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Joseph Biden, presidente: “muchas esperanzas, pero pocas ilusiones”. Destacado

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Entrevista

Keith Mann es historiador y sociólogo, es miembro de la dirección de Solidaridad, una de las pequeñas organizaciones de la izquierda socialista en Estados Unidos y también de los Demócratas Socialistas de América en Wisconsin

América en Wisconsin.

Dos semanas después de la invasión del Capitolio el 6 de enero por miles de partidarios de Donald Trump, Joseph Biden, tomo posesión de su cargo como nuevo presidente el 20 de enero. Lo ocurrido en las últimas dos semanas ha dado lugar a muchos análisis, a veces tan brillantes como huecos. Pero también han robado protagonismo a otros fenómenos subyacentes que se están produciendo en la sociedad estadounidense.



Rproject: Parecería una formalidad y, sin embargo, la sesión de confirmación de la elección de Biden se convirtió en un gran espectáculo. ¿Era predecible y en parte esperado?

Keith Mann: Desde el 3 de noviembre, Trump no ha dejado de cuestionar abiertamente su derrota. Y, antes de la invasión del Capitolio, 140 miembros republicanos electos de la Cámara de Representantes y un puñado de senadores se pronunciaron en contra del reconocimiento de la validez de los resultados del 3 de noviembre en estados clave.

Sin embargo, otras 140 personalidades de EEUU, jefes de grandes empresas, habían apelado desde el 3 de noviembre a Trump para que reconociera su derrota.

Al final del día 6 de enero, la mitad de los 140 congresistas electos se habían echado atrás, mientras que las condenas a la postura presidencial crecían exponencialmente. Para muchos, el 6 de enero fue la clásica gota que colmaba el vaso ...

RP: ¿Un fiasco total, en resumen?



KM: Encerrado en su megalomanía, Trump alentó abiertamente a sus partidarios, que habían venido armados a Washington, a tomar el Capitolio: les aseguró sin rodeos que estaría con ellos. Sin precisar que solo sería en su pensamiento como pretendía acompañarlos, lo que hizo… frente a su televisor, lejos de los enfrentamientos violentos.

El simbolismo es enorme. Y, concretamente, muchos senadores, incluso entre los partidarios de Trump, que tenían mucho miedo, ¡pero mucho miedo!

¿Puedes imaginarlo? El despacho de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ocupado por un bruto, que, con los pies sobre la mesa y en directo en TV, llamaba a la representante Pelosi "perra, puta ..".



Fue delirante, pero de ninguna manera una insurrección organizada, un intento de golpe.

Se han establecido algunos paralelismos con el fallido golpe de Estado en Baviera en noviembre de 1923, pero la comparación no se sostiene. En 1923, los principales líderes del partido nazi - Hitler, Röhm, Goering, Himmler - estaban todos allí, el discurso comenzó a afinarse y estaban allí todos sus líderes.

¿En el Capitolio? ¡todo lo contrario! Nadie que alzase la voz, ningún líder, ningún proyecto político salvo la multiplicación de locuras por parte de unos brutos excitados - y armados - a quienes se les hizo creer que podían escribir una página de historia.

RP: ¿Entonces no hay peligro fascista?

KM Es cierto que la indulgencia de las fuerzas policiales - hemos visto a la policía jugar a los selfies con los manifestantes - es impactante: choca tanto más porque se conocia el llamamiento a la convergencia armada en Washington, ya que fue ampliamente difundida en las redes sociales. Es un problema real, pero no nuevo.

Por otro lado, no creo que haya una amenaza fascista hoy en Estados Unidos ni que tampoco exista el riesgo de que se instaure un régimen autoritario… Debemos ser rigurosos con los conceptos.

El Estado es un conjunto de cosas: instituciones, órganos constituidos, leyes, representación política, el banco central, el sistema de gobierno, las fuerzas armadas, la policía ... Es un instrumento de dominación que se ha ido configurando a lo largo de la historia de luchas de clases en diferentes países. Define las condiciones, el marco, destinado a hacer prevalecer los intereses de las clases dominantes.

En los Estados Unidos hoy funciona perfectamente. La clase capitalista no tiene necesidad de limitar los derechos democráticos, de establecer un estado fuerte y autoritario, incluso de un estado fascista, de destrozar el sistema parlamentario tan poco amenazado en su poder por las luchas sociales.

La reacción del establishment tras la invasión del Capitolio ha sido muy clara: cuando dicen que quieren “defender la democracia”, en realidad hay que poner la palabra democracia entre comillas.

Para ellos, la democracia son las instituciones tal y como existen en los Estados Unidos, las que protegen y garantizan los intereses de los grandes capitalistas, no el derecho a la vida de miles de George Floyd. No necesitan cuestionar el sistema tal y como existe.

En Italia y Alemania, entre las dos guerras, el restablecimiento de los beneficios capitalistas pasó por el aplastamiento del movimiento obrero: por tanto, el fascismo fue la opción de los grandes capitalistas, que lo financiaron. En los Estados Unidos hoy, estamos lejos de eso ...

Además, ¿qué interés tendrían, en la era de la globalización mercantil, en una forma de gobierno autoritaria, encabezada por un presidente como Trump, que hace del proteccionismo y los impuestos aduaneros su evangelio?

¿Qué interés tiene para el imperialismo norteamericano tener a la cabeza un tipo que ha roto todos los sistemas de alianzas, que se opone al más leal de los vasallos y que deja un enorme espacio en la política internacional a otros?

Hacer estas preguntas es responderlas.

RP: Sin embargo, Trump ha alentado y otorgado una fuerte legitimidad a la extrema derecha.

KM: Sí, es verdad, les dio bocanadas de oxígeno, pero realmente hay que poner en perspectiva la importancia de estas corrientes organizadas.

Son solo unos pocos miles, ¿qué son 1.000 afiliados en un país de 330 millones de habitantes, con la estabilidad política más larga del mundo? Los Proud Boys no tienen la capacidad de organización y acción que tenían las ligas de extrema derecha en Francia en 1934, por ejemplo ...

RP: sí, pero no son solo los Proud Boys, también están las milicias ...

KM: Ciertamente, pero ni de lejos son las camisas negras de Mussolini ni la Sturm Abteilungen de Röhm, la SA, que quemaban las sedes de los partidos de izquierda, atacaban los centros culturales del movimiento obrero, los periódicos de izquierda, aterrorizaban a sus los militantes, los asesinaban y les hacían tragar aceite de ricino. Practicaban el terror organizado.

Aquellas bandas armadas estaban fuertemente estructuradas y financiadas por el Gran Capital para atacar brutalmente al movimiento obrero. Hoy en Estados Unidos los empleadores no necesitan todo eso. ¿Se sienten amenazados por los piquetes y los trabajadores armados que defiendan las fábricas ocupadas, como en Turín en 1920 o durante las huelgas de los trabajadores del automóvil en los Estados Unidos en 1936-37?

Creo que tenemos que poner las cosas en perspectiva, sin subestimar por otro lado a estas milicias. Por el momento estamos ante unos tipos bastante brutos, a los que les gusta jugar a soldados con ropa camuflada e ir a hacer prácticas de tiro al bosque.

Dicho esto, creo que la condescendencia que les ha mostrado el Partido Republicano es grave. Según algunas encuestas, cuyo método sigue siendo cuestionable, el 40% del electorado republicano sentiría simpatía por estos movimientos.

RP: Esto tendería a demostrar que el trumpismo ha logrado construir una base social real, incluso entre los trabajadores blancos que se sienten amenazados ...

KM: Esta es una cuestión muy discutida, excepto que faltan datos científicos empíricos para definir la base social del trumpismo.

De hecho, en los EEUU el criterio utilizado para definir la posición social de los individuos no es la pertenencia a una clase social como la definimos los marxistas: la propiedad o no de los medios de producción, la obligación o no de vender la propia fuerza, sino los ingresos.

Por lo tanto, es difícil decir quién votó a Trump y si entre ellos hay grandes contingentes de trabajadores y, de ser así, si estos trabajadores son acérrimos racistas, supremacistas y misóginos. Nadie puede decirlo con certeza, pero por mi parte supongo que no son muchos y la situación no ha cristalizado.

Tomemos, por ejemplo, Michigan, el estado de Detroit, automotriz. En 2008 y 2012 votó por Obama; En las primarias de 2016, los trabajadores eligieron a Sanders antes de finalmente votar contra Hillary Clinton por Trump.

En 2020 Michigan votó a Biden. Esta es una prueba de que no hay una cristalización de posiciones, de lo contrario Michigan habría confirmado su voto de hace cuatro años. De ahí la dificultad de definir científicamente la base social del trumpismo. Sigue siendo muy vago.

RP: Sin embargo, tenemos la impresión de ser testigos de algo nuevo cuando vemos que Georgia elige a un afrodescendiente para el Senado ...

KM: ¡Por supuesto! ¡Recordemos que Georgia fue el estado de la película “Lo que el viento se llevó”! Pero los resultados electorales expresan claramente los cambios demográficos y sociológicos que se han producido en las últimas décadas. En todas partes, en el sur, en el oeste o en el medio oeste, la población está cambiando. En Oklahoma, Kansas, hay cada vez más trabajadores latinos, muchos de ellos empleados en los mataderos.

Esto crea una pérdida de identidad entre los trabajadores blancos que sienten que los latinos y las mujeres les están robando sus trabajos tradicionales. Lo mismo ocurre en el Sur, donde la extensión a los afrodescendientes del derecho a la seguridad social -que no se aplicaba a los trabajadores domésticos y rurales, y por tanto a los negros- asusta a parte de la clase trabajadora blanca que proviene de allí, que cree que puede poner en peligro la suya.

Pero ellos no forman la base del trumpismo, son más bien los pequeños empresarios independientes que se sienten constreñidos en su enriquecimiento personal por los impuestos y cargas sociales los que, en mi opinión, forman su sustrato social.

RP: ¿Podemos también referirnos a esos cambios demográficos y sociales para explicar lo que un libro publicado recientemente en Francia llama la “generación Ocasio-Cortez”?

KM: Sí, añadiendo a eso que buena parte del electorado no nació en 1989, en la época del fin de la Guerra Fría. Es una generación que no alimentó con biberón su anticomunismo, que ya no sufre el estigma por desviarse del “camino correcto”, que están abiertos a la búsqueda de nuevos caminos.

RP: ¿Una generación que pueda “pensar a la izquierda de lo posible”?

KM: Sí, pero también hay otra cara de esta moneda, el hecho de que las personas que se radicalizan, los jóvenes de “izquierda”, no tienen brújula. Veo esto todos los días entre los demócratas socialistas de Estados Unidos, DSA, hablando con jóvenes activistas.

Pero lo nuevo y muy interesante es que los DSA, que se había movilizado fuertemente a favor del senador Sanders, mantuvieron su decisión congresual de no llamar a votar al candidato demócrata si este último no era Sanders. Y creo que, a pesar de la urgencia de deshacerse de Trump, pocos DSA han hecho campaña individualmente a favor de Biden.

Y, curiosamente, entre las opciones discutidas por el congreso del DSA - que tiene 85.000 miembros - hubo algunos votos a favor de crear un nuevo partido, independiente de los dos partidos capitalistas.

Una vez más, faltan instrumentos empíricos para caracterizar sociológicamente a los DSA, pero lo cierto es que se sitúan espontáneamente del lado de las clases populares. Depende de nosotros, activistas experimentados, ayudar a reconstruir este vínculo orgánico y teórico con un proyecto de emancipación social.

RP: Por otro lado, el vínculo entre los DSA y la comunidad afrodescendiente sigue siendo problemático ...

KM: La movilización de los negros fue decisiva: no solo en el desarrollo de Black Lives Matter, sino también en la elección de Biden, en Georgia en particular.

Biden supo reactivar el vínculo tradicional inscrito en la gran alianza deseada por Roosevelt con personas que tienen peso e influencia social en la comunidad negra, como Tracy Abrams, una mujer que está fuertemente comprometida con la inscripción de los ciudadanos negros en el censo electoral en Georgia, o el representante de Carolina del Sur, James Clayburn. Y agrupó los votos de esa comunidad, lo que Sanders no pudo hacer.

En cualquier caso, la intervención política en dirección de esta capa de la población se ve particularmente dificultada por la devastación que el COVID está causando en la comunidad negra.

Actualmente, el número de muertes diarias es de 5.000. Sin embargo, como saben, la enfermedad golpea de manera diferenciada y las poblaciones pobres, entre las que están sobrerrepresentadas los afrodescendientes, lo están más que las demás. Por lo tanto, son los negros los que mueren primero, y esto tiene un efecto profundo en su moral, su confianza, causa estragos ...

RP: ¿Quiere decir que, como creen algunos en Europa, Biden intentará marginar a la izquierda del Partido Demócrata buscando una convergencia en el centro con los republicanos "respetables"?

KM: Biden es un político muy inteligente y no va a buscar el enfrentamiento con la izquierda del Partido Demócrata, sobre todo porque esta última no es un obstáculo para una política de re-centraje.

Escuchándolo, tengo la impresión de estar en una película de Frank Capra: por ejemplo, durante su rueda de prensa explicó que después de haber pensado en Sanders como ministro de Trabajo, renunció al nombramiento. Sus razones, las que dio, no son políticas, sino tácticas: si era nombrado ministro, Sanders habría perdido su puesto de senador por Vermont. Por lo tanto, debería haberse organizado una nueva elección que corría el riesgo de perder la mayoría demócrata en el Senado en caso de que la victoria fuera para un republicano ...

Creo que Biden intentará volver a tejer los lazos clásicos de la gran alianza entre demócratas y minorías en lugar de enfrentarse a la izquierda del Partido Demócrata.

RP: Los últimos años han estado marcados por fuertes movilizaciones en Estados Unidos: Occupy Wall Street, el levantamiento de Madison en Wisconsin, la Primavera de los Maestros con la movilización victoriosa de cientos de miles de profesores, el movimiento Black Lives Matter. . .¿Esto condicionará a la administración Biden?

KM: Podemos preguntarnos si no estamos ante el nacimiento de un nuevo movimiento emancipatorio en Estados Unidos. No tengo respuesta y creo que es necesario tener precaución con las predicciones.

Por supuesto, la gente ha acumulado a través de estos movimientos una fuerte experiencia militante y la politización está ahí. Pero no olvidemos que vivimos en uno de los países que ha gozado de una más larga estabilidad política, quizás la más larga de la historia.

Por ejemplo, ¿podemos decir, después de la Primavera de los Maestros en 2018 que estamos asistiendo a una “ola de huelgas”?

La sociología académica reconoce la existencia de una ola de huelgas si el número de huelgas en un año supera en un 50% el promedio de huelgas durante los cinco años anteriores.

De acuerdo con este criterio, 2019 habría sido un año de “oleada de huelgas”, ya que su número superó en un 50% el promedio de huelgas registradas entre 2009 y 2018. Solo que, en cifras absolutas, esto sigue siendo relativo porque las huelgas en 2019 han sido en conjunto de… 25 contra 15 en promedio durante los años anteriores. Admitirás que no es enorme ...

Por eso me abstengo de pronosticar que espacios de lucha y movilizaciones se abrirían. Solo el futuro lo dirá.

Esto impone a la izquierda en Estados Unidos un esfuerzo para delimitar líneas de intervención y proyectos porque, creo que no me equivoco al decir que la victoria de Biden despierta muchas esperanzas pero pocas ilusiones ...

Fuente: www.Rproject-it

Traducción: Enrique García

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Sobre el autor

Sergio Mastretta

Periodista con 39 años de experiencia en prensa escrita y radio, director de Mundo Nuestro...