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El fatídico año 1918 Destacado

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Vida y milagros

"Es el tiempo de la peste, cuando hombres dementes lideran a los ciegos"

Shakespeare, Rey Lear



Hace cien años que la influenza española atacó a gran parte del mundo y también a México. En unas cuantas semanas la epidemia llegó a todos los rincones. La influenza es una enfermedad muy antigua cuyo nombre deriva del latín "influencia" para hacer referencia al influjo de las estrellas y planetas sobre la vida de la humanidad. Existen muchas crónicas de epidemias en la historia, pero ninguna es tan pavorosa como el de la pandemia que se desató a principios del siglo XX. Se estima que 50 millones de personas murieron entre 1918 y 1920 y en nuestro país esa cifra se varía entre 300 mil y 500 mil personas a falta de datos más precisos.



Curiosamente de la ciudad de Puebla sí se tienen cifras exactas. En un extraordinaria publicación del Instituto de Ciencias y Humanidades de la BUAP, obra de Miguel Ángel Cuenya Mateos (1), se recopilaron los datos de lo que significó para la ciudad esa epidemia. El Registro Civil llevaban un registro puntual de las defunciones mensuales que reportaban los panteones de la capital de Puebla y el estudio abarca los datos entre 1911 y 1920. La ciudad tenía entonces 95 mil habitantes y el promedio mensual de las defunciones hasta septiembre de 1918 era de 304 personas. Desde finales de agosto de 1918 los periódicos anunciaron la aparición de una peligrosa pandemia que afectaba a Europa, Asia y los Estados Unidos, pero las autoridades federales y estatales no tomaron ninguna medida preventiva.



El primer entierro registrado en Puebla por la fiebre gripal se registró el 10 de octubre y pasó inadvertido. Siete días después fueron cuatro, el 21 había saltado a 14, el 25 a 41, y entre el 28 de octubre y el 5 de noviembre, en solo nueve días, la gripe envió al Panteón Municipal a 1,058 personas. ¡Son datos para documentar el escepticismo de Santo Tomás! Entre octubre y noviembre de 1918 las defunciones se elevaron a dos mil.

La investigación señala que en los certificados de defunción se registraron mayoritariamente las siguientes causas de muerte: gripa, influenza, gripa española, neumonía gripal, bronconeumonía, neumonía doble, neuralgia gripal, pleuroneumonía, bronconeumonía, gripa infecciosa, gripa hemorrágica, gripa pulmonar, laringitis gripal, endocarditis gripal, bronquitis aguda. Por falta de nombres y descripciones de por dónde colapsa un cuerpo no pararon. Probablemente todas las causas- dice el estudio- están relacionadas con la pandemia de influenza de 1918. En solo dos meses murieron dos mil personas y otras tres mil morirían entre 1919 y 1920 por las mismas causas, un poco más del 5% de la población de la ciudad.

Los periódicos de aquel tiempo, aunque tarde, pedían a las personas alejarse de quienes estuvieran enfermos de cualquier tipo de gripa y advertían acerca de los síntomas de la gripe española: fiebre alta que llegaba casi a los 40 grados C, dolor corporal severo, tos interminable, diarrea, vómitos, fuertes hemorragias por la boca y dificultad para respirar. Hay fotos de la época con personas llevando tapaboca en las calles y en las estaciones de tren.

Ponerle cara y nombre a una pandemia nos cuesta trabajo y además en estos casos se aplica bien el dicho de que nadie escarmienta en cabeza ajena. A diferencia del COVID 19, la influenza sí ataca gravemente a los niños. Mi papá era entonces un niño y tenía dos hermanos, uno de diez y uno de cuatro, Marcos y Giuseppe. Los dos se contagiaron, mi papá no. Los niños enfermos fueron recluidos en un cuarto. La temperatura, la diarrea y el vómito son defensas del organismo para matar o expulsar el virus. El tío Marcos contó a sus hijos que él vomitó y se salvó, Giuseppe no y murió. Ahí está retratado en una foto familiar ese niño que no tuvo futuro.

Los tipos de muerte descritos y relacionados a la influenza son los tipos de muerte que produce también el COVID 19. ¿Qué tanto aprendimos del pasado? Los países han ido tomando distintas medidas de acuerdo con sus propios criterios y circunstancias. En México las políticas públicas sanitarias de la federación, estados y municipios no han sido homogéneas por lo que ha sido difícil tener claro un protocolo consistente para saber cómo actuar. ¿Las medidas tomadas fueron adecuadas y a tiempo? Los datos duros probarán si se manejó de la mejor manera o no, y distribuirá las responsabilidades de manera justa, como lo suele hacer el tiempo.

Se supone que la ciencia nos ayuda a trazar caminos más certeros para combatir las pandemias, pero el mundo está lleno de escépticos, incrédulos, temerarios e improvisados. Lleno de personas que tienden a pensar que nadie se muere la víspera aunque haya días siguientes en los que los números son irrefutables.

(1) Reflexiones en torno a la pandemia de influenza de 1918: El caso de la ciudad de Puebla, Miguel Ángel Cuenya Mateos, 4 de noviembre de 2009

www.scielo.org.mx

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Sobre el autor

Verónica Mastretta

Verónica Mastretta. Ambientalista, escritora. Encabeza desde 1986 la asociación civil Puebla Verde y promueve con la OSC Dale la Cara al Atoyac la regeneración de la Cuenca Alta del Río Atoyac en Puebla y Tlaxcala.