Medio Ambiente

Mundo Nuestro. Contemplar el crimen planetario desde la Amazonia. Pero mirar también a la selva nuestra, el riesgo mortal en el que la propia estupidez mexicana la mantiene. Publicado originalmente en su primera parte en la revista Nexos en febrero del 2015, este reportaje de largo aliento se presentó completo en Mundo Nuestro en esos mismos días. Lo recuperamos aquí con el ánimo de iniciar esta nueva etapa de la revista digital con una mirada a la realidad ambiental de nuestro país y los retos enormes que se nos presentan a los mexicanos.

Viaje al Fin de la Selva I

Sergio Mastretta



Hay muchas selvas que atentan contra la única selva que resiste en México, la Reserva de la Biósfera Montes Azules, con sus 331 mil hectáreas en la región Lacandona en Chiapas. La selva del fracaso agropecuario y la pobreza campesina, con 400 mil habitantes en dos mil 274 localidades plantadas entre 1940 y 2010 sobre 1.2 millones de hectáreas. La selva de la explotación capitalista, la de los pastizales rentados a los campesinos para la engorda ganadera y la de los monocultivos de palma africana y hule, con incontables hectáreas ejidales en la región de Marqués de Comillas vinculadas a la producción industrial. Y la selva del conflicto social, que revela la tragedia de fondo, la de los miles de jóvenes campesinos indígenas de las comunidades que rodean la única selva alta sobreviviente en México, muchachos que la miran como su única alternativa de acceso a la tierra y al trabajo.

Y todo atenta contra la conservación de un patrimonio natural inigualable.

03-selva-01

Mediados de junio de 2014 en el río Lacantún. Ni luces del aguacero que en la madrugada desvencijó la techumbre de zinc en los caseríos de Marqués de Comillas, ahora nos acompaña una nublazón mustia que a ratos deja asomar al sol. Dos semanas torrenciales han dejado un río denso, una carga de agua que parece arrastrar consigo a la montaña. La lancha corre río arriba desde la estación Chajul hacia la boca del río Ixcán. Noé maneja imperturbable la embarcación; es un campesino de 43 años, licenciado en administración de empresas por la Universidad de Chiapas, y actual comisariado ejidal de Boca de Chajul. De cuando en cuando Noé se arrima a la ribera derecha y baja con dos compañeros de trabajo a desbrozar la maleza que oculta los carteles que previenen que en la ribera noroeste del río Lacantún empieza la Reserva de la Biósfera de Montes Azules, el área natural protegida más grande de la Selva Lacandona.



No habían podido hacerlo luego de las amenazas de algunos campesinos tzeltales del poblado de Nueva Palestina contra los biólogos de Natura Mexicana, en el marco de la presión agraria que está sufriendo la Selva Lacandona. A finales de abril de 2014 ocurrió el secuestro de Julia Carabias. El conflicto en la Comunidad Lacandona y la movilización de los pueblos tzeltal (Nueva Palestina) y chol (Frontera Corozal) derivó en los cierres de la carretera fronteriza como mecanismo de presión para lograr el reconocimiento y regularización de alrededor de mil 200 hectáreas ubicadas en el corazón de la reserva, en las que existen tres asentamientos irregulares (Ranchería Corozal, con 15 familias tzeltales; Salvador Allende, 17 familias tzeltales; y San Gregorio, 45 familias tzotziles). Nada más en Nueva Palestina viven siete mil jóvenes, hombres y mujeres, sin tierra. Sus ojos y sus sueños, como los de sus padres y abuelos que colonizaron la Lacandona miran hacia la selva.

El cartel con logos de Conanp, Profepa y gobierno de Chiapas informa que está prohibido realizar desmontes y quemas, establecer poblados y trabajaderos, extraer y cazar animales silvestres, pescar, talar y sacar árboles y plantas de la reserva. Y agradece por colaborar en la conservación del patrimonio natural, justo lo que no ha ocurrido en los últimos 50 años en la Lacandona: se han perdido dos terceras partes de las 1.8 millones de hectáreas que existieron alguna vez. De 600 mil hectáreas sobrevivientes, no más de 420 mil permanecen intocadas. De éstas, 330 mil corresponden a la Reserva de la Biósfera de Montes Azules.

El letrero reaparece tras los machetazos de Noé. Puedo trazar una línea de 60 kilómetros hacia el norte y recorreré el único manchón de selva alta perennifolia que sobrevive en México. O puedo mirar a la otra orilla, y comprobar cómo dos ríos guatemaltecos cercanos han perdido sus selvas. O mirar río arriba hacia las innumerables cañadas que se desprenden desde los altos chiapanecos y certificar también su devastación. Qué sola queda Montes Azules. En el costado oeste de la reserva, y a lo largo de 75 kilómetros de cañadas del río Perlas, hay 35 pueblos campesinos: zapatistas, priistas, católicos, pentecostales. Todos presionan hacia lo que consideran su reserva agraria.



La lancha retoma su curso. Le pregunto a Noé qué hacen cuando descubren algún asentamiento humano en Montes Azules.

—La última vez fue en noviembre de 2013, frente a Zamora Pico de Oro —me dice—. Lo descubrimos al hacer un monitoreo de guacamayas con Conanp. Habían estado una semana, eran grupos de Nueva Palestina, como 30 personas. Había menores, pero no había mujeres. Fuimos a verlos. No nos trataron mal, no nos amenazaron. Platicamos, ellos decían que ya no se iban a mover, que iban a llegar más, que iban a poblar la ribera del Lacantún. Yo pensé: van a acabar con todo. Afortunadamente, el gobierno los pudo sacar.

—¿Qué va a pasar con esos miles de jóvenes tzeltales que no tienen tierra?

—No permitiremos que se metan a la reserva —dice a media velocidad Noé, y me da a entender la dimensión que puede adquirir el conflicto por la selva—. En el ejido tenemos prohibido bajo amenaza de cárcel que los de aquí apoyen a esas gentes.

Varios letreros adelante la lancha encuentra un puente colgante por el que cruzan todos los días hacia la reserva los campesinos tzeltales de Tenejapa, un poblado que no vemos porque aquí el río empieza a encañonarse. Hace años el gobierno les reconoció un desmonte de 75 hectáreas dentro de la reserva, pegadas al río, con el compromiso de que no hicieran pueblo. Y hace poco más de un año les construyeron el puente, para que no penaran en cayucos. Cuando atracamos en la orilla izquierda vemos venir por la tablazón a un hombre con su mecapal y una carga de leña. Noé lo encuentra justo a la mitad del cruce y ahí la conversación se balancea sobre el río.

Y cómo le va, dice Noé. Pues más o menos, bien, bien, nomás que en chinga, siempre con este calor, ¿y ustedes son de Chajul entonces? De allá venimos limpiando los letreros, y por acá debía de andar uno, nomás que no lo veo, y no conozco bien hasta dónde llega su límite de ustedes, ¿no lo ha visto? Ajá, pues sí, sí, no se ve mucho. ¿Y cómo marcan hasta dónde llegan sus límites?, ¿ese acahual que se ve es de dentro de lo de ustedes o está dentro de la reserva? Ah, ese pedazo quedó dentro, se respetó con el plano, por eso impactó otro pedacito, nos vinieron a comentar que se dejara, pero como no hay dónde, es la única tierra que más o menos sirve… ¿Pues qué de este lado ya no tienen dónde sembrar? Puro cerrillo, puro cerrillo, más allá arribita de Tierra Blanca, es que ya no hay, somos 38 sembradores, por eso cada quien sus dos hectáreas acá en la reserva, pero respetamos el plano, y es que da muy poco la tierra. ¿Y los jóvenes, pa’ dónde van a ir?, se preguntan los dos.

Tenejapa es una de las dos mil 274 localidades que rodean Montes Azules. La suya es una de las 694 dotaciones ejidales otorgadas entre 1940 y 1995. En 1971 se contaron tres mil 582 habitantes, cinco años después ya eran 70 mil. En 2010 la cifra del INEGI fue de 378 mil. Y de ellos, 77 mil tenían entre 15 y 24 años de edad.

El campesino y Noé miran al río.

Pesadito, muy duro —dice el tzeltal—, porque se va acabando, se va acabando la tierra…

03-selva-02

Se baja a la selva en un viaje de seis horas desde Tuxtla Gutiérrez. Chiapas es un sube y baja de sierras y cañadas definidas por incontables ríos. La carretera desde el aeropuerto de Tuxtla trepa a los Altos en San Cristóbal y se desliza por los llanos de Comitán para asomarse a la Lacandona en el vértice central de la frontera con Guatemala. Bajamos desde los lagos de Montebello a mil 600 metros sobre el nivel del mar, hasta 150 en el municipio Marqués de Comillas.

Cruzamos tres ríos: el Santo Domingo-Jabalí que baja de las cañadas de Las Margaritas, se mete en territorio guatemalteco y vuelve a entrar como si se arrepintiera y regresara sobre sus pasos mexicanos; el Ixcán, ése sí con toda la carga de agua desde los Cuchumatanes en el Quiché; y el Chajul, la frontera que marca el inicio del territorio de Marqués de Comillas, una punta de 200 mil hectáreas de selva virgen asaltada por la colonización campesina promovida por el Estado mexicano a partir de 1971, la selva campesina contra la que se repliega Montes Azules y que hoy es el motivo de mi viaje.

No es sencillo bajar a la selva: las cañadas en Ocosingo, Altamirano, Las Margaritas y Maravilla Tenejapa, deforestadas casi en su totalidad por la agricultura y la ganadería de centenares de comunidades surgidas todas en los últimos 50 años, son un arañazo salvaje que cae desde el norponiente de la región de Palenque hasta la región suroriental de la planicie maya-quiché, que en territorio mexicano llamamos Marqués de Comillas. El levantamiento zapatista de 1994 provocó el ánimo constructor del Estado federal que habilitó dos grandes carreteras para cortar las cañadas con dos arcos que apuntan al oriente: la transfronteriza, de Comitán a Palenque, con más de 400 kilómetros y con su extremo guatemalteco en El Vértice, y la que llamaré contrainsurgente, que con 250 kilómetros pavimentados lleva de Comitán por Las Margaritas hasta Ocosingo casi tocando en su punto extremo a la laguna de Miramar, ya en la Reserva de Montes Azules. Las carreteras cercan a la selva sobreviviente, una especie de pera que apunta al nororiente y cinco territorios más: la Reserva de la Biósfera Lacantún, los monumentos naturales Bonampak y Yaxchilán, y las áreas de protección Chan-Kin, Nahé y Metzabok.

Desde Montebello hasta la planicie de Comillas el paisaje es el del contraste brutal entre los manchones de monte cerrado de foresta y los claros inmensos cortados a rape por la economía ganadera. En los municipios de Las Margaritas y Maravilla Tenejapa, en el sureste de Montes Azules, hay 122 mil habitantes y 445 localidades calificadas por Coneval como de alta y muy alta marginación. El roza, tumba y quema que da paso primero al maíz y con el cansancio a los pastos y con su agotamiento a la tierra yerma. Lo que fueron cañadas de bosque de niebla y selva se convirtieron en territorios campesinos con hombres y mujeres que llegaron desde los más diversos rincones del país y las religiones. Aquí muchos pueblos llevan el éxodo en el nombre: Nuevo Chihuahua, Nueva Orizaba, Nueva Jerusalén, Nueva Betania.

El camino a la selva es una competencia de carteles con multas. Mil pesos al que circule con exceso de velocidad y se salte los topes, y no habrá clemencia si además vienes borracho, y 500 si tiras basura. Luego veré que a todo lo largo de estas carreteras tropicales las comunidades plantan instrucciones severas y multas por todo tipo de delitos cívicos alrededor de la velocidad y la basura. Hasta los solares sin cortar por más de un mes en tiempo de aguaceros ameritan 100 pesos de multa. Pero en la trayectoria de la colonización campesina de la selva el reclamo justiciero empieza y termina en el de la tierra. Y no hay más territorio disponible que el de Montes Azules.

Quiero entender lo ocurrido en 2014 en Montes Azules.

En la perspectiva amplia, centenares de ejidos abrazan la reserva. Si la mirada se acerca, la presión se focaliza en dos regiones: la de la cañada del río Perlas que baja desde el norponiente hacia la laguna de Miramar, con los ejidos de San Caralampio, El Calvario, San José y Perla de Acapulco, organizados en la ARIC-Unión de Uniones Independiente y Democrática (ARIC-UUID), los cuales han logrado negociar con la autoridad de Bienes Comunales de la Comunidad Zona Lacandona (BCZL) el reconocimiento de nuevos asentamientos en su territorio; y la de Nueva Palestina, un poblado de 250 manzanas, con cerca de 14 mil habitantes en el centro norte de la reserva, y que prácticamente ha terminado con lo que le correspondió de selva por el decreto de 1978.

Internet me permite remontarme hasta el año 2002, cuando Víctor Lichtinger, secretario foxista de la Semarnat, declara que siete invasiones de la Reserva de la Biósfera Montes Azules son un tema agrario y no ambiental. Ese año ocurren 30 invasiones. En el marco de las negociaciones con los invasores, el gobierno inicia un intento de regularización de los asentamientos. La movilización de organizaciones ambientalistas provoca la reacción del Congreso de la Unión que frena ese proceso.

Entre 2004 y 2009, 31 comunidades irregulares son reubicadas fuera de Montes Azules y se regularizan asentamientos en territorio de BCZL, ubicadas fuera de las reservas. Para lograrlo, el gobierno expropia la tierra a los comuneros pagando 750 millones de pesos. Pero las comunidades de San Gregorio, Ranchería Corozal y Salvador Allende permanecen en la cañada del río Negro.

La Comunidad Zona Lacandona y la ARIC-UUID acuerdan en 2011 exigir al gobierno la expropiación y regularización de esas tierras. Durante los dos años siguientes los conflictos se suceden: hay nuevas invasiones que terminan en desalojos y con varios detenidos; bloqueos carreteros que afectan los desarrollos turísticos; disputas por el control de la organización de comuneros y asambleas interminables, que muchas veces terminan a golpes.

En octubre de 2013 un grupo de campesinos de Nueva Palestina invade la zona suroriente de la reserva. Las autoridades proceden al desalojo y consignan a ocho personas. En noviembre, comuneros de la Comunidad Lacandona bloquean más de una semana la carretera fronteriza Palenque-Bonampak, demandando la liberación de los detenidos: acusan a Natura Mexicana y sus directivos, Javier De la Maza y Julia Carabias, de “comerciantes de flora y fauna”, y de pretender privatizar las reservas.

Carabias es secuestrada el 28 de abril de 2014, en la Estación Chajul, en medio de un clima de tensión marcado por estos conflictos. La llevan a algún punto de Guatemala cercano a la frontera. Es liberada sin explicación por sus captores dos días después. A la fecha no se sabe quiénes fueron ni mucho menos sus motivos.

En los días que siguen se adoptan y rechazan acuerdos. El 14 de mayo Gabriel Montoya, asesor de BCZL, es detenido en Chiapas acusado de delitos cometidos 13 años antes. El 16 de mayo, en Nueva Palestina, se elige al tzeltal Emilio Bolom como nuevo presidente de Bienes Comunales, contraviniendo los estatutos que impiden que un no-lacandón ocupe el puesto. La Procuraduría Agraria no le da el registro. Bolom impugna ante el Tribunal Agrario.

El 17 de mayo se enfrentan lacandones y la autoridad saliente, que es respaldada por 200 personas de Nueva Palestina, algunas con armas de fuego. El 26 de mayo dos miembros de la organización ambientalista y cultural Na-Bolom, Beatriz Mijangos Zenteno y Enrique Roldán Páez, son retenidos por comuneros de BCZL y liberados 22 horas después. La Procuraduría de Justicia de Chiapas detiene el 29 de mayo a 22 personas, entre ellos Emilio Bolom y otros representantes de BCZL que iban a negociar con el propio secretario de gobierno la liberación del asesor Gabriel Montoya. El 30 de mayo los detenidos salen libres. Comuneros y autoridades firman un acuerdo por el que se comprometen a “privilegiar la vía del diálogo y la construcción de acuerdos para resolver la problemática que se vive en la zona lacandona”.

El 13 de septiembre liberan a Gabriel Montoya. El 31 de octubre el Tribunal Unitario Agrario del Distrito 54 reconoce a Emilio Bolom como autoridad de Bienes Comunales.

El río Negro es visible por 13 kilómetros serpenteantes en la isla abierta por los campesinos de Nuevo San Gregorio en el corazón de la selva. La suya es la última de las cañadas de ríos tropicales que se conserva con selva en la Lacandona. Y en la coyuntura de la presión tzeltal sobre la tierra en la selva, la ruta de entrada a decenas de invasiones desde la periferia de la Reserva de la Biósfera de Montes Azules.

Nicolás Morales Moshal, representante de la comunidad de San Gregorio ante la ARIC-UUID, me ha dicho que en ese asentamiento hay 43 familias, que su reclamo es por 860 hectáreas y que ahí han estado desde hace 35 años. Sumo a las 17 familias de Ranchería Corozal establecidas en 260 hectáreas, y a las 17 familias de Salvador Allende asentadas en 377 hectáreas. Hay un total de mil 497 hectáreas reclamadas por 77 familias y que son respaldadas por los comuneros de Bienes Comunales Zona Lacandona.

“Trabajamos la roza, tumba y pica —le ha dicho un campesino al grupo Misión Civil de Observación y Solidaridad—, es que nomás rozamos, picamos y sembramos, hacemos anualmente seis hectáreas de milpa que no quemamos; hacemos la milpa dos veces al año… Estamos trabajando hace más de 20 años la roza-tumba-pica y no estamos pensando en quemarla porque la madre tierra nos da todo; ni quemar ni abrir montaña sólo en donde está el acahual hacemos milpa”.

Sin embargo, el roza-tumba-quema es visible en Google Earth: en una cañada de 10 kilómetros cuento 53 manchones recién quemados con una extensión de entre una y dos hectáreas.

(Estación Chajul alberga uno de los proyectos de investigación científica y preservación de la biodiversidad más importantes en México. Con el propósito de conocer el estado de conservación de los ecosistemas terrestres dentro de las áreas naturales protegidas desde ahí se coordina un notable esfuerzo de monitoreo de fauna en el trópico mexicano. Desde 2005 está a cargo de Natura Mexicana, la organización no gubernamental sin fines de lucro que encabezan Julia Carabias y Javier De la Maza, biólogos mexicanos dedicados a la defensa de Montes Azules. En convenio con la Conanp, administra dos estaciones de campo: Chajul y Tzendales. Hasta la primera llegaron los secuestradores de Julia.)

28 de abril de 2014. No debe ser fácil andar con un pasamontañas en la selva. Aunque protege de los moscos. Cruzar encapuchado el andador que lleva desde el atracadero de lanchas de la Estación Chajul hasta el caserío en que se albergan los investigadores de Natura Mexicana debe de ser todo un espectáculo. Uno, dos, tres o más hombres con fusiles avanzan en la oscuridad, no tienen dudas de la habitación en la que se encuentra la bióloga Carabias. No se distraen: sales del andador directamente al patio central de la estación; al frente y a la izquierda, nada, ella no estará en la cocina-comedor a las dos de la mañana, ni en la estancia abierta en la que se reúnen los investigadores en sus sesiones de trabajo; tomas a la derecha, no te detengas en el primer salón en el que está el televisor y la mesa de billar; caminas un poco más y ya estás en el ventanal con mosquitero. Alumbras, gritas, rasgas la tela, deslumbras, y gritas de nuevo y ordenas “somos del EZLN y venimos a llevarte con nuestros jefes”.

Todo puede pasar por la mente cuando se siente un lamparazo así. No se despierta tan rápido, aunque la puerta la hayan tumbado a patadas y adivines la boca del fusil en tu rostro. Así que del EZLN, pero si los has buscado tantas veces para hablar con ellos. No, no son zapatistas. Pero ya no piensas en ello, estás gritando para que se despierten las investigadoras y se convenzan de que no te has ido por tu cuenta como muchas madrugadas, y ya estás de regreso para decirles a los encapuchados que no te vas a resistir, que te permitan calzar las botas y ya gritas de nuevo cuando te llevan por el andador con los ojos tapados, sin poder atisbar la negrura para pisar los escalones que bajan al atracadero y la lancha, la que te llevará río arriba hacia la embocadura del río Chajul, un buen rato, no mucho, pues ya te llevan por una vereda, horas y horas hasta entrar en un fragmento de selva guatemalteca. Ya se vislumbra la luz del día por los escondrijos de la venda y se escuchan los sonidos metálicos que te encadenan de una pierna a un árbol cualquiera.

03-selva-03

La preocupación de A. Son extraños los poblados lacandones: aquí no hay cuadrículas, el caserío se apretuja en la foresta y la resonancia maya de sus nombres (Lacanjá Chanzayab, Naha, Metzabok, Ojo Agua Chankin) entona con la selva. En uno de ellos encuentro a A, quien en una mesa a la entrada de su casa ha dispuesto un tucán de madera tallado como los que venden a los turistas. A prefiere el anonimato. “No quiero acabar en el chicle”, me dice. Se refiere a la jaula de fierro y madera de chicle que los tzeltales de Palestina usan para guardar a quien ha cometido una fechoría o externa ideas que no les gustan. A está preocupado. Los acontecimientos se salen de control.

El tiempo pasó pronto en la selva. Las familias tzeltales llegaron en aluvión en los años setenta. Fundaron Nueva Palestina, fueron reconocidos como comuneros. “Ahí fuimos haciendo nuestra vida —dice A—, en un lado los lacandones, en otro los tzeltales”. Pero 30 años después los hijos de los palestinos ya no tienen tierra para sembrar.

Y voltean a Montes Azules.

“No tienen terreno para trabajar —dice A—. No hay ni pa’ sacar leña, puro potrero”.

Lacandones y tzeltales están en los extremos: los primeros son pocos, su actividad agrícola es reducida y han reorganizado su vínculo con la selva en torno al turismo ecológico en Bonampak; los segundos son muchos, entregados por años al roza-tumba-quema y a la ganadería, la selva es una reserva agraria.

Explica A: “Dicen que los lacandones no valemos porque somos poquitos. ‘Nosotros los tzeltales somos muchos, por eso valemos más’, dicen”

Por eso se va a acabar la selva, afirma: los tzeltales son muchos, los muchachos crecen, no van a entender, se van a meter en Montes Azules. “Empezamos a ver que ya no nos respetan, nos quieren matar. Orita que fue el cambio de autoridad hubo pleitos, empujones, golpes. Ellos quieren poner autoridad de Palestina, ya no quieren lacandón”.

Para A es mucha gente la que dice: “Mira, la selva es para nosotros, no para guardarla, es para trabajar, para vivir”. Son muchos los que dicen: “Ustedes tienen selva, no hagan caso del gobierno, te va a quitar el terreno, mejor trabajen allá en la reserva, acábalo, es pa’ eso. No hagan caso del gobierno ¡No hagan caso a los lacandones! Son flojos, no trabajan. No hagan caso. Quítalos”.

A refiere la demanda de expropiación que mantienen los tzeltales: en 2004 el gobierno de Vicente Fox les pagó la expropiación de los terrenos invadidos de la reserva. El dinero corrió para todos los comuneros lacandones, choles, tzeltales. A muchos lacandones también les ganó la ambición.

“Es lo que pelean los palestinos aurita —dice A—, quieren vender donde viven otros campesinos. Es un negocio ya, es un negocio que quiere que se haga la selva chiquita”.

A reflexiona sobre su pueblo y habla de lo que los separa de los tzeltales: “Los lacandones estamos enojados, estamos peleando porque no vamos a dejar su nueva autoridad. Nosotros vimos que sí podemos vivir si realmente cuidamos la selva. También nuestras nuevas generaciones piensan así”.

Martín es un tzeltal de 43 años que aprendió a construir cayucos. Probó y probó con la madera del guasiván hasta que la barca resistió el empuje de las aguas. No le quedó de otra: el cayuco o regresar a Palestina, como muchos de sus compañeros que no aguantaron el rigor del río, y no aprendieron a construirlos.

“Palestina es grande —dice Martín—, pero ya no nos tocó a nosotros la tierra”.

Corría el año de 1992. El lanchón que transportaba las viandas de la Conasupo para las comunidades del Lacantún trajo desde Frontera Corozal a 56 tzeltales nacidos en Nueva Palestina, que se animaron a colonizar la orilla norte del Lacantún, justo frente a la comunidad de Quiringüicharo, donde lo encuentro una tarde de junio. Aquí el río se enredó en meandros y de un coletazo regresó cinco kilómetros hacia el suroeste. Así formó una lengüeta que quedó como una isla frente al pueblo de ganaderos que entre los ejidos de Pico de Oro y Benemérito de las Américas no dejó un metro de selva. Los 56 tzeltales se instalaron del otro lado del río.

Les dijeron que el riachuelo se llamaba Arroyo Aguilar, que salía de la selva. Y así le pusieron a la aldea: “La autoridad de Nueva Palestina —dice Martín— nos mandó a cuidar terrenos, porque aquí en este lado salen con madera, entonces venimos como guardián: la dependencia nos dijo que no tocaran las montañas”.

Su papá llegó de Cancuc, y fue uno de los comuneros fundadores de Nueva Palestina. Martín nació en la selva en 1968. A los 24 años lo mandaron río arriba. Y con él, puros jóvenes sin tierra. Los largaron, como dice, frente a Quiringüicharo. No más de mil metros selva adentro, les dijo la autoridad, porque ahí ya empezaba la reserva. Martín abrió la selva, sembró maíz, frijol, chile. Nunca quiso meter ganado: en Palestina vio que se tumbaba mucha selva. Pero en la vega del Lacantún la tierra era buenísima, daba todo lo que le sembraran. El problema fueron los zancudos y las crecidas de agua y la falta de medicinas, el paludismo, las diarreas, las nauyacas. Muchos murieron. Otros regresaron.

Martín no. Aquí crecieron sus hijos, les dio escuela en Quiringüicharo, se hizo de un lotecito en esa orilla. Sus hijos son ahora profesionistas. No le gusta que el gobierno hable de desalojar la reserva. “Está cabrón ¿a dónde vamos a ir pues?”.

El pueblo chol fue fundado en los setenta cuando, con los tzeltales de Nueva Palestina, lo reconocieron como comunero de la Zona Lacandona. Los comuneros choles tienen cinco mil hectáreas en el programa de Pagos por Servicios Ambientales. Acaban de abrir mil hectáreas más para repartirlas entre los jóvenes.

En una esquina pegada al río, el hotel Nueva Alianza prueba el éxito turístico que tiene Yaxchilán. Además está El Jaguar, y en muchas casas, las posadas.

Tilo y Francisco trabajan en el ecoturismo.

La Sociedad de Solidaridad Social Nueva Alianza empezó por cuenta propia, sin gobierno, con hamacas y palapas sencillas para los turistas que en los años noventa descubrieron Yaxchilán. Ahora tienen un complejo de 10 cabañas entre la selva, restaurante y atracadero en el Usumacinta. Se organizaron con los guates al otro lado del río, que también son mayas: sus lanchas llevan su turismo; los choles llevan al suyo en las más de 100 embarcaciones que tienen para ello.

Son 601 comuneros y el pueblo ya rebasa los ocho mil habitantes. Entre 1968 y 1971 sus padres y abuelos sufrieron las batidas antiagraristas en el norte chiapaneco, en Sabanilla, Timbalá, Tila. Los tzeltales de Palestina llegaron de Yajalón y Chilon. Los dos pueblos negociaron con los lacandones y el gobierno. Y en 1978 a cada quien le dieron su parte de selva.

Tilo me explica en una equis la geografía y los repartos del pueblo: en un sector pegado al río, el del barrio Velazco Suárez —el gobernador echeverrista del tiempo de la reubicación de choles y tzeltales en el territorio lacandón—, el turismo; en el otro, el del barrio Nuevo Tila, los maiceros; al otro lado, en los dos sectores restantes, los ganaderos de los barrios Río Cedro y Jerusalén. Cada quien a lo suyo. Los turísticos le compran el maíz a los agricultores, y para el abasto de carne para los hoteles están los ganaderos. Y en ese enredo, los taxistas, entretenidos sobre todo con el paso de los migrantes, hondureños y guates, familias enteras. Traen guías que los llevan hasta La Bestia.

Tilo explica el conflicto que llevó a que los choles cerraran la carretera en la segunda quincena de mayo pasado. Reclamaban la liberación del asesor Gabriel Montoya y la regularización de los asentamientos en río Negro. “Van a tumbar la selva —dice—, lo que queda, no soy pesimista, es la realidad. Ai están los tzeltales, ya barrieron con todo, pero los lacandones también son cabrones, tienen un límite”.

Francisco es uno de los 14 guías en Yaxchilán. No me pregunta quién soy, por qué lo interrogo. Me revela sin más su descontento.

“Nomás al salir del pueblo se ve, ya no hay selva, todo esto lo acaban de tumbar, mil hectáreas para darle a cada ejidatario 1.5 hectáreas pa’ los jóvenes. ¿Y qué está pasando? Que los comuneros no les están dando esa tierra a sus hijos, sólo les dieron 25 por 50, el resto se lo quedaron, y ese es el descontento”.

Tilo concluye: “Si esto no cambia, se van a acabar la selva”.

03-selva-04

Alfredo Vázquez nació en el ejido de La Soledad. Es vocero de la ARIC-UUID, organización que viene de tiempos prezapatistas y que ha respaldado a tzeltales y choles que exigen al gobierno la regularización de los asentamientos irregulares —vía la expropiación de cerca de mil 500 hectáreas.

“Nosotros no aceptamos las reubicaciones”, dice. Y explica que esas comunidades tienen ahí 35 años, que la tierra es parte de su identidad, que su situación es paupérrima (no tienen médico ni escuela), que realizan roza-tumba-pica, que ya no queman los acahuales, que ya no tumban selva. Dice que la ARIC promueve el respeto de la madre tierra y la agroecología.

“A esa gente no se le ha dado la oportunidad”, argumenta. Se opone a la reubicación porque ve lo que ocurrió con Israel, con San Antonio Miramar y Buen Samaritano: “Aceptaron la indemnización, pero no supieron qué hacer con el dineral, porque el indígena nunca ve un dinerito así, y la gente terminó en la cantina”.

El dirigente dice que los campesinos están cansados del rezago en los procesos agrarios, y que por eso su organización acordó con la BCZL el deslinde de las tierras. Los lacandones deben tener claro cuál es su territorio, afirma, pero ya entendieron que la gente tiene que vivir en algún lado.

“Eso no lo ven los del gobierno, no lo ven los ambientalistas. Entre la ARIC y Bienes Comunales hay acuerdo. Pero el gobierno fue a la mesa después de las movilizaciones, y qué pasó, nos metió a la cárcel, no da la oportunidad de una plática sana, ya llevamos dos minutas sin resultado. Hay 38 casos no resueltos, hay colindancias, planos encimados, muchos ejidos sin regularizar debido al conflicto del 94”.

Plantea el problema de la gente sin tierra en Palestina:

“¿Qué va a hacer? Hay pleitos entre padres e hijos, ellos solicitan tierra, y sus padres no están facultados para dársela. Pero no hay proyectos viables, no hay un plan de conservación, se necesitan diagnósticos reales de los biólogos consensuados con las comunidades, no imposiciones, ellos deben tomar en cuenta sus usos y costumbres, porque si hay opciones, no habrá más invasiones”.

Concluye:

“Hemos peticionado al gobierno por años, sin respuesta. Detuvo al compañero Montoya, a 24 comuneros, y sigue fabricándonos delitos. Por eso cerramos la carretera”.

Julia Carabias señala el mapa. La ex secretaria de la Semarnat y directiva de Natura Mexicana recorre el espacio que de la Selva Lacandona trepa hacia los potreros de Tabasco, Veracruz y el sur de Tamaulipas: 12 millones de hectáreas. Luego apunta a lo que queda: un pedacito en el noreste de Oaxaca: el manchón en la Selva Lacandona no llega ni al 10% de lo que fue. 419 mil hectáreas están en áreas naturales protegidas, y gracias a eso es que no se ha destruido.

Dice Julia: “El único sitio donde la gente piensa que tiene oportunidades de producir bien está en la selva, lo cual ocurre por no más de cinco a 10 años, hasta que se convierte en lo otro: un desastre. Ahí está la falacia. La salida no es irse sobre el territorio de Montes Azules, lo único que nos queda de selva conservada en el país, sino en hacer una reconversión productiva en el millón 200 mil hectáreas deterioradas para que la gente viva bien. Natura y Ecosistemas Mexicanos, con otras instituciones como el Corredor Biológico Mesoamericano-México, ha probado con éxito este modelo en Marqués de Comillas”.

Esto es lo que han hecho Natura y Ecosistemas Mexicanos: ordenamientos ecológicos, programas de servicios ambientales, programas ecoturísticos, proyectos de restauración y manejo de fauna. El proyecto se desarrolla desde 2007. Sigue Julia: “Gracias a la asesoría y acompañamiento a los ejidos para que reciban el apoyo del programa de Pago por Servicios Ambientales de la Conafor, se benefician 652 familias y se conservan más de 14 mil hectáreas de selva. Con los proyectos ecoturísticos se beneficia a 106 familias y se protegen alrededor de cinco mil hectáreas en el Centro Ecoturístico de Galacia, en el Campamento Flor de Marqués, en el proyecto de El Pirú”.

Es la selva posible, la que se puede llegar desde una relación distinta de los campesinos con el territorio que desmontaron a lo largo de 30 años.

“Nuestro equipo de trabajo ha logrado proyectos ordenados —dice Julia—, y en el contexto del Estado de derecho, que defienden la selva que tiene dueño, que evitan que los ilícitos de cacería y tala sean los que dominen. Y han dominado, porque a la mayoría de la gente no le interesaba su selva, dejaban que ajenos entraran a sus predios a llevarse su fauna, no le concedían ningún valor. Ahora, en cambio, son celosísimos de su flora y de su fauna, porque por eso están recibiendo el grueso de sus ingresos. Tú no irías al ejido de Flor de Marqués o al de Galacia si todo estuviera depredado. No te vas a un potrero de vacaciones. Eso es ahora un valor para la gente: al que está cazando no se lo permiten y al que tala lo denuncian. Esto genera reacciones y confrontaciones. Y más el conflicto de tierras, las invasiones; todo esto es lo que ahora estamos viviendo”.

Natura ha probado que es posible un modelo de desarrollo en el que los dueños pueden vivir de su selva y vivir mejor. Pero Marqués de Comillas es una isla, no han podido penetrar más allá: “Nos enfrentamos a enormes intereses”, remata Julia.

Mira el mapa y habla de los millonarios negocios a los que se enfrentan. Como el reciente saqueo de madera llamada corazón azul, ocurrida en muchos de los ejidos donde su equipo asesora el programa de Pago por Servicios Ambientales, o el problema del tráfico de especies, en particular el de la guacamaya roja, al que se han opuesto con una intensa campaña de conservación. Y recuerda las mafias que trafican ganado y utilizan los potreros campesinos. Y la complicación última: las decenas de miles personas, la mayoría jóvenes, que no tienen tierra y no se benefician, por tanto, con los programas de fomento, y a los que los nuevos reglamentos adoptados por los ejidos les complican la pesca, la caza y la tala ilegal. Estas personas sin tierra reaccionan en contra de estos trabajos.

“No existen por parte del gobierno programas que atiendan las condiciones de miseria de estas personas desprotegidas. Muchas de ellas se organizan en acciones ilícitas como fue mi secuestro y son carne de cañón de quienes ven amenazados sus intereses ilegales, económicos o políticos. Lo que sigue es que el gobierno atienda a las comunidades con programas integrales y sustentables que les permita vivir mejor a partir del uso de su selva y de la reconversión de sus tierras improductivas, y que se construya un pacto de respeto a las áreas naturales protegidas”.

Es decir, reflexiono, que el gobierno mexicano cumpla con su obligación de resguardar la selva e impulse masivamente proyectos como los que realiza Natura.

Ejido La Galacia, a orillas del río Lacantún. El viernes 13 de junio de 2014, el mismo día en que varias ONG firman un desplegado en el que, sin aportar pruebas, acusan a Natura Mexicana de operar como hoteles ecoturísticos las estaciones de Chajul y Tzendales, encuentro a Obed a la entrada de Canto de la Selva, uno de los dos únicos hoteles en la región de Marqués de Comillas —el otro es el Centro Ecoturístico Guacamayas—. Obed dejó todo por este proyecto ecoturístico que el ejido de La Galacia desarrolla en uno de los meandros del Lacantún.

Obed ha apostado todo por el ecoturismo. No siembra, no tiene ganado. Y se le ve feliz. Hace poco pasaron unos turistas gringos que dejaron mil 500 pesos diarios cada uno. Luego vinieron las tormentas que golpearon Chiapas y el río dejó su marca en la vega. Esta tarde hay asueto. El calor es terrible y los moscos atenazan.

En la foto satelital el meandro que guarda 155 hectáreas de selva en el que se esconde el hotel es una pera invertida con su base de 2.5 kilómetros metida de lleno por casi tres en la reserva de Montes Azules. Los ejidatarios tumbaron en un primer arranque la mitad del arbolado en el meandro, hasta que hace un par de años metieron lo que quedaba en el programa de Pago por Servicios Ambientales y desarrollaron con ayuda de Natura Mexicana el proyecto hotelero.

Son 14 búngalos ocultos en el follaje. Estás en uno y no ves los otros. Buena madera y excelente gusto arquitectónico. Las habitaciones dejan libre la vista de la selva que queda a tres metros, con estructura de mosquitero y terraza de por medio. Arriba, el dosel no deja ver el cielo; al frente el follaje oculta lo que pase más allá de 20 metros. Imagino la noche y el canto de la selva.

Obed nos lleva al río, por un sendero abierto que termina en la palapa colgada en la ribera, que en esta orilla ve pasar el agua seis metros abajo. Una inundación reciente cubrió el sendero y pasó bajo los búngalos. La palapa montada en concreto resistió sin problemas.

Le preguntó cómo fue que talaron la mitad de esta isla.

“Por la decisión fatal del gobierno de permitir en los noventa el aprovechamiento forestal. Eso provocó la tala que casi arrasó Galacia. La confrontación ha sido fuerte entre los ejidatarios, unos por talar, otros por conservar. Al final dijimos, cada quien su parte, cada quien decide. Nosotros salvamos esto para el Canto de la Selva”.

Esta noche la oiré cantar. Al cerrar los ojos, oiré cantar a la selva.

Recuadro

La propuesta de Natura y Ecosistemas Mexicanos en Montes Azules

En la Selva Lacandona se combina la existencia de un patrimonio natural inigualable, cuyo valor es universal, con comunidades en alto nivel de marginación, que sufren desigualdades sociales lacerantes. Esto la convierte en una región de alta complejidad y riesgo. En lugar de conservar este patrimonio y sacar de la miseria a su población, el gobierno ha derramado, históricamente, sin estrategia, miles de millones de pesos. Sólo se favoreció la descomposición social local que está llevando a situaciones peligrosas.

Es necesaria una estrategia que destense la región con una acción coordinada entre el gobierno federal, el estatal y los actores locales para establecer un acuerdo con los siguientes componentes:

1. Diseñar, consensuar e implementar un programa integral de conservación y desarrollo sustentable en la región. Dicho programa debe estar focalizado a las condiciones sociales y ambientales de cada comunidad; la inversión productiva debe garantizar la generación de empleos y el incremento de los ingresos familiares mediante la diversificación y reconversión productiva a partir de los recursos naturales locales y de los que allí se producen.

2. El compromiso de todas las partes de respetar la reserva. Ello implicará revisar los acuerdos establecidos entre las autoridades de Bienes Comunales anteriores y la Asociación de Interés Rural Colectivo (ARIC), e involucrar en los nuevos acuerdos al sector ambiental y al agrario.

3. Respetar y fortalecer la legalidad de la etnia lacandona que reivindica sus tradiciones y la conservación de la selva.

4. Fortalecer las instituciones ambientales que operan en la región (Conanp, Profepa, Conafor, Corredor Biológico Mesoamericano-México, y las que correspondan al gobierno estatal) con nuevas formas de actuación y estructuras que faciliten el diálogo entre los actores locales, así como más recursos económicos para invertir de manera muy dirigida a destensar los problemas. Las instituciones de gobierno tienen que sumar sinergias con la Conanp para atender el ámbito de su competencia en lo productivo y lo social.

La mariposa Monarca: el mundo, por un instante, es eterno

Por Sergio Mastretta y Leonor Mastretta

Fotografías de Lenis Mastretta



Video de Mariana Mastretta: http://www.youtube.com/watch?v=CbhFWDLxKic

Fragilidad de la flor en la mano. La naturaleza tiembla en el aleteo del insecto entumecido. El revuelo naranja en el cielo. La conmoción intacta del bosque milenario. Sol que calienta la vida en racimos de mariposas antiguas en el cerco de los oyameles. Ahí estamos, y por el milagro de las Monarcas casi yertos, los mexicanos ante el interrogante biológico más bello que nos ha tocado en custodia. Y a la vista nuestras respuestas patológicas.



1- Cinco de la tarde en un paraje de la sierra de Chincua, a diez kilómetros de Angangueo. En el descampado y entre los arbustos la basura de los turistas ecológicos es una imagen llana y rotunda; bolsas de plástico, envases de refrescos, envolturas de papitas, naturaleza simple y patológica arrojada ahí cincuenta minutos después por los testigos del milagro de las mariposas. Todavía cuento unos veinte automóviles en ese estacionamiento abierto por los campesinos. El Felipe Calderón todavía dejó inaugurada la zona de visitantes en Chincua. De ladrillo rojo, techos inclinados y de teja, las tiendas y restaurantes de cecina y quesadillas tienen una terraza con una vista impresionante, y se alinean en un grandísimo patio sembrado con gramíneas traídas de un vivero. No parece que vayan a sobrevivirán mucho.

Fuente vital de generación de recursos para los campesinos propietarios de los insectos de la fortuna, las Monarcas atraen por igual a los omnipresentes japoneses que a esa mezcla del turista nativo condensada entre el defeño del barrio y el peregrino guadalupano. Las placas de los autos certifican bien a bien el centro de la república. A lo largo de la jornada tal vez aparcaron doscientos vehículos. Como es domingo se cuenta como un buen día, pero hay mejores: tan solo el jueves último de enero los ejidatarios vieron llegar treinta camiones con una multitud de jóvenes, a treinta y cinco pesos la entrada por cabeza. Es difícil que haya en México un proyecto de turismo ecológico tan exitoso como el que se observa. Y en todo este encierro, más allá del boleto, no se encuentro nada que recuerde al gobierno. No hay en el estacionamiento un solo bote de basura.



2- Emmanuel tiene once años de edad y una miopía fulminante de diez dioptrías que cubren sus ojos color café. Nos acompaña todo el viaje desde el crucero para subir a Angangeo. Describe a su tierra con la sinceridad de su padre, un joven pintor que expone sus cuadros naturales en la misma tienda a pie de carretera en la que vende refrescos y dulces para quienes esperan el camión con rumbo a Zitácuaro. No tiene pena en mostrar el paredón desencajado que esconde una represa antigua que carga las aguas contaminadas de las minas que explotó hasta 25 de abril de 1953 la American Smelting Refining Company, día en el que un desastre en la mina obligó al cierre definitivo de la explotación minera en la región. Emmanuel ya no conoció el ferrocarril que llegaba hasta el pie mismo de la población; tampoco sus ojos mínimos vieron correr desde la boca del cerro por rieles casi de juguete los cochecitos cargados de la piedra mineral hasta el beneficio. Sus ojos sí conocen bien ese olvido de fierros oxidados que dejó para siempre la empresa. Y tal vez tampoco acompañe Emmanuel a los viejos mineros el 11 de julio a recordar que Angangueo, algún tiempo, por más de tres siglos, vivió del metal que sus hombres extraían de las minas. Hoy Emmanuel es uno de tantos, tantísimos niños que piden limosna y que suben turistas hasta el territorio de las Monarca. Guarda tras sus lentes profundos la calidez que su padre retrata en sus paisajes. Y también con la soltura de sus once años revela lo que sus ojos observan de cuando en cuando: que los camiones de los talamontes se llevan por las escurridizas brechas los camiones cargados con la madera en rollo.

RECUADRO

El monitoreo de la temporada 2012-2013 hecho por la Conanp, a través de la dirección de la Reserva de la Biósfera Mariposa Monarca, encontró que la superficie ocupada por las colonias en diciembre ha sido la más baja de las últimas dos décadas.

El titular de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), Luis Fueyo Mac Donald, explicó que durante la segunda quincena de diciembre de 2012, el monitoreo registró nueve colonias de hibernación, que ocuparon una superficie de 1.19 hectáreas de bosque. (El Universal, 12 de Marzo del 2012).

3- En dos días te vuelves experto en mariposas Monarca. Todo se encuentra en la bondad de internet. La Universidad de Michoacán, por ejemplo, reseña los seis principales santuarios de la región: Cacique, Chincua, Rosario, Cerro Huacal y Altamirano en Michoacán; Donato Guerra en el Estado de México. Se encuentran en colonias de hasta veinte millones, siempre en cañadas filtradas por un arroyo y mirando al sur o al este en ese refugio de los oyameles en las montañas del altiplano sobre los 2,700 metros de altitud. Nos enteramos que vuelan desde la región emplazada entre las Rocallosas y los Grandes Lagos, en Norteamérica; emigran por el milagro que les impide controlar su temperatura interna y arrojadas por el letargo invernal; viajan entrado el otoño a razón de 120 kilómetros por día, en jornadas que arrancan a las 9.30 de la mañana y cierran al caer la tarde nueve horas después; duermen en racimos de 600 en las frondas que encuentran en los valles abiertos por los que despliegan el vuelo medio ateridas por el viento del norte; les gustan las corrientes de aire ascendente y son capaces de plegar sus alas y timonear si son muy fuertes, pero igual planean con el naranja extendido y alumbran el cielo día a día hasta alcanzar los cuatro mil kilómetros de su viaje milenario.

La mariposa monarca son insectos que pertenece a la orden de los lepidópteros, palabra cuya etimología griega proviene delepis (escama) y pteron (ala), por lo que esta orden se puede definir como insectos con alas escamosas, pertenecientes a la familia Danaide y su nombre científico es Danaus plexippus Linneo.

De gran belleza y colorido, las mariposas monarca son de vital importancia en el ciclo de la vida como agente polinizador y factor de equilibrio ecológico en los bosques que habitan. (SEMARNAT http://mariposamonarca.semarnat.gob.mx/monarca.html)

Nos obligamos a conocer su ciclo: al regresar de México a Norteamérica, las hembras Monarca depositan por millones sus huevecillos en la cara inferior de las hojas tiernas de las plantas del género Asclepia, abundantes en aquellas praderas; siete días después brotan voraces larvas que se alimentan primero del cascarón y después de la hoja que las cobija, felices con su colorido que no disfraza las toxinas que las resguardan de los depredadores; tres semanas después, y tras mudar cinco veces la piel, formarán las poéticas crisálidas, y en quince días más alumbrarán como mariposas; vendrá el verano pleno, la madurez, el apareo y la muerte, pero dejarán también millones de huevecillos que repetirán la tarea hasta la formación de las crisálidas y el nuevo alumbramiento en septiembre. Fuertes y rigurosas, hermosas y por millones regresarán a México en noviembre.

4- Nos enteramos también que en las montañas michoacanas necesitarán temperaturas por encima de los 16 grados en febrero, para el revuelo del apareo. Muchas no llegarán a tal fecha: apenas hace veinte días murieron incontables por las nevadas y los fríos. En 1996 calcularon por otra nevada, una mortandad superior al diez por ciento. También por esos años calculaban en 500 millones el número de viajeras a tierras mexicanas. Ignoro como lo ha medido, pero el llamado Grupo de los Cien afirmó en ese año que el hábitat utilizado por las Monarcas se redujo en unos años desde 17 hectáreas para el santuario hasta no más de seis. Y por lo tanto el número de mariposas que tapizan el enramado de los oyameles. También afirman que por lo menos debe haber un plantío de cuatrocientos árboles por hectárea. Y ese es el asunto que pelean algunos ejidatarios como en la región del santuario de El Rosario, por el rumbo del pueblo de Ocampo: ahí tenían como reserva especial 996 hectáreas hasta 1996; ellos estimaban que con cien seria suficiente para las mariposas, por lo que el resto podría talarse y abrirse a la agricultura. Ignoro en qué quedó la propuesta del Grupo de los Cien de comprar a los ejidatarios el territorio de hibernación, por lo menos 16 mil hectáreas de la Sierra de Chincua, pero es posible que no lo tengan presente los ejidatarios convertidos en empresarios ecologistas.

Acciones de Conservación por la SEMARNAT

En México, la temporada para la apertura de los Santuarios y visita para la observación de mariposas Monarca, comprende del mes de noviembre de cada año al mes de marzo del año siguiente.

La Monarca concluye su largo viaje migratorio entre finales de octubre y principios de noviembre llegando a sus áreas de hibernación en México, y estableciendo con ello la creencia milenaria entre los pobladores de la región de que cada mariposa representa el alma de sus seres queridos ya difuntos, que vienen a visitarlos.

Con el objeto de conservar este fenómeno migratorio, en 1980 el gobierno mexicano decretó la protección de las colonias de la mariposa monarca. En 1986 se estableció por primera vez un área protegida de 16 mil 110 hectáreas denominada Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca. En el 2000 se extendió la superficie total de la Reserva a 56 mil 259 hectáreas.

El zona de la Reserva, la Semarnat, a través de la Profepa, aplica el Programa Cero Tolerancia a la Tala Clandestina en la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca, que redujo esta actividad ilícita de 243 hectáreas deforestadas en 2007 a 0.4 hectáreas a agosto del 2011; el mismo se reproduce ese mecanismo en otras cinco áreas prioritarias: Pico de Orizaba, Malinche, Izta-Popo, Valle de Bravo y el corredor Biológico Chichinautzin.(SEMARNAT: http://mariposamonarca.semarnat.gob.mx/santuarios.html)

5.- El Rosario es un ejido pequeñ0. Un kilómetro antes de llegar, cuando ya no hay casitas ni bosque, hay una explanada grande, y ahí algún listo almacena mulch (una cubierta elaborada con pedacitos de corteza protectora del suelo de los bosques), y forma una plataforma de dos metros de alto se extiende muy lejos: es otra manera de explotar el bosque.

Otros listos aprovechan la caminata que los turistas tenemos que hacer: son cientos de comerciantes que han colocado sus negocios hechos con tablas a ambos lados de la calle (que no sendero) para subir al santuario. Definitivamente comercial el trayecto de más de un kilómetro en el que la gente curiosea, marchantea artesanías, come zarzamoras con crema y ve bordar trapitos con mariposas a las mujeres campesinas. Todo un jolgorio un trayecto que debería ser en silencio por la proximidad de las mariposas. Entretenido, pero definitivamente escandaloso.

En ningún momento se nos hace saber un código de conducta. Nadie nos dice que hay que respetar los espacios acordonados, ni que solamente hay que pisar los senderos porque podemos trozar los las plantas de los algodoncillos que serán la comida de las larvas, que si alguien tiene ánimo de fiesta mejor vaya a la feria, que hay que guardar silencio. Algo de ese respeto se intuye al sentir que todo está en equilibrio precario, que cualquier cosa podría hacer que este momento no se repita para la maravilla que encontraremos.

6- Suben de muchos pueblos, algunos más allá de la hora y media de camino. Retengo el nombre del poblado de Pancho Moya. De ahí cabalgan hasta la base campesina del santuario de Chincua decenas de jinetes en caballos sobre todo retintos pero también blancos, azabaches y tordillos. Resuenan apelativos como Chabacano, Baltasar y Gitano. Forman cuadrillas a la espera de los turistas. Cobran 75 pesos la subida más allá de la cima, desde donde caminaremos otra media hora en la densidad del monte y con abismos asomados a los claros del valle mil metros abajo. Las mariposas se mueven año con año, no llegan al mismo lugar, por lo que las distancias varían… Nuestro niño guía nos dice que no es fácil encontrarlas por primera vez, y hay que hacer los senderos…

Los jinetes arrearán turistas hasta por cuatro vueltas por caballo. Si son más de ciento cincuenta calculo ingresos cercanos a los treinta mil pesos por jornada. No sé qué relación de negocio tengan estos muchachos con los ejidatarios del bosque. Pero no paran, van y vienen desde la base hasta la ladera que cae a la cañada de las mariposas. Puedes imaginarlos igual, campesinos antiguos, tal vez con alguna banda revolucionaria o cristera, ocultos en la densidad del bosque, penetrados en sus sombreros y en el frío; los imagino siempre campesinos alzados para la sobrevivencia, un rato en el azadón y el maíz, un rato con la planta y la víscera en los campos de Estados Unidos, braceros siempre, jinetes hoy al servicio de las Monarca.

7.- Al final, el silencio. El bosque cerrado. La luz del sol en los claros. Y el revuelo, un aleteo que no reconoce el tiempo humano. El mundo, por un instante

El testimonio lo ha levantado la organización civil Dala la Cara al Atoyac: claro que ganan el negro y el azul.

"Lo que más alarma a la población – dijo Verónica Mastreta al diario Milenio-- es la frecuencia con la que las aguas del río se tiñen de colores por las noches y fines de semana, cuando no hay inspecciones de las autoridades a desagües y plantas de tratamiento."

La imagen de inicio ilustra la descarga de agua localizada a unos metros de la autopista que entronca la México-Puebla con el Arco Norte, a unos metros de la colonia La Luz, en Villa Alta, Tlaxcala. Para ser más exactos, en San Martín Texmelucan, en la zona de las fábricas ahí asentadas y que derivan sus descargas residuales a los arroyos que van a dar al Atoyac: la petroquímica Independencia, Remimex, Rassini Frenos (antes Automanufacturas), Industrial Quetzalcóatl, Tavex Corp, Porcelanite Lamosa Keramica.

Alguien ha declarado al día 22 de marzo como el Día Internacional del Agua. Ahí están las fotos que dan cuenta del hecho simple: treinta años después de las denuncias civiles contra la contaminación del río a su paso por Texmelucan hacia su confluencia con el Zahuapan en los límites de Puebla y Tlaxcala, en la ciudad de Puebla, las fábricas siguen descargando sin freno los contaminantes químicos una y otra vez denunciados.



Valga el testimonio de una acción civil como la de Dale la Cara al Atoyac para comprender que la movilización social será la única manera de transformar esta realidad.

La descarga al Atoyac en Texmelucan documentada por Dale la Cara al Atoyac. A.C. el pasado 18 de marzo.





19°17'17.1"N 98°24'35.6"W

https://goo.gl/maps/SzS7tM14srJ2

Descarga en Panzacola,Tlaxcala.

El río Atoyac en Panzacola, Tlaxcala.

El colorido de un río muerto.

La moda y las marcas están detrás de la contaminación de los ríos.

Mundo Nuestro. Las fábricas de Texmelucan contaminan sin misericordia el río Atoyac. Para documentarlo están los testimonios y fotografías que recientemente ha recogido la organización Dale la Cara al Atoyac, A.C. En noviembre de 1988, en una acción inusitada entonces –y ni qué decir que hoy--, el gobierno federal clausuró la empresa fabricante de frenos para la industria automotriz Automanufacturas, que a la fecha funciona en Texmelucan, Puebla, con la razón social de Rassini, S.A.B. de C.V., conocida como Rassini antes SANLUIS Rassini. Es una empresa del sector automotor que diseña y produce muelles, resortes, discos y tambores utilizados en diferentes plataformas de vehículos; dice de ella Wikipedia: “La corporación cuenta con plantas en Estados Unidos, México, y Brasil; y con un Centro de Desarrollo Tecnológico en Plymouth, Míchigan. Sus oficinas centrales se ubican en la Ciudad de México. En total emplea a casi 5.000 personas en el continente americano.” Ese año ocurrió un hecho extraordinario, sobre todo porque dejó de producirse después: una acción de Estado en contra de la contaminación de las aguas por desechos industriales en la cuenca alta del río Atoyac. Presentamos aquí, en dos partes, la crónica escrita por Sergio Mastretta para el periódico Cambio en ese mes de noviembre de 1988.

El cierre en Automanufacturas (Rassini Frenos, en el 2016)



Miércoles 9 de noviembre de 1988. Llevaba una hora de papeleos con los funcionarios de la SEDUE. En mangas de camisa, con la corbata floja, el licenciado Salvador González, Gerente de Relaciones Industriales de Automanufacturas no dejaba de sonreír. Del otro lado del escritorio sin inmutarse, el ingeniero Pablo Loreto y el biólogo Luis Enrique Fernández levantaban el acta de inspección realizada en la planta. El calorón de las 3 de la tarde estrechaba más la oficina, llena de ingenieros asesores de González y de campesinos testigos de la inspección.

--¡Oiga --dijo el gerente, más ligero que el aire del ventilador asfixiado en el rincón-- ¿Y ese librito que traía usté el otro día?

--¡Ah, pues es la ley, licenciado! --respondió Carlos Mayr, el tercer representante de la Secretaría-



--Muy interesante –dijo González--, realmente, hay que leerla...

Ni quién lo dude. Desde las 12 del día, y en un recorrido por la planta los inspectores de la SEDUE comprobaron que en Automanufacturas, pomposa y pujante empresa de la División Industrial del Grupo ICA, los ingenieros, los ingenieros diseñadores. Trajeron el progreso a estas tierras campesinas; y trabajo, 1479 puestos obreros para ser exactos. Ahí están los planos, que despliegan una y otra vez en el escritorio de González; cuatro grandes naves, dos para hornos y dos para maquinado; toda esa chatarra que levanta el imán como alfileres y que amontona frente a los accesos de Fundición, se convertirá en pulidísimos rotores y tambores que irán a parar a los Shadow y Taurus que circulan del otro lado y de este.

Pero Bueno, son altísimas inversiones –piensan los técnicos de la SEDUE--, no alcanzó para la cañería que evite que las aguas negras del comedor descarguen en el canal que riega los campos de San Baltazar, ni para construir extractores de polvos eficaces que impidan que esa fina capa negra que brota de Fundición cubra los pinos y los eucaliptos para construir una verdadera planta de tratamiento de aguas residuales que no sólo capte aguas sanitarias sino solubles contaminantes que chorrean de los tornos en Maquinado y que, hasta la fecha, nadie sabe a dónde arroja Automanufacturas. Lo demás quedó en el acta 1848 metros cúbicos al mes de polvos y los dos contaminantes que diligentemente el Ayuntamiento de Texmelucan recoge para sus tiraderos; descargas de aceites y grasas vía cañería al canal de San Baltazar, incumplimiento prácticamente total del convenio notarial de julio de 1987 por lo que la empresa se comprometió en once puntos concretos a terminar con la afectación del aire, agua y suelos de la región.



--No hacen caso, señor –dice un representante del Frente Revolucionario de Juntas Auxiliares--, así como trataron al licenciado de la SEDUE el viernes que vino, que no lo dejaron ver nada y que le mandaron a un empleadito a decirle que ni modo, que no estaban los gerentes, así tratan estas gentes al campesino.

Y quedo escrito el reclamo campesino. El 29 de septiembre en un restaurant de la ciudad, representantes de las Juntas de Moyotzingo, San Baltazar y San Jerónimo se reunieron con funcionarios de algunas industrias de San Martín. Hasta de Pemex fueron. Ahí circuló un Manifiesto con membrete del PRI, y por abajo del agua le leyeron la cartilla a don Antonio Montes, imperecedero dirigente de la CNC local: no están dispuestos a que los canales sirvan de caño de industrias omnipotentes como Pemex y Automanufacturas, o de empresas piratas como las cartoneras, ni de unidades para ingenieros como la de la Petroquímica. Y don Antonio se alinea o definitivamente no tendrá a quién acarrear para las próximas municipales.

Y don Antonio estuvo presente el viernes cuando ningunearon a la comitiva de Francisco Castillo Montemayor, y el lunes en el recorrido por la planta y toda la tarde el solazo en la oficina de González, con el apuro y el papeleo de los ingenieros.

Loreto pregunta una y otra vez: por los planos de edificios y la zona de tiraderos, por los permisos de ampliación de las nuevas naves, por las condiciones particulares de descarga, por el análisis de polvos, por la capacidad de la planta de tratamiento, por lugar donde se tiran los solubles, por su contenido, por el acta notarial, etc. Las respuestas se traban, los ingenieros se arrebatan: ¿Dónde quedó ese expediente, licenciado? ¿Será este? Creo que está en trámite. O si no, lo tienen de seguro en México los del jurídico, sí eso debe ser. ¿Cuántos camiones salen al diario con ese hollín? Eso seguro lo tenemos, eso está en Contabilidad, caray, igual que el capital social... Sí se lo hemos dicho al contratista, que no ha dado resultado la planta, y usté puede ver que hicimos una gran inversión en ello... No. fíjese, análisis de los corazones de desecho tampoco lo tenemos... Sí, es cierto, se puede ver materia flotante en las aguas de la planta... Pero el licenciado González lo toma con humor todavía: “Cuántos papeles tenemos de SEDUE –dice sobre un altero de expedientes--. Son pergaminos los que tenemos aquí...”.

La planta se cierra, señores…

Cuando los funcionarios de SEDUE terminaron el acta la dieron a leer al Gerente y sus testigos, el Lic. Raúl Ortega y el técnico Armando Baldamis –el empleado se negó a que el delegado de la Secretaría inspeccionara la planta de tratamiento de aguas residuales el viernes-. Leían una hoja y la firmaban; así una tras otra. Hasta la última, que concluye con la decisión de clausura, sustentada en 65 artículos de la Ley General del Equilibrio Ecológico, el “librito interesante”, según el señor González. Tal vez no leyó la palabra clausura, tal vez pensó bueno, ya se van, ya se tomaron un refresco, ya terminó este engorro. Quién sabe, el caso es que firmó y para él ya sólo quedaba despedirse de mano. El veinte le cayó cuando los inspectores se levantaron de sus asientos.

--Bueno, vamos a proceder, quisiéramos que usted y sus testigos nos acompañaran, vamos a empezar por el comedor.

--¿Proceder a qué? –y por primera vez frunció el ceño el Gerente.

--Está asentado en el acta.

--¿Dijo usted cerrar el comedor? ¡Cómo vamos a dejar de dar de comer al personal!

--No es problema de la SEDUE, ustedes están fuera de la ley, no han cumplido ni siquiera con uno de los once puntos a que se comprometieron el año pasado.

--No estoy de acuerdo –alcanzó a balbucear el Gerente, y uno podía leer en su rostro el derrumbe de una estructura imantada por los principios del poder, remachada por los sellos de infinidad de funcionarios como González en una carrera de obstáculos insalvables pero finalmente inexistentes y que acumulados terminan como certezas en los informes presidenciales: ¿Quién puede objetar el promisorio futuro de San Martín Texmelucan, recién bautizado como polo de desarrollo, modelo tecnocrático de la descentralización?

--No puedo permitirlo –siguió casi como una descarga estomacal--. Para ustedes es muy fácil... cuando usted cierre HYLSA estaré de acuerdo, a ver, cierre Pemex. Ellos si que contaminan... Pero no, a ustedes no les interesa, ustedes cierran y sanseacabó... Pero ya sé, hay una consigna contra Automanufacturas... Estamos trabajando, ya se los demostramos... Ni siquiera nos quieren dar una prórroga de 24 horas, sí, atrás de eso hay otra cosa, yo lo sé...

También los ingenieros se colapsan. Para cuando los tres funcionarios de la SEDUE, acompañados de una aparato policiaco espectacular –tres personas: Un viejo gendarme con un fusil, una mujer con macana y un muchacho con una ametralladora que vaya usted a saber si ha disparado algún día-- habían clausurado el comedor y desalojado una de las naves de Maquinado–bajando fusibles bajo la indicación del personal de supervisión que en ningún momento se opuso a la acción de los inspectores-, los ejecutivos de la empresa eran un hervidero. Cuadros menores seguían a los inspectores, se les acercaban --¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?... Hermano, debe haber una forma de arreglar esto...--; cuadros mayores se acercaban a los galerones de producción, se mezclaban con los grupos de obreros que esperaban en las afueras, en una verdadera democracia fabril: ejecutivos y obreros departiendo el espacio fuera de calendario, fuera de festejo o visita oficial. Pero no cruzaban palabra. Ellos, los ejecutivos, impecables en sus trajes no pierden jerarquía, y uno puede seguir por la vestimenta las líneas de sangres de la división del trabajo industrial. Las hormigas medias se mueven, escuchan a los jefes, dan línea a los supervisores, expanden el sentir de la dirección. La clausura no puede seguir.

--Bajen esa cortina-- demanda un inspector de la SEDUE.

--No esa cortina no se baja-- grita un hombre de traje y lo escuchan todos, y debe haber cien obreros observando.

--Sí. Esa cortina no baja --grita un ingeniero--, no sirve, está descompuesta.

Por eso no siguió la clausura. Habían dado línea. En Nave 4, ya con la producción parada y el personal obrero fuera del edificio, cuando Pablo Loreto se disponía a cerrar el acceso norte, un hombre regordete gritó decidido, alcanzando la comitiva de los inspectores:

--Esa puerta no se cierra, estoy dispuesto a que me maten, y aquí puede haber un zafarrancho si ustedes paran esta nave.

La comitiva se detiene. Ya había un acuerdo de no separarse. “Sí agarran a uno solo lo vayan a secuestrar”, dice don Antonio Montes. El hombre –el contador Rubén Sánchez, según un policía de la planta-- increpa a Loreto desde una pila de rotores terminados. Loreto sigue su marcha, intenta cerrar el portón. Un policía de la empresa lo impide, vuelve a abrirlo, el hombre regordete, que se niega a identificarse lo ayuda; el licenciado González aparece también en la escena. Loreto pide a la fuerza pública que detengan a quién se oponga a la clausura. La situación es tensa. En un momento las luces se encienden nuevamente, las máquinas arrancan ese murmullo agudo y espiral de los motores eléctricos.

Es indudable: la empresa no piensa parar la Nave 4.

Los inspectores dialogan con ellos. No vale la pena un enfrentamiento, se asentará en el acta que Automanufacturas impidió abiertamente el cierre dispuesto por la autoridad. Abandonan la nave. Los obreros obedecen la orden de los superiores de regresar al trabajo. Tampoco se cierra Fundición: Los inspectores dan 24 horas a la empresa para que apague los hornos. Cerca de las 7 de la noche, sin embargo, los sellos de clausurado se pegan en el portón principal de Automanufacturas.

Lo que sigue serán los telefonazos, las antesalas, la lectura de cartillas para los funcionarios estatales de la Secretaría. Y probablemente la negociación material y la reapertura.

Mundo Nuestro. El Doctor Raúl Hernández Garciadiego –junto con la Maestra en Ciencias Gisela Herrerías Guerra—encabeza desde 1980 uno de las más importantes experiencias de organización social impulsadas desde la sociedad civil en México: Alternativas y Procesos de Participación Social A.C.

Relacionada:



Agua para Siempre y Alternativas: una política estratégica desde la sociedad civil

escribí a Pedro Ferriz de Con: ¡Qué sorpresa escuchar tu declaración de hoy del minuto 11 cuando dices "he estudiado a profundidad a los transgénicos y no los veo mal"!

La lucha por defender a los maíces nativos mexicanos en contra del riesgo de contaminación con maíces transgénicos es una batalla con impactos en muchos niveles:



1) por el derecho a un ambiente sano, libre de transgénicos y de los agrotóxicos como el glifosato, vinculado en todas las solicitudes de siembra de maíz transgénico en México que se encuentran en el expediente judicial, el cual fue declarado como probablemente cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud;

2) por el derecho a una alimentación sana y nutritiva de los consumidores, liberándolos del riesgo de contaminación transgénica, la cual ha sido denunciada por el eminente Dr Schubert;

3) La exigencia de mantener la propiedad común del patrimonio alimentario creado y enriquecido por los pueblos indígenas y campesinos desde hace ocho mil años y que han regalado al mundo, así como por el libre intercambio de las semillas entre ellos;



4) La lucha por el derecho a la seguridad alimentaria y la soberanía alimentaria de los pueblos, evitando el despojo que sobrevendría tras la contaminación de las 59 razas de maíces mexicanos, apoyada por las patentes de los genes adulterados;

5) por el derecho a la alimentación de futuras generaciones, quienes podrán gozar del libre acceso a las semillas cultivadas y de sus pares silvestres, lo cual es especialmente valioso en este proceso de cambio climático;

6) La FAO acaba de declarar que los transgénicos no son necesarios, y un estudio oficial de España realizado durante seis años confirma que no aportan rendimientos mayores a los maíces híbridos convencionales y que al tener costos mayores producen una disminución de los beneficios a los agricultores que los producen;

7) El Segundo Tribunal Unitario en materias Civil y Administrativa, encabezado por el magistrado federal, Benjamín Soto Sánchez, notificó la sentencia de apelación por la que ordena a la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, SAGARPA, abstenerse de otorgar permisos de liberación o siembra de maíz transgénico comercial, en virtud de que la Colectividad Demandante demostró con evidencias sólidas la presencia ilegal de maíz transgénico que ha contaminado los maíces nativos en México, que es su Centro de Origen y Diversificación permanente.

Así, que Pedro, te invito a estudiar el tema más a fondo y a que consultes con prestigiados científicos mexicanos de quienes con gusto te puedo dar sus referencias.

Mundo Nuestro. México se juega su futuro con la defensa del maíz mexicano contra la introducción del maíz transgénico. Y esa batalla no se ganará sin la participación decidida de las instituciones de gobierno responsables de la política ambiental cuyo fin último es el resguardo del patrimonio biocultural de la nación.

El acoso de las trasnacionales Monsanto, Sygenta y demás sobre el maíz mexicano con un campaña sistemática por la vía legal y por la vía de los hechos –y respaldada en gran medida por las dependencias federales SAGARPA Y SEMARNAT— tuvo esta semana un golpe importante desde la defensa constitucional que un conjunto de personas e instituciones de la sociedad civil han impulsado (En defensa del maíz en México: sentencia contra las trasnacionales y el gobierno).

Pero el Estado mexicano es una formación compleja, y en su cuerpo gubernamental alberga instituciones todavía definidas por su capacidad profesional y su compromiso histórico con el país, y tal es el caso de la CONABIO (Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad), organismo en gran medida sustentado en el trabajo científico de biólogos, geógrafos, físicos y matemáticos. Ejemplo de ello son estos dos documentos elaborados por esta dependencia creada en los noventa por la naturalista mexicana Julia Carabias –entonces Secretaria de Medio Ambiente—y hoy dirigida por José Sarukán, ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Aquí un párrafo del primero de los documentos aquí presentados y que consideramos deben ser analizados con todo cuidado por quienes respaldamos esta defensa del maíz y de sus productores históricos, los pueblos originarios de México:



“Enfrentamos como país un problema serio sin solución evidente: el de introducir una nueva tecnología que involucra a seres vivos y que pretende imponerse, a pesar de no contar aún con evidencia clara de que su uso se lleve a cabo bajo condiciones de seguridad adecuadas que aseguren impactos mínimos al medio ambiente y la diversidad biológica, así como a la seguridad alimentaria. No existe información inequívoca respecto a los riesgos potenciales, los reales y la capacidad de México para manejar los mismos de manera adecuada. Es necesario responder las interrogantes de fondo y analizar si las construcciones genéticas disponibles realmente responden a lo que el país requiere.”

(La fotografía que ilustra este tema en portadilla fue tomada del portal de difusión del documental SUNU (MAÍZ), de la documentalista Teresa Camou Guerrero, de próxima aparición.)

Documento base sobre solicitudes de liberación comercial de maíz genéticamente modificado en México.



Elementos para la determinación de centros de origen y centros de diversidad genética para el caso de los maíces de México a partir de los resultados del proyecto “Recopilación, generación, actualización y análisis de información acerca de la diversidad genética de maíces nativos y sus parientes silvestres en México” (2006-2011)