El último pasajero, Perú al mundial/crónica de una mexicana en el éxtasis de los incas Destacado

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Mundo Nuestro. Mirar a un país desde sus raíces históricas. O mirarlo en una noche de éxtasis por el paso al mundial de Rusia 2018. Todo esto en una crónica de viaje de una historiadora en búsqueda de los azulejos sevillanos del siglo XVII en los conventos carmelitas en México y el Perú. Todo encuentra sentido en la noche antigua de los incas. La montaña, el misteriio, el futbol.

4 de noviembre



La plaza mayor de Lima está cubierta de flores rojas y blancas, son los colores de la bandera del Perú y también los del uniforme de la selección de futbol que en estos días tendrá que pelear su paso al mundial contra Nueva Zelanda o quedarse en casa, como les ha ocurrido desde hace 36 años. En cada mirada hay un sueño inconcluso, un deseo transmitido de padres a hijos. El cielo está nublado y las palomas que merodean el lugar le dan a la tarde un tono nostálgico, hasta que un grupo de jóvenes luciendo la camiseta número 9 y al grito de “Viva Paolo Guerrero,” “Paolo te amamos”, toma la explanada.

Paolo es el capitán del equipo, además de su delantero goleador, el amigo que sacó a Farfán, la otra estrella, del camino del vicio para reincorporarlo al equipo y darle un lugar en la selección rumbo al mundial. Pero Paolo, se dijo hace apenas unos días, no pasó la prueba por dopaje y la gente se ha lanzado a las calles en su apoyo. Fue por un medicamento contra la gripa, se dice en la prensa, en los taxis, en los restaurantes, en las escuelas, se dice que eso no es posible. Su madre llora en una entrevista televisiva y quienes la ven desde la fonda levantan las servilletas y las giran en muestra de apoyo. La pantalla chica documenta entrevista tras entrevista el apoyo a su capitán, incluso pasaron a un batallón del ejército brincando rifles en mano y gritando Ánimo Paolo, muy sorprendente para nosotros. Pero lo cierto es que el héroe no jugará contra Nueva Zelanda y salvo que nuevas pruebas descarten el dopaje tampoco irá al mundial en caso de que su equipo gane.

10 de Noviembre



Después de varios días de trabajo en Lima recorriendo el convento Franciscano, el de Santo Domingo, la Catedral y el palacio Episcopal de Cusco para mi estudio sobre los azulejos sevillanos, nos trasladamos al poblado de Aguascalientes, para subir mañana a Machu Picchu, la legendaria ciudad inca. Pero el turismo también está contagiado de la euforia futbolera, hoy por la noche será el primer partido en Nueva Zelanda, si Perú gana será una noche de júbilo, si no habrá que esperar el otro partido, ahora en Lima. Lucen la camiseta con el número 9 los meseros, los guías, los niños, el turista alemán, el norteamericano, la africana y la francesa, palidece la venta de las artesanías tradicionales contra los globos rojos y blancos, las cintillas, los llaveros, los carteles, las camisetas. “Fuerza Machu Picchu”, “Perú al mundial”, se lee en una lona enorme, junto a una pantalla hechiza más grande que la pequeña iglesia del pueblo. Todos estamos ahí esperando que den las diez de la noche, como si ese fuera el motivo de nuestra estancia y no la subida a la montaña.

Pero a pesar de algunos tiros en el travesaño en el primer tiempo el gol no llega. El empate cae en el respetable como un balde de agua fría. Poco a poco, en silencio, se vacía la plaza.



11 de noviembre

Somos de las pocas personas en subir temprano a la maravillosa ciudad Inca, tan cerca del cielo con su trazo perfecto, tan incomprensible en su abandono ante la probable invasión de los españoles. Recorremos también la montaña en un pequeño camino al borde del precipicio hasta llegar al Puente Inca, a media hora caminando de Machu Picchu, ante un paisaje irreal. Regresamos a Cusco en un tren zigzagueante que cruza los Andes y te deja sin habla.

12 de noviembre.

Vamos a conocer el área de experimentación agrícola de los Incas, una montaña en desniveles en cada uno de los cuales hay un microclima, una tierra particular y una siembra específica. De todo, papas un gran parte de las más de sesenta variedades, y maíz, yuca, camote, ají. Y ahí de nuevo, con las montañas como fondo, dos muchachas extienden la bandera de Perú, se toman la foto, lucen la camiseta del capitán.

Después conocemos las salinas, ese enigmático lugar de sabores y de luces al pie de los Andes.

El 14 de noviembre regresamos a Lima. Y al futbol.

14 de noviembre.

Noticias de última hora: el camión de Nueva Zelanda se atora al intentar ingresar al estadio ante la rechifla de los locales. La vidente que pronósticó la salida de Chile del mundial, originalmente había dado el triunfo a Nueva Zelanda, pero la alineación de los astros cambia y Perú ganará en penales, dice. El delantero estrella de Nueva Zelanda confiesa tener tatarabuelo peruano y hoy intentará buscar la casa de sus orígenes, a pesar de que su lealtad familiar es vista con desánimo por sus compañeros de equipo.

A las tres de la mañana suenan los cohetes frente al hotel Marriott donde se hospeda el equipo invitado, para no dejarlos dormir. Los responsables huyen dejando como evidencia un gorro rojiblanco. El presidente municipal de Lima pide disculpas. Surgen amenazas de no dejar entrar al estadio ni banderas con palos, ni instrumentos musicales, y todo peruano, como en un aeropuerto será revisado previo al ingreso. La polémica deriva en manifestación multitudinaria frente al palacio al grito de viva Guerrero, muera el mal gobierno. El municipio cede y llama a la cordura ciudadana. La reventa por su parte subd el boleto de 100 soles a 200 a las 12 del día, a las tres de la tarde ya está en 1000 soles. Las gorras tradicionales han pasado de 5 soles a las ocho de la mañana a 25 soles a las tres de la tarde.

En el almuerzo, a las dos de la tarde, vemos a un hombre solitario en una esquina, me acerco y observo que trae puesta la camiseta de Nueva Zelanda. “Que valiente”, le comento. “No me quieren atender”, me dice. “Vienes con el equipo?”, pregunto. “No – responde--, estoy casado con una peruana y mis hijos nacieron aquí. Quién lo hubiera imaginado, nunca pensé que sucedería esto, menudo lío, me puse la camiseta y ni comida en casa, la agarraron contra mí, lo que nunca había pasado. No creo que ganemos los de Nueva Zelanda, pronóstico dos ceros favor Perú, pero la patria es la patria, por eso me puse la camiseta y me vine al bar.” Un amigo suyo con la camiseta del Perú lo llama a su mesa, al fin le consiguió una cerveza.

15 de Noviembre.

Desde medio día empezó a llenarse el parque de los gatos, el Kennedy para los turistas, en espera de la transmisión del partido a las nueve de la noche, en la pantalla gigante. Y ahí nos instalamos desde las ocho de la noche. Ya no hay lugar en la explanada, la ocupan jóvenes y mujeres de edad, niños, adultos; los cantos de “Perú venceremos a todo rival e iremos al mundial”, están a todo lo que da. Una niña envuelta en la bandera espera el silbatazo de arranque. Dos novios se besan. No sabemos dónde colocarnos porque somos pequeñas y el entusiasmo peruano nos tapa. Al fin logramos colocarnos sobre un montículo colectivo, gracias a un joven que nos abrió espacio. La sombra de un árbol nos tapa pero algo logramos ver, pequeñas figuritas a los lejos. El joven que nos abrió el espacio forma parte de un grupo de seis gays y dos lesbianas jubilosas, ellas sirven lo que parece aguardiente o tequila y la botella se acaba antes de que empiece el encuentro. Una pareja está subida en el único árbol útil para trepar en él. Y empieza el partido. Pero no vemos del todo, acaso manchones rojiblancos que se alejan y se acercan. Así estamos todos. Entonces los del árbol se convierten en locutores espontáneos y nos van narrando al partido, que a su vez nosotros narramos a los de más abajo. Una mujer en silla de ruedas a mi lado es la que pone más atención, pero mejor se va acompañada por su nieto. Y nosotras también, mejor verlo en algún bar.

Ahí en la popular calle de las pizzas, todo está saturado. Hasta el gorro. Nos aposentamos afuera de alguno, como tantos otros, de cualquier manera estamos más cerca de la pantalla. El policía que impide el acceso lleva la camiseta puesta, está nervioso, comenta cada movimiento, aplaude, sufre, no se fija mucho en nosotros. “Manuel, una oscura”, pide alguien desde atrás y Manuel, un guapo mesero, moreno y alto, hace pasar la cerveza. Luego van otra y otra para los que están en el parque, van las cervezas y el dinero regresa en una cadena sin fin, como en los camiones de antes. Hasta que cae el gol de Farfán, que le dedica a Guerrero, al amigo de la infancia, al que lo hizo volver a entrar en razón después de un año de tropiezos, al capitán acusado de falso dopaje; ahí está el gol y la camiseta de Guerrero recorre el estadio, la gente llora de emoción en el parque y en la calle. En la euforia alguien me abraza y me levanta: ¡gol ¡, me dice, ¡gol ¡, y me deja de nuevo en el piso. Pero todavía no se gana el partido, hay nerviosismo.

Casi anota Nueva Zelanda, que susto. Acaba el primer tiempo. Pareció eterno el receso. Mejor vamos al hotel si queremos ver el segundo tiempo. Ahora sí logramos ver a los jugadores con el detalle que amerita el partido. Ingresa Wood de Nueva Zelanda y pone a Perú contra las cuerdas en uno y otro ataque. Pero los anfitriones se recomponen poco a poco con los pases de Renato Tapia, Miguel Trauco, Edisón Flores y el propio Farfán que recuperan el ritmo del partido. Así a los sesenta y cinco minutos de la contienda Christian Cueva sacó un tiro de esquina directo al área. El balón se deslizó entre la defensa rival y pasó entre las piernas de su capitán Wiston Reid hasta llegar a los pies de Christan Ramos, el defensa veterano ahora de delantero, que logra conectar el segundo gol. Un grito de júbilo recorre el edificio, la plaza, el país entero. Se ganó el partido, increíble.

Perú el último pasajero, el pasajero número 32 al mundial. Lima se vuelca a las calles, “estamos en el mundial”, dicen, “viva Gareca”, el hoy entrenador de la selección peruana que sin embargo como jugador argentino había eliminado a Perú para el mundial de 1986 (el equipo que ganará el campeonato con Maradona. al que sin embargo él no sería convocado por diferencias con el entrenador); Gareca el más odiado entonces por los peruanos, luego se convertiría en su entrenador y hoy les da el triunfo. “Viva Gareca”, es un murmullo que recorre las calles. El sonido de los clacsons, al que son tan aficionados los limeños, nos acompaña hasta el amanecer.

Las crónicas matutinas más que narrar el partido, hablan de un día de gloria, dirá el comentarista Angelo Torres: “Escribo desde la luna porque en la tierra no cabe la felicidad. Igual puedo verte abrazándote con tu papá, cargando a tu hija que no entiende la sonrisa tatuada o mirando al cielo recordando esa promesa inconclusa. Besando al televisor con la camiseta impregnada, orgullo de tus colores. Estamos borrachos de gloria, intoxicados de gratitud. Somos el último pasajero, el más especial. El que esperaba el resto para sellar esta fiesta selecta donde van los treinta y tres mejores. Ahora se puede dejar volar la imaginación, ya no hay escalas.”

16 de noviembre

Día feriado para algunos, como prometió el gobierno si ganaba Perú, para gran parte del transporte público por ejemplo, pero para otros no. Y es que el municipio decretó día feriado sin medir las consecuencias. Dos horas de cola en para tomar el metropolitano, les descontarán el día si no llegan a tiempo dicen. Y los sindicatos opinan, proponen paro laboral si hay represalias. Mejor que caiga el gobierno, comentan furiosos los que están en la cola, son corruptos y no respetan al pueblo. Y que vivan Farfán, Guerrero y Ramos, el defensa que metió el segundo gol.

Ya en el aeropuerto de regreso a México, coincidimos con los jugadores de Nueva Zelanda. Son enormes, los peruanos los siguen, los rodean cual hobits. El portero, con su rostro hermoso y triste, permite una y otra vez la foto, intenta sonreír con un aire nostálgico ante la joven que lo toma del brazo y aprieta el celular. Casi no puede avanzar rumbo a la sala de espera, lo logra al fin y se queda brevemente dormido en la butaca con su espléndido cuerpo relajado al fin.

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Sobre el autor

Emma Yanes Rizo

Historiadora, escritora y ceramista, tiene un Doctorado en Historia del Arte por la UNAM y es investigadora en la Dirección de Estudios Históricos del INAH.