de la tierra”.

                    Tres años después, en 1932, cree descubrir los dos únicos caminos del desarrollo social:

                    “No hay sino dos únicas soluciones para el capitalismo -dice- la una pasajera, la otra definitiva. La primera consiste en que la burguesía entregue al Estado la dirección de la riqueza pública, para salvar parte de ella por algún tiempo; la segunda es la desaparición de la propiedad privada por la fuerza de las masas y su concentración en el Estado presidido por los trabajadores”.

                    Hoy sabemos de la imposibilidad de ambas utopías, aunque Lombardo murió confiando en que tarde o temprano se realizaría la segunda.

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                    Vicente Lombardo Toledano durante una reunión con los dirigentes petroleros en las oficinas de la CTAL. CENTRO DE ESTUDIOS FILOSÓFICOS Y SOCIALES VICENTE LOMBARDO TOLEDANO.

                    Su inquebrantable fe en que el Estado debía incidir en todos los órdenes de la vida social, regulando la vida de los individuos, le condujo a una permanente e incondicional admiración del socialismo en la Unión Soviética, y a promover el respaldo de los trabajadores mexicanos a los distintos gobiernos emanados de una revolución paradójicamente institucionalizada, como se lo reconoce, el 20 de noviembre de 1946, haciendo honor a su nombre, el profesor Cándido Jaramillo, cuando le dice a Lombardo Toledano: “Yo sé, compañero Lombardo, que la aplicación del marxismo-leninismo a la situación particular de nuestro país nos obliga a apoyar al gobierno de la burguesía revolucionaria en el poder”.

                    Un año después, en 1947, durante una mesa redonda en Bellas Artes, a la que convocó Lombardo a los principales marxistas del país, sólo una frase en la que coincidieron todos, hasta José Revueltas: “No pretendamos el socialismo para mañana en nuestro país”. La idea central, definida en la caracterización que se hacía del gobierno de Miguel Alemán, consistía en afirmar que el futuro de la revolución mexicana conduciría inevitablemente al socialismo si se partía de la táctica de la unidad nacional, que implicaba renunciar, provisionalmente, a los objetivos exclusivos del proletariado para establecer, en cambio, una alianza con la burguesía progresista que representaba el gobierno de Miguel Alemán. Con algunos matices esta tesis fue aceptada por los principales líderes comunistas, como Dionisio Encina y Valentín Campa. Estas falsas apreciaciones, dice Roger Bartra, contribuyeron a hundir a la izquierda en un marginalismo que duró más de 20 años.

                    Daniela Spenser recoge una declaración de fe en la utopía socialista, por parte de Lombardo, cuando en 1956 escribe: “No me voy a retirar de la lucha, ni hoy ni mañana, y seguiré luchando hasta el último momento de mi existencia. Porque soy un revolucionario que no puede pensar sino de una sola manera, y que no puede vivir sino de un solo modo. Pienso al servicio de la suspensión del sistema capitalista y contribuyo con mi acción por el advenimiento del socialismo en el plazo más breve”.

                    Vicente Lombardo Toledano. Boceto para un retrato en mural, de David Alfaro Siqueiros.

                    La certeza absoluta de que el desarrollo social se regía por un conjunto de leyes, descubiertas por la supuesta ciencia del materialismo histórico, lo llevó a confiar, fervorosamente, en la profecía marxista que preveía, para el futuro de la humanidad, el advenimiento de una sociedad sin clases, de una sociedad donde, como afirman Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, una vez que el proletariado ha tomado el poder despojará, mediante acciones despóticas, a la burguesía de todo capital y medios de producción para ser centralizados en manos del Estado, lo que traerá como consecuencia la desaparición de las diferencias de clase y toda la producción estará concentrada en manos de la sociedad. Entonces, dicen Marx y Engels, el Estado perderá todo carácter político, que no es, en rigor, sino el poder organizado de una clase para la opresión de la otra. De este modo desaparecerá la vieja sociedad burguesa con sus clases y sus antagonismos de clase para ser sustituida por una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno condicione al libre desarrollo de todos.

                    Lombardo Toledano aprendió de Antonio Caso que el Manifiesto Comunista era el documento más importante del siglo XIX, y veía en la Unión Soviética la materialización de este anhelo igualitario y libertario, que debía servir de modelo para todos los pueblos, sobre todo los latinoamericanos, sometidos al imperialismo norteamericano.

                    Sin haber leído la obra fundamental de Marx, El Capital, consideraba, cuando era estudiante, que la teoría del valor era “pueril y plagada de suposiciones gratuitas”. Quizá nunca leyó esa obra, donde Marx expone con todo detalle el funcionamiento de la economía capitalista y los mecanismos mediante los cuales se produce la explotación del trabajo y la extracción de la plusvalía. En cambio, se convirtió en uno de los mayores apologistas de la evolución social unilineal, que mediante el desarrollo de las fuerzas productivas conduciría a la humanidad, inevitablemente, al socialismo, o, para ser más precisos, al socialismo soviético presidido por Lenin y Stalin. Es decir, dio la espalda a lo mejor de Marx para abrazar su lado teóricamente más débil, aunque ideológicamente más fuerte: la utopía de una sociedad igualitaria. Lombardo era, extrañamente, un marxista utópico unilineal, sin crítica de la economía capitalista.

                    Daniela Spencer nos va mostrando paso a paso el crecimiento de un líder sindical que con una energía y talento excepcionales pasa de una confederación a otra y de las tareas representativas nacionales a las internacionales. Da la cámara de diputados a la interlocución directa con los presidentes mexicanos, de Lázaro Cárdenas a Gustavo Diaz Ordaz, pero también con muchos latinoamericanos, todo en nombre de una lucha contra el fascismo en Europa, en defensa del Estado mexicano que encarna, bien que mal, los principios nacionalistas de la Revolución Mexicana, que es la vía mediante la cual nos defendemos del imperialismo norteamericano y nos aproximamos a una sociedad socialista semejante a la Unión Soviética.

                    En julio de 1935 Lombardo viajó a la URSS con Víctor Manuel Villaseñor, quien también se consideraba marxista. Los anfitriones rusos organizaron el recorrido de dos meses visitando Leningrado, Moscú y las ciudades industriales en el sur, a miles de kilómetros de Moscú. Fue huésped de los sindicatos soviéticos y de la Internacional Sindical Roja que los llevó a Ucrania y el Cáucaso para ver la agricultura en gran escala y conocer la colectivización del trabajo, la maquinaria agrícola, la industria del petróleo y el problema de las nacionalidades. Nunca sospechó que sus guías e intérpretes multilingües eran policías encubiertos que vigilaban que no salieran de las rutas seleccionadas -dice Daniela- y a los que respondían preguntas de acuerdo con las instrucciones del partido. Al volver a Moscú quiso entrevistarse con el camarada Stalin, pero no lo recibió.

                    Según Lombardo, la revolución de octubre había sido violenta, había cometido errores, injusticias y hasta crímenes, pero esa violencia se justificaba con las prodigiosas recompensas que generó la revolución con los planes quinquenales y el apoyo resuelto y entusiasta de las grandes mayorías. Al terminar el viaje escribió: “Es tan hermoso ver cómo el socialismo cuaja en realidades, que me hallo absorto, conmovido y dispuesto a redoblar mi trabajo a favor de la revolución proletaria, con más ardor que nunca, con nueva fe, con el estímulo que dan los sueños o las esperanzas que se cumplen. Estoy, en el mundo del porvenir”.

                    Es evidente que el optimismo desbordado de Lombardo, condicionado por los lugares que debía visitar, le impedían ver sólo algunos “errores” en el diseño del hombre nuevo proclamado por la revolución, y no el horror que durante décadas fue creciendo con las hambrunas provocadas por los planes quinquenales, que dejaron como resultado millones de muertos, los campos de trabajo forzado donde fueron encerrados cientos de miles de campesinos y disidentes políticos, miles de ejecutados, incluyendo a la vieja guardia bolchevique y en general un ambiente autoritario y represor, física y psicológicamente, que percibió bien André Gide en su viaje a la URSS en la misma época que Lombardo Toledano. (Por cierto, Daniela refiere un libro de Alberto Ruy Sánchez analizando el viaje de Gide a la URSS, que ahora está nuevamente en circulación. Vale mucho la pena leerlo).

                    Inspirados por la idea de que la ciencia debía regir el destino humano, el socialismo soviético, en su afán de construir un hombre nuevo, se propuso experimentar en diversos aspectos sociales, psicológicos y fisiológicos. En este sentido el objetivo estalinista no era sino una prolongación de la lógica ilustrada según la cual, si hay algún defecto en la naturaleza humana, la ciencia y sólo la ciencia, puede subsanarlo. Y los bolcheviques aspiraron, desde un inicio, a crear un nuevo tipo de ser humano. Veamos algunos ejemplos mencionados por John Gray en un par de libros cuya información proviene de los archivos desclasificados en la ex Unión Soviética.

                    El caso más conocido, quizá es el de Trofim Lysenko (1898-1976), quien basado en la teoría de Lamarck postulaba que las características adquiridas se podían heredar. Stalin lo nombró director de la Academia Soviética de Ciencias Agrícolas y le dio plena libertad en el campo de la agricultura aplicada, donde, según afirmaba, había descubierto cómo producir nuevas variedades de trigo de alto rendimiento. Pero los experimentos de Lysenko fueron un desastre que agravó aun más la caída en la producción de alimentos que acompañó a la colectivización, provocando la muerte por hambrunas de millones de personas y retrasaron el desarrollo de la biología en la URSS hasta la década de los 70. En una conferencia que dio a los trabajadores agrícolas en 1935, a la que asistió Stalin, declaró: “En nuestra Unión Soviética, camaradas, las personas no nacen. Los organismos humanos nacen, pero las personas son creadas, y yo soy una de esas personas que fueron creadas de este modo. A mi me hicieron como ser humano”.

                    Menos conocido es el caso de Iliá Ivanov, quien a mediados de los años veinte recibió del propio Stalin el encargo de cruzar simios con humanos. A Stalin no le interesaba llenar el mundo de réplicas de Aristóteles o Tolstoi. Lo que él quería -dice John Gray- era nueva raza de soldado, “un nuevo ser humano invencible”, sumamente resistente al dolor y que apenas necesitara comer y dormir. Ivanov había sido criador de caballos durante la era zarista. Viajó hasta África Occidental para realizar pruebas de fecundación con chimpancés y fundó un instituto de investigaciones en Georgia, la tierra de Stalin.

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                    Stalin y Gorki en 1932. (Fotografía de dominio público)

                    Un caso más fue el del escritor Máximo Gorki, quien no tenía reparos en apoyar los experimentos en humanos. “Tenemos que experimentar con los humanos mismos -decía- tenemos que estudiar los organismos humanos, los procesos de alimentación intercelular, la circulación de la sangre, la química del sistema nervioso y, en general, todos los procesos del organismo humano. Se precisarán centenares de unidades humanas para ello”. Gorki respaldó incondicionalmente los experimentos de la colectivización en la agricultura. Él siempre había considerado a los campesinos rusos como una forma inferior de vida humana. En una entrevista realizada en 1921, cuando Rusia era presa de la hambruna, Gorki dijo a los periodistas: “Supongo que la mayoría de los 35 millones de Afectados por la hambruna morirán”. Un año más tarde escribió: “La gente del campo ruso, medio salvaje, estúpida y difícil, morirá, y su lugar será ocupado por una nueva tribu formada por los literatos, los inteligentes y los fuertes”. En el periódico Pravda escribió un eslogan que se hizo famoso durante la colectivización forzada: “Si el enemigo no se rinde, hay que exterminarlo”. Cuando en 1923 los hijos menores de 12 años podían ser penalizados con la pena capital por robo -delito que incluía el uso no autorizado de cereales por campesinos hambrientos- Gorki no protestó. Este hombre, tan leído en la Rusia Estalinista describía a los campesinos como criaturas subhumanas, como roedores que sólo servían para ser exterminados, y lo fueron en buena medida. Esta era la otra Rusia, la otra Unión Soviética que Lombardo no quiso ver, que minimizó como si fueran simples errores (cuando Nikita Jrushchev denunció los crímenes de Stalin) como desatinos inevitables en el luminoso camino hacia un futuro promisorio.

                    Al volver a México Lombardo recorrió buena parte del país dando conferencias sobre su experiencia en la URSS y estimulando en el imaginario de la clase obrera la necesidad de apoyar firmemente al Estado Mexicano que, tarde o temprano, arribaría a una sociedad socialista porque transitaba por el lado correcto de la Historia con el nacionalismo revolucionario como bandera. Esta actitud de hombre de fe, ligada a una indudable habilidad política, le permitió funcionar como un comodín en las elecciones presidenciales, siempre respaldando al candidato oficial, ya fuera del PNR, del PRM o del PRI. Un discípulo suyo, Miguel Ángel Velasco, antiguo dirigente del Partido Comunista y después miembro de la dirección nacional del PPS fundado por Lombardo, declaró, durante el proceso electoral del que saldría presidente Gustavo Díaz Ordaz, lo siguiente:

                    “En el debate en torno a la posición del PPS en las próximas elecciones se debe seguir la línea táctica y estratégica que dicta la dialéctica marxista”.

                    La supuesta dialéctica marxista servía para justificar el respaldo al futuro presidente a cambio de un puñado de curules. El verdadero enemigo no era el futuro presidente ni los grupos económicos y políticos que lo apoyaban, el verdadero enemigo era el imperialismo yanqui y los grupos de izquierda radical, como los trotskistas, con sus revistas.

                    En 1965, fallecida su primera esposa, Rosa María Otero, Lombardo se casó con María Teresa Puente, con quien había compartido su actividad política desde 1932. Con una curul asegurada se fue de luna de miel durante más de dos meses a viajar por Europa, mientras el PPS se vaciaba lentamente de militantes. Me parece que en ese momento fue evidente que Lombardo Toledano había dejado de ser el comodín que destrababa conflictos y propiciaba negociaciones, para pasar a ser un simple comodino.

                    El año de 1968 dejó al descubierto a un hombre degradado políticamente por lo que él suponía la firmeza de sus convicciones, que a los ojos de un Víctor Flores Olea, un José Revueltas o una Elena Poniatowska eran más conveniencias que convicciones.

                    Ante la invasión soviética a Checoslovaquia y las protestas en Polonia y Hungría repitió las consignas provenientes de Moscú en el sentido de que se atentaba contra la unidad de las naciones socialistas. A la rebelión juvenil en París la consideró como un infantilismo que iba contra las leyes de la historia, tratándolos de “profesionales del tumulto disfrazados de dirigentes de izquierda”.

                    Sus lamentables, indignas y poco inteligentes declaraciones después de la matanza del 2 de octubre, diciendo que la policía estadounidense y las oscuras fuerzas que conspiran contra nuestro país financiaban el movimiento estudiantil, son de una bajeza solo alcanzada por la estupidez represiva de Gustavo Diaz Ordaz. Es una pena que un hombre que había destacado en foros nacionales y mundiales, en buena medida por sus propios méritos, acabara opacando y denigrado su participación política al acompañar del brazo a déspotas criminales como Diaz Ordaz.

                    Habría mucho más qué comentar, pero no quiero extenderme demasiado, sólo me resta felicitar y agradecer a Daniela por haber escrito este libro, que, tengo la certeza, será imprescindible para comprender la vida política de México en el siglo XX.

                    • Julio Glokner
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                      juliog@mundonuestro.mx (Julio Glockner) Universidades |#000 Sun, 15 Apr 2018 00:00:00 +0000